El término japonés burakumin (部落民), está compuesto por las palabras buraku (部落), que significa comunidad o pueblo y min (民), que significa gente o persona, de ahí que lo podamos traducir por gente del pueblo. Los burakumin, a diferencia de los ainu o los ryukyuanos que habitan en las islas de Hokkaido, al norte y Ryukyu, al sur de Japón respectivamente, no son una minoría étnica, sino más bien una casta o minoría socioeconómica dentro del grupo étnico japonés predominante, que agrupa a casi la totalidad de los japoneses, los Yamato. Por lo tanto, comparten con otros japoneses el mismo idioma, religión, costumbres y apariencia física.
Los burakumin no se limitan a ninguna región en particular de Japón, sino que tendían a vivir en aldeas o zonas apartadas, en áreas mal equipadas y con escasos servicios y que no resultaban completamente adecuadas para la vida humana. Estos asentamientos burakumin se localizaban principalmente en el este del país. Es por eso que hoy en día los centros urbanos en el oeste de Japón, como Kioto y Osaka tienen una gran cantidad de burakumin, pero el área metropolitana de Tokio, situada en el este de Japón, tiene una cantidad sorprendentemente pequeña de burakumin.
Los burakumin también reciben en ocasiones el nombre de hinin, que significa no humanos, o eta que significa contaminación abundante o abundancia de suciedad. Paria o intocable , son también nombres utilizados para referirse a esta minoría japonesa, que ocupa el nivel más bajo del sistema social tradicional japonés.
Todos estos términos, incluida la palabra burakumin, que es la más neutra, resultan muy peyorativos, y el prejuicio ha sobrevivido hasta el día de hoy. Los registros que datan del siglo XIX indican que una persona considerada eta valía una séptima parte de una persona común.
Existieron durante algún tiempo varias teorías sobre unos posibles orígenes extranjeros de los burakumin, sin embargo, el consenso académico es, actualmente, que los burakumin originales eran simplemente ciudadanos japoneses empobrecidos que fueron excluidos del sistema de castas tradicional y cayeron en la mendicidad o acabaron desempeñando ciertas ocupaciones humildes, especialmente ocupaciones tabú para las religiones budista y shintoista, las más extendidas en japón, porque implicaban la presencia de la muerte.
Originalmente, los burakumin era un grupo que incluía exconvictos, trabajadores de mataderos, preparadores de muertos para el entierro, carniceros, mendigos, prostitutas, personal sanitario, barrenderos, enterradores, acróbatas y otros artistas, y verdugos.
Curiosamente, un plebeyo común también podría caer en la categoría «eta» a través de ciertos actos impuros, como cometer incesto o tener relaciones sexuales con un animal.
Las estimaciones del número de descendientes de los burakumin originales y por tanto el número de burakumin en la actualidad varía enormemente ya que no se han dado cifras oficiales sobre la población de burakumin. Según la Agencia de Asuntos Generales se estimaba que a mediados de los años 80 del siglo pasado había alrededor de 4.594 comunidades de buraku en Japón con más de un millón de personas Burakumin en total. Las estimaciones actuales oscilan entre un millón y más de seis millones de personas repartidas a lo largo del país.
EVOLUCIÓN LEGAL DE LOS BURAKUMIN.
El sistema de castas se estableció firmemente en Japón durante el período Edo (1603-1867). Se consideraba que los burakumin estaban fuera de las cuatro principales castas de las que se componía la sociedad japonesa: samuráis, agricultores, artesanos y comerciantes. El sistema de castas de Japón se formalizó sobre la base de la división del trabajo, asociando a las personas con sus respectivos oficios.
Como marginados sociales, los burakumin estaban sujetos a una serie de leyes y costumbres que regulaban su estatus y restringían el tipo de trabajo que podían realizar, dónde podían vivir o su capacidad para poseer tierras.
Durante el período Edo las leyes feudales arrojaron oficialmente a los burakumin a comunidades segregadas, de donde surge su nombre, y les obligaron a evitar otros hogares, a no tener contacto con el mundo exterior, al uso de ciertas ropas y peinados especiales, a postrarse ante sus superiores, todo aquel que no fuese burakumin, a cumplir estrictos toques de queda y si se determinaba que habían cometido un crimen, un samurái podía ejecutarlos en el acto.
El fin del sistema feudal llevó al comienzo de la era Meiji al Edicto de Emancipación de 1871 que finalmente abolió el sistema de castas y otorgó el mismo estatus ante la ley a los burakumin, pero la discriminación continuó.
El creciente desarrollo y urbanización de Japón, especialmente en el núcleo urbano central de la isla de Honshu, la isla central del archipiélago japonés, vio la integración de muchas comunidades de burakumin en la década de 1960 y supuso el inicio de una variedad de políticas relacionadas con el estatus de los burakumin.
La existencia de discriminación contra las comunidades de burakumin, llevó al gobierno a implementar medidas bajo la Ley de Medidas Especiales para Proyectos Dowa en 1969, que se mantuvieron hasta 2002.
En 1976 y 1985, el gobierno japonés revisó la Ley de Registro Familiar para evitar que terceras personas buscasen en el registro familiar de un ciudadano, ya que si se conocía su ascendencia y resultaba ser burakumin era suficiente para evitar o anular la participación en un contrato de trabajo, matrimonio o empleo en cualquier ocupación no desempeñada tradicionalmente por los burakumin originales.
Siguiendo el ejemplo del gobierno de la prefectura de Osaka, en 2006 otras cuatro prefecturas ya habían adoptado ordenanzas que prohibían las investigaciones sobre el origen burakumin de ciudadanos japoneses. A lo largo de los años, el gobierno japonés ha adoptado medidas para desalentar tales prácticas y otras formas de discriminación, sin embargo, en las últimas décadas, la tecnología y el fácil acceso y uso de internet ha creado problemas particulares para los burakumin, como el aumento de los mensajes despectivos, ofensivos, discriminatorios y amenazantes a través de las redes sociales, así como los intentos por identificar y revelar el paradero de estas comunidades.
ÉPOCA MODERNA, ENTRADA EN POLÍTICA.
Aunque los burakumin fueron «liberados» en 1871, poco se hizo para implementar realmente su libertad y las actitudes sociales se mantuvieron iguales. Los burakumin todavía se encontraban experimentando discriminación y estigmatización social continua, por lo que se comenzaron a organizar movimientos de derechos para hacer campaña por una mayor aceptación pública.
Curiosamente, algunos de los burakumin, al ser rechazados por la sociedad y buscando un sentido de identidad, disciplina y familia, encontraron en la Yakuza, las mafias japonesas, un hogar.
No fue hasta comienzos del siglo XX cuando los grupos de burakumin comenzaron a organizarse por su causa. En 1922 se creó una organización nacional, Suiheisha, que participó en varios boicots escolares, revueltas fiscales y otras protestas hasta su disolución en 1941.
A lo largo del período de posguerra, las organizaciones burakumin lograron avances notables en la educación, incluida la mejora de las oportunidades educativas y la introducción de programas contra la discriminación en las escuelas públicas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, se formó una organización que contaba con una mayor militancia y que era políticamente más activa, el Comité de Japón para la Liberación de los Burakumin, que en 1955 pasó a llamarse Liga de Liberación de los Burakumin. Esta liga trabajó junto a grupos socialistas y comunistas durante los años 60 y 70 y su principal objetivo era obtener concesiones fundamentales del Gobierno en relación con las políticas contra la discriminación.
Debido a que algunos grupos recurrieron a la violencia e incluso al secuestro en ocasiones para difundir su mensaje, los líderes burakumin más conservadores fundaron en 1960 una organización nacional rival, la Sociedad para la Integración, cuyos políticos fueron elegidos para la Dieta, parlamento, nacional.
Existía un tercer partido, más moderado y equidistante entre los dos primeros, la Alianza Nacional de Liberación de los Burakumin. Finalmente, en 1976 se formó una cuarta organización, el Movimiento de Liberación de los Burakumin de Japón.
INCIDENTES EN LA ACTUALIDAD
La discriminación, no solo política y social sino también religiosa fue un problema entre ciertas sectas budistas durante los años sesenta y setenta que rechazaban a los burakumin, o se los excluía a ciertos templos para que no se mezclasen con el resto de feligreses.
A mediados de la década de 1970, los grupos de derechos de los burakumin descubrieron una lista manuscrita de 330 páginas de nombres de personas burakumin y ubicaciones comunitarias en las que estos vivían, que se vendía, ahora totalmente prohibido, de manera ilegal y a escondidas a individuos y empleadores de grandes empresas como Honda, Daihatsu, Nissan y Toyota. Sin embargo, a pesar de los rigurosos esfuerzos para detener la publicación y, recurriendose a las nuevas tecnologías e Internet, mucha de esa información todavía está disponible en línea y se continúa identificando y amenazando por correo a los burakumin.
En 2009, la despoblación de las áreas tradicionales de burakumin en Japón, principalmente en la región de Kansai, hizo que los que venían de otras zonas se mostraran reacios a mudarse allí por temor a ser confundidos con burakumin. Ese mismo año hubo otro incidente cuando Google Earth incorporó datos históricos y mapas de Tokio y Osaka que especificaban la ubicación de las aldeas de burakumin en tiempos feudales, destacando una vez más el problema actual de la ascendencia y señalando el perfil de los miembros burakumin.
Finalmente, en 2016 la Dieta, el parlamento japonés, aprobó la Ley de Promoción de la Eliminación de la Discriminación contra los Burakumin que establece la responsabilidad del gobierno de combatir la discriminación contra los burakumin mediante el establecimiento de mecanismos de consulta, mejoras en la educación y la investigación de casos de discriminación cuando ocurran ya que incluso a día de hoy, personas que viven en áreas de Tokio o Kioto, que fueron guetos de burakumin, pueden tener problemas para encontrar un trabajo o un cónyuge.
CONCLUSIÓN
El sistema de castas puede haber terminado, pero sus consecuencias no, ni social ni legalmente, ya que algunos críticos han afirmado que la ley carece de fuerza y en realidad no prohíe la discriminación contra los burakumin, lo que significa que las acciones que contradigan o violen la ley no pueden dar lugar a ningún tipo de sanción.
Cuando el impacto económico y social de la discriminación se subsane y la intervención gubernamental sea adecuada y se responsabilice a los discriminadores, entonces la práctica social de tratar a las personas como menos que humanos realmente llegará a su fin. Sin embargo, esto todavía parece un poco fantástico e ideal, ya que será necesario tomar medidas para abordar los obstáculos económicos de la pobreza impuesta históricamente, las limitaciones de vivienda, la negación del empleo y del poder político, así como la discriminación social a la que están sujetos los burakumin.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
La foto del poblado Burakumin no corresponde a tal grupo si no al puelo Ainu