El movimiento woke es uno de los fenómenos más disruptivos y controvertidos de los últimos tiempos. Si bien su origen se remonta a los años 40 del siglo pasado, ha sido a raíz de las protestas en la pasada década contra la brutalidad policial en Estados Unidos, que provocaron el surgimiento del movimiento Black Lives Matter, cuando esta subcultura ha vivido su verdadera expansión.
Woke es la forma en pasado del verbo despertar, en inglés.
El término woke, en su acepción actual, lo acuñó la comunidad negra en la década de los 40 para referirse a una persona consciente de los problemas sociales y, especialmente, raciales que aquella sufría.
Andando los años, en 1962, un artículo publicado en The New York Times por William Melvin Kelley titulado: If You’re Woke You Dig It. (“Si estás despierto lo entenderás”) volvió a poner en boga el término. Tan sólo 3 años después, en 1965, Martin Luther King, en su discurso Remaining awake through a great revolution (“Mantenerse despiertos frente a una gran revolución») afirmó: “No hay nada más trágico que dormirse en medio de una revolución”.
La consolidación de su nuevo significado social quedó oficialmente afirmada cuando el Diccionario de Oxford, en 2017, incluyó la palabra con la siguiente definición: “alerta a las injusticias y discriminaciones en la sociedad, especialmente en lo relativo al racismo”.
Pero, ¿por qué el Diccionario de Oxford consideró importante incluir este nuevo término con su peculiar definición?
BLACK LIVES MATTER
Los repetidos y escandalosos eventos de brutalidad policial en Estados Unidos, con la comunidad negra como víctima, acabaron colmando el vaso en 2012, cuando el adolescente negro Trayvon Martin fue asesinado a tiros por un policía blanco; el hartazgo y la indignación de las víctimas se expresó a través del lema Black Lives Matter. El paroxismo de la rabia y la ira contra el racismo policial se alcanzó en 2020, con el vil asesinato de George Floyd.

El eslogan Black Lives Matter se ha convertido en uno de los principales del movimiento woke. Fuente: Etsy.
Fue en relación con la ola de indignación del movimiento BLM cuando el término woke se hizo mundialmente famoso para, posteriormente, englobar, no solo la concienciación contra el racismo, sino también contra el machismo, el sexismo y el acoso, combatidos por el movimiento #MeToo, así como por otros movimientos sociales análogos.
A partir de ese momento, la definición del término ‘’woke’’ se ha ampliado y no siempre con significados elogiosos.
CULTURA DE LA CANCELACIÓN
En todo movimiento que nace con una plausible buena intención y con cierto aire mesiánico, el exceso de celo en la consecución de dichos fines puede acabar provocando resultados indeseados. Y así ha sido. Han surgido fanáticos que en nombre de la sacrosanta pureza de los ideales originarios, tratan de imponer una dictadura de lo políticamente correcto; un estado de asfixia ideológica y de falta de libertad de expresión que ha provocado un movimiento contestatario ante la deriva del dogmatismo de ciertos miembros woke.
Para estos fanáticos todo debe ser inclusivo y respetar a las minorías, respecto de las cuales se erigen en defensores y portavoces, en ocasiones sin el plácet de las mismas. Esta nueva inquisición o puritanismo extremo, como lo denominan sus opositores, ha encontrado su caldo de cultivo y su medio de vida en las redes sociales y en los campus universitarios anglosajones, desde donde se expande al resto del mundo occidental.
De estas prácticas se pueden encontrar numerosos ejemplos hoy día: desde la pretensión de crear un nuevo léxico neutro, inclusivo y no discriminatorio; hasta las campañas de boicot o acoso en redes sociales a programas o celebridades, presionando a las empresas para que retiren sus patrocinios. Incluso se han llegado a organizar campañas contra personas, en principio anónimas, que saltaron a una fugaz y nefasta fama sin pretenderlo. Todo, por actos o declaraciones que el movimiento woke considera inadmisibles.
ESPACIOS SEGUROS
El ambiente se ha convertido en especialmente asfixiante y represivo en los campus universitarios estadounidenses, donde los alumnos han llegado a exigir despidos de profesores por mostrar o explicar contenido considerado por este colectivo como ofensivo. Para evitar dichas situaciones, los docentes deben avisar antes de mostrar esta clase de contenido, permitiendo que los estudiantes puedan salir del aula y así, no verse mentalmente afectados por dichas imágenes o temas.
De hecho, se han creado ad hoc los conocidos como safe spaces, o espacios seguros, donde los alumnos se refugian a salvo de que alguien diga, haga o muestre nada que pueda atacarlos emocionalmente; donde, en definitiva, no sufran las conocidas como microagresiones.
LAS EMPRESAS VEN NEGOCIO
Este movimiento de protección y respeto a las minorías ha hecho que las empresas quieran subirse a la ola y, de este modo, atraer hacia sí el gran negocio que supone contar con el respaldo y el beneplácito de un movimiento tan fuertemente organizado y de creciente poder e influencia social. Es lo que se conoce como ‘’capitalismo woke’’.
Ya es habitual ver a las grandes corporaciones cambiar los colores de sus logos para incluir la bandera arcoíris durante el Mes del Orgullo Gay, por ejemplo. Pero las empresas deben maniobrar con mucho cuidado, pues el ansia por convertirse en adalid del movimiento woke ha provocado, en ocasiones, que los hasta entonces consumidores, de tendencia conservadora o simplemente recelosos de lo woke, sean quienes boicoteen a la marca que antes con tanto orgullo compraban.

Cartel de la firma estadounidense de ropa deportiva Nike con el jugador de fútbol americano y activista Colin Kaepernick. Fuente: Telva.
CONCLUSIONES
El movimiento woke, cuyo ascenso ha sido meteórico en la última década, encuentra tanto acérrimos defensores como enconados detractores. Es innegable que su pretensión primigenia es loable y que ciertos colectivos y minorías necesitaban un apoyo y normalización social que ahora comienzan a lograr gracias a las campañas de sensibilización. Por el contrario, sus más fanáticos seguidores, con sus excesos censores y de cancelación, han provocado que este movimiento sea visto por muchos como el gran enemigo de la cultura y del orden social tradicional; una Inquisición del siglo XXI que debe ser detenida a toda costa.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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