JAPÓN, 8 AÑOS DE «ABENOMICS» Y UN LEGADO

por | Jun 8, 2021

La potente figura política de Shinzo Abe, recientemente retirado, ha dejado marcado tras 8 años de gobierno, una clara ruta de crecimiento de Japón a tres niveles: económico, social y militar.

En diciembre de 2012 el que fuera Primer Ministro de Japón durante un corto periodo de tiempo de 12 meses (septiembre 2007 –  septiembre 2008) Shinzō Abe volvió inesperadamente a ocupar el puesto y lo hizo hasta que recientemente sus problemas de salud en septiembre de 2020 le apartaron definitivamente de la política. 

Nacido en 1954 en la prefectura de Yamaguchi, siguió los pasos en política de su padre y en 1993 como miembro del Partido Liberal Democrático ganó las elecciones del distrito electoral consiguiendo así mucha relevancia dentro de la Seiwa Seisaku Kenkyū-kai (la Facción Mori, el ala más conservadora y mayoritaria). En 2007, ya como Jefe de Gabinete de su predecesor en el cargo Junichiro Koizumi, Abe es nombrado Primer Ministro, pero debido a su debilidad de liderazgo dentro del partido y su falta de convicción a la hora de promover medidas económicas -unido a su estado de salud- se vio obligado a dejar el cargo.

La mala gestión de la crisis financiera de 2008 y de la posterior catástrofe de Fukushima en 2011, propiciaron la salida del gobierno del Partido Democrático de Japón en 2012 (casi siempre en la oposición). Entonces con la lección aprendida de su primer mandato, Abe impulsa medidas económicas nunca antes vistas en el país y se rodea del núcleo duro de la Facción Mori.

Desde su pragmatismo político ha impulsado una serie reformas estructurales no siempre del agrado de la población con el objetivo de sacar al país del letargo económico y demográfico en el que se encuentra, lo cual desde un punto de vista de rédito electoral no es fácil y para no perder apoyos ha ido siempre alternando medidas de corte social con otras más impopulares (como un incremento del impuesto sobre el valor añadido).

Relación del apoyo al gabinete de Shinzo Abe desde 2012 hasta 2017. (Mainchi)

El conocido como “Abenomics” se vertebra en tres grandes bloques:

  1. El primero ha sido subir la inflación y mejorar las exportaciones a través de una expansión monetaria (si aumenta el dinero en circulación se puede reactivar el consumo), pero esta medida no ha tenido resultados consistentes en el tiempo y solo al comienzo sobrepasó el 1%.
  2. En segundo lugar, reducir el déficit fiscal a través de una subida de impuestos (junto con un aumento en la inversión en las infraestructuras para relanzar la economía), este objetivo es casi inalcanzable con casi un 250 % de endeudamiento sobre el PIB y un gasto público en ascenso.
  3. Por último, Abe ha impulsado reformas legales en sectores fuertemente regulados, como la agricultura o la administración empresarial a través de una progresiva des-regularización, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la reforma migratoria para atraer a mano de obra (no tan) cualificada. Sobre la incorporación de la mujer al mercado laboral aún queda mucho camino por recorrer, como ejemplo el escándalo de la Universidad de Medicina de Tokio en 2018).

Además, la adhesión a tratados como el TPP y el RCEP ha abierto nuevas vías de comercio internacional y regional con las que Japón busca extender su influencia y establecer nuevos lazos comerciales a lo largo y ancho del Sudeste Asiático y del Océano Pacífico.

Unos de los grandes objetivos de su gobierno ha sido convertir las fuerzas de autodefensa en unas auténticas fuerzas armadas y terminar con la dependencia de EE.UU en materia militar, pero cuenta con dos grandes obstáculos por un lado la Constitución “pacifista” y por otro el rechazo frontal de una parte muy mayoritaria de la sociedad japonesa.

Japón juega un papel fundamental como pieza aliada de Estados Unidos y otros países del Pacífico para contrarrestar el poder emergente de China. (Pinterest)

Para lograr este objetivo, antes se tiene que dejar atrás la vergüenza y culpabilidad que todavía sienten muchos ciudadanos sobre los horrores cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Así surge el Revisionismo, un blanqueamiento de los actos cometidos por los soldados japonés a las órdenes del Emperador Hirohito -asociado al totalitarismo japonés-; en los libros de texto de las escuelas de Japón se enseña que las mujeres de bienestar son consideradas patriotas (o simplemente prostitutas), se omite que muchos coreanos fueron obligados a cambiarse el apellido por otro japonés y la masacre de Nankín ha quedado relegada a un pie de página como una batalla más. Por supuesto, esto ha generado mucho malestar en Corea del Sur y China -sus principales víctimas-, e incluso en amplios sectores de la cultura japonesa.

Mientras estos cambios sociales se producen, China se convierte en una amenaza militar cada vez más poderosa en la región, por lo que Abe ha elevando considerablemente el gasto en Defensa del 1% en 2012 al 8,4% en 2020 con respecto del PIB y levantado la limitación de transferencia de equipamiento y tecnología de defensa en 2014 (vigente desde la IIGM).

Infografía de la «lista de la compra» de material de defensa que Japón espera adquirir hasta 2024, marcando un cambio de rumbo en su política de defensa. (AFP).

Como complemento a la vía militar, Abe también ha puesto el foco en el ámbito de seguridad regional pero ha tenido que buscar legitimidad en una reinterpretación del derecho de legítima defensa y así poder extenderlo a un ámbito colectivo (región sudeste asiático). Fruto de ésta se ha puesto en marcha la iniciativa Quad con EEUU, Australia e India (iniciada durante su primer mandato) una alianza con el fin de coordinar las estrategias de los cuatro países.

La iniciativa «Free and Open Indo-Pacific» tiene como objetivo mejorar la estabilidad y libertad de navegación en los dos océanos desde África hasta América, acabar con la piratería y la pesca ilegal. Esto lo hace a través de acuerdos con países de la región y asociaciones como la ASEAN y Unión Africana (ningún acuerdo hasta ahora con la principal potencia naval de la región: China).

Mapa de la iniciativa «Free and Open Indo-Pacific». (Stiftung Asienhaus)

En estos ocho años no se han conseguido los resultados en materia económica deseados -al menos a corto plazo-. Sacar al país de las dinámicas funcionariales que se han enquistado en los gigantescos conglomerados japoneses no es tarea sencilla y elevar la tasa natalidad -se estima que para 2096 la población actual pasará de poco más de 127 millones a sólo unos 50 millones- es algo que requiere un giro de 180 grados de la actual tendencia global. Además deja la política cuando sus índices de popularidad se encontraban en los niveles más bajos de todo su mandato y con la frustración de no haber podido retornar las Islas Kuriles a la soberanía nacional.

Su sucesor Yoshihide Suga con un perfil más bajo y de origen humilde se antoja como un gobierno provisional hasta que la crisis del Coronavirus se deje atrás y puedan relanzarse con casi toda seguridad las mismas políticas y continuar con las reformas.


Links de interés

https://www.washingtonpost.com/politics/2020/09/03/japans-prime-minister-is-resigning-this-is-how-abe-transformed-japanese-politics/

https://www.mofa.go.jp/policy/page25e_000278.html

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