Los Estados Unidos siempre han sido vistos, al menos desde Europa, como un país de prosperidad, emprendimiento y futuro. Pero, para la política y sociedad, también lo es para los extremismos, nacionalismos y supremacismos.
Poner una definición sobre las palabras “extrema derecha” no es tarea sencilla, y lleva años provocando disputas entre teóricos políticos. Las definiciones más generales la atañen a una especie de modernización del nacionalsocialismo y del fascismo italiano (también llamados neonazismo y neofascismo). Aún así, éstas definiciones encuentran distinciones con las vertientes intelectuales de hoy en día, en el que algunas ligan el ultraliberalismo con ello. En éste artículo se propone la definición de la misma como “posicionamiento ideológico de carácter reaccionario, nacionalista, corporativista, racista, sexista, autoritatio y anticomunista”.
Ciñéndonos a Estados Unidos, debemos echar la mirada atrás hasta 1865, con la fundación del Ku Klux Klan (de aquí en adelante, KKK) para poder dar fecha al inicio de los movimientos de extrema derecha. Como podemos ver, en 1865 no había ni rastro de movimientos fascistas o similares, cosa que contradice las primeras definiciones que podemos encontrar sobre el tema que aquí nos compete.
Volviendo a los orígenes del ultraderechismo norteamericano, vemos cómo está fuertemente arraigado en la segregación racial. Es por eso que, en su mayoría, los ataques eran dirigidos hacia la población negra. Hoy en día vemos cómo otro grupo que ha sido víctima de ataques indiscriminados han sido los latinos (éste grupo no era tan frecuente en el S.XIX o principios del S.XX). Aún así, la población afroamericana sigue siendo líder en cuánto ataques raciales se refiere.

Imagen histórica de una manifestación del Ku Klux Klan (FBI)
Ligado a esto, podemos apreciar los movimientos supremacistas blancos (“White Power”) como precursores de la violencia actual. El supremacismo defiende que una raza es superior a otra y que, por ende, no deberían mezclarse. También, defiende que los blancos solo deberían vivir en sociedades blancas y que, genéticamente, son superiores a los demás (Villaverde y Blanco Navarro, IEEE 2017).
Los defensores del movimiento apuntalan su argumentación bajo el conocido “racismo científico” (teorías del S.XIX) y los propios escritos de Darwin. El darwinismo social (un símil a racismo científico) fue extremadamente popular en la segunda mitad del S.XIX, y fuertemente influenció teorías epistemológicas y filosóficas de EEUU. Aparentemente, no es casualidad que la fundación del KKK esté en el mismo período en el que ésas teorías ganaban fuerza.
Debido a las fuertes relaciones transatlánticas entre Europa y EEUU, es casi imposible hablar de uno sin mencionar al otro (proceso de co-constitución). Si miramos a la historia de Europa, vemos que los movimientos de esta rama tienen su punto de partida en 1920, con la fundación del partido nacionalsocialista obrero alemán (NSDAP, o popularmente conocido como “nazi”). En Italia aparecen los camisas negras bajo el brazo de Benito Mussolini, futuro Duce (líder) del mismo Estado. En España vemos el surgimiento del nacional sindicalismo, con la aparición de partidos como Falange o JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista), liderados por José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo respectivamente.
Cuando hablamos del KKK se tiende a pensar en pasado, en cruces ardiendo y hombres con sombrero de pico blanco. Pero lo más importante, es que se sigue creyendo que es algo del pasado, cuándo no lo es tanto. Después de la persecución política que sufrió el KKK originario y sus posteriores prohibiciones, la organización se ha ido abriendo y cerrando por nuevos miembros.
Cabe destacar tres suborganizaciones del Ku Klux Klan: los Loyal White Knights, los White Knights of the KKK y los True Knights of the KKK. Todos ellos tienen un denominador común: todos se apodan a sí mismos caballeros (en inglés, knight). La última, fundada por David Duke.

Manifestación de supremacistas estadounidenses (ADL)
David Ernest Duke (Oklahoma, 1972) es, seguramente, la figura más conocida de la extrema derecha norteamericana. Su “currículum” le precede: fue Gran Mago (líder) del KKK desde 1974 hasta 1980. Podríamos argumentar que Duke es un caso aislado, una mancha en la política yankee. No es así, ya que también fue elegido como representante de Luisiana a la House of Representatives de ése mismo estado cuando sus ideas eran más que conocidas. Es decir, recibió el apoyo popular de los votantes de Luisana pese a ser abiertamente racista, supremacista e incluso un firme negador del Holocausto propiciado por el III Reich. En otras palabras, el sistema político ha permitido la representación de supremacistas blancos en las altas instituciones del estado.
Según el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) la extrema derecha norteamericana ha cambiado progresivamente, y se nos presenta como grupos mucho menos organizados que en sus orígenes. Los mismos, no tienen un gran número de miembros en sus filas, a excepción de momentos puntuales (ej. Asalto al Capitolio) y su adhesión ad hoc varía mucho en función del Estado. Más allá, el IEEE descarta que el movimiento extremista esté centralizado, mucho menos el supremacista. Cada vez más, estos movimientos y sus ideas son propagados por internet, vía foros abiertos al público, como Stormfront.
Según el Southern Poverty Law Center (SPLC), en 2021 existían 733 “hate groups” repartidos por todo EEUU. El top 3 lo lidera California (65), Florida (53) y Texas (52). Si hacemos ésta clasificación per cápita, vemos que el podio lo lidera Tennesse (28), Nebraska (9) y New Hampshire (9).

Miembros del Patriot Front (The Guardian)
No podemos hablar de “hate groups” sin mencionar a los dos grandes actores del mismo terreno: los Proud Boys y Patriot Front.
Los Proud Boys son una organización exclusivamente masculina, designada como terrorista por Canadá y Nueva Zelanda y dan apoyo a la violencia política. También dieron su apoyo al expresidente Trump en las elecciones de 2020.
El Patriot Front es una organización neofascista y nacionalista, caracterizada por su gran violencia. Según la Anti Defamation League, fueron parte del 82% de los incidentes relacionados con causas antisemitas o raciales en 2021. Su predecesor, Vanguard America, también es un organismo de carácter fascista y reaccionario.
Tanto el FBI (“Federal Bureau of Investigation”) y la CIA (“Central Intelligence Agency”) concuerdan que los ataques de la extrema derecha siguen siendo un problema persistente en su nación. El FBI lleva años recopilando información relevante al respecto, sobre todo en torno al KKK.
No son sólo los ataques raciales más “aislados” lo que nos debería preocupar, sino por los tiroteos y atentados contra comunidades específicas. Por ejemplo, el tiroteo escolar en El Paso, Texas, en 2019 acabó con la vida de 22 personas.
Los think tanks norteamericanos, como CSIS o Brookings, también han dedicado gran parte de su tiempo a trabajar sobre el alza de los movimientos de extrema derecha. Cada vez más, vemos como la colaboración público-privada es más fuerte que nunca. Desgraciadamente lo es para luchar contra semejante problema.
Conclusiones
Entendiéndose la política como la economía, en base a la existencia de ciclos alcistas y bajistas, tiene también sus propios ciclos, con tendencias más extremistas o menos. Claramente, la política internacional está sumergida en una oleada de extremismo (tanto de izquierdas como de derechas) que, aparentemente, no tiene freno. Podemos apreciar como en Latinoamérica el movimiento ha sido correspondido en países como Chile (con Kast) o en Brasil (con Bolsonaro). En Europa, la victoria de los Demócratas Suecos en Suecia, de Fratelli d’Italia en Italia o la importancia in crescendo de partidos extremistas en los Países Bajos o Bélgica confirman ésta potencial correlación.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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