Tras más de medio año en el poder, el gobierno Talibán en Afganistán se enfrenta a un momento decisivo como es la llegada de la primavera para mostrar su verdadera consolidación en el poder y su capacidad para controlar el territorio afgano.
La llegada al poder de los talibán
Veinte años después, los talibán volvieron a entrar en Kabul ante la indiferencia de la Comunidad Internacional y el beneplácito de los Estados Unidos, cuyos esfuerzos en las últimas dos décadas habían sido inútiles a la hora de asentar un verdadero Estado afgano y unas fuerzas armadas efectivas y autónomas.
Con los objetivos cumplidos, en cierta manera, por los Estados Unidos y sus aliados en lo referente a las organizaciones terroristas y su capacidad para suponer una amenaza directa en territorio propio, los Estados Unidos firmaron con los talibán los Acuerdos de Doha, en los que se pactaba la salida del territorio afgano de las tropas internacionales, el compromiso de los talibán de no amparar organizaciones terroristas en su territorio (un asunto muy cuestionable por sus lazos existentes con Al Qaeda o la red Haqqani) y el cese de hostilidades entre ambos actores.
Sin embargo, el pacto no abarcaba a las fuerzas afganas ni en ellos participó el gobierno afgano, muy lastrado por la corrupción, sin capacidad para gobernar el país, un bajo apoyo popular y con una nula confianza por parte de los EE. UU, principales valedores militares de las fuerzas gubernamentales.
Aunque EE. UU se comprometió con el gobierno afgano en prestar apoyo, este no fue de manera directa, lo cual terminó provocando el colapso de unas fuerzas armadas incapaces de plantar batalla real a sus enemigos mucho mejor organizados y motivados (para entender el derrumbe del Ejército Nacional de Afganistán puede leer el siguiente artículo: https://geopol21.com/2021/08/26/el-colapso-de-afganistan-y-el-renacer-de-los-taliban/)
Tampoco las filtraciones de varias agencias estadounidenses declarando vencidas, en varios meses, a las fuerzas afganas ayudaban a mantener una moral alta para la lucha cuando aún podía existir capacidad de resistencia y reacción. Esta falta de moral, de incentivos económicos, de liderazgo, la corrupción, la escasez en los suministros más básicos, la infiltración insurgente en sus filas, la falta de un verdadero sentimiento nacional y su dependencia del apoyo exterior, terminó desmoronando a unas fuerzas que pronto se rindieron ante los talibán a cambio de una amnistía general.
Una parte de las fuerzas armadas muy minoritaria (de origen tayiko la mayoría), se negaron a deponer las armas y buscaron refugio en el denominado valle del Panjshir, liderados por el vicepresidente Amrullah Saleh (muy crítico con el presidente Ghani y su escasa voluntad de resistir la ofensiva talibán) y Ahmad Massoud, hijo del líder nacional afgano de los años 80 y 90 Ahmad Shah Massoud (apodado como el “León del Panjshir”).
Además, muchos ‘señores de la guerra’ no pactaron la rendición frente a los talibán pero tampoco presentaron batalla, lo cual no quiere decir que su poder haya desaparecido totalmente del tablero afgano.
Con la llegada de la primavera será el momento de conocer si existe una verdadera oposición armada de índole nacionalista a los talibán o Afganistán definitivamente se ha resignado a ser gobernada por unos fanáticos religiosos que poco o nada han cambiado de los que horrorizaron al mundo entre 1996 y 2001.
El refugio del Panjshir
En el ideario afgano, el Panjshir tiene un especial significado. Atravesado por la cordillera del Hindu Kush, en este valle y sus depresiones aledañas se forjaron gran parte de la resistencia afgana frente a los soviéticos en los años 80. Es un lugar de difíciles comunicaciones, altas cotas e ideal para las emboscadas y el refugio.
En especial, en este valle destacó contra los soviéticos el comandante tayiko Ahmad Massoud cuyas acciones bélicas, sus buenas formas, carisma, su ardor guerrero y capacidad de liderazgo, lo terminaron convirtiendo en todo un héroe nacional. Massoud, después de protagonizar una cruenta guerra civil tras la retirada soviética, se retiró al Panjshir tras la toma de Kabul por los talibanes. Allí se opuso a ellos entre 1996-2001, forjando en el Panjshir y en el norte de Afganistán, la base para la futura intervención de EE.UU.
Además, Massoud contó con cierta simpatía internacional (sobre todo francesa), avisó de los peligros que suponía el régimen fanático de los talibán y sus alianzas con organizaciones terroristas. Sin embargo, nunca pudo ver la caída del régimen talibán en 2001 al ser asesinado en un atentado suicida dos días antes del 11 de septiembre de 2001.
Con la vuelta de los talibán al poder en el verano de 2021 y su expansión por todo Afganistán, el Panjshir volvió a cobrar protagonismo como fortaleza para ciertos elementos de las fuerzas armadas que se resignaban a ser vencidas por los talibanes. Entres estos elementos de resistencia, se encontraría un número importante de los antiguos Comandos de la Dirección Nacional de Seguridad, única fuerza afgana realmente efectiva en la lucha contra los talibán durante años (gran parte de estas unidades fueron evacuadas al extranjero en el repliegue de Estados Unidos, sabiendo de que los talibán serían implacables contra ellos). El Panjshir volvía a convertirse en un posible refugio y base para conformar una posible resistencia esta vez lideradas por el hijo de Massoud y el vicepresidente primero Saleh, denominándose estas fuerzas como el Frente de Resistencia Nacional (FRN).
En cuanto a los objetivos políticos del FRN, se consideran los legítimos herederos de la República Islámica derogada por los talibanes en agosto, apuestan por un Afganistán independiente, critican fuertemente la influencia de Pakistán y sus injerencias en los asuntos afganos, considerando a los talibán como unos peones de Islamabad. Se debe señalar que Pakistán siempre ha sido un actor muy cuestionable y ambiguo en lo referente a la “guerra contra el terrorismo”, siendo su territorio un refugio seguro para talibanes y terroristas de Al Qaeda. Respecto al modelo territorial, el FRN apostaría por un sistema federal como solución a las tensiones étnicas que caracterizan a Afganistán. La mayoría de sus dirigentes se encuentran huidos en Tayikistán pero cuentan con delegados en varios países. Además, muchos de los profesionales y funcionarios exiliados apoyan a este grupo, así como gran parte de diáspora afgana repartida por todo el mundo.
También podemos resaltar que Saleh se autoproclamó presidente de Afganistán tras la huida de Ghani, basándose en la Constitución de la República Islámica de Afganistán. El gobierno talibán por ahora sigue sin lograr el reconocimiento oficial de algún país pese a que varias delegaciones representantes de los talibán han viajado a numerosos países, incluido a Noruega.
La posible resistencia ante los talibán
En septiembre de 2021 y tras unas negociaciones fracasadas, los talibán entraron en el valle del Panjshir, haciéndose con el control de Bazarak (la capital provincial del valle) tras varios días de batallas y unas negociaciones previas que fracasaron. También lograron hacerse con el control con la única carretera pavimentada que atraviesa la provincia y el principal túnel con el exterior. Sin embargo, varios grupos de combatientes lograron huir y refugiarse en los valles y montañas, posiciones desde la que mantendrían combates esporádicos con las fuerzas talibán.
Su capacidad real de combate es difícil valorar, así como la efectividad de sus acciones. La información y censura están extendidas en Afganistán, y la escasa presencia de periodistas internacionales e independientes sobre el terreno hacen complicado conocer la situación real. Además, en el área comunicativa mientras, el régimen talibán sí da cobertura informativa a los ataques de grupos yihadistas como Estado Islámico del Khorasan (ISIS-K), filial de Daesh en el país y enfrentados con al poder talibán, o anuncia operaciones contra este grupo. Mientras en lo que se refiere a los ataques u acciones contra el FRN su silencio es total y hermético, negando cualquier bolsa de resistencia.
Esta estrategia viene dada con la intención de aminorar cualquier apoyo al anterior sistema político y silenciar el malestar interno – sobre todo de algunas etnias minoritarias como es la tayika o hazara – y de las mujeres afganas, las grandes perjudicadas de la vuelta de los radicales religiosos al poder. Sin embargo, frente a los grupos afines a Daesh, los talibán quieren mostrar la amenaza que suponen, así como la utilidad de sus fuerzas en ser combativas contra ellos y en no permitir que se asiente en el terreno afgano. Quieren mostrarse en la escena internacional como un actor útil y moderado frente a otros grupos radicales.
Sin embargo, a través de redes sociales cada vez son más frecuentes las acciones del FRN y los logros que pueden alcanzar. Además, tal y como denuncian muchas organizaciones sobre el terreno, familiares e incluso la ONU, los talibanes están intensificando su represión contra los antiguos miembros de las fuerzas gubernamentales y realizando ejecuciones extrajudiciales, incumpliendo la amnistía general prometida y pactada con los antiguos jefes militares del Ejército Nacional de Afganistán (ENA). Esta intensificación de la represión puede incentivar a muchos ex militares y ex miembros de las fuerzas de seguridad a volver a la lucha armada y conformar distintas células por el país. Estas informaciones que avisan sobre la posible adhesión de antiguos militares a las fuerzas de resistencia también han sido confirmadas por el Inspector General Especial de Estados Unidos para reconstrucción de Afganistán y algunos medios en Estados Unidos ya hablan de la presencia de la resistencia en cinco provincias.
La cultura combativa afgana y la situación en guerra de hace más de 40 años, hace que el país esté plagado de armas, depósitos y arsenales, por lo que alzarse contra el poder establecido es muy factible. En este sentido, el FRN pudo preparar depósitos ocultos de armas meses antes de la caída de República Islámica, ya que se temía la vuelta de los talibán tras la retirada internacional. Ya en abril de 2021 Massoud hablaba de la “Resistencia 2.0.”, haciendo alusión a la continuidad de la resistencia de los años 1996-2001 contra los talibanes.
Históricamente, las actividades bélicas en Afganistán se han incrementado en los meses de primavera y verano. La complicada geografía del terreno, el duro clima afgano y las incomunicaciones que se sufren por las precarias infraestructuras hacen que los inviernos sean meses donde los combates siempre han descendido. De hecho, y paradójicamente, en los meses de invierno los aspirantes a entrar en las antiguas fuerzas armadas crecían y cuando las temperaturas mejoraban, muchos miembros de las fuerzas de seguridad desertaban a favor de los talibanes, quienes ofrecían mejores salarios.
El papel de los señores de la guerra
Los abusos de estos personajes, la corrupción que ejercían, sus problemas con la justicia y la permisividad que se tuvo hacia ellos durante los veinte años de presencia internacional pudieron ser uno de los factores que hicieron que fracasase la creación de una autoridad central fuerte en Kabul. Pero no se debe olvidar que Afganistán es un país muy tribalizado, donde cada etnia – con su líder -reclama sus cuotas de poder, así como autoridad en sus dominios. Estos personajes controlaron grandes áreas del país durante décadas, sobre todo en el norte. Además, dichos caudillos cuentan con milicias afines nunca desarmadas que pueden condicionar cualquier decisión.
La mayoría de estos líderes enemistados con los talibán históricamente como son Rashid Dostum, Mohamed Nur o Ismail Khan, jugaron un papel importante en la caída del gobierno talibán en 2001, formando la denominada Alianza del Norte (un conjunto de milicias locales fundamentales en los primeros momentos de la intervención estadounidense en Afganistán). Posteriormente, estos señores de la guerra tuvieron importantes papeles en la administración nacional afgana durante los veinte años de presencia internacional.
Con el inicio de la ofensiva de los talibán el verano pasado, muchos mostraron su voluntad de resistencia y proclamando que se opondrían a los talibán. Pero esa oposición no fue efectiva o se vio superada por el rápido avance talibán y la falta de voluntad de combate del ENA. Las milicias de los señores de la guerra podrían complementar a las fuerzas gubernamentales, pero no sustituirlas. Además, muchos de estos líderes se encontraban enemistados con la figura del presidente Ghani, por lo que pudo influir en la resistencia mostrada. Otros, directamente, declararon que se sintieron traicionados por las fuerzas de Kabul, por lo que se puede entender que la caída de Afganistán pudo estar pactada por el propio gobierno de la República.
Los talibán, en su ofensiva de 2021, priorizaron la conquista de las provincias del norte. Áreas donde estos líderes podrían actuar con mayor facilidad y contaban con milicias. También los talibán se centraron en tomar las zonas fronterizas del oeste y norte, con la intención de aislar el país y evitar apoyos o suministros desde el exterior. En las zonas del sur y este del país los talibán contaban con más apoyos.
Estos líderes militares siguen contando con el apoyo de determinadas etnias y muchos de sus combatientes se encuentran desmovilizados aunque en el interior de Afganistán. A pesar de haber perdido poder en el terreno y en su red clientelar, el descontento social por la precaria situación económica de Afganistán, la disminución de ayuda internacional, los abusos de poder de los talibán, la sola presencia de pastunes en el gobierno central, las tensiones étnicas o el hecho de querer recobrar cuotas de poder político y económico pueden provocar la activación de estas milicias y la vuelta de algún líder a la senda militar (tanto Mohamed Nur o el hijo de Rashid Dostúm, Yar Dostum, han mostrado su voluntad de volver a luchar).
El malestar social
El malestar en Afganistán no deja de crecer por la complicada situación económica, el éxodo de millones de personas y la hambruna de algunas zonas. El descenso drástico de la ayuda internacional, la falta de experiencia de los talibán para gobernar o la congelación de los fondos externos en Estados Unidos hacen muy difícil la situación económica interna.
En lo social hay que destacar el admirable papel de las mujeres, verdaderas opositoras políticas internas del régimen. Estas han protagonizado numerosas manifestaciones y boicots a actos de los nuevos gobernantes. Sus derechos recortados, la discriminación que sufren, la prohibición de escolarización de las niñas o su desaparición de la vida pública está dando lugar a fuertes protestas que, con apoyo del exterior, quieren condicionar el papel de los talibán hacia ellas. La cuestión del respeto hacia los derechos logrados por las mujeres ahora arrebatados son claves para que los talibán logren salir del aislacionismo en el que se encuentran.
Por parte de los grupos de la resistencia y sus portavoces en el exterior, consideran clave a las mujeres para llamar la atención internacional de su causa, por lo que la manera de tratar los asuntos relacionados con ellas, respetar y alzar las voces femeninas son imprescindibles para lograr apoyo internacional e interno.
Además, el malestar puede crecer entre muchos combatientes talibán tayikos y uzbekos que, ante la falta de un enemigo exterior contra el que luchar, pueden verse traicionados por la consolidación en el poder de la etnia pastún. Las fuerzas talibanes que tomaron el control de Afganistán no son un ejército cohesionado, sino un conjunto de milicias que se unieron por un objetivo común como era expulsar a las fuerzas internacionales y al gobierno central de Kabul a quienes acusaban de traidores. Por lo que las deserciones dentro de las filas talibanes y tensiones tribales se pueden producir.
El poder sigue siendo acaparado por los pastunes, al igual que en la anterior etapa de los talibanes en el gobierno y pese a sus promesas de un gobierno “inclusivo” en el aspecto étnico.
Es importante señalar los ataques que están sufriendo los hazaras a manos de ISIS-K y su enemistad con los talibán. Los hazaras son una minoría étnica de creencia islámica chií, muy perseguida y estigmatizada en el pasado por los talibanes. Aunque en la actualidad los talibanes se han mostrado más tolerantes hacia ellos, con la intención de contar con apoyo de Irán (potencia protectora de los chiíes en el mundo islámico). Sin embargo, en las últimas semanas habían surgido protestas de los talibán sobre el trato que las autoridades iranies estarían dando a los refugiados afganos, algo que puede tensionar aún más una complicada frontera.
Conclusiones
Como se ha ido recogiendo a lo largo de este artículo, los talibanes se enfrentan a un momento crucial en su consolidación en el poder. La resistencia y las diferentes células de oposición parece que están empezando a surgir en diferentes áreas del país. Su llegada al poder fue muy precipitada y la falta de una respuesta coordinada desde Kabul a su ofensiva en agosto, pudo dejar sin capacidad real de oposición a elementos del ENA dispuestos a combatir, que se sintieron traicionados y abandonados y los cuales continúan con la intención de luchar desde una perspectiva de insurgencia.
El apoyo real con el que cuenta la resistencia entre la población es cuestionable. Mientras que en provincias como Panjshir son evidentes, en otras del sur es nulo. Si realmente la resistencia tuviera éxito y llegara a expandirse por amplias zonas del país (norte y oeste principalmente, áreas donde los pastunes no son etnia mayoritaria), podrían condicionar a los talibán a una negociación y a establecer un verdadero proceso de paz interno que nunca existió o, incluso, fragmentar el país.
Lo cierto es que la oposición armada a los talibán no parece que vaya a contar con apoyo internacional por ahora. Además, no controlan ninguna frontera exterior a diferencia de los años 90 y, a nivel estatal, sólo Tayikistán ha mostrado un apoyo limitado hacia el FRN – a nivel individual hay ciertas personalidades internacionales como el expresidente galo François Hollande que ha recibido a delegaciones de la organización -. También muchos afganos en el exterior han organizado diferentes eventos a nivel internacional para llamar la atención de la grave situación de fragilidad que vive el país, pero por ahora con poca repercusión.
La Comunidad Internacional ha pasado página al conflicto afgano y parece resignada a llegar a colaborar e incluso a reconocer al gobierno talibán como una autoridad legítima y como la única forma real de poder ayudar al pueblo afgano. Además, la falta de medios de comunicación sobre el terreno, de cooperantes extranjeros y organismos internacionales, impiden comprobar muchas de las denuncias de abusos de los Derechos Humanos que se producen en Afganistán.
La crisis ucraniana está atrayendo toda la atención internacional, cayendo en el olvido otros conflictos, por lo que esta situación puede terminar de ayudar a la consolidación de los talibán en el poder y a ser considerados un “mal menor” en el tablero internacional. Solo una vuelta a la proyección de la yihad internacional desde suelo afgano, una actividad armada subversiva a gran escala, el agudizamiento de la hambruna que ya azota a Afganistán o unos excesos generalizados y agravados de los Derechos Humanos por parte de los talibán, volverían las miradas occidentales a un país que ya hemos olvidado.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21
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