Si existe una región en el panorama global que vaya a marcar las dinámicas internacionales en los próximos lustros -con permiso de Oriente Medio- es sin duda alguna el Mar de la China Meridional. Conviene sumergirse en la importancia estratégica del único mar que tiene potencial real para iniciar un conflicto internacional pero no sin antes adentrarnos un poco en su historia y características relevantes.
El Mar de la China Meridional (denominación común aunque no única) se localiza en la región del sudeste de Asia entre los océanos Índico y Pacífico, bordeando la costa sur de China junto a las de Taiwán, Vietnam, Filipinas, Brunéi, Malasia, Tailandia e Indonesia.
El mar asiático tiene una mayor superficie que el Mar Mediterráneo (3,5 millones de km² y 2,5 millones respectivamente) y en sus aguas alberga más de 400 islas y numerosos archipiélagos entre los que destacan las islas Paracelso y Spratly, que se abordan más adelante junto a las vastas reservas probadas de hidrocarburos.

En el siglo XX surgieron varios enfrentamientos por la soberanía de las aguas después de que el Tratado de San Francisco (1951) no dejase claramente reflejado las correspondencias de estas, asentando las bases para posteriores conflictos por el dominio de las islas y sus rutas comerciales como los enfrentamientos de China con Vietnam del Sur en 1974, con la Vietnam reunificada en 1988 o la polémica surgida en 1996 tras la construcción de arrecifes artificiales en aguas territoriales filipinas.
De la misma manera que ha ido aumentando el poder económico chino durante décadas hasta convertirse en la segunda mayor economía tras desbancar a Japón en 2010 también lo ha ido haciendo su poder político-militar, pragmáticamente reflejado en la expansión y dominio que busca en las aguas del Mar de la China Meridional mediante la creación de islas artificiales, apropiándose si es necesario de zonas marítimas reclamadas por sus vecinos.

Las tensiones e incertidumbres que existen en torno al Mar de la China Meridional residen en los intereses geopolíticos y estratégicos de Pekín, donde entran en juego múltiples consideraciones que el régimen entiende como indispensables para conseguir la hegemonía a la que aspiran desde que el actual líder del Partido Comunista, Xi Jinping, hiciera referencia en el año 2012 al denominado “sueño chino” que busca restaurar la grandeza imperial de antaño mediante una brillante renovación de la nación.
Utilizando reivindicaciones históricas como las expediciones realizadas por la dinastía Han (siglo I d.C.) o la dinastía Ming (siglo XV) el gobierno de la República Popular China tiene la intención de imponer el derecho histórico al derecho internacional que regula los límites territoriales marítimos (Zona Económica Exclusiva o la Plataforma Continental). De esta manera el gigante asiático lograría que quedase bajo su plena potestad soberana todo el espacio y todos los recursos que se encuentran dentro de la denominada “Línea de los 9 Puntos”, una estrategia china para legitimar como propio más del 80% del Mar de la China Meridional tras las peticiones de Malasia y Vietnam de ampliar sus plataformas continentales en el año 2009.

La necesidad de defender este territorio como propio es consecuencia de la gran dependencia económica china de la navegación internacional para tanto las exportaciones como las importaciones, pues el 80% del petróleo que adquiere llega a través de este mar; siendo la ruta comercial que entra por el Estrecho de Malaca uno de los enclaves geoestratégicos fundamentales para salvaguardar el previamente mencionado “sueño chino”. Por esta razón el régimen lleva años construyendo instalaciones (potencialmente) militares en los archipiélagos Spratly y Paracelso o creando islas artificiales a partir de bancos de arena que eran sumergidos en alta marea. Así China consigue reproducir la soberanía territorial a kilómetros del continente para controlar las rutas comerciales y explotar los recursos pesqueros y energéticos. En el Mar de la China Meridional se encuentra alrededor del 12% de la pesca global, más de 11 mil millones de barriles de petróleo y más de 190 billones de metros cúbicos de gas natural.
Las controversias marítimas son respondidas de forma más contundente a medida que crece el poder económico-militar de China. Si en julio de 2014 el gobierno de Xi jinping retiraba la plataforma petrolífera Haiyang-981 de la Zona Económica Exclusiva de Vietnam para evitar una crisis diplomática, en abril de 2020 un barco de origen chino golpeo y hundió un barco pesquero vietnamita cerca de las islas Paracelso. En 2021 una nueva legislación permite a la Guardia Costera china disparar contra buques que entren en lo que consideran como sus aguas, lanzando así un claro mensaje no solo a rivales regionales como Filipinas o Japón, sino al país que debe superar antes de 2049 (centenario de la República Popular China): Estados Unidos.

El país norteamericano debe mantener, en la medida de lo posible, el statu quo para evitar que China logre consolidarse definitivamente en aguas que Estados Unidos ha dominado desde su victoria en la Guerra del Pacífico (1945) utilizando como pretexto el arriesgado “principio” de garantizar la libertad de navegación de la que tanto hacía uso el expresidente Obama.
Estados Unidos no va a abandonar la región Asia-Pacífico como así demostraban los ejercicios navales Malabar realizados en noviembre de 2020. Estos ejercicios se encuentran enmarcados en la gran iniciativa norteamericana Quad, abreviación de “Diálogo Cuadrilateral de Seguridad”, para coordinar estrategias militares e intercambios de inteligencia junto a los grandes rivales regionales de China: India, Japón y Australia.

Los ejercicios militares de la “OTAN Asiática” (a diferencia de la OTAN no tiene tratado) pretenden desafiar y contrarrestar el expansionismo marítimo chino aunque quede patente que la República Popular no va a renunciar bajo ningún concepto al dominio del Mar de la China Meridional. Tal es la tensión existente en esta región que el presidente Xi Jinping instaba a las fuerzas armadas en marzo de este año a “centrarse en la preparación para el combate”.
Demetri Sevastopulo, corresponsal de las relaciones entre Estados Unidos y China para el Financial Times, señaló que los almirantes del portaaviones USS Theodore Roosevelt le confirmaban en una llamada que la actividad china “sigue aumentando” en el mar de la China Meridional. Por lo que la cooperación naval entre los países del Quad, y en un momento determinado junto a aliados europeos como Reino Unido o Francia, podría suponer una escalada de tensión que esperase un débil casus belli para detonar.
El nuevo orden que pretende construir la República Popular China fuertemente respaldado por su creciente economía en estos tiempos pandémicos tiene como requisito incontestable garantizar la seguridad nacional consolidándose en el Mar de la China Meridional, poniendo en peligro así el actual equilibrio de poder y desafiando la supremacía de Estados Unidos.
Atendiendo a los intereses de ambas potencias es probable que debido a las dinámicas del agitado mar se llegue a la temida Paradoja de Tucídides, convirtiendo al Mar de la China Meridional en la antesala fría de la guerra.

Referencias
Morton, B., & Blackmore, G. (2001). South China Sea. Marine Pollution Bulletin, 42(12), 12361263.
Muy buen artículo resaltando uno de tantos temas a los cuales no se les presta atención por el bombardeo de pseudo-información relativo al covid, calentamiento global, etc…