GUYANA, ¿EL ÚLTIMO PETROESTADO?

por | May 25, 2021

Guyana, país sudamericano tradicionalmente pobre y con importantes índices de corrupción parece haber encontrado en el petróleo un revulsivo económico vital. No obstante, el país deberá lidiar primero con el conflicto territorial que mantiene con Venezuela y con la importante división étnica existente en el territorio.

La República de Guyana, conocida hasta 1966 como la Guayana Británica, es un pequeño país enclavado en el noreste de América del Sur. Su historia se remonta al poblamiento de estas regiones por parte de los pueblos arahuacos antes de la llegada de los conquistadores europeos en el siglo XV. En 1494, Portugal y España delimitaron las fronteras que marcarían el futuro del continente en el Tratado de Tordesillas. No obstante, los colonizadores se dejaron una laguna legal en el Tratado, al encontrarse inexplorado en ese momento, el escudo de las Guayanas, una de las regiones más inaccesibles del planeta. 

Su particularidad orográfica se debe a que el escudo de las Guayanas es una de las regiones montañosas más antiguas, hecho que ha condicionado la cultura y psicología de los habitantes de este territorio. Además, cuenta con una frontera natural al sur de la región, la selva del Amazonas y las desembocaduras de los ríos Orinoco y Esequibo en el noroeste. 

Este aislamiento geográfico provocó que la Guyana no fuese relevante hasta la llegada de los Imperios británico y neerlandés en el siglo XVII, que convirtieron al territorio primero, en un destino penitenciario y después en una colonia de explotación comercial. 

Ubicación geográfica de Guyana (Saber es práctico)

Después de conseguir su independencia en 1966, el país no ha tenido un camino nada sencillo y esto se ha debido, entre otros motivos, a que ha tenido que superar numerosas crisis, muchas de ellas todavía abiertas, como el conflicto territorial que mantiene con Venezuela. Ambos países se encuentran en disputa sobre la soberanía de la región de Esequibo, rica en agua, petróleo y minerales como la bauxita. 

Un conflicto latente que ha preocupado a los organismos internacionales es la diferencia socioeconómica y cultural que presentan los habitantes de la costa, criollos, que ostentan el poder político y económico del país y los cimarrones, habitantes del interior que mantienen una cultura propia y siguen arrastrando los problemas coloniales. Estas diferencias se han trasladado al parlamento dando lugar a que haya un bipartidismo muy fuerte entre ambos contingentes, donde el PPP (Partido Progresista del Pueblo) con una ideología basada en la justicia social y el liberalismo representa a los criollos, y el CNP (Congreso Nacional del Pueblo), con un pensamiento más alineado al nacionalismo de izquierdas y el proteccionismo, representa a los cimarrones. 

Mapa de las elecciones celebradas en 2020 entre el PPP, en rojo, y el CNP (APNU + AFC) en verde (Wikipedia)

Asimismo, desde que Guyana proclamó su independencia afronta numerosos problemas. Según el Banco Mundial, en 2017 cerca de un tercio de su población se encontraba por debajo del umbral de la pobreza (2 dólares al día). De acuerdo con los estudios realizados por Transparencia Internacional, el país se encuentra en el número 85 de 180 en el ranking de corrupción mundial.

Si atendemos a los datos, así como al aislamiento geográfico y cultural que sufre la región (Guyana es el único país que tiene el inglés como lengua oficial en América del Sur), podríamos esperar un futuro no muy prometedor, pero esto puede estar a punto de cambiar. 

La culpa de este cambio se debe a que un consorcio formado por las petroleras estadounidenses ExxonMobil y Hess, así como la petrolera china CNOOC descubrieron a finales de 2019 unos vastos yacimientos petrolíferos en las aguas que bañan Guyana. Los estudios realizados estiman unas reservas de unos 5.500 millones de barriles, muy por debajo de las reservas de 300.000 y 12.000 millones de barriles con los que cuentan Venezuela y Brasil, respectivamente.

No obstante, hay que tener en cuenta que Guyana cuenta apenas con 700.000 habitantes, un país mucho más pequeño, que Venezuela y Brasil que cuentan con 29 y 210 millones de habitantes cada uno. 

En primer lugar, habría que aclarar que, tan sólo el 15% de los ingresos obtenidos por la explotación del petróleo irán a parar a las arcas públicas, en concepto de royalties, y es que el 85% restante será repartido por las distintas empresas que conforman el consorcio que descubrieron los yacimientos y con los que Guyana ha llegado a un acuerdo para la extracción y refinamiento del crudo.

Mapa de los campos de explotación de hidrocarburos en la costa de Guyana con las empresas que explotan cada sector. (Petroleumworld)

En segundo lugar, hay que destacar el aspecto macroeconómico del problema y es que Guyana puede verse sometida a la llamada “enfermedad neerlandesa” una serie de efectos adversos que produciría que el furor del petróleo destruyese otros motores de la economía. Esto se debe, principalmente, a dos motivos:Por un lado, la entrada de grandes remesas de dinero produciría un aumento en la inflación y, por lo tanto, el consecuente aumento de todos los inputs del sistema productivo lo que desincentivaría las exportaciones de recursos con poco valor añadido. Por otro lado, el aumento del tráfico comercial y monetario fortalecerían la divisa aumentado su tipo de cambio, lo que a su vez abarataría la adquisición de importaciones, pero destruiría, el resto de las exportaciones de la balanza comercial.

Si a los motivos comentados anteriormente, añadimos los preocupantes niveles de corrupción y la inestabilidad administrativa que sufre el Ejecutivo no parece que haya buenos augurios sobre la gestión que se pueda realizar de los nuevos yacimientos. 

Este gráfico muestra la importancia capital que tienen los hidrocarburos en la economía de Guyana y su proyección de crecimiento de aquí a 2035. Un sector estratégico como pocos. (Offshore Engineer)

Por el momento, el PPP ha puesto en marcha un bono asistencial de 100 dólares por ciudadano para paliar los efectos adversos que ha tenido la COVID-19 en la economía del país y ha prometido que, con el dinero obtenido por la exportación del crudo, financiará un fondo soberano a imagen y semejanza del de Abu Dabi. Queda por ver, si de verdad, estos son los primeros pasos hacia un camino de bonanza económica donde el excedente generado por el petróleo puede ser invertido en ayudas sociales, o si, por el contrario, esto va a suponer una maldición para un poder político ya peligrosamente corrupto.

Es el turno de los guyaneses decidir si se suben al último tren del petróleo y se asemejan a los Petroestados de Oriente Medio o si dejan escapar una de sus últimas posibilidades de unirse al comercio internacional. Sólo el tiempo lo dirá.


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