Desde la aparición del virus COVID-19 y su expansión mundial, la gran mayoría de las actividades económicas y sociales se detuvieron y han tenido que esforzarse y pensar en una nueva manera de funcionar para sobrevivir. En América Latina, el caso del narcotráfico no escapó a esta lógica. ¿Cuáles fueron los efectos y consecuencias de la pandemia sobre la droga y su producción en la región? ¿Sobre su transporte y su comercialización? ¿Qué tendencia se puede observar en las actividades de los narcotraficantes durante este tiempo de crisis? Aprovechando las oportunidades dejadas por la situación y adaptándose, el mercado de la droga en América Latina no parece haber sido tan debilitado.
El informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) del 7 de mayo 2020 analiza los efectos del virus sobre las drogas al nivel global y afirma en sus conclusiones que: «A largo plazo, la recesión económica causada por la pandemia de COVID-19 tiene el potencial de conducir a una transformación duradera y profunda de los mercados de drogas, que podrá entenderse completamente solo después de que se realicen más investigaciones». Basando el presente artículo sobre los análisis y observaciones que se han realizado desde el informe de la ONU, se tratará de entender la dimensión real del impacto de la pandemia sobre el narcotráfico en América central y América del Sur presentando una síntesis de las grandes tendencias de manera no exhaustiva.
En esta zona, las fechas de detección de los primeros casos de COVID-19 varían entre los meses de febrero y marzo (el primer caso ha sido registrado en Brasil el 26 de febrero 2020) y la implementación de las primeras medidas en reacción a la situación surgieron en marzo (cierre de las fronteras, confinamiento…). Tomando en cuenta estas fechas, los expertos apuntaban dos informaciones principales solo unos meses después del inicio de la crisis: la interrupción de la producción de droga y, a pesar de la dificultad de distribución en América Latina, un aumento del uso de las rutas marítimas cómo alternativa al transporte aéreo y terrestre.
Con el tiempo, estas afirmaciones tienen que ser actualizadas. La región cuenta con dieciséis países identificados como los más activos e importantes en tema de tránsito y/o de producción de la droga a nivel mundial; los narcotraficantes no iban a dejar sus actividades ilegales paradas. El análisis del nivel de la producción debe tomar en cuenta las particularidades de cada país. Las rutas marítimas parecen afirmarse como medio de transporte privilegiado a medida que pasan los meses. En los dos casos, asistimos a una verdadera adaptación del narcotráfico en este periodo de crisis, adaptación que se puede perennizar a largo plazo.
La rápida adaptación de los narcotraficantes para mantener la producción de droga durante la crisis sanitaria
La producción en los países fluctuó diferentemente según el tipo de droga considerado, el periodo observado, las medidas y políticas de gestión de crisis adoptadas por los gobiernos y la importancia dada al mantenimiento de las actividades de control y lucha contra el narcotráfico.
En el caso de México, el país sigue siendo el área más importante de producción tanto de heroína como de drogas sintéticas. Durante la pandemia, el fentanilo confirmó su estatuto de droga favorita de los cárteles mexicanos. Esta tendencia debe ser relacionada con la situación en Estados Unidos donde las autoridades se preocupan del considerable aumento del consumo y de las sobredosis vinculadas a esta misma droga. Wuhan, la ciudad de China, reconocida como fuente directa de esta droga, tuvo que parar su actividad siendo el epicentro de la crisis sanitaria. La ausencia de exportación de materia prima unida al cierre de la frontera entre México y Estados Unidos que impidió el cruce diario de más de un millón de personas, tuvo como efecto la reducción de las actividades ilegales. En reacción, los dos cárteles que controlan el contrabando de fentanilo en EEUU, el cartel de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación, intentaron beneficiarse del vacío dejado por China. Viendo el aumento de los laboratorios clandestinos, es posible que los carteles salgan de la crisis con más independencia que antes, contratando sus propios científicos para producir la materia que necesitan. Al contrario, con respecto al blanqueamiento de dinero a gran escala, la ausencia de vínculos entre México y China parece una utopía: muchas transferencias se realizan integralmente dentro del sistema bancario chino, lo cual no permite una intervención directa de las autoridades estadounidenses.
Además, el tema del fentanilo parece ir más allá que el negocio entre China, México y Estados Unidos. Nuevas mezclas de esta sustancia con otras drogas preocupan a las autoridades de varios países de América Latina. El aumento de sobredosis relacionadas al uso de cocaína deja pensar que este narcótico está ahora contaminado con fentanilo. La droga sintética también fue encontrada por primera vez combinada con 2CB, otra droga famosa en América latina. En Colombia la policía desmanteló una banda criminal que vendía esta mezcla altamente peligrosa para la salud.
En cuanto a la producción de coca, detentada mayoritariamente por Colombia, Perú y Bolivia, también ha fluctuado de manera diferente en los tres países. En Perú, tanto la actividad de erradicación de las culturas de coca como la producción, se detuvieron los primeros meses de crisis, a pesar de que el país abarcaba alrededor de un 20% de la producción mundial de cocaína. Pedro Yaranga, analista peruano en seguridad global afirmaba en mayo 2020 que “lo que no hizo la agencia de control de droga los cuatros últimos años, lo hizo el COVID en unas semanas”. Sin embargo, este paro no duró mucho más. Los productores disfrutaron de la oportunidad dejada por la ausencia de las autoridades y volvieron a una producción estable, similar a la producción observada antes del COVID-19. La fluctuación del precio de la hoja de coca en el país también parece confirmar eso: entre enero y mayo de 2020, disminuyó de 50% para volver a estabilizarse durante el verano de 2020 al precio conocido antes de la pandemia.
Lo mismo ocurrió en Bolivia donde la lucha por la erradicación fue parcialmente parada debido tanto a la situación sanitaria como política. Los efectos positivos observados los primeros meses de crisis se atenuaron poco tiempo después.
En Colombia, la lucha contra los cultivos ilícitos permaneció efectiva a lo largo de la crisis, al contrario de todas las otras actividades del país. Al fin del año 2020, el antiguo ministro de la Defensa, Carlos Holmes Trujillo, afirmaba que el país había superado la cifra récord de erradicación alcanzada el año anterior (94.670 hectáreas de cultura de coca erradicadas en 2019 contra 98.056 contadas al 24 de octubre 2020). Sin embargo, no se puede atribuir tanto mérito a estos datos porque a pesar de una disminución del 7% de los cultivos ilícitos se nota un aumento de la producción de cocaína colombiana. Eso demuestra la resiliencia del mercado de la droga en el país, a veces preparando el producto final fuera de su territorio nacional, buscando más rendimiento y logrando niveles de pureza muy altos. Ni la falta temporal de gasolina procedente de Venezuela e indispensable para la producción, ni las restricciones de movilidad lograron parar de manera durable la producción de coca en Colombia.
Si a nivel nacional, en ciertos casos, las políticas de lucha contra el narcotráfico no fueron una prioridad frente a la pandemia, siguieron siendo efectivas en la región de América Latina, gracias a la cooperación multilateral. Uno de los ejemplos claros son las campañas navales Orion: tres se llevaron a cabo durante la pandemia a las fechas planeadas (Orion V, Orion VI y Orion VII) y todas han sido consideradas como un éxito. Esta cooperación militar tiene como objetivo el compartimiento de las competencias y herramientas durante operaciones marítimas, fluviales, aéreas y terrestres de las Fuerzas Armadas de las Américas y de Europa. Se desarrolla durante cuarenta y cinco días. La estrategia es enfrentarse a todos los aspectos del narcotráfico: la cadena de producción, el transporte, la comercialización y eso con la participación de los países productores, países de tránsito y países de destino. La última campaña terminó en agosto de 2021 y está calificada como «la operación multilateral contra el narcotráfico más grande de la historia» según la Armada de Colombia. Reunió a treinta y ocho naciones y permitió entre otros, la incautación de 116 toneladas de clorhidrato de cocaína así como la destrucción de 780 infraestructuras ilegales.
El negocio legal y las rutas marítimas, medios y tendencias actuales para el transporte y la distribución de droga
Las incautaciones recientes demuestran nuevas tendencias en la manera de transportar y distribuir la droga. Es aquí donde aparece el cambio más importante, consecuencia de la situación de crisis. El movimiento de la droga en un territorio nacional se diferencia del movimiento a nivel supranacional. Por ejemplo, para mover la droga en el territorio colombiano, los narcos se benefician de zonas muy difíciles de acceso donde se perjudica la actividad de las autoridades. Aquí se encuentran los laboratorios, cubiertos de selva amazónica y rodeados de pocas vías. Las bandas criminales también conocen y usan muy bien los ríos con accesos al mar para luego llegar hasta los puertos que constituyen puertas de entrada para una proyección internacional. Estos movimientos a nivel nacional o entre países vecinos no fueron afectados por la situación sanitaria y tampoco la comercialización: los distribuidores encontraron en los servicios de entrega de comida y compras a domicilio una manera muy eficaz para la realización de sus ventas.
Al nivel del transporte internacional hubo un cambio mayor en el modus operandi conocido hasta hoy para exportar y distribuir la droga. La lógica seguida parece contraria a la estrategia pre-COVID-19, aunque existía; el método que consiste en esconder pocas cantidades con “las mulas”, es decir con medios humanos para mover la droga, fue dejado de lado. La explicación es bastante clara, debido al cierre de las fronteras terrestres y aéreas, la circulación de las personas se ha vuelto imposible. Los narcotraficantes prefieren ahora realizar pocos envíos con más cantidades, privilegiando pequeños aviones de cargas y más que todo, las rutas marítimas. Por esta razón se lograron las incautaciones más importantes. La UNODC incautó 17,5 toneladas de cocaína en diferentes puertos de América Latina con destino Europa lo que la ONU considera como un aumento de 20% por el mismo periodo en 2019. El modo de transporte ahora consiste en el uso del negocio legal, el cual escapaba a las medidas de restricciones de movilidad. La droga viaja con la alimentación, junto a la soja, el arroz, las bananas…
Los narcotraficantes esconden en los contenedores importantes cantidades de drogas, pero también usan semisumergibles. El Almirante colombiano Hernando Mattos afirma que en los ochos primeros meses de 2020, veintisiete de estas embarcaciones artesanales fueron arrestadas. Catorce se encontraban en las aguas territoriales de Colombia y trece en las aguas internacionales. Este medio de transporte puede cruzar el océano Atlántico, transportar alrededor de 3000 kilos de cocaína y resulta ser muy difícil de detectar.
« Narcosubmarino » procedente de Colombia e interceptado en la costa de Pontevedra (España) en 2019 (InSight Crime)
Brasil con sus fronteras comunes a las de los tres países productores de cocaína, tiene una posición geográfica que hace de este uno de los lugares de tránsito más importantes de la distribución de la cocaína. Las incautaciones realizadas a lo largo de la pandemia en su territorio dejan pensar que la cadena de suministro permaneció intacta o que por lo menos se adaptó, especialmente con la existencia de reservas acumuladas en almacenes. También ayuda el crecimiento de la banda criminal brasileña Primeiro Comando da Capital, quien aumenta su control sobre los puertos del país. El tránsito de la droga por este país no se enfrenta a muchos obstáculos. En Venezuela los narcotraficantes encuentran poca resistencia por parte del régimen de Nicolas Maduro, y al igual que Brasil, es un país de tránsito de la cocaína colombiana con destino al Caribe y Europa.
Rutas y medios de transporte de la cocaína (InSight Crime)
La creciente importancia del factor ciber en el narcotráfico
Para distribuir la droga los cárteles y bandas criminales también usan el ciberespacio. En los informes oficiales sobre las drogas, el tema vuelve a repetirse en repetidas ocasiones, insistiendo sobre el papel creciente del factor ciber y de la dark web en el narcotráfico. Según la ONU, a nivel mundial la venta digital equivale a 315 millones de dólares al año. Esta tendencia bien instalada antes de la aparición del virus ha aumentado aún más con las medidas de confinamiento. La venta en la calle disminuyó dejando espacio a la venta en línea, gracias a las redes sociales y las aplicaciones de mensajes encriptado, usando luego medios legales de entrega a domicilio. En América Latina, la razón del éxito de este medio de comercialización, más que al COVID-19, puede estar vinculada con la normalización de las criptomonedas que permiten conservar el anonimato de los autores de transacciones. Eso impacta de manera fuerte en la lucha contra las redes y cárteles, disminuyendo la eficacia de la técnica de seguimiento del dinero. Sin embargo, si la digitalización del tráfico de droga es evidente, esta no puede ser generalizada a la totalidad de la región porque se enfrenta supuestamente a un obstáculo mayor; la ausencia de uniformidad en el acceso a Internet. Muchas zonas aisladas siguen sufriendo hoy de la falta casi total de red y cobertura.
La crisis sanitaria como motivo de acercamiento entre población y cárteles
Estas grandes tendencias que se observan cuando se trata de los efectos del COVID-19 sobre el funcionamiento del narcotráfico pueden estar completadas con otro aspecto que merece ser señalado. La situación sanitaria también modificó las relaciones entre los narcos y la población. Al mismo tiempo que se pararon las actividades económicas y sociales, muchas personas perdieron su trabajo, dejando los hogares en situación de vulnerabilidad extrema. La crisis económica que resulta de la pandemia está considerada por muchas organizaciones e instituciones internacionales como un acontecimiento sin precedentes en América Latina. Muchos hogares dependían de los trabajos informales. Según el informe del Banco Interamericano de Desarrollo que trata de los efectos del COVID-19 sobre los empleos en América latina y Caribe, el porcentaje de pérdida de trabajos informales iba a superar el porcentaje de pérdida de trabajo formal. En esta situación se agravan problemas preexistentes como el reclutamiento de los ciudadanos por las bandas criminales. Los cárteles buscan justamente a gente sin empleo insistiendo en el argumento del dinero. Eso se observa con la población más joven: en la imposibilidad de seguir las clases virtuales por falta de herramientas tecnológicas y sin ocupación, el reclutamiento tuvo un pico de subida.
Estas consecuencias socioeconómicas conexas podrían agravar la vulnerabilidad de los agricultores y crear incentivos para seguir produciendo hoja de coca. Las políticas de cultivos de sustitución que son pilares fundamentales para la lucha contra la droga, sufrían antes del COVID de una fuerte falta de desempeño que ha sido reforzada con la situación. Las posibilidades alternativas a los cultivos ilegales se redujeron para prácticamente desaparecer, debido a la falta de voluntad en su implementación, incluso en Colombia, a pesar del mantenimiento de la lucha para la erradicación.
Finalmente, frente a la falta de acción social y política de parte de los gobiernos en algunas zonas de sus territorios, los carteles se beneficiaron del vacío dejado para intentar ganar en legitimidad y acercarse de la población, demostrando su apoyo. Por ejemplo, varios carteles en México implementaron una cadena de distribución de comida y de bienes de primera necesidad a disposición de los más vulnerables.
“Las cajas del Chapo” conteniendo productos básicos, distribuidas a la población vulnerable en México (The New York Times)
Los cárteles y bandas criminales lograron en varias comunidades atribuirse las prerrogativas del poder público con esta propaganda y con violencia, expandiendo su control sobre muchas comunidades.
En definitiva, cada una de las observaciones detalladas previamente no surgieron justo por causa del COVID-19, sino que eran tendencias subyacentes que crecieron a medida que seguía la crisis sanitaria. Los resultados logrados por los narcotraficantes a pesar del cierre mundial dejan pensar que ellos también encontraron “su nueva normalidad”.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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