Actualmente, la región del Cuerno de África está viviendo una de sus peores sequías en más de cuarenta años, teniendo como consecuencia grandes flujos migratorios debido a la escasez de alimentos, las pérdidas de ganado y destrozos de cultivos. Las zonas más afectadas son Somalia, Etiopía y Kenia, cuyas poblaciones han tenido que desplazarse internamente a diferentes puntos de la región.
Este desastre natural, sin embargo, no es nuevo. Entre 2009 y 2011, el Cuerno de África se enfrentó a una sequía que ponía en peligro la vida de hasta once (11) millones de personas. Muchas partes de la región sufrieron más de doce meses sin lluvias, convirtiéndose ya entonces en una de las épocas más secas en más de sesenta años.
Durante ese momento, los niveles de desnutrición en zonas como Somalia o Kenia fueron lo suficientemente elevados para alertar a la sociedad internacional en su conjunto. En este contexto, la Organización de las Naciones Unidas declaró que estos índices eran hasta seis veces más elevados de la cifra que separa la gravedad de la emergencia. Las consecuencias de estos desastres provocaron que las familias que dependían y trabajaban en la agricultura y ganadería perdieran sus cultivos y rebaños, quedando desprovistas de su principal sustento alimentario y económico que les garantizaba unos niveles de desarrollo mínimos cuanto menos.
Riesgo de inseguridad alimentaria (El País)
Como se puede comprobar en este mapa, durante el 2011 varias zonas de Etiopía y Somalia se encontraban en estado de emergencia extrema debido a la inseguridad alimentaria que se estaba viviendo como consecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, mientras que muchas otras zonas de estos dos países (así como de Kenia y Sudán) se encontraban en estado de crisis por estos mismos motivos. Esta situación requirió de un esfuerzo conjunto y aunado de varias Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y de diferentes países, que coordinaron sus acciones a través de la Organización de las Naciones Unidas. En este sentido, la ONU se refirió a esta situación expresando que “tras la sequía y la hambruna, los continuos combates y las lluvias han agravado aún más las dramáticas condiciones de los civiles somalíes desplazados”, y que “más de dos tercios de los 1,46 millones de desplazados que se estima que hay en Somalia viven en zonas del centro y el sur del país, donde las necesidades humanitarias son enormes”. En esta misma nota de prensa no sólo se refirió expresamente a la situación de Somalia, sino que también se hace referencia a los desplazamientos internos en Kenia, colapsados por las fuertes lluvias, y a la situación de conflicto militar que se vivía en la zona, en donde el ejército y grupos islamistas iniciaron una cruzada.
Casi una década después de este suceso, durante los meses de octubre a diciembre de 2019, la región africana registró lluvias extremas consideradas las más húmedas en África Orienta en más de cuarenta años, provocando inundaciones, daño a infraestructuras, pérdidas de ganado y cultivos e incluso la muerte de 350 personas.
La crisis medioambiental se agrava en uno de sus peores años
Durante todo el año 2022, esta región vuelve a sufrir y revivir esta experiencia que dio comienzo hace más de cuarenta años pero que se avivó todavía más en los últimos diez. Actualmente, la región del cuerno de África, principalmente Etiopía, Somalia y Kenia, se está viendo afectada por períodos de sequía extrema y escasez de agua, lo que repercute en el sector primario y en la vida y sustento de las personas que habitan estas zonas.
Mapa que representa los Estados que conforman el Cuerno de África (EFE Verde)
Durante los últimos años, las regiones de Kenia, Etiopía y Somalia han registrado escasas precipitaciones que no sólo han arrasado con numerosos cultivos y provocado la muerte de sus ganados, sino que también ha influido en la sequía de las fuentes y suministros de agua. Una situación que provoca, sin lugar a duda, numerosos desplazamientos internos y movimientos migratorios externos, siendo estos colectivos (personas refugiadas y desplazadas internas) los más afectados. No hay que olvidar que esta sequía se suma a la inestabilidad por los conflictos bélicos que también afectan a estas zonas.
Además, la situación económica mundial, acelerada por la guerra de Ucrania, provoca que esta región se encuentre en una doble encrucijada: por una parte, en una situación de emergencia humanitaria; y, por otra parte, en una crisis alimentaria que necesita de una atención y ayuda humanitaria inmediata.
Tras cuatro años de sequías extremas, actualmente se estima que hasta 20 millones de personas en estas tres regiones (Kenia, Etiopía y Somalia) se enfrentan a una hambruna severa y que 7 millones de niñas y niños padecen desnutrición aguda. Como consecuencia, la infancia es una de las principales víctimas de esta catástrofe sin precedentes, desmoronándose así todos los aspectos de su vida: abandono de la escuela debido a la falta de ingresos, aumento del número de matrimonios forzados, etc.
La situación expuesta hasta el momento revela un elevado aumento en los movimientos migratorios, tanto internos (desplazamientos) como externos. Según los datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), sólo en 2022 en Somalia se registraron hasta casi un millón de desplazamientos internos debido a la sequía, a lo que habría que sumar 500.000 personas más desplazadas como consecuencia de situaciones de violencia e inseguridad.
La sequía está teniendo graves consecuencias en la vida de las personas del cuerno de África
La sequía, además de arrasar con cultivos y ganados y aumentar los índices de hambruna e inseguridad alimentaria, también tiene otros impactos en la vida de las personas, especialmente en las mujeres. La RTVE (Radio Televisión Española) realizó un programa especial sobre pobreza menstrual, en donde se exponía y explicaba en complejo panorama en el que se encontraban las mujeres, pues la falta de agua les impedía emplear de forma higiénica las telas tradicionales que usan para la menstruación. Esto provoca que recorran varios kilómetros para poder conseguir agua, lo que las sitúa en una mayor situación de vulnerabilidad debido a la convergencia de otras crisis, como los conflictos armados, la violencia generalizada o las disputas intracomunitarias. Como explica la especialista en agua y saneamiento del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en el citado programa, en estos trayectos las mujeres están más expuestas a la violencia, hay más riesgo de desprotección al haber zonas en donde no hay mucha gente o tránsito. La ONU también alertaba sobre este aspecto, expresando que la falta de agua potable era un factor que aumentaba la violencia hacia las mujeres.
Campo de refugiados en el lago Chad (RTVE. Accede al programa aquí)
La infancia es otro de los colectivos más vulnerables y cuyo impacto es más evidente y grave. UNICEF indicó que el número de niñas y niños afectados por las consecuencias de este grave fenómeno natural se había duplicado en los últimos meses, aumentando la cifra hasta 20,2 millones de personas las que se encontraban en esta situación con respecto a los 10 millones del mes de julio de 2022. La ONG Plan Internacional completa este dato al señalar que la sequía también ha interrumpido la educación de 1,4 millones de niñas y niños este año (2022) y que, por lo menos, 420.000 nunca volverán a la escuela por diversos motivos (falta de recursos, trabajo forzado, etc.).
Sumar esfuerzos en una crisis humanitaria sin precedentes
La creciente inseguridad alimentaria y desnutrición del Cuerno de África ha generado una emergencia sanitaria sin precedentes que requiere de una actuación coordinada e inmediata, como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los diferentes actores han comenzado a mover sus fichas y actuar ante tal catástrofe. En octubre de 2022, el pleno del Parlamento Europeo debatió la estrategia “El Cuerno de África: una prioridad geoestratégica para la UE”, no sólo como mecanismo de respuesta ante la sequía que asola la región sino también como reacción ante el deterioro de las relaciones de la UE con África, una situación que se viene dando desde la Estrategia Conjunta África-UE de 2007 y que se agravó posteriormente con la crisis en la gestión migratoria en 2015 y 2016 y con el despliegue de vacunas durante la pandemia. Así, en noviembre de 2022, se organizó una Cumbre UE-Unión Africana en Bruselas, en donde se acordaron, entre otras medidas, la movilización de 570 millones de euros adicionales para África en materia de seguridad alimentaria o el compromiso de destinar 600 millones de euros a la UA y a las operaciones de paz dirigidas por África para el período 2022-2024.
La ONU, a través del ACNUR, mantiene su apoyo en la región, en colaboración con las autoridades nacionales, en cuestiones como refugio, agua y saneamiento, ayudas económicas y servicios de salud y nutrición. El objetivo es ofrecer asistencia y protección a todas las personas afectadas y desplazadas, priorizando la atención a los grupos y colectivos más vulnerables. Como expresó Martin Griffiths, Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia, en una publicación en Twitter, es necesario que la sociedad internacional sume esfuerzos y no ignore esta crisis que está teniendo lugar en el Cuerno de África.
Publicación de Martin Griffiths en Twitter (Twitter)
En definitiva, estamos en un contexto de emergencia como consecuencia de la inseguridad alimentaria, potenciado no solo por la sequía sino también por los conflictos que existen en la zona, la inestabilidad política en algunas regiones y el auge de los precios de los alimentos provocado por la guerra en Ucrania. Una de las peores sequías en cuatro décadas ha provocado una emergencia sin precedentes en el cuerno de África que no se puede obviar.
El Banco Mundial estima que efectos climáticos como el que aquí nos ocupa podría suponer el desplazamiento interno de hasta 143 millones de personas en África Subsahariana, detallando que las personas que migran como consecuencia de sequías podrían aumentar en 22 millones para el año 2059. Este dato ha de servir también para reflexionar sobre el concepto de migrantes climáticos, un debate que ha comenzado a tomar mayor relevancia y peso en las organizaciones internacionales pero que todavía se encuentra obstaculizado por diferencias ideológicas y políticas.
En conclusión, esta situación revela una gran cuestión: el cambio climático no es un aviso o una advertencia, sino un hecho, una realidad que está presente en nuestro día a día y cuyas consecuencias en determinadas regiones del mundo son devastadoras. Nuestro único deber es el de actuar, más temprano que tarde.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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