Hace algo más de diez años estallaron en la ciudad de Sidi Bouzid en Túnez una serie de protestas económicas y sociales ante la situación de pauperización que vivía la población tunecina que, ante la represión del régimen derivaron en protestas prodemocráticas. Este estallido se expandió, en apenas unos meses, por gran parte de los países de la región MENA, en lo que se mal llamó, desde Occidente, las “Primaveras Árabes”. Ahora, una década después cabe hacer balance de estas protestas económicas, sociales y, posteriormente, democráticas y el calado que tuvieron en las sociedades de la región tanto tras la crisis como en la actualidad.
Previo a este análisis histórico hay que señalar que, al contrario de lo que se suele presentar, las primaveras árabes no fueron un movimiento panárabe o un fenómeno continuado en la región, sino que fueron protestas localizadas que reclamaban políticas y mejoras económicas y sociales en un momento de crisis económica internacional; y que el único elemento visible en las protestas que superaba las barreras estatales eran las numerosas banderas palestinas que se podían identificar en las marchas.
Esta afirmación es crucial para entender, en gran medida, por qué los resultados de las protestas tanto en 2011 como en la actualidad fueron radicalmente diferentes en unos países y otros. Y cómo en unos países las protestas triunfaron inmediatamente suponiendo la caída de regímenes políticos como es el caso de Egipto, Túnez, Libia y Yemen; en otros iniciaron una guerra sangrienta que, como es caso de Siria no terminó con el gobierno de Bashar al Assad. Por último, en otros, no se produjeron apenas protestas y, consecuentemente, estas no tuvieron efecto alguno como es el caso de Marruecos o Arabia Saudí.
Sin embargo, pese al gran calado internacional que tuvieron estas mal llamadas “Primaveras Árabes” es posible afirmar que los resultados después de los 10 años son escasos o prácticamente nulos. Es pues, posible usar la paradoja del “gatopardismo” usada en tantas ocasiones en el análisis político: “todo ha de cambiar para que nada cambie realmente”. Así, es viable encontrar, en la actualidad, dos grupos de países que vamos a analizar en el presente artículo como son aquellos en los que triunfaron las protestas y los países en los que estalló un conflicto armado que perdura en la actualidad.
1. Triunfo inicial de las protestas
Y esto fue precisamente lo que ocurrió en algunos de los países de la región, especialmente, en el caso egipcio, pero también en el caso de Túnez, quien, sin lugar a dudas, puede considerarse el único país de la región en que triunfaron las protestas pacíficas, logrando una democratización del país, la celebración de elecciones libres y el reconocimiento internacional mediante el galardón del Premio Nobel de la Paz al Cuarteto para el Dialogo Nacional Tunecino cuatro años después, en 2015. Sin embargo, desde el año pasado y, aunque dilatado por la pandemia del Covid-19, la situación de Túnez parece estar volviendo a la situación de partida: la crisis económica y social agravada por la dimensión internacional y, al mismo tiempo, presencia de partidos radicales se hacen con los puestos de poder.
El caso de Egipto se distingue ligeramente del de Túnez ya que, pese al triunfo inicial revolucionario en el que se derrotó al régimen de Mubarak y pareció iniciar una democratización del país culminando con las elecciones democráticas en 2012, posteriormente se produjo una involución de los avances democráticos iniciales. Fue en estas elecciones donde Mohamed Morsi, afiliado a los Hermanos Musulmanes, vence las mismas consolidándose en el gobierno. Sin embargo, algo más de un año después, Egipto sufrió un golpe de Estado triunfante a cargo de Al Sisi, quien instauraría un nuevo gobierno dictatorial que perdura en la actualidad. Con este hecho, se puede afirmar que se perdieron los éxitos alcanzados dos años antes en las protestas democráticas.

La Plaza Tahrir de El Cairo se convirtió en el símbolo de las manifestaciones contra el gobierno del dictador egipcio Hosni Mubarak (El Mundo)
2. El inicio de una guerra interminable
El aspecto más recordado en la actualidad de las protestas y, que tiene efectos todavía en nuestros días, son las tres grandes guerras que se han producido en la región, dos de ellas como consecuencia directa de las “Primaveras Árabes” y la tercera fruto, en parte de estas protestas, pero también de la historia de inestabilidad del país. Estas tres guerras comparten un elemento común y es que todas ellas comenzaron como una guerra civil entre los rebeldes y el Estado que, en el caso de Libia, lograron derrocar el régimen de Gadafi, no siendo esta la situación del resto de los países.
Sin embargo, diez años después nadie se atrevería a definir las guerras de Libia, Siria o Yemen como guerras civiles, sino que son guerras internacionalizadas donde se disputa una batalla entre los grandes actores internacionales como Estados Unidos, Rusia, y una cada vez más neo-otomanizada Turquía que busca, aprovechando la inestabilidad de la región y los problemas a los que se enfrenta Irán, erguirse como la gran potencia de la región MENA.
En Yemen el caso fue paradójico ya que, al contrario que Libia y Siria, la guerra no comenzó en 2011 sino que a lo largo de ese año se produjeron revueltas pacíficas que lograron un cambio en el gobierno y una mayor democratización del país. Se mejoró, con ello, la situación de sus ciudadanos y, especialmente de las mujeres, quienes ocuparon puestos parlamentarios y lograron más derechos. Sin embargo, cuatro años después, en 2015 estalló la guerra entre el gobierno y los hutíes, la cual fue con rapidez regionalizándose y, posteriormente, internacionalizándose con la entrada de terceros países como Estados Unidos y Rusia. Se terminó con ello con los avances alcanzados en los años previos y, fracasaron, por lo tanto, las revueltas.
Una vez analizados de forma sintética los dos grandes bloques de países cabe afirmar que las mal llamadas “Primaveras Árabes” fueron un fenómeno sin precedentes, pero que atrás quedan en el tiempo y en las sociedades que hicieron aquellas manifestaciones, las que, como bien se ha mencionado anteriormente, han vuelto, salvo en el caso de los tres países en guerra, a su situación de partida; una situación de crisis económica y social, unida a regímenes poco o nada democráticos.Tal es esta situación que, desde el año 2019 se viene viviendo un reinicio de las protestas en lo que se ha denominado “Revueltas Árabes 2.0” o el “Invierno Árabe” comenzando con las protestas en el Líbano que se extendieron por Oriente Medio y triunfaron, especialmente, en Argelia donde Abdelaziz Buteflika fue derrocado y pareció iniciarse una democratización. Sin embargo, la pandemia del Covid-19 paralizó estas protestas que, no obstante, en los últimos meses volvieron a resurgir con fuerza en Yemen y otros países de la región.
*NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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