Las repúblicas de Eslovenia y de Croacia conmemoraron en junio un nuevo aniversario de su emancipación, de aquella osada declaración de independencia que les abrió la puerta de la libertad y la autogestión, pero por la que debieron pagar un alto costo. Hoy, sin embargo, ya integrados en la Unión Europea y en pleno auge de crecimiento, ambos países pueden sacar pecho y contemplar con satisfacción su andadura.
Decir que nacieron del caos probablemente no sea acertado. No, desde luego no lo es, porque aquel hecho y momento puntual de fines del siglo pasado no es -ni de cerca- el comienzo de la historia de estos dos pueblos, sino que sus orígenes se remontan siglos y siglos atrás, durante los cuales han sabido sobrevivir al sometimiento de infinidades de imperios, estados y proyectos políticos de todo tipo. Es más adecuado, por tanto, hablar en términos de renacimiento, cual ave Fénix, de una reinvención que les permitió romper con un modelo obsoleto y sin futuro para formar un nuevo orden y desarrollarse explotando al máximo sus recursos.
Y es que el 25 de junio de 1991 las dos repúblicas más prósperas e industrializadas que conformaban la pauperizada Yugoslavia, proclamaron formalmente su independencia en sus respectivos parlamentos, dando inicio al ocaso definitivo de la creación de Tito, que desde su muerte había sucumbido ante distintos intereses y se encontraba sumida en una profunda crisis económica, socio-política e identitaria. Es así que tanto eslovenos como croatas decidieron abandonar el barco en pleno hundimiento del comunismo para arrojarse sobre el salvavidas de la Comunidad Europea y aproximarse más hacia una sociedad basada en los valores de sus vecinos occidentales, algo que percibían como la transición del estancamiento hacia la prosperidad.
Eslovenia y Croacia se encaminaban, por fin, a conformar cada uno su propio estado-nación por primera vez en toda su historia. Es cierto que los croatas ya habían pasado por una efímera experiencia similar al decretarse autónomos durante la segunda guerra mundial. Sin embargo, aquello no se trató más que de un mero espejismo, dado que el Estado Independiente de Croacia, proclamado en abril de 1941, no suponía otra cosa que un territorio títere del III Reich. En consecuencia y en planos oficiales, ambas repúblicas se estrenaban como soberanas al decir ‘zbogom’ -‘adiós’ en esloveno y en croata- a Yugoslavia para emprender sus propios caminos en solitario. Ahora, 31 años después, sendos países se encuentran bien emplazados y en vías de lograr una firme madurez, aunque no de forma pareja.

Mapa étnico de Yugoslavia y sus distintas repúblicas antes de su fragmentación (Geopol 21)
Eslovenia, sinónimo de pujanza
Los eslovenos tienen un refrán muy popular: “Brez muje se še čevelj ne obuje”, lo que literalmente se podría traducir como “sin esfuerzo ni siquiera es posible calzarse”. Una frase simple, pero que parece haber calado hondo en el ADN de los habitantes de esta pequeña nación alpina, quienes suelen caracterizarse por la constancia y el esmero que destinan en su proceder hasta ver alcanzadas sus metas. Ya en la época yugoslava, Eslovenia destacaba de entre las otras cinco repúblicas que la conformaban: representaba la región más industrializada, aportando el 20% del PIB total de todo el estado. Además, lideraba el ranking interno en cuanto a mejores sitios para vivir al gozar de una economía altamente desarrollada y los niveles más altos de vida.

Ciudadanos eslovenos festejan la proclamación de la independencia en 1991 (El Periódico)
Tras la independencia cambiaron muchas cosas, pero no así el pujante espíritu esloveno. Si bien es verdad que debieron afrontar nuevos desafíos, a priori para nada sencillos –como crear instituciones estatales con bases sólidas y lograr el reconocimiento internacional-, lo cierto es que supieron adaptarse muy bien a las circunstancias, llevando a cabo una organización y una planificación detallada que, en poco tiempo, les permitió registrar notables avances. Para empezar, consiguió el tan ansiado respaldo de su soberanía por parte de la Comunidad Europea en enero de 1992 y el de los Estados Unidos unos pocos meses más tarde, lo que les abrió las puertas de la ONU. Eslovenia crecía a una velocidad vertiginosa. En mayo de 2004 se transformó en el primer país de la ex Yugoslavia en ingresar en la Unión Europea como miembro de pleno derecho y tres años más tarde hizo su debut en la eurozona al adoptar el Euro como moneda oficial. Por último, su integración en el gran espacio europeo terminaría de completarse con su adhesión al espacio Schengen en diciembre del mismo 2007.
Pero los logros no acaban ahí, puesto que los índices de desarrollo de Eslovenia no han decaído desde entonces. Hoy en día sus industrias más fuertes recaen en la metalurgia de hierro y aluminio, así como también en la fundición de plomo y zinc. Por otra parte, su geografía -rica en espacios verdes- favorece la práctica de actividades tales como la apicultura y la agricultura, lo que deriva en la producción de un sinfín de bienes nacionales que son utilizados tanto para consumo propio como para materia de exportación, siendo la UE su socio mayoritario al destinar a ella el 67% de las mismas. En este sentido, es Alemania el país al que más exporta, seguido de Italia y Croacia; mientras que por fuera de la UE, sus principales operaciones comerciales se centran en Suiza y Serbia.

El territorio esloveno goza de espacios y condiciones ideales para el desarrollo de la apicultura (I feel Slovenia)
En el plano gubernamental también es noticia. Y es que de julio a diciembre de 2021 le tocó presidir el Consejo de la UE por segunda vez en su historia, lo que otorgó protagonismo a los alpinos y los volvió a situar ante los ojos del mundo. Por si fuera poco, actualmente afronta un cambio de paradigma, ya que el pasado mes de mayo asumió un nuevo gobierno comandado por un primer ministro ajeno al ámbito político hasta el momento: el empresario y doctor en Ingeniería Eléctrica Robert Golob, quien en menos de un año fundó un partido de centroizquierda ecológica bajo el nombre de Gibanje Svoboda (Movimiento Libertad) con el que se presentó a las elecciones parlamentarias de 2022. El resultado fue histórico y, contra todo pronóstico, desbancó de la poltrona al conservador Janez Janša tras ganar los comicios y pactar con los otros partidos de izquierda para superar los 46 escaños necesarios y obtener la mayoría absoluta. De esta manera, se espera un acercamiento y un mayor consenso para con las instituciones europeas por parte del nuevo gobierno, dado que el anterior se caracterizó por sus tensas relaciones con Bruselas.
Croacia o la historia de una evolución sin prisa pero sin pausa
El caso croata es un poco más complejo y, aunque también ha logrado encaminarse a la prosperidad en un lapso relativamente corto de tiempo, no todo fue color de rosas. Por comenzar, es preciso recordar que la guerra de independencia en su territorio fue una de las más cruentas de las últimas décadas –sólo superada por la librada en Bosnia y Herzegovina- y que se prolongó ininterrumpidamente durante más de cuatro años, por lo que el naciente estado debió destinar más recursos y energías al conflicto bélico que a la confección de su nuevo estatus. Esta particular situación demoró su reconocimiento como nación soberana por parte de la comunidad internacional, pero con todo, para el segundo semestre de 1992 ya había conseguido los apoyos y avales necesarios para entrar en la ONU.
Por otra parte, Croacia tuvo que invertir gran parte de su capital económico en la reconstrucción de buena parte del país, dado que muchas zonas se encontraban devastadas a raíz de la guerra. Es así que el gobierno de Franjo Tudjman puso en marcha una serie de políticas con vistas a la recuperación socioeconómica. Logró la adhesión al FMI y se firmaron acuerdos para paliar los daños que se tradujeron en jugosos préstamos que fueron los artífices de una impresionante restauración tanto de ciudades, como de obras arquitectónicas y edificios a lo largo de toda la patria. Además, se adoptó una economía de libre mercado que favoreció la aparición de PYMES y los unió aún más a occidente, situación por la que se vieron beneficiados a la hora de solicitar nuevos créditos. Lentamente, Croacia comenzaba a despegar.

Dubrovnik es la ciudad más visitada por turistas extranjeros a lo largo de toda la costa dálmata (El Cronista)
A partir de entonces, la nación adriática viene realizando una labor propia de hormigas, en la que si bien cada paso es corto y pausado, todo está minuciosamente calculado y termina por dar sus frutos. En el año 2013, y luego de diez años de haber solicitado su candidatura, Croacia se convirtió en el último estado -y el segundo de la ex Yugoslavia- en lograr su membresía a la UE, algo que ha impulsado la reputación del país en el ámbito internacional. Ahora el próximo objetivo será reemplazar su actual moneda, la Kuna, por la divisa comunitaria, operación que recientemente se han fijado como meta para el próximo año y que coronaría su integración en el club europeo.
En cuanto a sus principales actividades de sustento, su privilegiada geografía, salpicada de parques naturales y fabulosas playas regadas por toda Dalmacia, hacen que el turismo sea uno de sus principales motores económicos. De hecho, según varios índices la cantidad de turistas que visitan Croacia se multiplican año tras año. Le siguen en importancia la prestación de servicios y algunas industrias que han tomado fuerza a lo largo de los últimos tiempos, como las empresas químicas o los astilleros de barcos comerciales. De esta manera, Croacia, al igual que Eslovenia, goza de buenos recursos para desenvolverse holgadamente, aunque debe esforzarse en mejorar algunos aspectos tales como la corrupción o el trato diplomático con algunos de sus vecinos.
Crónica de un amor – odio fraternal
Desde los inicios, la historia y las incidencias de sendas naciones han estado muy ligadas: convivieron y se criaron prácticamente juntas bajo la sombra de entidades mayores que supieron englobarlas durante distintos periodos, como el Imperio austrohúngaro en primera instancia o las distintas versiones de Yugoslavia después. Habiendo compartido experiencias y asemejándose en muchos aspectos culturales, no es extraño que mantengan una relación fraternal. Pero como es bien sabido por todos, las relaciones entre hermanos no suelen ser idílicas y tienen sus más y sus menos.

Trazado actual de la frontera hidrográfica entre Eslovenia y Croacia luego de una mediación arbitral (BBC News)
En líneas generales el trato entre ambos es bastante cordial: a los eslovenos les gusta pasar sus veranos tomando el sol en las bellas costas dálmatas y a los croatas les encanta cruzar sus fronteras para disfrutar de paisajes de ensueño como Bled o los Alpes julianos. En cuanto al plano político, en varias ocasiones han sabido darse la mano para alcanzar objetivos comunes, de hecho, fueron los primeros en reconocerse el uno al otro tras la independencia. Sin embargo, esa misma soberanía también desató una tensa riña que los sigue enfrentando hasta el presente por el trazado de sus fronteras, donde actualmente está en disputa una salida a aguas internacionales por vías del mar Adriático. De este modo, las relaciones entre Liubliana y Zagreb no pasan por su mejor momento, ya que los dos países aún disponen de mucho margen de crecimiento y trabajar en conjunto podría brindarles beneficios mutuos. Lo ideal sería, parafraseando al reconocido poema del Martín Fierro, “que ambos hermanos aunaran fuerzas, porque si no acabarán devorándolos los de fuera”.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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