El 31 de enero de 2024, se anunció un paso...
El 31 de enero de 2024, se anunció un paso...
En la cúspide de una era definida por avances tecnológicos sin precedentes, la diplomacia tecnológica emerge como un campo vital para la comprensión y navegación del paisaje global contemporáneo. Esta nueva vertiente de la diplomacia se halla intrínsecamente ligada al desarrollo y a la implementación de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial (en adelante, IA), las redes 5G y la biotecnología, cuyas repercusiones trascienden las fronteras nacionales y remodelan los paradigmas tradicionales de interacción entre los Estados.
La diplomacia tecnológica, por tanto, no se limita a una mera extensión del arsenal diplomático convencional; es, más bien, un dominio innovador que requiere una comprensión profunda tanto de las tecnologías que moldean nuestro mundo como de las complejas dinámicas geopolíticas que estas engendran.
En un movimiento ambicioso, el presidente Biden emitió recientemente una Orden Ejecutiva destinada a posicionar a América en la vanguardia de la inteligencia artificial (IA). Aunque la Orden aborda una amplia gama de temas relacionados con la IA, es esencial examinar críticamente las medidas propuestas para comprender plenamente sus implicaciones y posibles limitaciones.
El énfasis de la Orden Ejecutiva en la seguridad de la IA es encomiable. Exigir a los desarrolladores de IA compartir los resultados de las pruebas de seguridad con el gobierno de los EE.UU. es un paso significativo hacia la transparencia. Sin embargo, se podría cuestionar cómo se aplicaría esta me