Las relaciones sino-latinoamericanas están caracterizadas por la asimetría y una dominación absoluta de China, lo que ha provocado la dependencia económica y financiera de los Estados de la región, así como el desarrollo de proyectos que atentan contra los derechos indígenas y el medio ambiente. Reforzar su cooperación regional es crucial para solventar y reducir esta subordinación
Bajo la premisa de no injerencia en los asuntos internos de los Estados con los que celebra acuerdos bilaterales, China se ha valido de su capacidad económica y financiera como potencia mundial, para afianzar relaciones exteriores basadas en la necesidad y la dependencia económica por parte de sus socios comerciales. Un ejemplo fehaciente de ello lo encontramos con la región de América Latina y el Caribe. Concretamente, y entre otros muchos ejemplos, podemos citar el caso particular de Ecuador que, tras la crisis financiera de 2008 suspendió pagos, lo que provocó que su entonces presidente, Rafael Correa, decidiera acudir a China, confiado en la falta de exigencia de planes de ajuste fiscal o sostenibilidad de la deuda, a fin de ejecutar el desembolso que reclamaba el Fondo Monetario Internacional.
Rafael Correa, expresidente de Ecuador (2007-2017) y el presidente de China Xi Jinping, durante la inauguración de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair en Ecuador (La República)
Tras la crisis provocada por la pandemia en 2020, Ecuador solicitó un aplazamiento de pagos y una nueva línea de financiación, con lo que la deuda del país con Pekín suponía ya el 78% de su deuda externa. El acuerdo le imponía vender barriles de petróleo al país asiático a un precio inferior al del mercado, lo que, a su vez, provocaba una reducción de los ingresos del país y hacía más insoportable su situación financiera. Finalmente, fue Washington, a través de su Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo, quién le prestó 3500 millones de dólares para reemplazar parte de su deuda externa, incluyendo la que tiene con Pekín, a cambio de que el país andino denegara a las empresas chinas el desarrollo de redes de telecomunicaciones 5G, como contrapartida a su particular guerra comercial con China.
No obstante, las relaciones sino-latinoamericanas no se han debilitado lo más mínimo, incluso se han fortalecido, convirtiéndose en el primer o segundo socio económico en todos los Estados de la región, con un intercambio comercial superior a los 300.000 millones de dólares, junto con una inversión extranjera que excede de 200.000 millones. Por su parte, América Latina abastece a Pekín de materias primas a un bajo coste, a cambio de un relevante posicionamiento de la industria de bienes y servicios, a través de un considerable ritmo de industrialización.
Sin embargo, las repercusiones de esta asimétrica y ya de por sí dependiente relación entre Latinoamérica y China fueron constatadas cuando el gigante asiático Evergrande, cuyas acciones representan el 2% del Producto Interior Bruto (PIB) de la nación, es el propietario de uno de los equipos más importantes de China: el Guangzhou FC, y cuya actividad comercial se extiende al sector inmobiliario, de automoción, alimentación y seguros de vida, entre otros, anunció el pasado mes de octubre, una suspensión de la cotización de sus acciones en los mercados de Hong Kong. Previamente, ya se había producido un impago de intereses de sendos bonos en dólares por valor respectivamente de 83,5 y 48 millones de dólares.
Detalle del gigante chino Evergrande , quien anunció en octubre una suspensión de la cotización de sus acciones en la Bolsa de Hong-Kong (Reuters)
El colapso de esta empresa provocó un efecto dominó en el sistema financiero mundial, afectando ineludiblemente a la región iberoamericana. En Chile, por ejemplo, supuso que el IPSA-principal índice de la Bolsa de Santiago- se hundiera un 3,9%, su mayor baja diaria desde el 17 de mayo (-9%), día en el que el mercado local reaccionó a las elecciones constituyentes. No obstante, las consecuencias habrían sido devastadoras si no llega a producirse el rescate del mercado por parte del gobierno chino, quién inyectó 71.000 millones en el sistema bancario para asegurar la liquidez, evitando que la crisis de Evergrande frenara el mercado de préstamos y se expandiera a otros sectores.
Se trata, por tanto, de lo que los expertos y en concreto, el estratega de mercados de Banco Mizuho do Brasil, Luciano Rostagno definió como “señal de advertencia”. Así mismo, señaló que “China se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de las economías latinoamericanas, y si la economía china se estanca o baja su ritmo de crecimiento o enfrenta una crisis, esto impactará a Latinoamérica”. Consecuentemente, tal y como manifiesta Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, “las materias primas se verían afectadas, habría una disminución en la demanda de productos energéticos, pero también de minerales como el hierro o el cobre”.
En concreto, Chile exporta cobre a China, y Colombia petróleo. Las exportaciones de minerales peruanas al gigante asiático aumentaron un 62% en los primeros meses de 2021, en comparación con el mismo período del año anterior. Pero, sin duda, el país sudamericano que quedaría expuesto a un mayor riesgo es Brasil, China es el destino de más del 25% de todas las exportaciones brasileñas, así como el mayor comprador de hierro, debido a que responde por casi dos tercios del mineral exportado por Brasil al exterior.
Con todo, las implicaciones de esta desigual relación bilateral no se limitan únicamente al ámbito económico y financiero. La falta de debida diligencia, la corrupción y el menosprecio por los derechos indígenas y el medio ambiente han sido una constante en muchos proyectos chinos de infraestructura en la región. En 2018, la Federación Internacional de Derechos Humanos publicó un informe sobre el incumplimiento de la empresa china BGP Bolivia al pueblo Tacana de Bolivia, al destruir un bosque de castaños, crucial para la economía local.
Presencia inversora china en diferentes países de Latinoamérica, con las diversas violaciones de derechos a pueblos indígenas y a la preservación natural (CICDHA)
En 2019, la Comunidad Amazónica de la Cordillera Cóndor Mirador en Ecuador se manifestó contra un proyecto minero de cobre de la empresa china Tongguan, por infringir las leyes mineras nacionales evitando informarles adecuadamente sobre el proyecto, y forzándoles a desalojar su tierra. En Perú, las reiteradas protestas de la comunidad de Chumbivilcas al operador chino Minmetals obligó a cesar la producción en la mina Las Bambas. De igual forma, el cultivo de soja de empresas chinas en áreas biodiversas de Brasil está poniendo en peligro el ecosistema y contribuyendo a la deforestación.
Por todo ello, comprobamos cómo la preeminencia de China sobre Latinoamérica conlleva tanto a una subordinación paralizante ante cualquier abismo de crisis en el gigante asiático, lo que provocaría una temida recesión económica, como incluso a obviar proyectos que ponen en serio peligro la biodiversidad que caracteriza a la región. Precisamente, su fuente mayoritaria de ingresos son las exportaciones de cobre (65,5%) y de hierro (104,4%), además de productos como el petróleo (57,7%), la soja (65,7%), el café (21,1%), o el azúcar (34,4%), lo que la convierte en una región atractiva y diversa para el comercio internacional.
No obstante, su principal escollo a batir es la individualidad estatal que muestra en la escena internacional, una mayor cooperación regional permitiría una mejor adaptación a las nuevas tendencias de las cadenas globales de abastecimiento, y un impulso de las políticas complementarias para optimizar la productividad. Reforzar su unidad reduciría sus riesgos económicos, financieros y medioambientales, así como su interdependencia con potencias como China o Estados Unidos (EE.UU.).
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Interesante articulo que deja en evidencia que LATAM y el Caribe han estado entre las garras primero y aun del águila y ahora de dragón. Es necesario reactivar y proponer mecanismos de cooperación entre nuestros Estados con miras a reducir la dependencia de las potencias, deberíamos como bloque fortalecer un mercado que sea capaz de negociar y mantener relaciones con otros Estados no de sumisión, sino de cooperación y comerciales que no sean lesivas a las partes.