La Indochina Francesa (Vietnam, Laos y Camboya) esconde auténticos paraísos, playas de ensueño, templos cubiertos de oro, auténticas delicias gastronómicas y por supuesto la cálida hospitalidad de los lugareños. Esto no fue siempre así, esta región ha sido testigo de continuas guerras y conflictos armados que a día de hoy siguen teniendo repercusiones en la vida de sus ciudadanos
En su intento por engrosar la lista de territorios coloniales los franceses triunfaron en su afán y en 1887 quedó oficialmente bajo su soberanía la región de Indochina. Su finalidad era clara: explotar sus recursos naturales, sobretodo sus preciadas plantaciones de caucho para la producción de neumáticos. Sin embargo, salvo unos pocos los habitantes locales recibían muy pocas compensaciones a cambio de la explotación de los recursos de la región.

Por aquel entonces, los franceses propugnaban las virtudes de la democracia liberal así que muchos de los movimientos nacionalistas buscaban apoyo ideológico en el comunismo, especialmente en el marxismo leninismo de la Unión Soviética.
El dominio de Francia terminó con su derrota la batalla de Dien Bien Phu en la Primera Guerra de Indochina y la Conferencia de Ginebra de 1954 donde se declaró la independencia de Laos, Camboya y Vietnam, esta última quedó dividida en el paralelo 17 entre el Norte dirigida por el revolucionario comunista Hồ Chí Minh y el Sur gobernada por Ngô Đình Diệm, bajo la promesa de un referéndum que posibilitaria la unificación en un solo Estado. Tal consulta nunca se llegó a realizar debido al golpe de estado del gobierno del Sur con el apoyo de EE.UU., dando comienzo así a la Segunda Guerra de Indochina (mundialmente conocida como Guerra de Vietnam) y que también arrastró a sus vecinos Laos y Camboya.

Como ya hicieran en la Península de Corea, los EE.UU. enviaron tropas al Sur para contener al Việt Cộng y dar soporte al gobierno de la recién creada República de Vietnam, por su parte Vietnam del Norte estableció líneas de suministros a través de caminos y carreteras ubicados en los vecinos Camboya y Laos, estos fueron bombardeados incesantemente por la aviación estadounidense entre 1964 y 1973, otorgando a Laos el triste récord de ser el más bombardeado de la historia: aproximadamente cayeron 260 millones de bombas de racimo (en su mayor medida antipersona) lo que equivaldría a media tonelada de explosivos por habitante.
Aprovechando la caída de Saigón en 1975 y con el apoyo de Vietnam del Norte y la URSS Pathet Lao se alzó con el poder tras un golpe de estado contra la monarquía en Laos y proclamando lo que hasta el día de hoy se conoce como la República Democrática de Lao. Ese mismo año los Jemeres Rojos con Pol Pot al frente derrocaron al gobierno del dictador Lon Nol, dando comienzo al más terrible genocido que ha conocido el ser humano en su Kampuchea Democrática (se estima que murieron entre 1,5 y 3 millones de personas de una población de 8 millones). El tan temido efecto dominó promulgado por Washington se había hecho realidad.

Los conflictos en la zona no acabaron con la reunificación de Vietnam el 2 de julio de 1976. Un año después los jemeres rojos comenzaron a atacar insistentemente el sur de Vietnam a lo que Hanoi respondió invadiendo el país y proclamando la República Popular de Kampuchea en 1979. Por su parte, Laos firmó acuerdos con Vietnam otorgándole el derecho de destinar fuerzas militares y designar asesores para ayudar a supervisar el país (estos no se retirarían hasta 1990).
Por si no fueran pocos los conflictos en la zona, China en respuesta a la invasión de Camboya atacó el norte de Vietnam -estas acciones tienen todavía a día de hoy repercusiones en las relaciones bilaterales entre ambos países-, comenzó en el país una guerra de guerrillas contra los invasores impulsada por EE.UU y China que duró ni más ni menos que hasta 1992.

El colapso de la Unión Soviética, que servía de paraguas a Vietnam en su ocupación puso fin a más de 40 años de conflictos y al aislamiento impuesto desde el exterior, pero no trajo consigo la democracia, los tres países siguen manteniendo un régimen de partido único y las libertades civiles brillan por su ausencia, pero en el plano económico se ha abrazado el sistema chino de liberalizar la economía dirigida desde el estado y abrirse a la inversión internacional.
Con la entrada en la ASEAN se terminó de normalizar las relaciones entre los tres países y empezaron a tener relaciones comerciales con sus otros vecinos, lo que supuso una mayor cooperación y poder dejar atrás más de medio siglo de conflictos y enfrentamientos.
Los retos a los que se enfrentan actualmente tienen a un cuarto actor involucrado, nada más y nada menos que la República Popular de China de Xi Jinping y su iniciativa mundialmente conocida como ruta de la seda (one weld one road). En su afán expansionista quiere dotar de infraestructura a los firmantes de ésta y poder mejorar su acceso a los mercados, esto lo hace a base de préstamos canalizados a través del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. En este contexto Laos y Camboya son dos de los países del mundo más dependientes del gigante asiático ya que acumulan una deuda externa de más del 25% con respecto del PIB.

LA NUEVA GUERRA POR EL AGUA
Además, el país de los tres reyes tiene en uno de sus territorios más controvertidos internacionalmente (el Tíbet) el nacimiento del río que vertebra todo el sudeste asiático, el conocido como río Mekong. El 90% de la población de Laos y Camboya vive en su cuenca y en ella se produce arroz como para alimentar a 300 millones de personas.
El problema aparece con la construcción casi simultánea de presas y represas a lo largo y ancho del río, ha llegado a tales niveles que actualmente Laos es conocido como la «batería de Asia» por el gran número de centrales hidroeléctricas que se acumulan en su territorio, para 2020 se han completado 15 y otras 20 están en proceso de construcción o planificación hasta 2030, en 2019 se incrementó la generación de energía en más de un 40% de un año para otro. Pero la energía principalmente abastece a China y no a los habitantes de Laos, que además han visto cómo en 2021 su gobierno aumentó el precio por la electricidad un 14 % entre 151 y 300 kilovatios hora, y para los que usan más de 300 kilovatios hora, el aumento fue del 43 %.
Está saturación de presas tiene graves consecuencias para el ecosistema de los países río abajo dado que cada vez les llega menos volumen de agua y con menos nutrientes, pero también supone una merma considerable en la pesca de la subsisten millones de personas.
En su informe de julio de 2019 la Comisión para el río Mekong (de la que China no es miembro) confirmó que el nivel de caudal había llegado a su nivel histórico más bajo en la temporada de crecidas. En 2016 China creó el Foro de Cooperación Lancang-Mekong para de alguna manera pilotar las decisiones y sustituir las estructuras ya existentes pero que tampoco ha conseguido aunar y coordinar realmente las políticas de los países ribereños. Además la corrupción juega un papel determinante en las decisiones de los gobiernos, para los que el bienestar de los ciudadanos y el ecologismo nunca ha sido una auténtica prioridad.
La pelea por el agua y el abastecimiento de energía que tienen al río Mekong como epicentro de la tensión regional han sustituido a las guerras y conflictos armados en la que en su día fue la Indochina francesa.

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