La compleja política de la identidad alauita en Siria puede considerarse en gran parte un producto del colonialismo, cuando el mandato francés promovió identidades separadas y zonas autónomas según criterios étnicos y sectarios. Explorar la construcción de esta diferencia sectaria es esencial para entender la política actual en Siria.
El Estado sirio, surgido de la división del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial, nunca ha tenido una identidad territorial fuerte. Siria es un mosaico de diversas etnias y religiones, así como importantes minorías como los armenios, asirios, drusos, palestinos, kurdos, yazidíes, mhallami, cristianos, árabes, mandeos, turcomanos y griegos, entre otros. Cuando el Partido Baath subió al poder en la Siria independiente en la década de 1960 mediante un golpe militar, lo hizo en parte promoviendo un nuevo tipo de identidad nacional que pretendía fusionar el mosaico de la sociedad siria en una estructura más cohesionada y estable.
No obstante, tras más de diez años de conflicto en Siria, la pregunta más olvidada es: ¿Cómo y por qué un movimiento de oposición, que inicialmente incluía a diversos segmentos religiosos y étnicos de la sociedad siria contra un régimen dictatorial, se convirtió en otra guerra sectaria entre suníes y chiíes? Para responder a esta pregunta, hay que valorar la posición particular de los alauitas sirios y el papel que han desempeñado en la creación del Estado moderno de Siria.
Origen de la comunidad alauita
El sunismo y el chiísmo son las dos divisiones principales dentro del islam, las cuales coinciden en la mayoría de creencias y prácticas fundamentales islámicas, siendo la principal diferencia la disputa sobre quién debía suceder al profeta Mahoma como líder. En la actualidad, alrededor del 85% de los musulamens son suníes, mientras que el 15% son chiíes, los cuales se encuentran principalmente en Irán, Irak, Bahréin y Azerbaiyán, contando con importantes minorías en Líbano, Siria y Yemen.
En referencia a la comunidad alauita, aunque no son doctrinalmente chiíes, los alauitas veneran especialmente a Alí, considerado el primer imán para los chiíes, y el cuarto califa para los suníes. Los alauitas se consideraban así mismos como nusayris hasta que los franceses, al hacerse con el control de Siria en 1920, impusieron el término alauita, el cual significa seguidores de Alí, para acentuar así las similitudes de esta vertiente con el islam chií.
En la actualidad, los alauitas representan entre el 12 y el 15% de la población siria, y están compuestos por dos grupos principales: los miembros más conservadores de la comunidad, que viven principalmente en las regiones rurales, siendo mayoritariamente campesinos; y los alauitas urbanos de clase media y con estudios, que han asimilado el chiismo duodecimano, la rama principal y más numerosa del islam chií, con la ayuda de la propaganda iraní y libanesa.
Influencia alauita en la política siria
La comunidad alauita lleva asentada en las montañas costeras del noroeste de Siria desde el siglo XI, pasando a formar parte del mandato francés como consecuencia del acuerdo Sykes-Picot en 1916. Al promover identidades separadas y crear zonas autónomas según las diferencias étnicas y sectarias, el mandato francés pretendía maximizar el control y la influencia francesa en Siria, donde las minorías musulmanas y cristianas fueron los principales aliados de los franceses contra el nacionalismo árabe arraigado entre la élite urbana suní.
Asimismo, Latakia, como se denominó al territorio alauita, era geográficamente crucial pues las fuerzas francesas podían utilizarlo para controlar toda la costa de Levante. De esta forma, Latakia contaba con un régimen administrativo y financiero especial y, a cambio, los alauitas ayudaron a mantener el dominio francés en la región.
En el contexto del fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la descolonización, el Estado sirio consiguió la independencia en 1946, aunque entró en un periodo de inestabilidad política, agitación y experimentación de conexiones panárabes con Egipto. De esta forma, una vez que reconocieron que su futuro estaba en la Siria independiente, los alauitas comenzaron a desempeñar un papel activo en dos instituciones clave: los partidos políticos y las fuerzas armadas.
Por una parte, entre los principales partidos políticos presentes en Siria, el partido Baath, fundado en 1947 por varios políticos e intelectuales árabes musulmanes y cristianos para integrar las ideologías del nacionalismo árabe, el socialismo, el laicismo y el antiimperialismo, resultaba más atractivo para los alauitas que los Hermanos Musulmanes, una organización religiosa conservadora suní con sede en Egipto y una gran base urbana suní en Siria.
Por otra parte, los alauitas y otras minorías siguieron estando sobrerrepresentados en el ejército debido a dos factores principales. Primero, las familias suníes de clase media tendían a despreciar el ejército como profesión. Los alauitas, en cambio, veían en el ejército la principal oportunidad para una vida mejor. Segundo, muchos alauitas, debido a su complicada situación económica, no podían permitirse pagar la cuota para eximir a sus hijos del servicio militar.
La presencia alauita en el ejército culminó con una serie de golpes de Estado en la década de 1960. Tras el ascenso del Partido Baath, los partidarios del partido eran una minoría en Siria en ese momento, por lo que el régimen emprendió un curso de riguroso adoctrinamiento nacionalista estatal para consolidar el gobierno baazista y establecer su legitimidad popular. Entre otros esfuerzos, los baasistas trataron de manipular las identidades tribales y sectarias, buscando el patrocinio mediante la mejora del estatus de grupos previamente marginados, como era el caso de la comunidad alauita.
El último golpe de Estado fue llevado a cabo por el general Hafez al-Assad, también alauita, y llevó a su minoría al poder en Siria en noviembre de 1970. En febrero de 1971, Hafez al-Assad se convirtió en el primer presidente alauita de Siria. De esta forma, su proyecto se centró en homogeneizar a los sirios en una única identidad baasista imaginaria. No obstante, en un sentido más amplio, el objetivo global de la construcción nacionalista era subsumir las identidades locales en un concepto más amplio de pueblo sirio, definido según las fronteras territoriales del Estado.
La identidad alauita y su rol en la guerra civil siria
En marzo de 2021 se cumplió el décimo aniversario de la guerra civil siria, un violento conflicto entre el presidente del partido Baath, Bashar al-Assad, hijo del general Hafez al-Assad, y las fuerzas de la oposición que sigue alimentando la mayor crisis de refugiados del mundo. La guerra civil se describe a menudo en términos de conflicto sectario porque Assad forma parte de la comunidad alauita, convirtiendo lo que comenzó como una protesta contra un estado secular autoritario en un conflicto entre suníes y chiíes. Sin embargo, un creciente número de estudios cuestionan la simple reducción del conflicto en Siria a las diferencias sectarias.
Ha habido un gran debate público sobre si la religión en las sociedades heterogéneas actúa como catalizador principal de los conflictos internos. Otros han destacado que los conflictos armados aumentan en función de un mayor fraccionamiento de las afiliaciones religiosas. En el caso sirio, el régimen ha utilizado más bien el fraccionamiento sectario en un intento de establecer una base social sólida que esté ideológicamente sometida a la autoridad del régimen. Al adoptar el fraccionamiento dentro de la comunidad suní siria, dividiendo a la mayoría sunita en binarios de leales/no leales, el sectarismo va más allá de la noción simplista de la manipulación del régimen por parte de la comunidad alauita.
La intersección de la identidad religiosa o sectaria y la política en Siria es también compleja porque el conflicto en curso implica una mezcla de actores externos. Diversas potencias, como Irán, Turquía, Rusia y Estados Unidos, han desempeñado un papel activo en el conflicto. Del mismo modo, el conflicto también ha implicado a otros actores con motivaciones religiosas, como los Hermanos Musulmanes sirios y el Estado Islámico.
Los retos de la Siria post-guerra civil, con un previsible reforzamiento del régimen de los Assad, no sólo consisten en establecer una justicia transicional, sino en construir un Estado sólido que constituya su base de legitimidad trascendiendo la afiliación sectaria. Quizás el debate sobre el futuro de Siria debería recalcar el hecho de que la fe es una cuestión de interacción privada más que de relaciones entre el Estado y la sociedad. Por tanto, neutralizar la afiliación sectaria en lugar de homogeneizar las identidades religiosas podría ser el primer paso para crear una nueva comunidad siria que desafíe la manipulación de la fe religiosa por parte de todos los actores, ya sean estatales, regionales o internacionales.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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