En 1953 el líder soviético Nikita Jrushchov llegó al poder tras la muerte de Stalin y como símbolo de la amistad entre la Unión Soviética y Ucrania, aprobó la cesión de la península de Crimea, a esta última, en 1954. Tanto desde el momento de su conquista por la Rusia imperial de Catalina “la Grande” como hoy en día, Crimea ha sido una zona estratégica y geopolíticamente fundamental por su acceso al mar Negro. Actualmente, la Federación Rusa no tiene en su haber tantos puertos navales, por lo menos por lo que se refiere a mares calientes. Las bajas temperaturas no han facilitado a lo largo de la historia, el establecimiento de bases navales en territorio ruso; de la misma manera, tampoco de puertos comerciales en sus costas.
Es por ello, que el control de Crimea siempre ha desempeñado un rol clave para el Kremlin. De hecho, cuando Ucrania era parte de la Unión Soviética, además de utilizarse como puente entre Rusia y Occidente, detentaba una base militar rusa con misiles nucleares soviéticos, además de la base naval en el puerto de Sebastopol, Crimea. Ya después de algunos años, los rusos llegaron a la conclusión de que la concesión de Crimea, península de gran importancia para Rusia, había sido un error y eso podría traducirse en una pérdida del control estratégico de la zona.
Como se temía desde Moscú, la realidad comenzó a darles la razón, especialmente como consecuencia del interés por parte de Ucrania de acercarse a Europa y EEUU, y sus tentativas de dialogo para entrar a formar parte de las instituciones occidentales – UE y OTAN – creando una ruptura definitiva con Rusia y su continua presencia en el área post-soviética. Antes de los hechos acaecidos en 2014, el proceso de democratización occidental hacia Eurasia no tardó en molestar a Rusia e interferir con sus intereses. La paciencia rusa alcanzó su máximo, cuando el presidente ucranio Viktor Yanukovich – aliado y político pro-ruso– frente a la presión popular, empezó negociar un acuerdo comercial con la Unión Europea. En un principio, Rusia consideraba preocupante dicho acercamiento, sin embargo, conforme avanzaban las negociaciones, el Kremlin comprendió la gravedad que suponía la posibilidad de perder a Ucrania de su área de influencia y por tanto, la posibilidad de que esta se uniera a la Unión Económica Eurasiática o a la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Es entonces cuando, el presidente ruso Vladímir Putin convenció a Yanukovich de renunciar al camino europeo. Los ucranios tan pronto fueron conscientes de la noticia, salieron a la calle para manifestar su desacuerdo. El apoyo estadounidense a las manifestaciones no ayudó apaciguar los ánimos, ya que se percibió por parte de Moscú como uno tentativa americana de diluir la influencia rusa en la región. Los acontecimientos en aquellos días se precipitaron muy rápidamente, las manifestaciones se volvieron violentas con el resultado de algunas muertes.
Consecuentemente, Putin ordenó un ejercicio militar cerca de la frontera con Ucrania, que supuso el traslado de tropas sin bandera para su entrada en Crimea con el fin de proteger a los ciudadanos rusos que vivían allí– más del 50% de la población en Crimea sigue siendo rusa. Dichas tropas ocuparon los edificios institucionales en Crimea, sin embargo Rusia declaró que no tenía nada que ver con lo ocurrido, aunque posteriormente cambió su posición al admitir su implicación. El gobierno ruso instrumentalizó esta situación para organizar un referéndum que confirmarse la voluntad de los habitantes en Crimea de ser anexionados a la Federación Rusa. Finalmente, el referéndum tuvo éxito y el Kremlin anunció la anexión oficial de Crimea a Rusia, hecho condenado por la comunidad internacional; que estableció sanciones económicas y la suspensión de Rusia del G-8 – suspensión que aun no se ha levantado.
No obstante, la cuestión no terminó con el fin de la influencia y presencia rusa en la región. Desde principios de marzo de 2014, un fenómeno similar ocurrió en las provincias orientales ucranianas de Donetsk y Lugansk. Tras la anexión de Crimea, las manifestaciones se intensificaron y terminaron desembocando en un conflicto armado entre las fuerzas de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y el gobierno de Ucrania. Las fuerzas independentistas pro-Rusia, enviaron ayuda humanitaria a las regiones orientales sin autorización por parte de Ucrania, la cual denunció que Rusia introdujo artillería y soldados en su territorio.
La canciller alemana Merkel y el presidente francés Hollande, junto al presidente ucranio Poroshenko -sucesor de Yanukovich- y el presidente Putin, se reunieron en en 2015 en cumbre en Minsk, Bielorrusia, para discutir medidas para lograr la paz en el conflicto ucraniano. El primer punto de los acuerdos de Minsk – que vendría seguido del acuerdo de Minsk II – versaba sobre un alto el fuego que entró en vigor el 15 de febrero de 2015. Desgraciadamente, las continuas violaciones de los acuerdos, han supuesto que las víctimas del conflicto aumenten hasta más de 10 mil bajas y cientos de miles de desplazados, según la ONU. Cinco años después de la firma de los acuerdos la situación no ha mejorado y las partes siguen estando en desacuerdo. En el mes de abril de 2021, la comunidad internacional ha temblado por la escalada de tensiones en el este de Ucrania, país que cuenta con el apoyo de la OTAN, EEUU y la EU.
Reunión del cuarteto de Normandía en Minsk, Bielorrusia. (El País)
El pasado marzo se difundieron imágenes de satélite y videos en redes sociales, que mostraban un despliegue de tropas rusas y un conjunto de artillería pesada marchando hacia la región del Donbás. Este despliegue, que aumentó al nivel de tensiones en el área, se justifica por parte del Kremlin como una estrategia vuelta a garantizar la seguridad en la frontera y han argumentado que la estrategia de Ucrania de ingresar en la OTAN, está empeorando la situación en la región y que por tanto, esto justifica las medidas que Rusia está tomando. En palabras del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, una respuesta de Ucrania derivaría en un “conflicto candente”. El actual presidente ucranio Volodimir Zelenski ha intentado entablar un dialogo con Moscú, pero parece que Putin no está dispuesto a desbloquear las comunicaciones con su homólogo. Finalmente, el portavoz del Kremlin Peskov ha subrayado la importancia para la Federación Rusa de proteger a los ciudadanos que usan el ruso como lengua, cuando son rechazados por Ucrania.
A finales de abril de 2021, el ministro de la Defensa ruso Shoigu dio la orden de terminar con las maniobras, así que Rusia empezó retirar, hasta el 1 de mayo, las tropas acumuladas en la frontera con Ucrania. En palabras de Andrey Kortunov, un académico ruso que ha analizado la situación para un «think tank” ruso de referencia, RIAC; el presidente Zelenski sufre de la presión política por parte de fuerzas nacionalistas ucranianas y por ello, muchas de sus iniciativas de reforma con la que subió al poder se han parado. Sin embargo, Kortunov opina que no habrá una guerra próxima en la región, porque supondría de gran gasto que excede los beneficios políticos, sobretodo, teniendo en cuenta que no es fácil prever el éxito. Se espera, por tanto, en una solución positiva que satisfaga a ambas partes, aunque se presume que no se logrará un compromiso a corto plazo. Es necesario tener en cuenta la postura del presidente Biden y los líderes europeos de Francia y Alemania, que abogan por un acercamiento a Rusia. Veremos cómo afectará en el futuro este cambio de rumbo con el Kremlin al conflicto en Ucrania.
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