La región sudamericana es un caso de estudio muy particular económicamente. Los vaivenes políticos y económicos son algo cíclico y particular que ha llevado a la región a alternar entre períodos de bonanza económica y desarrollo con crisis profundas que parecen insalvables. Pero hay algo en que la economía se ha discutido desde sus comienzos: cambiar su base agroexportadora y avanzar hacia la industrialización como base para el desarrollo.
Durante muchos años, sobre todo al comienzo del siglo XX, la economía agroexportadora fue la base económica de los países de la región. Sus mayores períodos de crecimiento y bonanza se dieron de igual manera: el aprovechamiento de los recursos naturales de cada país fue la puerta primaria del crecimiento económico.
Pero desde mitades del siglo anterior (sobre todo en los períodos posguerra y de la Guerra Fría), existió una nueva teoría económica, que a su vez fue acompañada de una gran carga ideológica, estableciendo en el imaginario colectivo que este tipo de economía, basada en la exportación de productos agrícolas-primarios con poco proceso industrial, es consecuencia del “yugo opresor de potencias extranjeras” que quieren socavar la soberanía nacional y “esclavizar a la población a trabajos serviles”, aprovechándose ellos de estas labores, esclavizando el desarrollo vendiendo sus productos industrializados, evitando convertir a la región en potencia.
A contramano de esta idea, cabe destacar que los grandes períodos de bonanza económica de la región, se han dado cuando los commodities que se exportan estuvieron a precios elevados, o la situación mundial los haya requerido como prioridad.

Podemos colocar como grandes ejemplos: los períodos de fines de 1800 (en 1895, Argentina era el país con el PBI más alto del mundo, con Uruguay, Chile y Brasil dentro del top 20), las grandes guerras (Brasil, Uruguay y Argentina como principales actores económicos, pero con Ecuador, Chile, Colombia y Venezuela con crecimientos palpables en sus economías), los comienzos de 1970 y los 90 (durante la guerra fría, proyectados hacia el bloque capitalista, con Brasil y Chile como sus principales actores), incluso el período 2002/08 (colocando a Brasil en el BRICS, a Chile, Perú y Uruguay en el G20).
Proyectando la economía global
Vislumbrando el futuro, y proyectando la economía regional hacia la idea de un crecimiento sostenido, cabe preguntarse si es el momento de: abandonar la industria agroexportadora (actualmente la gran proveedora de divisas y motor de las economías) y pasar hacia una industrialización (lejana en las posibilidades de inversiones soberanas); o mantener esta idea basada en la producción de materias primas, su procesado básico, y su exportación, ampliando su base laboral y facilitando su crecimiento industrializado.
Para ello, debemos dar cuenta de la realidad en que viven los países: moneda débiles y grandes procesos de inflación, compromisos internacionales de pago ante organismos multilaterales, un porcentaje muy alto de pobreza, un gran déficit primario, gran dependencia de inversiones extranjeras, principalmente.
También, el sector agroindustrial se encuentra como el gran aportante de divisas y el sector que más crece y se mantiene en movimiento en la mayoría de los países. La industrialización se basa en el mercado principalmente de granos, aceites y subproductos, y el mercado ganadero; en lo que respecta a minería, generalmente solo se practica la extracción, su industria básica y su exportación; la industria pesada se mantiene estable hace más de 30 años y pero cubre la demanda interna regional; no existen polos tecnológicos muy destacados, como así tampoco desarrollo de tecnologías de punta; la industria automotriz y de electrodomésticos es ensambladora, con muy pocos elementos de desarrollo soberanos.
Existen también otras maneras de aprovechar el crecimiento de la economía global, sin entrar en inversiones ultra millonarias (que es muy difícil que se concreten): la economía circular, la biotecnología y la economía del conocimiento.
Cabe destacar que se posee un mar de posibilidades de explotación infinitas (ictícola, e incluso petrolera), una proyección Antártica, reservas de agua dulce (sólida y fluente), reservas minerales, yacimientos petrolíferos destacados. Además, posee salidas a prácticamente al Océano Pacífico y al Atlántico, controlando uno de los pasos marítimos más importantes. Destaca su cercanía a la Antártida, como una posición geoestratégica del futuro y la nueva globalización.
El mayor aporte económico
Visualizamos entonces que el gran aporte económico y la base del crecimiento se deben tomar desde allí, del sector más productivo que el país posee, y expandirse hacia las posibilidades palpables, no a aguardar las inversiones extranjeras o que se instalen las grandes industrias en la región. Las ideas de sustitución de importaciones han quedado obsoletas, se debe transitar el camino hacia su desarrollo más eficiente y colaborador para lograr el crecimiento.
Lejos se está de poder acercarse a los grandes polos tecnológicos avanzados o industrializados del mundo, y se posee para ello muchas limitaciones que, en estos momentos, no se está en condiciones de enfrentar. También, estas motivaciones han llevado a desplazarse del eje político tradicional y occidental que la región ha tenido, y ha buscado inclinarse hacia China y Rusia, en busca de financiamiento para industrializaciones que no han dado frutos certeros.
Entonces, la respuesta se vuelve evidente: en el corto y mediano plazo, la base del crecimiento es el sector primario. La región debe comenzar a ser vanguardia en la producción, industrialización y comercialización de lo que dispone en cantidad y calidad: llanuras cultivables, regiones productivas, sectores de minería primarios e industrias de transformación y preparación de dichos productos.
Pongamos como ejemplo cual es el mayor producto exportado por los países de la región: Venezuela, Ecuador y Colombia (que le agrega el café como segundo en importancia) se centran en la producción de petróleo (y derivados) principalmente; Brasil, Argentina y Uruguay tienen la soja como su principal producto, aunque se destacan en otros granos y en carne vacuna; Chile y Perú tienen como cabeza la producción de cobre y una gran producción de litio en crecimiento. Solamente Brasil se destaca en la industrialización de productos elaborados: una fuerte industria automotriz y de maquinaria pesada.
La decisión: solo falta la política
Una fuerte decisión política es lo que se necesita, además de un cambio cultural, que permita extender los horizontes del desarrollo hacia los sectores que empujen el crecimiento de la economía, aumentar así el bienestar de sus habitantes, produciendo trabajo y aportando a disminuir los alarmantes niveles de pobreza. Aprovechar esta oportunidad geopolítica es una responsabilidad regional.
También, debe caber en esta discusión el aprovechamiento del momento global: un mundo multilateral, con posibilidades comerciales abiertas (China, EE.UU., Europa e incluso Rusia y Medio Oriente), que se encuentran en crecimiento y buscando mercados eficientes y estables para negociar.
Además, agregar la idea de negociar y enfrentar esta coyuntura como bloque, lo que facilitará el crecimiento y las negociaciones ante las potencias económicas.
Los recursos están. El mapa geopolítico mundial nos está referenciando hacia dónde debemos avanzar, e incluso en donde podríamos destacar. Con esa base, podríamos comenzar el crecimiento que hace tantos años a la región se le viene negando: por la realidad mundial, o por cuestiones internas.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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