La situación social y política en Armenia pasa por uno de los momentos más convulsos que se recuerdan en los últimos años. Las discrepancias entre políticos y mandos militares tras la guerra del Nagorno Karabaj, seguido del descontento social, auguran un futuro incierto para la región. La situación política ha derivado en la convocatoria de elecciones anticipadas por parte de Nikol Pashinyán, primer ministro de Armenia, para el próximo 20 de junio.
Para comprender el contexto histórico moderno del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán hay que remontarse hasta finales del siglo XX. En 1985 Mijaíl Gorbachov, secretario general de la URSS, activó las políticas reformistas denominadas glasnost y perestroika. El glasnost, de carácter social, avivó el nacionalismo armenio en Nagorno Karabaj e inició un referéndum para la independencia de Azerbaiyán. En 1988 se inició el conflicto culminando en 1994. En un nuevo espacio post soviético las fuerzas independentistas armenias lograron la figura de una república independiente tras años de guerra, donde la URSS se encontraba ya disuelta. Dicha república se situaría en la zona del Nagorno Karabaj, con capital en Stepanakert.
NUEVA TENSIÓN ENTRE ARMENIA Y AZERBAIYÁN
El ambiente a lo largo del pasado año se fue calentando por parte de Azerbaiyán y Armenia, llegando a explotar el pasado septiembre. Ilham Aliyev, presidente azerí, llamó a la movilización de las fuerzas armadas de Azerbaiyán. Mientras que un día antes Nikol Pashinyán, primer ministro de Armenia, declara la ley marcial y el reclutamiento de tropas de cara a los combates previstos entre ambos países.

En noviembre de 2020 Armenia y Azerbaiyán volvían a plasmar su firma para poner fin al conflicto que se saldó con la vida de más de 5.000 personas. La mediación de Rusia y Francia a través del Grupo de Minsk (grupo creado en la OSCE para mediar en el conflicto de Nagorno Karabaj) fue clave tras varios intentos que quedaron rotos debido a fallidos altos el fuego. El pacto significaba una pérdida de gran parte del territorio de Nagorno Karabaj para Armenia, escenificado en que muchos lugareños quemasen sus casas para que no cayesen en manos de los azeríes.
SEÑALAMIENTO A PASHINYÁN
Pero el descontento político con Pashinyán viene de lejos. Cuando llegó al poder tras una revolución pacífica (Revolución de Terciopelo) en 2018 realizó comentarios respecto a Nagorno Karabaj que produjeron cierto temor en la población armenia.

Armenia pone como puntos inamovibles que Nagorno Karabaj sea territorio totalmente independiente o que se adhiera a Armenia. Azerbaiyán, en cambio, piensa que es exclusivamente azerí. Pashinyán subrayó que las negociaciones tendrían que ser entre Stepanaker y Bakú. También mostró su descontento por las relaciones de Robert Kocharian, antiguo primer ministro y líder de la autoproclamada república, con el presidente ruso, Vladimir Putin. Acontecimiento que los ciudadanos de Armenia reprochan a Pashinyán tras el poco ímpetu de Rusia por defender Armenia, achacando que se arrojó a los brazos de la OTAN, Estados Unidos y la Unión Europea.
La Estrategia de Seguridad de Armenia ha sido modificada para encauzar los movimientos militares en una resolución definitiva del conflicto, al contrario de los planes de Rusia que pasa por un enfriamiento del problema sin atisbos de solución. En el plano militar las bajas de soldados armenios le han pasado factura a Pashiyán. La sociedad quedó dividida en una mayor presión militar para evitar un arrodillamiento ante Azerbaiyán y el cese de las hostilidades tras la superioridad militar mostrada por el ejército azerí, donde el apoyo a través de drones de fabricación turca e israelí marcaron un antes y un después en el conflicto.

La crisis del coronavirus ha sido la gota que colma el vaso en la situación política de Armenia, la cual se podrá resolver en las elecciones parlamentarias que se celebrarán en junio. Pashinyán, desde hace varios años, intenta renovar la cúpula de altos funcionarios que no siguen al pie de la letra sus movimientos. Acciones que se han podido observar con los cambios en junio del Servicio de Inteligencia (NSS por sus siglas en inglés), policía nacional y Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, un movimiento que ha derivado en un terremoto político.
El pacto entre Armenia y Azerbaiyán originó dos olas de clamor contra el gobierno de Pashinyán. Primeramente, la sociedad armenia se lanzó a las calles llegando a ocupar edificios gubernamentales. Como segunda ola, la cúpula militar de Armenia no asumió con buenos ojos el pacto de Ereván y Bakú por el que los armenios entregaban a Azerbaiyán el 70% de los territorios que controlaban desde 1994. Días más tarde el Ejército de Armenia pedía la dimisión del primer ministro. Pero las declaraciones cruzadas con responsables militares venían de lejos. En plena guerra, Pashinyán afirmaba que los misiles Iskander de fabricación rusa eran deficientes. El vicejefe del Estado Mayor, Tigrán Jachatrián, calificó las declaraciones de Pashinyán de “poco serias” e inmediatamente fue cesado.
Los altos mandos del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, que lidera el general Onik Gasparián, junto con otros 30 altos mandos castrenses firmaron un escrito en el que pedían la dimisión del primer ministro, a lo que Pashinyán respondió con un intento de cesar a Gasparián y declaró el comuicado como un intento de golpe de estado. Pero el presidente de Armenia, Armén Sarkisián, lo silenció. El futuro del general Gasparián sigue sin resolverse. Pashinyán anunció su destitución, pero el dictamen final, tras el desencuentro entre presidente y primer ministro, lo ha decidido el Tribunal Constitucional. El Tribunal ha cuestionado la constitucionalidad de la decisión, admitiendo una demanda de Gasparián que le otorga la razón por la cual no hay motivos legales para su cese.
MIRADAS DESDE MOSCÚ Y ANKARA
Todos los movimientos sociales y militares son observados bajo la atenta mirada del Kremlin. Y es que el papel de Rusia como principal potencia en la zona es clave para entender el conflicto. Actúa como balanza entre ambos países, tratando de fortalecer una armonía en sus relaciones con las partes enfrentadas al poseer importantes relaciones económicas y armamentísticas.
Cuando Moscú observa una problemática en su entorno cercano, actúa. Esta táctica se llevó a cabo también en el Cáucaso con Georgia en 2008 y en Europa Oriental con Ucrania en 2014. Sin salir del hilo de los países implicados no hay que olvidar el papel de Turquía. Ankara se encuentra en plena política expansionista y su apoyo a Azerbaiyán es fuerte y claro. Recep Tayyip Erdoğan, presidente turco, inició desde su llegada al poder una política de influencia en zonas del Cáucaso y Mar Negro, teniendo en Azerbaiyán su núcleo de poder en el área caucásica. Irán (por motivos geopolíticos) e Israel (lazos económicos) curiosamente apoyan a Azerbaiyán en sus políticas contra Armenia. Francia, sin embargo, mostró su apoyo inmediato a Armenia para seguir con el conflicto político que arrastran ambos países desde el Mediterráneo Oriental. Estados Unidos ha tenido una posición más laxa, de mero observador, eligiendo guardar fuerzas diplomáticas para otros conflictos.
La tensión regional seguirá mientras las potencias con intereses en el Cáucaso estén involucradas en el proceso de paz entre Armenia y Azerbaiyán, algo que se vislumbra imposible en un largo periodo.

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