Desde hace años, una acusación recurrente lanzada por sectores euroescépticos —desde la derecha soberanista hasta algunos movimientos populistas de izquierda— es que la Unión Europea es una máquina sobrerreguladora, una entidad burocrática que se entromete en exceso en la vida de los Estados miembros y en los asuntos más triviales del ciudadano común.
La imagen de Bruselas imponiendo el tamaño de los plátanos o el grosor de los enchufes ha calado en ciertos imaginarios políticos y mediáticos. Pero ¿es esto cierto? ¿O estamos ante una percepción interesada, parcial y descontextualizada?
La regulación como piedra angular de la integración
El punto de partida de esta reflexión debe ser histórico y jurídico:
la Unión Europea es un proyecto político en construcción, una comunidad supranacional que, a diferencia de los Estados tradicionales,
no nació con un aparato jur
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