A comienzos de febrero se cumplieron dos años desde que los militares dieron un Golpe de Estado en la República de Myanmar, finalizando así con un periodo de estabilidad política y social en un país que durante la última década del siglo XX y primera del siglo XXI estuvo aislado internacionalmente. Un gobierno liderado por la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi que parecía haber consolidado la democracia tras diez años de estabilidad política, si bien es cierto que todavía con puntos negros que resolver como el del conflicto de la minoría Rohinya en el norte del país. Diez años que sirvieron para que Myanmar experimentara un fuerte crecimiento económico con cifras por encima del 6% durante varios años consecutivos, un intenso aumento de la inversión extranjera directa con el consiguiente desarrollo de nuevos proyectos de infraestructuras y modernización del país; en parte también como consecuencia de la eliminación del em
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