El 20 de Enero de 2021, Joe Biden tomaba posesión como presidente de los Estados Unidos de América. Todo apunta a un cambio radical en la política exterior que hasta entonces estaba marcada por el unilateralismo de Trump y donde la agenda latinoamericana estaba fuera de los intereses de la administración norteamericana. Parece claro que las relaciones con Venezuela seguirán en la agenda de Biden; la cuestión es, será el ´hard power´ la línea estratégica a seguir por el nuevo presidente como mecanismo de presión sobre el régimen de Nicolás Maduro? O por el contrario adoptará la diplomacia como eje vertebrador de las relaciones con el país latinoamericano?
NICOLÁS MADURO Y LOS EE.UU DE TRUMP
EE.UU y Venezuela han mantenido estrechos lazos comerciales durante más de 50 años. Estados Unidos es uno de los principales compradores de oro negro (crudo) con un 41% del total de envíos de crudo desde los puertos del país latinoamericano al extranjero. Pero las relaciones diplomáticas se han ido deteriorando a lo largo del tiempo, en concreto, la llegada de Hugo Chávez fue el detonante que hizo añicos las relaciones Venezuela- EE.UU.

La llegada del mandatario venezolano Nicolás Maduro al poder, tras el fallecimiento del expresidente Hugo Chávez en 2013, agudizó aún más la crisis política, social y económica que ya venía gestándose durante el gobierno de su predecesor. El país, sumido en una profunda crisis humanitaria – la más grave de la región- ha visto su economía desplomarse a uno niveles estratosféricos; la corrupción, los vínculos con el narcotráfico y grupos guerrilleros, la hiperinflación (55.2% en 2021), la debilidad del sistema democrático e institucional, el grado de pobreza permanente y que ha aumentado la brecha entre 2019 y 2020, y las reiteradas violaciones de los Derechos Humanos (DDHH) han empeorado las relaciones de Venezuela con el exterior. Este empeoramiento de las relaciones se ha dado en mayor medida con EE.UU – esto acompañado de las denuncias por parte de actores internacionales por el alto número de presos políticos y asesinatos contra manifestantes-.

Las políticas expansionistas de carácter neoliberal son la base de la política estadounidense en el exterior, sobre todo, cuando se trata de promover los Derechos Humanos, la democracia, la libertad y el Estado de Derecho. Sin embargo, Donald Trump, ha aplicado políticas conservadoras y el hard power con más fuerza en detrimento de la diplomacia y el diálogo, y esto se ha ido reflejando en las medidas coercitivas aplicadas sobre Venezuela, lo que ha abierto una gran brecha sobre las relaciones entre los dos países y ha acelerado las hostilidades por parte de Nicolás Maduro.
El SALTO DE TRUMP A BIDEN
El escenario internacional del periodo 2017-2021 estuvo marcado por el unilateralismo y las políticas comerciales proteccionistas de Washington. La política exterior de la administración Trump se desmarcó totalmente de Latinoamérica y la concepción de poder y la hegemonía que hasta entonces mantenía a Estados Unidos en una posición dominante dieron un giro de ciento ochenta grados.

La concepción del poder ha sido y es un factor clave en cuanto al desempeño de Estado Unidos como país hegemónico, esto, ya desde la Segunda Guerra Mundial, así mismo, el unilateralismo y el multilateralismo como recurso principal de la política de Washington, se explica por cómo entiende la respectiva Presidencia el ejercicio de poder y no tanto en el sentido de una hegemonía medida en términos materiales.
En el caso de Estados Unidos, Trump ha generado una concepción que tiene un impacto directo en tanto que condiciona la manera en que Washington ejerce su hegemonía, y por lo tanto, la propensión a adoptar una línea unilateral. Esto queda plasmado en las relaciones con el Régimen de Nicolás Maduro, donde se han impuesto duras sanciones económicas por parte de la administración Trump al Régimen de Maduro: sanciones económicas contra la petrolera venezolana (PDVSA) -núcleo de las exportaciones de barriles de petróleo-, así como sanciones contra funcionarios, empresarios y miembros de las fuerzas armadas vinculadas al Régimen. Trump también protagonizó momentos de alta tensión cuando en 2019 puso sobre la mesa, la idea de una intervención militar humanitaria, una declaración unilateral que finalmente no tuvo lugar.

Las medidas de presión no surtieron efecto alguno, a pesar de las continuadas sanciones para ahogar al mandatario venezolano y obligar a dejar el poder. Otro factor a tomar en cuenta en la crisis venezolana, es la llegada de Juan Guaidó a la Asamblea Nacional en 2019. Guaidó es el “protegido” de Donald Trump con el que mantiene fuertes relaciones y comparten el mismo objetivo: buscar una solución a la crisis del país. No obstante, las políticas de la administración estadounidense y el intento de Guaidó de acelerar la salida de Maduro acabaron en un callejón sin salida, lo que ha reforzado el poder del mandatario venezolano, a pesar de que las elecciones de 2020, estuvieron caracterizadas por las constantes denuncias de las instancias internacionales por fraude electoral y la baja participación del 31%, la más baja de la historia.
La nueva administración de Joe Biden parece arrojar algo de luz y todo apunta a un giro radical en la política exterior, así mismo ha mostrado su disposición a alejarse del unilateralismo, del proteccionismo económico y se decanta por abrir las puertas a un diálogo abierto, al multilateralismo con los países de Latinoamérica y el retorno de la diplomacia en las relaciones complicadas con Venezuela. Biden ha asegurado que revisarán de manera exhaustiva las sanciones impuestas por la administración predecesora, al considerar que algunas sanciones vulneran el Derecho Internacional. Sin embargo, el escenario plasmado en el primer discurso del Presidente norteamericano, ha dado un vuelco en la estrategia sobre Venezuela.
El 21 de Enero de 2021, el secretario de Estado, Antony Blinken, tildó al mandatario venezolano de “brutal dictador” además de mantener el apoyo demócrata a Juan Guaidó, y aseguró que la postura de EE.UU sobre Venezuela no cambiaría. Esto entrevé la continuidad de una línea dura sobre Venezuela y la diplomacia –una vez más- queda relegada a un segundo plano. En contrapartida, Nicolás Maduro espera unas relaciones de entendimiento y diálogo entre las partes, algo que parece que no llegara a suceder en ausencia del componente de soft power que en un principio parecía ser la espina dorsal de la agenda Biden.
POSIBLES ESCENARIOS DE CARA AL FUTURO
Hay dos posibles escenarios que marcarán el futuro de la agenda exterior de Biden con respecto a Venezuela:
1º escenario: “Hard power + hard power”, el escenario más probable que dará continuidad a la agenda marcada por Trump sobre la crisis venezolana. Biden mantendría las sanciones impuestas por su predecesor, y mantendría el apoyo a Guaidó algo que aumentaría las hostilidades con el Régimen de Maduro y tensionar más las cuerdas.

2ºescenario: “strong multilateralism”, es decir, el retorno del tan anhelado multilateralismo pero más marcado y más realista. La llegada de Biden significa, el fin de una etapa de retraimiento de la política exterior y del proteccionismo característico de Trump, y más énfasis en las relaciones Norte – Sur. La diplomacia como eje vertebrador de la política exterior de Biden en las relaciones con Venezuela y devolviendo el diálogo y el consenso en actores regionales como la Organización de los Estados Americanos (OEA): la crisis venezolana ha fragmentado a la organización en bloques y debilitado la propia estructura dejándola prácticamente en la irrelevancia. El diálogo y la diplomacia devolverán a este actor fundamental el papel de mediador para buscar una solución a la crisis venezolana con todos los países miembros involucrados. Biden no rebajaría totalmente la línea mantenida por Trump, pero aliviaría ciertas sanciones y establecería los acuerdos comerciales con Venezuela.
CONCLUSIONES
El panorama político estadounidense se encuentra en un momento crucial y de inestabilidad. Biden tendrá que lidiar con un contexto de gran polarización social dentro del país y devolver el tratamiento multilateral de las agendas características de Clinton y Obama. Recuperar las relaciones con los países y actores regionales latinoamericanos será crucial para poder buscar soluciones a la crisis de Venezuela. También tendrá que revisar la política migratoria y decidir si mantiene el Estatus de Protección Temporal (TPS), ya que el éxodo venezolano aumenta a la par que el índice de criminalidad y la presencia del narcotráfico crece, lo que puede generar en una gran inestabilidad en la región, en definitiva, Biden tiene el desafío de revertir la deriva proteccionista y unilateral que marcó la agenda de Trump, si quiere buscar una salida a la crisis venezolana y recuperar la posición de diálogo en el hemisferio sur.
La crisis venezolana será un gran reto para Joe Biden y que deberá elegir entre una línea dura con sanciones y un lenguaje agresivo seguido del unilateralismo u optar por la diplomacia y el multilateralismo para propiciar la salida de Maduro a través de mecanismos de diálogo y apelar a la voluntad de los actores regionales para mediar en el conflicto.

BIBLIOGRAFÍA:
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