El agua ha sido un privilegio para las civilizaciones que a lo largo de la historia han tenido acceso a ella. Ha sido la cercanía a los recursos hídricos los que han permitido que la sociedad se desarrolle, progrese y se expanda. Actualmente, sigue siendo un elemento esencial para la subsistencia del ser humano y un elemento clave para sostener el desarrollo de la capacidad económica mundial.
En la década de los 90, muchos académicos y líderes mundiales afirmaron que el acceso al agua iba a suponer una de las principales fuentes de conflicto en el siglo XXI. Sin embargo, hay opiniones que demuestran que la realidad es que a lo largo de la historia hay muy poca evidencia de que el agua haya sido un generador de conflicto en el plano internacional. Los autores que piensan de dicha manera explican que la cooperación en relación con el agua es mucho más común que el conflicto por obtener este recurso.
Existen dos razones principales para justificar por qué las relaciones se han basado más en la cooperación que en el conflicto: por un lado, las cuencas suelen extenderse por zonas extensas que son difíciles de controlar militarmente; por otro lado, es más barato y eficiente para un Estado invertir en sistemas de riego, desalinización u otras formas de uso del agua antes que abrir un conflicto por la misma.

No obstante, con el aumento de la escasez de agua y otros recursos naturales, así como el aumento de la demografía mundial, las opiniones que defienden que el acceso al agua es una fuente de conflicto son cada vez más frecuentes. Como se predijo en la década de los 90, en el siglo XXI se pueden encontrar numerosos ejemplos de conflictos por acceder a los recursos hídricos. Según el World Resources Institute, las regiones más afectadas por la escasez de agua son Oriente Medio, el Sur de Asia y, en mayor medida, África, regiones en las cuales la población está aumentando de forma exponencial así como su desarrollo económico. Los ríos Éufrates y Tigris generan constantes tensiones entre Turquía, Siria e Irak así como otros actores no estatales como el Estado Islámico o el movimiento kurdo. Otros ejemplos sonados son el conflicto entre India y Pakistán por el río Indo o las crecientes hostilidades en el último año entre Etiopía, Sudán y Egipto por el río Nilo, poniendo en jaque la famosa frase del historiador griego Heródoto “Egipto es un don del Nilo”.
EL NILO: FUENTE DE OPORTUNIDADES PARA LOS PAÍSES DE LA CUENCA
El río Nilo es un icono en el continente africano. Es el río más largo del mundo recorriendo 6.700 kilómetros y del cual se abastecen diez países: Burundi, Tanzania, Ruanda, la República Democrática del Congo, Kenia, Uganda, Sudán, Etiopía, Sudán del Sur y Egipto.

Además, es importante destacar que el Nilo tiene tres afluentes principales, el Nilo blanco, el Nilo azul y el Atbara siendo los dos primeros los más importantes. El Nilo es una de las rutas comerciales más importantes en África que conecta el interior del continente con el Mar Mediterráneo. El Nilo azul comienza en Etiopía y el Nilo blanco tiene su origen en la región de los Grandes Lagos donde confluyen Tanzania, Kenia y Uganda.
La cuenca del Nilo es una oportunidad para el desarrollo económico gracias a que proporciona unas condiciones favorables para la ganadería y la agricultura, entre otros.
Por tanto, la cooperación entre los países de la cuenca del río pasa por el diálogo del uso del caudal para la agricultura, para la industria, para el autoabastecimiento, así como para la creación de energía hidroeléctrica. Para dicha cooperación, en 1999 se creó una organización multilateral denominada Iniciativa de la Cuenca del Nilo (NBI, por sus siglas en inglés) cuyo objetivo es “lograr un desarrollo socio-económico sostenible mediante la utilización equitativa y en beneficio de los recursos hídricos de la cuenca del Nilo”. De esta forma, en este foro los países pueden deliberar, coordinar esfuerzos y decisiones y establecer políticas colectivas para gestionar los recursos hídricos del Nilo.
A pesar de la existencia de este foro multilateral, los países siguen siendo soberanos del caudal que fluye por sus respectivos territorios. Aprovechando esta situación, Etiopía comunicó en 2011 que construiría una presa en la parte del cauce del río Nilo que se encuentra en su territorio, denominada la Gran Presa del Renacimiento (GERD, por sus siglas en inglés).
Esta decisión tomada por Addis Abeba afectó a las relaciones bilaterales que tiene con Egipto y con Sudán debido a las posibles consecuencias que pueda acarrear para el resto del cauce del Nilo. Mientras que para Etiopía la GERD es un símbolo de sus ambiciones industriales y de dejar atrás la pobreza estructural, para Sudán, y en mayor medida, para Egipto la presa constituye una amenaza para su seguridad hídrica por distintos motivos. Las razones más importantes por lo que estos países se oponen es porque podría suponer un descenso en la calidad del agua que llega a sus países y por miedo a no poder abastecer a toda la población si aumenta la presión demográfica y disminuye el cauce que les llega.
LA GERD Y SU DISPUTA
Etiopía cuenta con más de 112 millones de habitantes y es el segundo país más poblado de África después de Nigeria. No obstante, es la economía que más está creciendo en la región. Se encuentra en una localización privilegiada como punto de partida del Cuerno de África. Aunque no tiene salida al mar, se encuentra cerca de Oriente Medio debido a que lleva dos décadas utilizando el puerto de su vecina Yibuti y pronto podrá utilizar los de Eritrea para su comercio internacional. Aunque durante la década pasada, Etiopía experimentó un fuerte crecimiento, en los últimos años el PIB se ha ralentizado debido a la pandemia del COVID-19. Aunque con el crecimiento sostenido del desarrollo económico la pobreza disminuyó, el país aún sigue presentando algunos desafíos al desarrollo.

Egipto, por su parte, es un país que se encuentra a medio camino entre África y Oriente Medio. De hecho, su relación con los países árabes es más cercana que con los países africanos. En los últimos años, se ha estabilizado económicamente por las reformas macroeconómicas que ha llevado a cabo. Para el país egipcio, cuna del delta del Nilo, este río ha sido desde siempre un símbolo y ha sido gracias a él por lo que ha podido ser una de las naciones más prósperas a lo largo de su historia. Actualmente, el 95% de la población egipcia vive a pocos kilómetros del Nilo, las grandes ciudades como El Cairo y Guiza se construyeron teniendo en cuenta la trayectoria del río ya que permite el abastecimiento a granjas y a la población. Sin embargo, con la construcción de la presa etíope, Egipto ve amenazada su hegemonía en el río pues es uno de sus fuentes principales para poder desempeñar desarrollo económico y social. Como ya explicó Mohamed Abdel Aty, ministro de Recursos Hídricos e Irrigación de Egipto: “dependemos completamente del río Nilo, ya que el 95 por ciento de las tierras egipcias son desérticas”.
Sudán, el tercer país en esta escena, alberga tres regiones diferenciadas: el desierto, el Sahel – una zona de transición de las condiciones climáticas – y selvas tropicales. Es un país que tiene acceso al Mar Rojo y por su territorio los tres afluentes del río Nilo. Debido a su clima desértico y caluroso, depende de este río ya que contrarresta y da una posibilidad para que Sudán tenga algún potencial. A lo largo de su historia como Estado independiente, el país ha sido inestable tanto política como económicamente. En 2011, la parte sur de su territorio se independizó apareciendo dos Estados soberanos independientes: la República de Sudán y la República de Sudán del Sur. Después de la separación, Sudán sufrió las consecuencias económicas siendo la más importante la pérdida de los beneficios que aportaba el petróleo ya que representaban más de la mitad de los ingresos públicos y el 95% de sus exportaciones. Su población creció muy rápidamente después de la independencia de Sudán del Sur debido a que llegaron miles de refugiados y desplazados internos. Por otro lado, el país se enfrenta a continuos conflictos armados en Darfur que parece que ya están más apaciguados desde octubre del año pasado cuando se firmó un acuerdo con los insurgentes. De esta forma, a todas las dificultades internas que tiene que afrontar el país, se le suma su preocupación por su seguridad hídrica. Según el gobierno, son 20 millones de sudaneses los que viven en las orillas del Nilo y es de este río desde donde se abastece dicha población ya que sus estaciones de agua potable se alimentan del Nilo azul y del Nilo principal.

La Gran Presa del Renacimiento (GERD, por sus siglas en inglés) se ha construido con el propósito de mejorar los desafíos pendientes que presenta Etiopía así como la mejora en el acceso a la electricidad por la mayoría de los etíopes. La presa servirá principalmente para generar electricidad para su consumición interna y para su exportación hacia otros países vecinos. De hecho, es precisamente este último argumento el que usa Etiopía para defender la construcción de su presa ya que a los países importadores de su electricidad tendrían que pagar un coste más bajo por la misma. La presa no se espera que reduzca el cauce del río hacia Sudán y hacia Egipto, cuestión que suscita hostilidades actualmente, debido a que el agua que se utilice para hacer funcionar las turbinas será devuelta al río. No obstante, durante el llenado de la presa, que durará entre cinco y siete años Sudán y Egipto verán su cauce descender pero cuando se acabe de llenar, el cauce seguirá su curso normal e incluso podría suponer una solución a las posibles inundaciones que puedan ocurrir en el futuro.
Sin embargo, Egipto y Sudán dependen del río Nilo para poder seguir su crecimiento económico. La presa etíope podría traducirse en sequías en sus países u otros problemas durante el llenado de la presa que, a su vez, podrían acarrear que se traduzca en conflictos sociales internos. Además, temen las decisiones que pueda tomar Etiopía de cómo hacer uso de la Presa una vez esté en funcionamiento, se prevé que sea en 2023, y las consecuencias que podría tener para ellos.
ESCASAS SOLUCIONES A CORTO PLAZO
En vista de esta situación, en 2015 se firmó la Declaración de Principios sobre la Presa etíope en la cual se establece un marco sobre el cual se utilizará el agua después de la construcción de la presa así como el inicio de su funcionamiento. También se estipuló que las bases técnicas de la presa debían ser acordadas por expertos de los tres países. No obstante, Egipto y Sudán consideran que Etiopía violó la Declaración cuando realizó el primer llenado de la presa sin haber realizado los estudios técnicos que se establecían en la misma.

Durante estos años, se han llevado a cabo esfuerzos tanto de las Naciones Unidas como de la Unión Africana y otros actores regionales que piden un entendimiento entre las tres partes. De hecho, Túnez entregó al Consejo de Seguridad de la ONU una resolución pidiendo que se hiciera vinculante la decisión de parar el segundo llenado de la presa que está en marcha en la actualidad. A pesar de los distintos esfuerzos, no parece que sea posible que lleguen a un acuerdo por ellos mismos ni por mediación internacional para llegar a un acuerdo con el objetivo de gestionar conjuntamente la presa. Así, las tensiones diplomáticas entre estos tres países seguirán permaneciendo.
En la actualidad, se está a la espera de la votación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de la resolución entregada por Túnez que, entre otras cuestiones, también pide a los tres países que “se abstengan de hacer cualquier declaración o de tomar cualquier medida que pueda poner en peligro el proceso de negociación, e insta a Etiopía a que se abstenga de segur llenando unilateralmente la presa”. Haya una solución en un corto periodo de tiempo o no, la realidad es que el acceso al agua en el caso del río Nilo afecta a la geopolítica de la región del continente africano. Aunque el resto de países africanos no ha tomado un posicionamiento en el conflicto de forma individual, la Unión Africana intentó mediar decantándose por la fórmula del entendimiento y de la cooperación del lado de Egipto y Sudán aunque, visto que la solución de las hostilidades está en un punto muerto, parece que ha fallado en su misión.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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