EL INCIERTO FUTURO DE LIBIA: ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA CIVIL

por | Abr 21, 2021

Tras las revueltas populares de 2011 que llevaron al derrocamiento de Gadafi, Libia está sumida en una guerra fratricida con actores externos de por medio. Su futuro se antoja incierto rodeado por una crisis multidimensional.

Libia se ha visto desgarrada por una caótica guerra, desde que un levantamiento popular respaldado desde el exterior condujo al derrocamiento, y luego asesinato del líder Muammar Gaddafi en 2011. El país se ha dividido en los últimos años entre un Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) en Trípoli y una administración con sede en el este, respaldada por el hombre fuerte Khalifa Haftar. Pero a principios de este mes de marzo de 2021, un gobierno de unidad, elegido a través de un proceso respaldado por la ONU, prestó juramento, lo que generó esperanzas para poder poner fin al conflicto.

Infografía que muestra los momentos previos y posteriores al ataque sobre el convoy de Gadafi que desembocó en su asesinato. (National Post)

Tras diez años de inestabilidad y siete desde el último gobierno unificado, Libia atraviesa ahora un momento de tregua excepcional con un nuevo gobierno de unidad que debe conducir al país hacia las elecciones previstas para el mes de diciembre. La presencia en el nuevo gobierno de cuatro mujeres inaugura, sin duda, una nueva era en Libia. Sin embargo, este notable progreso descansa sobre un terreno inestable, ya que el país sigue peligrosamente expuesto a la violencia y fragmentación política. A pesar de los esfuerzos de los libios y de la ONU, no podemos hablar de estabilidad política, ni de una paz duradera en todo el territorio libio. Es muy temprano para hablar de una nueva Libia.  Por lo tanto, la pregunta que se plantea es, ¿cómo podrán los libios re fundar un estado moderno y unificado en Libia? En este contexto, este análisis intenta identificar los tres elementos que condicionan el futuro de una Libia post Gaddafi.

EL INTERVENCIONISMO Y EL BLOQUEO DE LA RECONSTRUCCIÓN DE LIBIA

La opacidad respecto a la estrategia militar de los estados siempre ha sido una característica de los actores externos que operaban en Libia en ambos frentes. Estos actores proporcionaron armas y apoyo militar, violando el embargo de armas que se impuso a Libia en 2011. De este modo, encontramos a los partidarios históricos de Haftar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Francia y Rusia; que apoyaron su ofensiva. Sin embargo, en noviembre de 2019, Turquía anunció su intención de desplegar fuerzas militares para apoyar al GAN. Por primera vez, uno de los actores extranjeros declaró abiertamente que intervendría en el conflicto a favor de una de las partes. Las acciones turcas han tenido un gran efecto en el conflicto, siendo ambas dimensiones, la regional y la internacional, elementos importantes del conflicto en Libia.

Mapa de las áreas de control en la guerra de Libia. (Al Jazeera)

Es necesario clarificar la causa de la constitución del eje conformado por los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudita y Egipto, estados fuertemente involucrados en este país contra el GAN. La motivación principal de este eje, es la contrarrevolución puesta en marcha bajo el liderazgo de Abu Dhabi para luchar contra la influencia de los hermanos musulmanes, surgidos como fuerza política a raíz de los movimientos de protesta en el mundo árabe-musulmán de 2011 conocido como la primavera árabe. Por consiguiente, para evitar el efecto de contagio en su territorio, han tomando el liderazgo del movimiento antirrevolucionario en la región, ya que temen que las demandas expresadas por los jóvenes manifestantes les acaben afectando. Consecuentemente, han movilizado todos sus recursos para poner fin a cualquier manifestación que exigiera la democratización de la vida política y a su vez, una mejor distribución de la riqueza en el mundo árabe. En resumidas cuentas, las monarquías árabes perciben la primavera árabe desde una óptica de seguridad como una amenaza existencial.

Infografía que muestra el apoyo internacional que recibe cada bando de la guerra de Libia. (Graphic News)

La nueva fase de la guerra civil libia que comenzó en abril de 2019 ha demostrado hasta qué punto los actores internacionales desempeñan un papel cada vez más importante en un conflicto ya profundamente internacionalizado. Sin embargo, las operaciones militares no terminaron con la tan esperada victoria, ni para Haftar y sus partidarios,  ni para el GAN. En consecuencia, y a medida que el conflicto se afianzaba cada vez más, se hicieron evidentes dos dinámicas: la influencia de Rusia y de Turquía. Las acciones Turcas mostraron claramente cómo el conflicto en Libia está vinculado al desarrollo de intereses geoeconómicos y diplomáticos en el Mediterráneo oriental.

EL PETRÓLEO, FACTOR DESESTABILIZADOR EN LIBIA

La controversia se fundamenta, esencialmente, en la distribución de ingresos de los hidrocarburos, considerados desiguales en Cirenaica, región del noroeste de Libia, y la gestión de activos por parte de las instituciones financieras. Como ejemplo, el sector aporta el 90% de los ingresos de Libia, aunque desde el inicio del conflicto el control de las plantas de gestión de hidrocarburos como el de otras infraestructuras, ha sido utilizado como recurso por los actores libios para servir a su programa político. El control de Khalifa Haftar sobre las reservas en el Golfo de Sirte consolida su papel en el proceso político, a pesar del fracaso de su campaña militar lanzada en 2019 contra la ciudad de Trípoli. El Mariscal Haftar, utiliza el petróleo de manera decisiva en las negociaciones militares y políticas.

Mapa de los hidrocarburos en Libia. (Petroleum Economist)

Así, la crisis económica y social parece extenderse por todo el territorio Libio, sin olvidar la importante deuda ligada a la financiación de la guerra, la crisis económica y la crisis de liquidez provocada por el bloqueo petrolero, lo que plantea el problema  de la cuestión de la redistribución de la riqueza. En esta ecuación energética, es necesario señalar el papel de Turquía, cuya estrategia como potencia regional está intrínsecamente relacionada con la crisis en Libia. En efecto, la búsqueda de la independencia energética es una de las dimensiones que motiva el creciente activismo de la política exterior turca en Libia, y en el Mediterráneo oriental en su conjunto.

Cadetes libios leales al GNA participan en el desfile que marca su graduación, resultado de un acuerdo de entrenamiento militar con Turquía, en la ciudad de Tajoura, al sureste de Trípoli, el 21 de noviembre de 2020 (AFP).

Fortalecida por su «posición estratégica», Turquía se ha convertido, desde principios de siglo, en un estado destinado a hacer de su territorio una zona de paso privilegiada para el envío de gas y petróleo al mercado europeo. En este contexto, su diplomacia pragmática de «problema cero con los vecinos» produjo un efecto beneficioso para sus propios intereses en la región, durante la década de 2000. Los turcos ven con malos ojos las negociaciones entre Israel, Grecia, Egipto y Chipre, destinadas a extraer las reservas de gas natural descubiertas en el Mediterráneo Oriental, para finalmente transportarlas al mercado europeo (proyecto de gasoducto denominado «EastMed» de 2000 kilómetros firmado en enero de 2020) sin pasar por Turquía. Una situación percibida por los turcos como una amenaza para la estrategia de poder regional turca.

Mapa de la disputa por el control de los fondos marinos con reservas de hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental. (Geopolitical Futures)

Asimismo, Rusia juega el mismo papel desde el punto de vista energético, ya que es el primer proveedor mundial de gas de Europa. Por otra parte, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Francia quieren a toda costa tener acceso a los beneficios del gas y del petróleo Libio. Por tanto, se podría entender que el establecimiento de la paz resultará difícil de lograr en Libia a corto plazo, y esto ayudará indiscutiblemente a los grupos terroristas a beneficiarse de la desestabilización política del país.

GRUPOS ARMADOS Y TERRORISMO AMENAZAN EL FUTURO DE LIBIA

El poder de los diferentes gobiernos en Libia, se basa en el apoyo de una multitud de facciones armadas formadas en 2011, así como en el sistema local de clanes tribales. Estos grupos de seguridad obtienen su influencia de la comunidad, tribu o vecindario de dónde provienen, pero también de patrocinadores externos. Sin embargo, la disminución de los recursos, particularmente los estatales, ha obligado a estos grupos armados a diversificarse a través de prácticas como la extorsión de empresarios, los secuestros, el control del sector bancario, etc. Esto tuvo consecuencias directas en la degradación de las condiciones de vida de la sociedad libia y, a su vez, entre la población de inmigrantes, convertidos en rehenes de las facciones rivales.

Mapa de 2016 que mostraba el control territorial de los diversos actores en la guerra en Libia, en aquel momento persistía la amenaza terrorista de ISIL en Sirte. (Al Jazeera)

Cabe señalar que desde la expulsión en diciembre de 2016 de la organización del Estado Islámico de su bastión de Sirte, la amenaza terrorista aún persiste. A pesar de que sus capacidades fueron fuertemente disminuidas, gracias a los ataques estadounidenses y las operaciones contraterroristas de las fuerzas libias, la organización terrorista aprovecha las luchas de poder y la porosidad de las fronteras para establecer células en la región de Fezzan. La banda terrorista ha llevado a cabo ataques contra institutos oficiales en Fezzan y Cyrenaique, aunque este florecimiento es consecuencia de los reveses de las fuerzas de Khalifa Haftar y la guerra civil que desató, ya que esto creó un espacio para que los militantes del Estado Islámico prosperasen en Libia.

La guerra en Libia ha demostrado que ninguna de las partes, a pesar del apoyo de ciertos estados, puede derrotar militarmente a la otra. El impasse de la opción militar, resultó en la partición de facto del territorio Libio entre las dos partes antes mencionadas. Debemos saber que si bien Estados Unidos todavía no tiene un interés estratégico vital en Libia, y por lo tanto, no lanza iniciativas importantes, aún podría utilizar su importante influencia política como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En este sentido, podría utilizar su predominio para con ciertos actores internacionales envueltos en el conflicto, en particular Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, para lograr una retirada de las fuerzas extranjeras y de los mercenarios.

De la misma manera, Estados Unidos aunque ciertamente no está en posición de presionar a Moscú para que retire a los mercenarios de Wagner, podría adoptar por un enfoque indirecto, ya que el objetivo principal de la presencia rusa es contrarrestar al ejército turco en Libia. En consecuencia, si Turquía retira sus tropas y batallones de mercenarios, los Emiratos Árabes Unidos deberían dejar de financiar a Wagner, lo que a su vez conduciría a su salida de la guerra. Aproximadamente y en términos generales, existe una necesidad urgente de intervención diplomática por parte de Estados Unidos para que se consolide el alto el fuego de Naciones Unidas y que la retirada de los actores internacionales pueda brindar, de alguna forma, seguridad al gobierno Libio para resolver asuntos urgentes.


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