¿EL PRINCIPIO DE UN NUEVO ZIMBABUE?

por | Nov 22, 2017

  ZIMBABUE EN 2017 Robert Mugabe, o simplemente “Robert” como lo llaman en la calle al dirigente del país, ha estado en la cúspide del poder de Zimbabue desde que adquiriera este nombre en los años 80 tras una larga y cruenta guerra civil. El país ha atravesado crisis económicas de las más duras de […]

 

ZIMBABUE EN 2017

Robert Mugabe, o simplemente “Robert” como lo llaman en la calle al dirigente del país, ha estado en la cúspide del poder de Zimbabue desde que adquiriera este nombre en los años 80 tras una larga y cruenta guerra civil. El país ha atravesado crisis económicas de las más duras de la historia contemporánea, pero estas semanas vive una crisis política que ha puesto fin al mandatario más longevo al frente de un país en el continente africano. Para comprender la situación actual, en este artículo analizamos el camino que ha llevado hasta aquí.

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA

Desde que comenzó su colonización por el imperio británico a finales del siglo XIX, fueron las importantes reservas minerales lo que atrajo el interés de Reino Unido. La economía de lo que era la colonia británica de Rhodesia del Sur, más tarde Zimbabue, se centraba en la minería del cobre y en las grandes explotaciones agrícolas de cereal, tabaco y cítricos. Estas explotaciones, en su mayoría en manos de descendientes de europeos que ya habían nacido en África y se sentían identificados con Rhodesia eran el motor económico de lo que se conocía como “breadbasket of Africa” (el granero de África).

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Distribución de la propiedad de la tierra en Rhodesia en 1965. La gran parte de las mejores tierras (en blanco) pertenecían a granjeros de ascendencia europea.

La minoría blanca de Zimbabue, viendo amenazados sus intereses económicos y políticos ante el emergente nacionalismo negro encarnado en partidos ZANU y ZAPU de Robert Mugabe y Joshua Nkomo, respectivamente, declararon que Rhodesia del Sur se erigía en Estado independiente mediante una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) aprobada por la cámara de representantes de la colonia en 1961. Sin embargo, la falta de pacto entre la metrópoli y la manera de emprender el camino de la independencia sin contar con la mayoría negra del país, produjo que ningún otro Estado del mundo reconociera a Rhodesia.

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Ian Smith, Primer Ministro de Rhodesia firma la declaración unilateral de independencia (DUI) del Reino Unido el 11 de noviembre de 1965.

A partir de entonces comenzó una década de incertidumbre en el país, el cual, se encontraba en una situación de limbo internacional, a medio camino entre la independencia real y el no reconocimiento. Sanciones económicas pesaron sobre el gobierno del recién creado país, liderado por Ian Smith. Rhodesia junto con la República Sudafricana eran los dos únicos países de África donde gobernaba una minoría racial con privilegios socio-económicos sobre la mayoría de la población. Es lo que comúnmente se ha venido a llamar “Apartheid”.

GUERRA CIVIL Y DESCOLONIZACIÓN

La década de los 70 Rhodesia se vio azotada por una guerra civil entre el gobierno y las guerrillas comunistas. Conflicto que se vio avivado por las independencias de las colonias portuguesas de Angola y Mozambique en 1975 donde movimientos comunistas se afianzaron en el poder.

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Infantería ligera de la Rhodesian Army que organizada en pequeños comandos atacaba a las guerrillas comunistas en zonas fronterizas como la de la foto, probablemente las orillas del Lago Kariba frente a Zambia.

En un contexto tan complejo, en plena Guerra Fría, el gobierno de Ian Smith trató de vender su lucha contra los rebeldes nacionalistas como una lucha internacional contra el comunismo. Cabe recordar que, en aquellos días, tanto la URSS como la R.P China apoyaban a los movimientos armados de descolonización. Por ello, el gobierno de Salisbury (hoy Harare) presentó la lucha de Rhodesia como una lucha legítima, ganando así una década al reloj de la descolonización en África y reteniendo el poder hasta que la situación se hizo insostenible y la fractura social demasiado profunda. La guerra terminó con la celebración de elecciones democráticas con sufragio universal, todo ello formalizado en los Acuerdos de Lancaster House auspiciados por la Casa Real Británica.

ZIMBABWE: UN NUEVO ESTADO AFRICANO

La victoria en las primeras elecciones libres de la antigua Rhodesia aupó al poder al ZANU (Zimbabue African National Union) y el país cambió su nombre por Zimbabue, evocando así el nombre del antiguo reino que brilló en la región en los siglos XI a XV.

El líder de la resistencia negra, Robert Mugabe se erigió en héroe del país. Zimbabue se configuró como un Estado socialista de partido único con una importante influencia de los postulados del comunismo chino de la época. El nuevo gobierno prometió trabajo para todos, sin atender a razas, educación gratuita y desarrollo económico y social. Aunque también hubo acciones criminales emprendidas por Mugabe y el gobierno de ZANU (mayoritariamente apoyado por la etnia Shona) contra la minoría Ndebele en el Este del país mediante limpiezas étnicas.

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Robert Mugabe y Joshua Nkomo, líderes del ZANU y del ZAPU respectivamente, partidos que fusionarían en 1987 para formar el ZANU-PF.

No entraba dentro de los planes iniciales de Mugabe el hacer un reparto de la tierra cultivada que seguía en un 75% en manos de la minoría blanca. Estas propiedades que, si bien estaban en manos de unos pocos daban trabajo a muchos, fueron respetadas y mantuvieron su actividad apuntalando a Zimbabue como potencia agraria e industrial de África.

Pero el momento clave que marcaría el futuro de Zimbabue llegó a finales de los 90 cuando el Primer Ministro británico Tony Blair anunció el fin del acuerdo que guiaba de manera ordenada una redistribución agraria en Zimbabue con financiación británica. En respuesta, Mugabe emprendió una campaña de redistribución por la «vía rápida», confiscando por la fuerza granjas de propietarios blancos sin compensación alguna. Para llevar a cabo esta acción  venganza, movilizó a decenas de miles de veteranos de la guerra de independencia, muchos de los cuales lucharon en los 70 con la promesa de obtener un terreno como pago por sus servicios. Esta recompensa no se dio y pasados casi veinte años muchos de ellos estaban en una situación igual o peor que con el gobierno de Ian Smith. Mugabe dio carta blanca a estos grupos casi paramilitares que ocuparon y saquearon prósperas granjas y explotaciones agrarias, echando a sus propietarios y sus trabajadores a la calle y en muchos casos asesinándolos. La propiedad privada en Zimbabue había tocado a su fin.

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Un grupo de seguidores del ZANU-PF se organizan para tomar por la fuerza una granja.

Lo que para muchos era el comienzo del sueño de libertad que buscaban con la lucha guerrillera, para Zimbabue y especialmente para su economía era el principio del fin. Mugabe sin embargo afianzaba su poder personalista pues ganaba de manera definitiva el apoyo de un colectivo tan influyente como eran los veteranos. Lo que otrora fueron grandes explotaciones agrícolas que daban trabajo al 30% de la población activa de Zimbabue y cuya producción suponía el 40% de las exportaciones, a partir de la Reforma Agraria “por la vía rápida” se convirtieron en una infinidad de pequeños minifundios. Cierto era que muchas familias ahora poseían una pequeña parcela de tierra que garantizaba su supervivencia, por lo menos en el umbral de la pobreza, gracias a la nueva política de Mugabe.  Pero estas pequeñas propiedades en las que habían sido divididas las grandes explotaciones, apenas permitían una producción más allá de la subsistencia, con lo cual no se comercializaban los excedentes.

A partir de este momento la economía del país se hundió estrepitosamente. Comenzó a depender de la asistencia humanitaria para dar de comer a su población que quedaba a merced de sequías y plagas pues habían vuelto a un modelo de explotación agraria mucho más rudimentario y precario que el que se poseía hasta entonces. La Reforma Agraria supuso el final de Zimbabue como potencia agrícola. El país que unas décadas atrás era el “granero de África”, ahora luchaba por salvar de la hambruna a su propia población.

CRISIS ECONÓMICA Y POLÍTICA

La primera década del presente siglo fue vivida en Zimbabue con temor y resignación ante una economía que se degradaba día tras día de manera imparable y con ello la inflación. En 2005 la inflación ya era de por sí alta, un 590% por año, pero en 2009 se disparó de forma incontrolada hasta los 100.000% y ya en 2009 antes de abandonar la impresión del dólar zimbabuense la tasa de inflación anual era de 89.700 trillones por ciento.

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Fajos de billetes de dólares zimbabwenses sin apenas valor alguno. Una imagen muy habitual en 2008.

La moneda nacional que fue de las más fuertes y consolidadas de África, perdió prácticamente todo su valor llegando al punto de que el Banco Central de Zimbabue ante la pérdida de valor del Dólar Zimbabuense imprimió billetes de 100 millones de dólares que al cambio equivalían a un solo Dólar estadounidense. La situación no podía ser peor: una economía totalmente destruida por las políticas del gobierno, hambruna, enfermedades, millones de zimbabuenses emigrando a Sudáfrica y la moneda totalmente carente de valor.

 

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Gráfico que muestra la evolución del valor del dólar zimbabuense respecto al estadounidense.

En una situación así parecía lógico que se produjera un cambio en el gobierno, o al menos una rectificación en las decisiones que habían encaminado a este desastre. Pero Mugabe lejos de amilanarse ante lo que él creía que eran imposiciones extranjeras, mantuvo las expropiaciones a los pocos granjeros blancos que quedaban y continuó con un gobierno personalista. Ese mismo año de 2008 se celebraron elecciones presidenciales en ambiente de tensión y de crisis socio-económica: Mugabe sacó menos votos que su rival tradicional del MDC (Movement for Democratic Change), Morgan Tsvangirai. Pero el gobierno no anunció los resultados oficiales hasta un mes después de las elecciones y, por supuesto, habían sido alterados convirtiendo a Mugabe en incontestable vencedor.

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El opositor Morgan Tsvangirai dirigiéndose a los medios en 2013.

A partir de entonces Zimbabue vivió todavía más si cabe ligado a la figura de Mugabe y especialmente a la situación de su salud. En 2013, cuando se convocaron nuevas elecciones, Mugabe volvía a enfrentarse a Tsvangirai pero ya contaba con 89 años y más de tres décadas al frente del país. De nuevo, “Robert” volvió a vencer de manera “democráticamente” dudosa. Mientras, en la calle las protestas eran acalladas mediante el uso del arma del miedo y la represión. Zimbabue está desde hace años en guerra contra sus propios ciudadanos, una guerra silenciosa que registra el mayor número de actos de violencia de Estado de toda África.

PUNTO ¿Y FINAL?

En 2016, a sus 92 años, Mugabe no contento con haber retenido el poder durante 36 años, anunció su intención de presentarse a las próximas elecciones presidenciales de 2018 para cumplir su octavo mandato presidencial y gobernar así “hasta que Dios quiera”, como llegó a decir en una ocasión. Con esta declaración, Mugabe reforzaba su posición alejando cualquier sombra de duda entorno a la pugna interna en el partido en el poder, el ZANU-PF sobre la sucesión. Dos figuras se postulaban como “presidenciables” una vez Mugabe pasara a mejor vida: por un lado, la primera dama, Grace Mugabe, de 52 años, y el vicepresidente Emmerson Mnangagwa, de 74 años, apodado El Cocodrilo y veterano de la guerra de la independencia o Rhodesian Bush War.

En noviembre de 2017 el vicepresidente Emmerson Mnangagwa fue cesado de su puesto por decisión del propio Mugabe para así allanar el camino a Grace Mugabe. Esta situación se dio por las presiones de Grace Mugabe que presionó en este sentido tras concoerse la existencia de una amplia trama entre los estamentos del gobierno y del ZANU-PF para poner en marcha reformas tras la hipotética marcha de Mugabe. Esta trama estaba liderada por el exvicecepresidente Mnangagwa, que junto a otros dirigentes estaría diseñando la nueva hoja de ruta para el país. Así las cosas, Mnangagwa fue destituido por Mugabe. Entre aparentes amenazas de muerte, el que fuera número dos del Gobierno abandonó el país.

Frente a esta trama estaría una especie de lobby de poder denominado “G40” compuesto por los políticos y empresarios afines a Robert Mugabe, todo ello tutelado por la figura de Grace Mugabe. Este grupo de influyentes personalidades en la política del gobierno fue el primer objetivo del ejército cuando salió a las calles  en la noche del 15 al 16 de noviembre.

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Vehículos blindados de las Fuerzas Armadas toman las calles de Harare en la mañana del 16 de noviembre.

Con el ejército en las calles la situación en las primeras horas era tremendamente confusa ya que no se conocían sus intenciones, tan solo se veían vehículos blindados recorriendo las vacías calles de Harare. Robert Mugabe, por su parte, quedó bajo arresto domiciliario en su domicilio de Harare. Las Fuerzas Armadas, movilizadas en la capital del país tomaron el control de las principales instituciones, la sede de la televisión, así como el partido gubernamental Unión Africana Nacional de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF).

Pasadas las primeras horas de confusión, en una alocución televisada, las Fuerzas Armadas insistieron en que no se trataba de un golpe de estado. “Lo que las Fuerzas de Defensa de Zimbabue están haciendo es pacificar una situación política, social y económica que está degenerando en nuestro país, que si no es atajada podría desembocar en un conflicto violento”. Por este motivo no se decretó ley marcial alguna ni se cesó a Mugabe de sus capacidades oficiales ya que siguió con su actividad acudiendo a actos públicos esa misma semana.

Sin embargo, se empezaron a oír voces de que el partido del gobierno, el ZANU-PF iba a presentar en la  semana siguiente una moción de confianza contra su propio presidente. El momento del cambio en Zimbabue había llegado y todo apuntaba que la moción saldría adelante. Pero antes de que se celebrara, Zimbabue se vio sorprendido el martes 21 con un comunicado de Robert Mugabe donde presentaba su renuncia, poniendo así fin a 37 años en el cargo. La carta fue leída en el Parlamento:

«Yo, Robert Gabriel Mugabe, por la presente expongo formalmente mi resignación con efecto inmediato»

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Minutos después de la publicación de la carta de renuncia de Mugabe, su imagen hasta entonces presente en todos los espacios públicos como el de la imagen, era retirada.

 El recorrido como Presidente de Zimbabue de un hombre que pasó de héroe a villano por sus nefastas políticas, que desde hacía años se encontraba senil y enfermo, con sus capacidades mermadas, había llegado a su fin con una crisis política abierta con la destitución de Mnangagwa semanas antes.

Mugabe paga así el precio final de 37 años en el poder en los que será recordado por las matanzas contra Ndebeles en la década de 1980, por las invasiones a las granjas de la década de 1990, y por la represión contra sus rivales políticos del Movimiento para el Cambio Democrático en 2008.

Ahora el veterano de guerra y exvicepresidente Emmerson Mnangagwa toma el relevo de la dirección del ZANU-PF y por tanto de Zimbabue, cuya presidencia asumirá en plazo breve. Mnangagwa se dirigió así a los zimbabuenses horas después de conocerse la renuncia de Mugabe:

«Felicito al pueblo de Zimbabue por lograr este momento histórico, juntos garantizaremos el traspaso pacífico y la consolidación de nuestra democracia y daremos una posibilidad de iniciar una nueva vida y hacer arrancar el desarrollo de paz e integridad»

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Emerson Mnangagwa junto a Robert Mugabe en una de las fastuosas celebraciones de cumpleaños del ya expresamente de Zimbabue.

 A partir de ahora se abren no pocos interrogantes sobre el futuro del país ¿seguirá reteniendo el ZANU-PF otros 37 años? ¿se producirá una apertura democrática? ¿gestionará Mnangagwa el país mejor que su predecesor? ¿será continuísta o pactará con el MDC?

Mnangagwa, que cuenta con 75 años de edad, despierta temor a la par que respeto entre la población, especialmente entre veteranos y fuerzas armadas, los pilares del poder en la república africana que ahora mira al futuro con incertidumbre.

Luis Valer del Portillo

Noviembre 2017

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