¿Significan los recientes golpes de Estado en Malí, Chad, Guinea y Sudán que la democracia en África está fracasando? En los últimos años, el continente ha experimentado un deterioro generalizado en la calidad de casi todos los indicadores de gobernanza política y económica, lo que significa que a menudo se describe como un bastión del autoritarismo. Si bien hay focos de preocupación, de hecho está creciendo una cultura democrática sólida en muchas partes del continente.
El pasado 20 de noviembre el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, firmó una gira africana de cinco días en Kenia, Nigeria y Senegal haciendo un llamamiento a la “preservación de la democracia” en medio de una crisis que empeora en Etiopía y Sudán. Blinken se dirigió a los líderes gubernamentales y cívicos cuando alertó de la importancia de combatir lo que denominó “recesión democrática”, acelerada por la pandemia del COVID-19, en todo el mundo, pero en particular, en África Subsahariana.
Este mes el Presidente Joe Biden convocaba a líderes políticos, cívicos y del sector privado en una histórica Cumbre por la Democracia para “la renovación democrática global”. La lista de invitados, en la cual figuran 17 países africanos, demuestra una calculada maniobra geopolítica dirigida a dos importantes competidores estadounidenses: China y Rusia. No obstante, la Cumbre representa una oportunidad crucial para redefinir la narrativa de la democracia en África Subsahariana. ¿En qué estado se encuentran las democracias africanas y hacia dónde se dirigen?
DEMOCRATIZACIÓN SIN “CONDICIONES PREVIAS”
En 1990 el auge democrático trajo consigo una nueva ola de liberalización política y económica brindando una oportunidad para que espectros más amplios de la sociedad se beneficiaran de los valores democráticos y los derechos humanos. Este contexto llevó a un número creciente de elecciones en el continente, a menudo fracturadas y problemáticas. Si bien la mayoría de las sociedades democráticas tienden a ser más pacíficas, la democratización suele ser un proceso violento.
Por otro lado, países como Benín, Botswana, Ghana, Namibia, Mauricio, Senegal y Sudáfrica no solo se convirtieron en faros de derechos políticos y libertades civiles, sino que lo hicieron frente a los mayores obstáculos. El progreso ha sido notable. En 1989 dos tercios de los estados africanos “no eran libres”, en 2009 dos tercios se consideraban “libres” o “parcialmente libres”, según Freedom House. Lo relevante es que la mayoría de los países no disfrutaban de las “condiciones previas” para su democratización. Como pueden ser y, como confirmó el Presidente de Zambia Hakainde Hichilema en su intervención durante la Cumbre por la Democracia, “una identidad nacional que promueva el éxito económico y una infraestructura institucional que respete el estado de derecho”, además de una clase media que promueva la rendición de cuentas.
International IDEA «El Estado Global de la Democracia» (Índices (2019))
Hoy vivimos en un momento de retroceso en materia de democracia en todo el mundo. Por quinto año consecutivo, el número de países que se dirigen hacia el autoritarismo superó el número de países en fase de democratización, según un informe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA). Mientras Europa está convulsionada por el Brexit y el auge de los populistas de derecha y en Estados Unidos Donald Trump cuestiona la legitimidad de las elecciones y sus partidarios asaltaban el Capitolio, los Estados más democráticos de África han demostrado ser notablemente resistentes.
Las elecciones presidenciales en Liberia y Sierra Leona en 2017 transcurrieron de forma pacífica. La acción de protesta se canalizó a través de los tribunales, y el control gubernamental se entregó sin incidentes, lo que refleja una madurez democrática en países con pasados violentos recientes. Nigeria experimentó un traspaso pacífico a la oposición en 2015 por primera vez desde el advenimiento de la democracia en 1999. Ghana lo ha hecho en las últimas dos décadas. Botswana y Namibia se han consolidado como un sistema político “libre” con un firme respeto por las libertades civiles.
Mientras tanto, en Kenia en el 2017 y en Malawi en el 2019, el poder judicial se mantuvo firme contra los abusos de poder y la extradición ejecutiva, donde los resultados electorales fueron anulados debido a irregularidades. En la Cumbre, el Presidente de Malawi Lazarus Chakwera quiso destacar que era “el único país del mundo donde la democracia se ha fortalecido durante la pandemia”. Un poder judicial independiente también prevaleció en Sudáfrica, donde el expresidente Jacob Zuma se vio obligado a cumplir condena en prisión en 2021 por desacato al tribunal.
En Zambia los intentos del partido gobernante de subvertir la democracia fracasaron cuando los ciudadanos acudieron en masa a las urnas y eligieron un nuevo presidente. Por otra parte, con la introducción del voto biométrico en Chad y Níger, además de algunos otros países en el continente, y un mayor compromiso cívico hay razones para creer que manipular las elecciones se está volviendo más difícil. En Tanzania, la transición pacífica después de la muerte del presidente John Magufuli en marzo facilitó una agenda reformista.
Estos ejemplos sugieren que la trayectoria democrática de África no es tan sombría, pero tampoco lineal ni fluida. La democracia generalmente sigue al desarrollo. El comienzo temprano del continente significa que debe lograr ambos simultáneamente, lo cual es difícil sin un liderazgo de calidad. La democratización prematura del continente conduce a la inestabilidad, ya que no va acompañada de las instituciones necesarias para pasar de la personalización a la institucionalización. Es importante observar tanto la tendencia general como la variación notable país por país.
“RECESIÓN DEMOCRÁTICA”
En 2020, el Índice de Gobernanza Africana de la Fundación Mo Ibrahim informó de la primera disminución en la gobernanza promedio desde su creación en 2006. Freedom House también observó una disminución de la libertad en 22 estados africanos en 2020. Destacan algunas tendencias y desafíos: la propagación del autoritarismo de los “líderes de por vida”, las dictaduras digitales y los derechos humanos, la corrupción y represión y el auge de los “golpes constitucionales”.
Las puntuaciones representan el acceso de las personas a los derechos políticos y las libertades civiles en 2020, como se publicó en el informe de Freedom House de 2021 (Council of Foreign Relations).
En Zimbabue y Egipto las transiciones democráticas fueron un fracaso. El papel desmesurado de los militares en los asuntos políticos ha instalado regímenes aún más represivos. En África Meridional, los movimientos de liberación no han igualado sus promesas electorales. Además, las economías políticas de la mayoría de los países son poco competitivas, inestables y están dominadas por el faccionalismo.
Las tendencias autoritarias también son evidentes en los dominios físico y digital. En Uganda y Ruanda las figuras de la oposición son encarceladas rutinariamente, mientras que en Nigeria y Eswatini, prevalecen las medidas draconianas para frenar la disidencia a través de las prohibiciones de Facebook, Instagram, Twitter y Whatsapp. El continente africano lidera las agresiones a la libertad en la red, con bloqueos o restricciones de internet.
Es evidente que la tecnología se ha sumado a una dinámica política compleja. La democracia digital y la dictadura digital han surgido como dos caras de la misma moneda, con políticos y ciudadanos compitiendo por explotar la tecnología para promover sus agendas. El Primer Ministro Pravind Jugnauth de Mauricio destacó en la Cumbre como “la desinformación, la invasión de la privacidad y el cibercrimen” contribuyen a la “gradual erosión del espacio democrático”. Esta tensión influirá en la cohesión social si los países adoptan sistemas abiertos y transparentes o toman la ruta estatal represiva y de vigilancia.
Lo más preocupante seguramente sea la tendencia de los “golpes constitucionales” y el «tercer termismo» que hace que los políticos manipulen la ley para permanecer en el poder, como ha sucedido en Zimbabwe, Guinea Ecuatorial, Camerún, Uganda o República Democrática del Congo, y más recientemente, en Guinea y Costa de Marfil. Vinculado a esto está el crecimiento de la democracia dinástica en Mauricio y Gabón, donde las transiciones políticas se gestionan en favor de los miembros de la familia.
Este año ha habido más golpes de estado en África subsahariana que en cualquier otro momento durante las últimas dos décadas (Mali en agosto de 2020, Chad en abril de 2021, Mali nuevamente en mayo de 2021, Guinea en septiembre y Sudán el mes pasado). Han reavivado recuerdos del gobierno del «hombre fuerte» y la inestabilidad crónica. Si bien estos están muy lejos de los 25 golpes exitosos que hubo en la década de los 70, los observadores opinan que las condiciones son las idóneas para que tengan lugar más tomas de poder militares.
La pandemia de COVID-19 ha magnificado los problemas de gobernanza. A principios de 2021, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió que «utilizando la pandemia como pretexto, las autoridades de algunos países han desplegado respuestas de seguridad con mano dura y medidas de emergencia para aplastar la disidencia, criminalizar las libertades básicas, silenciar los informes independientes y restringir las actividades». En medio del creciente nacionalismo, el aislacionismo y el autoritarismo, en todo el mundo, y no solo en África, la confianza en los gobiernos democráticos está cayendo, y los sistemas alternativos están atrayendo la atención. En particular el Beijing Consensus y el modelo de crecimiento económico de China.
“DECEPCIÓN DEMOCRÁTICA”
En este contexto pandémico, África Subsahariana se enfrenta a un gran desajuste de valores. Un informe del Afro Barómetro de 2019 encontró, tras completar 48.084 entrevistas cara a cara en 34 países, que grandes mayorías de africanos continúan apoyando la democracia y rechazando alternativas autoritarias (siete de cada diez o el 69%). Una pequeña mayoría del 52% opina que su país es una “democracia plena” y el 60% que la corrupción está creciendo.
El Primer Ministro británico Winston Churchill advirtió que “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”. La generación de jóvenes africanos quiere una gobernanza mejor y más responsable e insiste en la democracia y el desarrollo simultáneamente, en lugar de uno u otro. Sin embargo, la realidad política es que existe una brecha de “decepción democrática”. Esto se ve en la ola de protestas dirigidas por jóvenes contra el gobierno como, #fixthecountry en Ghana y #FreeSenegal en Senegal y #endSARS, denominada la «Primavera Árabe» de Nigeria. A menos que se resuelva la desconexión entre la juventud frustrada y sus líderes, es inevitable un curso de colisión.
Un manifestante sostiene una pancarta para protestar contra los abusos del Escuadrón Especial Antirrobo (SARS) en la plaza de peaje de Lekki en Lagos, Nigeria, el 12 de octubre. (Foreign Policy)
La cuestión apremiante no es tan solo el sistema de gobernanza, sino también la calidad del liderazgo. Los vacíos de liderazgo y cambios de régimen crean un terreno fértil para las tendencias antidemocráticas. Se necesitan líderes más jóvenes, receptivos e inclusivos. El mensaje de la juventud africana es claro: el status quo simplemente no es lo suficientemente bueno.
LA CUMBRE POR LA DEMOCRACIA Y SUS INVITADOS AFRICANOS
“Democracy doesn’t happen by accident. We have to defend it, fight for it, strengthen it, renew it”.
President Joseph R. Biden, Jr.
En sus intervenciones, los líderes africanos dieron la bienvenida a la iniciativa del Presidente Biden y reafirmaron su compromiso con la defensa y el fortalecimiento de la democracia en todo el mundo. La trayectoria democrática en África Subsahariana muestra que “se han logrado avances innegables en el desarrollo humano y económico”, como expresó el Presidente de Kenia Uhuru Kenyatta en la Cumbre. Por otro lado, preocupa el “deterioro en materia de seguridad, estado de derecho, participación democrática y derechos humanos”.
La Cumbre por la Democracia tuvo lugar de manera virtual este mes, pero está prevista una segunda cumbre, en persona, para el próximo año. Los tres objetivos establecidos incluían la defensa contra el autoritarismo, la lucha contra la corrupción y la promoción de los derechos humanos. Los 17 invitados africanos tienen la oportunidad de avanzar sus intereses, individuales y colectivos en estas cuestiones. Por otro lado, debemos ser realistas y pacientes al abordar la cuestión de cómo sería la democracia en relación con la Cumbre en medio de crecientes tensiones geopolíticas.
El éxito de la Cumbre se puede medir por al menos dos métricas: (1) el compromiso en abordar las necesidades socioeconómicas urgentes en gobernanza y seguridad. En especial, en la región del Sahel, donde los desafíos de gobernanza existencial que enfrentan países como Burkina Faso, Níger y Mali se ven agravados por el extremismo violento, el flujo de armas desde una Libia inestable y la ausencia de servicios públicos en aldeas remotas. (2) Los esfuerzos en fortalecer los facilitadores económicos estructurales de la democracia en el bienestar, empleo, educación e infraestructura de los países. A nivel nacional la democracia se sustenta en la prosperidad material de los ciudadanos en términos de buenos empleos, aumento de los ingresos y bienestar general. Además, en el contexto actual, la recuperación económica se ve agravada por la falta de vacunación en el continente, que no llegan ni al 8% de la población con pauta completa.
Lo más importante es reconocer que este éxito dependerá de una serie de acciones entre una variedad de actores. Para combatir el declive de la democracia los actores locales, los estados socios influyentes y los organismos mundiales deberán trabajar juntos para: promulgar reformas electorales, apoyar a los poderes judiciales independientes, sancionar a los funcionarios corruptos, establecer sistemas transparentes y elaborar respuestas sólidas ante la pandemia. Reforzar la democracia es un trabajo lento, pero necesario para contrarrestar los desafíos de seguridad de la región y dar voz a su enorme población juvenil.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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