El presente artículo tiene como objetivo analizar de manera breve las principales fuentes de financiación de los grupos yihadistas en el Sahel y África Occidental, siendo éstas principalmente la involucración en los tráficos ilícitos, los secuestros, el robo y comercio de ganado, la explotación de minas artesanales y el cobro del zakat.
Introducción
El Sahel y África Occidental se han convertido en un punto débil de la seguridad internacional. La falta de autoridades efectivas y legitimadas, la pobreza generalizada, las nulas oportunidades de prosperar económicamente, el papel de escenario menor a nivel internacional (no por ello sin influencia de varias potencias externas), la porosidad de las fronteras, la situación estratégica como nexo de unión entre el Magreb, el África Subsahariana, América del Sur y Oriente Próximo, así como unas estructuras sociales transfronterizas donde tiene más valor los lazos étnicos o tribales más que la identidad nacional, han hecho de esta área del mundo un lugar idóneo para el aumento de los tráficos ilícitos, principalmente de drogas, donde los yihadistas y el crimen organizado son los grandes beneficiados.
Los grupos yihadistas, principalmente las filiales locales de Al Qaeda y Daesh (JNIM en caso de Al Qaeda e ISWAP y EIGS en caso de Daesh), han conformado una red de actividades económicas paralela a los estados bastante lucrativa que explicaría su capacidad de expansión, captación y aceptación por parte de unas sociedades que quizás no acepten de manera unánime sus postulados religiosos más extremistas pero que ven en los grupos insurgentes una alternativa económica, un poder político efectivo y una opción de supervivencia en un área extremadamente pobre y hostil donde convergen la violencia insurgente, la interétnica y los abusos de las fuerzas estatales.
Además, los grupos yihadistas llevan décadas estableciendo alianzas con tribus locales e integrados progresivamente en sus estructuras sociales, con lo que han logrado expandir sus redes clientelares, controlar rutas comerciales y no ser considerados un elemento políticamente externo. Además, los grupos yihadistas han instrumentalizado intereses étnicos como propios ganando legitimidad entre determinadas tribus que se sienten agravadas por las autoridades estatales, lo cual ha intensificado los conflictos de carácter étnico y reforzado una base social. Un ejemplo de ello puede ser su alineamiento con tribus y clanes tuareg y fulanis (dos etnias distribuidas por varios estados del Sahel de carácter transfronterizas, de tradiciones nómadas y sin Estado propio).
A continuación, analizaremos las fuentes de ingresos de los yihadistas.
LOS TRÁFICOS ILÍCITOS
No es casual que el yihadismo este logrando una rápida expansión en África a la vez que las rutas africanas en el tráfico de drogas cada vez obtengan más importancia a nivel internacional. Ello es un indicativo de que el tráfico de drogas y la expansión del yihadismo cooperan y se necesitan mutuamente para sus objetivos que no por ello son los mismos.
Entre los tráficos ilícitos que mayores beneficios repercuten para los yihadistas está el tráfico de cocaína, aunque también hay comercio de hachís, heroína, anfetaminas o tabaco, pero en menor medida y menor en ganancias.
La cocaína proviene de América del Sur la cual llegaría a puertos africanos (Nigeria, Costa de Marfil, Guinea Bissau, Togo o Benín), para ser transportadas a través de rutas transaharianas hacia países del norte de África como son Libia, Egipto, Marruecos o Argelia, desde donde sería introducida en Europa. También, en Oriente Próximo está creciendo la demanda de cocaína por lo que esto intensifica la importancia de la ruta africana para abastecer a este mercado. El Sahel juega un rol crucial.
Los yihadistas se benefician de estos tránsitos prestando servicios de seguridad y realizando cobro de peajes a los traficantes en las amplias áreas que controlan asegurando estos el destino de su carga. Además, la expansión del yihadismo por áreas rurales, el conocimiento de las rutas transaharianas y el control de las escasas vías de comunicación, hacen de esta relación casi una obligación.
Precisamente el aumento de la presión y expansión de los yihadistas hacia el Golfo de Guinea buscaría, entre otros motivos, un mayor protagonismo en el tránsito de la cocaína proveniente de Latinoamérica.
Si los criminales no recurren a los yihadistas como garantes de las cargas que transportan, recurren al soborno de las autoridades locales, donde la corrupción está generalizada pero su control de las vías de comunicación en determinadas áreas es nulo.
La involucración de los yihadistas en los tráficos ilícitos de carácter transnacional hace difícil delimitar qué actividades tienen una finalidad como insurgencia y cuáles son actividades puramente delictivas, lo que les termina convirtiendo en una amenaza híbrida.
Esto hace muy compleja la lucha contra los grupos armados en la zona, que de manera generalizada actúan como insurgencias delincuenciales. Es decir, están más orientadas a controlar las áreas rurales y vías de comunicación para mantener la viabilidad de sus negocios, como son los tráficos ilícitos, que a tomar el control de los centros administrativos y gobernar.
También esta estrategia obedece a objetivos políticos y militares, como es asediar a los núcleos urbanos, presionar a sus habitantes y desgastar progresivamente a las autoridades a negociar. Pero con ello buscan contener a las fuerzas del orden en tareas defensivas en grandes núcleos urbanos y poder controlar las rutas de comunicación de manera más efectiva.
Respecto a las armas, su comercio es mucho menor en volumen y cantidad que el tráfico de drogas. La mayoría de las armas de los grupos yihadistas provienen de las propias fuerzas de seguridad a las que les son arrebatadas en sus acciones.

Armas de origen yugoslavo identificadas por Amnistía Internacional en el Sahel. Fuente: Amnistía Internacional.
Además, muchas de las armas que transitan en África provienen de conflictos endémicos en la zona. La guerra civil en Libia, donde los arsenales de Gadafi fueron expoliados, intensificó exponencialmente la insurgencia yihadista en el Sahel. Libia continúa siendo un puerto muy importante de armas en África, desde donde son distribuidas por el crimen organizado a escenarios de inestabilidad y potenciales clientes.
En la actualidad, se teme que el importante conflicto en Sudán pueda provocar un caso similar al libio desde donde se expanda aún más inestabilidad y el yihadismo pueda adquirir más armamento.
Los yihadistas trafican con armas en el sentido de que muchas de las armas que capturan son vendidas a delincuentes comunes, lo cual intensifica la inseguridad en la zona. Muchas otras son vendidas a civiles. Con ello se busca desgastar a los Estados y su autoridad creando un continuo escenario de anarquía e inseguridad, así como se alienta a conflictos tribales y disputas por el control de la tierra, mientras que se ofrecen como pacificadores y mediadores en las disputas.
Respecto al tráfico de personas, es una causa y efecto del propio fenómeno yihadista y la inseguridad que protagonizan. Son millones de personas las que han sido desplazadas en estas áreas de África, de las que muchas se aventuran a emigrar hacia Europa con la esperanza de lograr un futuro mejor.
Al igual que en el caso de tráfico de drogas, los yihadistas permiten el paso de los traficantes de personas por las áreas que controlan recibiendo el pago de un peaje por permitir el tránsito por las áreas que controlan.
Sabiendo que el destino de estas personas es Europa, también pretenden lograr un desgaste a medio y largo plazo de la Unión Europea donde la gestión de los flujos migratorios es una de las cuestiones que menos consenso generan en el seno de la organización europea. También, con ellas se puede lograr la infiltración de simpatizantes en Europa y que puedan ayudar a la causa yihadista en un futuro.
En la actualidad, África se ha convertido un punto negro para los tráficos ilícitos. Aunque desde la perspectiva y la legalidad internacional son actividades ilegales. Estos cuentan con una gran aceptación en la población local que tradicionalmente se ha dedicado al comercio.
Alrededor de los tráficos ilícitos se ha organizado toda una red clientelar y una economía paralela que vive de ellos. No sólo por una participación directa en estas actividades sino como puntos de avituallamiento y logísticos en estas rutas comerciales. Esto también explica la permisividad o tolerancia de los Estados a los tráficos ilícitos, a sabiendas que son un importante “motor” de la maltrecha economía local.
LOS SECUESTROS
El secuestro de civiles occidentales ha sido una de las principales fuentes de ingresos históricamente de los yihadistas en el norte de África y el Sahel (en el momento de escribir este artículo aún quedaban cinco occidentales en manos de yihadistas). Por la liberación de occidentales los yihadistas cobran millones de dólares lo cual supone importantes ingresos para las organizaciones terroristas.
Pero esta actividad no sólo afecta a extranjeros, la población local sufre estos cautiverios forzosos de manera continua en las que muchas de las víctimas son esclavizadas hasta recibir el pago de un rescate por su libertad. Los secuestros son acompañados de continuo hostigamiento a la población civil con amenazas y coacciones. Tanto grupos yihadistas como delincuentes comunes llevan a cabo esta actividad criminal, siendo una acción muy extendida a largo de todo el Sahel, destacando Nigeria y las orillas del lago Chad.
En el caso de las mujeres, estas son víctimas de la esclavitud sexual, así como forzadas a contraer matrimonios con combatientes para ser embarazadas. La victimización de las mujeres puede multiplicarse en caso de su liberación, ya que pueden ser repudiadas por sus comunidades originarias e incluso por sus propios familiares si han sido víctimas de violaciones o se encuentran embarazadas de sus captores.
En los secuestros es una de las actividades donde la delincuencia transfronteriza o local coopera con los yihadistas. Muchos de los secuestros son realizados por delincuentes comunes que, si no logran sus objetivos de un beneficio económico rápido, pueden negociar transferir a las víctimas a grupos yihadistas a cambio de dinero, drogas o armas. Estos canjes se han producido en el caso de secuestros de extranjeros o comunidades cristianas (principalmente en Nigeria).
Con la transferencia de secuestrados, los delincuentes evitan una excesiva presión de las fuerzas de seguridad y los yihadistas ganan en propaganda, amplían su capacidad de aterrorizar a la población civil, ganan notoriedad como actores políticos, negocian cuantiosos rescates y pueden lograr concesiones de las autoridades locales (como puede ser la liberación de yihadistas encarcelados).
Además del secuestro de civiles, los grupos terroristas procuran en sus acciones armadas capturar a miembros destacados de la comunidad civil y militares. Son decenas los militares capturados por los grupos yihadistas con los que se negocian rescates e intercambio de prisioneros.
LA MINERÍA ARTESANAL
La minería artesanal es otra de las actividades donde el yihadismo está involucrado. El Sahel es rico en diferentes minerales, donde destacaría Burkina Faso por sus importantes yacimientos de oro.
Muchas de las explotaciones mineras en África son gestionadas por empresas extranjeras (con especial protagonismo de empresas canadienses, australianas, chinas o rusas), a las que muchos líderes locales acusan de sobreexplotar y dejar pocos beneficios a la población local, además de privarle de zonas de cultivo o pastos para el ganado y ocasionar un importante daño medioambiental.
Esta acusación es instrumentalizada por los yihadistas que acusan a los gobiernos locales de corrupción en las concesiones de licencias de explotación minera, empobrecer a la población local y privarla de los beneficios que se obtiene de la minería. Por ello promueven las explotaciones mineras clandestinas de tipo artesanal, las cuales no tienen ninguna garantía laboral, no son controladas fiscalmente por los gobiernos y en ellas esclavizan a personas, entre ellas niños.
Muchos mineros locales se alinean con los yihadistas ya que el gobierno persigue sus pequeñas explotaciones. En cambio, los yihadistas les ofrecen protección y acceso a los comerciantes de minerales para vender sus productos.
En el caso de las minas artesanales de oro que controlan los yihadistas en Burkina Faso, el oro obtenido es vendido al crimen organizado que los termina “blanqueando” y poniéndolos en venta en los mercados de Oriente Próximo y Asia, principalmente. Los beneficios económicos de estas actividades para los yihadistas no son excesivos, pero si ganan aceptación entre la comunidad minera local.
El interés de los yihadistas en Burkina Faso es muy variado, pero no debe pasar desapercibido que es el país donde más rápidamente crece el terrorismo a nivel global y que es considerado el quinto país africano en yacimientos de oro en su territorio.
LA RELACIÓN DE LOS YIHADISTAS Y EL GANADO
La economía en las áreas que estamos analizando está caracterizada por su debilidad y ser economía de subsistencia donde la ganadería y la agricultura son la base de la vida para las poblaciones locales.
El crecimiento exponencial de la población, así como el cambio climático, está provocando una disminución drástica de las tierras fértiles, dando lugar a una intensificación de los históricos conflictos entre agricultores y ganaderos por el control y explotación de la tierra.
En este sentido los yihadistas se han alineado con los pastores (muchos de ellos de etnia fulanis o peul), defendiendo sus intereses por lo que ha aumentado la violencia contra las poblaciones agrícolas y clanes no afines. Esto ha intensificado las luchas étnicas en unos estados donde la justicia es totalmente ausente, provocando cientos de víctimas, miles de desplazados y continuos episodios de venganza.
Los estados tampoco han sabido gestionar las luchas étnicas excediéndose en muchas ocasiones en el uso de la fuerza dando lugar a un aumento del rechazo a su presencia entre determinadas tribus y aumentando los sentimientos de agravios.
Con este alineamiento de intereses los yihadistas obtienen respaldo social, reclutan combatientes, logran apoyo en sus acciones, se les facilita movilidad y refugio. Así como obtienen un sustento alimentario para sus combatientes al participar directamente en el mantenimiento y cuidado del ganado. Es importante indicar que los pastores en estas áreas son trashumantes con una alta movilidad transfronteriza por lo que el refugio que puede lograr los yihadistas traspasa fronteras muy porosas complicando las respuestas de las fuerzas estatales (razón por la cual la cooperación entre las fuerzas estatales es tan importante estas áreas).
La anterior mención a la expansión del yihadismo hacia los países del Golfo de Guinea también puede tener relación con la explotación ganadera, ya que cada vez es más habitual la búsqueda de nuevos pastos por los pastores nómadas en países como Togo y Benín. Esta presencia es rechazada por las comunidades locales, por lo cual los yihadistas comienzan sus campañas de hostigamiento hacia ellas y contra las fuerzas de seguridad que pretenden controlar sus propias fronteras y territorios.
Los yihadistas también recurren habitualmente al robo de ganado hacia los clanes que no se doblegan a sus intereses. En estos robos de ganado son habituales la matanza de civiles, el saqueo de las poblaciones y son consideradas operaciones de castigo. Con el robo de ganado aumentan los rebaños de los clanes y familias afines, pero también muchas reses son comercializadas y vendidas.
El comercio de ganado robado afecta directamente a otros pastores ya que los yihadistas venden las reses muy por debajo del precio normal. El robo de ganado se ha convertido en unos de los negocios más estables y rentables para los yihadistas aumentando estas acciones exponencialmente desde 2021, teniendo un fuerte impacto en Malí, donde la explotación ganadera es una forma de vida, así como una de sus principales fuentes de riqueza y exportación.
EL PAGO DEL ZAKAT
El zakat es el tercero de los cinco pilares fundamentales del islam. Este aboga por ejercer la limosna o la caridad hacia los más desfavorecidos o para el bien de la comunidad. La proporción que se debe destinar a esta obra se situaría al 2,5% del patrimonio del creyente.
Sin embargo, para los yihadista y de manera practica el zakat es el cobro de impuestos y los diferentes grupos yihadistas se esfuerzan en cobrarlo a la población que está bajo su control. Con esta recaudación se pagan a combatientes, se compran productos, adquieren armamento, pero también prestan servicios a la comunidad. Con el zakat se construyen mezquitas o madrasas (fundamentales para propagar su visión radical del islam y hacer apología de su causa), se ejerce justicia o se hacen donaciones de alimentos para los más desfavorecido.
Los yihadistas procuran ganarse el favor de la comunidad donde ejerzan el control prestando servicios básicos que aunque son precarios, es más que los servicios que ofrecen los gobiernos. Estableciendo los yihadistas, en definitiva, un Estado paralelo que deslegitima a las autoridades gubernamentales, a sus posibles aliados exteriores y a las organizaciones internacionales presentes en el terreno que le prestan apoyo.
CONCLUSIONES
Actualmente, el yihadismo en el Sahel y África Occidental se ha convertido en un fenómeno muy complejo, difícil de combatir y que se encuentra en plena expansión, con especial interés en los países del Golfo de Guinea. Tan solo Malí y Burkina Faso ya ocupan las primeras posiciones de países golpeados por el terrorismo a nivel global.
La involucración de los grupos terroristas en actividades tan diversas, de amplio arraigo en la población, su expansión territorial y de carácter transnacional complica una respuesta eficaz de unos países muy débiles institucionalmente y donde las potencias internacionales también ejercen su influencia, siendo un escenario más de la lucha por la hegemonía geopolítica que se está produciendo.
El pragmatismo del yihadismo, su integración en las comunidades locales, el desprestigio de los gobiernos locales y su alternativa como poder, lo consolidan en África.
Además, las intervenciones de Occidente tampoco han obtenido los resultados esperados ni han logrado detener la expansión de los grupos terroristas. Las soluciones que se han aplicado no han tenido la aceptación ni los resultados esperados, siendo su papel cada vez más rechazado por gobiernos locales y una población fácilmente manipulable.
Cada vez es más frecuente en foros regionales e internacionales el uso del eslogan de “Soluciones africanas para los problemas africanos”, pero lo cierto es que muy poco se concreta en qué consistirán estas soluciones, sólo trascendiendo de este lema que los Estados africanos deben ser más protagonistas en el rumbo que debe tomar el continente, aunque cada vez sea mayor y diversa la presencia exterior.
A corto y medio plazo no existe una previsión de que el yihadismo sea contenido, por lo tanto, África seguirá siendo un riesgo para la seguridad global y sus problemas una amenaza para unas sociedades agotadas y desesperadas por un futuro mejor.
Si bien se mencionan las empresas que explotan gente, no se hace historia en el sentido de que siempre han sido explotados, un día por los extranjeros, otro día por ellos mismos,
Eres un máquina Paz,muy buen artículo.
Me ha gustado mucho el análisis pormenorizado de la financiación yihadista. Tenme presente para las futuras publicaciones.
Interesante el artículo. Me llama mucho la atención estas nuevas rutas del narcotráfico hacia Europa.