Con la Guyana Francesa, Francia es el único país europeo que ha mantenido presencia continental en Latinoamérica hasta el día de hoy. Sin embargo, París no tiene estrategía para la región. El desinterés francés por América Latina nos invita a reflexionar sobre una potencial estrategia gala que queda por construir.
UNA HERENCIA CULTURAL PLURISECULAR
Junto a la Revolución estadounidense, pocos acontecimientos tuvieron una influencia tan decisiva como la Revolución francesa para fomentar las constituciones de las jóvenes repúblicas latinoamericanas recién emancipadas de la dominación española en los años 1810 – 1820. Del guatemalteco Miguel Ángel Asturias al peruano Mario Vargas Llosa, todos los Premios Nobel de Literatura latinoamericanos tuvieron una fuerte relación con París. En los años 70 y 80, la capital francesa fue el refugio de numerosos intelectuales argentinos o chilenos que huían de sus países por culpa de las dictaduras militares de Pinochet o Videla. París fue también un paso obligatorio para el compositor brasileño Heitor Villa-Lobos o el pianista argentino Daniel Barenboim. Del otro lado del Atlántico, pensadores del calado del historiador Fernand Braudel o del etnólogo Claude Lévi-Strauss difundieron la cultura francesa en el Brasil de los años 30, dando clases en la recién fundada Universidad de São Paulo.
Hoy en día, el turista latinoamericano de visita en París puede rendir homenaje a la estatua de Simón Bolívar u honrar la memoria de Francisco de Miranda, único militar latinoamericano homenajeado en el Arco de Triunfo. Si bien no faltan las evocaciones de Latinoamérica, esa relación cultural no tiene equivalente en el ámbito político cómo bien lo ilustra la triunfal vuelta sudamericana de Charles de Gaulle, fundador y primer presidente de la V República francesa.
LA VOLATILIDAD DE LAS RELACIONES FRANCIA-AMÉRICA LATINA BAJO LA V REPÚBLICA
Las relaciones franco-latinoamericanas se caracterizan por su gran discontinuidad histórica. Si bien América Latina no es una prioridad de la nueva política exterior francesa bajo el paradigma gaulliano de la grandeur, el viaje del general de Gaulle en la región (1964) y los mandatos de los presidentes socialistas François Mitterrand (1981 – 1995) y François Hollande (2012 – 2017) son momentos claves de la diplomacia francesa en el subcontinente.
Charles de Gaulle goza de un enorme prestigio cuando empieza su viaje presidencial en Caracas un día de septiembre de 1964. El héroe de la Francia Libre acude a Venezuela con un mensaje político muy claro que será repetido en todos los países visitados. Francia está de vuelta en el mundo después del derrumbe de la Segunda Guerra Mundial y de la agonía de la IV República. En el marco de la Guerra Fría, de Gaulle se opone a la hegemonía estadounidense y soviética en el mundo. Sus discursos reafirman la independencia de las naciones y la libre determinación de los pueblos. Francia, que no contaba con pasado imperial con la región, aprovecha la ocasión para presentarse como el campeón de la “latinidad”. América Latina y Francia comparten el uso de idiomas romances, más allá de una herencia católica común. Si bien la oposición a la Norteamérica anglosajona-protestante es nítida, cabe recordar que Francia es el divulgador del concepto de “América Latina”, un espacio geográfico que, no obstante, es mucho más “hispánico”, “ibero-americano” e “amerindio”.
A pesar de la clara restauración del prestigio diplomático francés, la vuelta de de Gaulle a Sudamérica no permitió el advenimiento de una “tercera vía” distinta a las de Estados Unidos y de la URSS. Países como Venezuela, Colombia o Brasil estrecharon sus lazos con su gran vecino del norte, mientras Francia se dedicó a la construcción europea en los años 1970.
Con motivo de la Cumbre Norte-Sur de Cancún en 1981, François Mitterrand reanuda esta idea con la dimensión tercermundista de su predecesor. Por famoso que sea, su discurso en México no tuvo efectos prácticos. Por otro lado, la reinversión latino-americana por parte de España y Portugal a mediados de los años 1980 junto a las dificultades de la economía francesa en aquel tiempo supuso un retroceso de la influencia de París en América Latina. Por último, Mitterrand recuerda la orientación atlantista de Francia cuando apoya a Margaret Thatcher en la Guerra de las Malvinas.
Fue finalmente François Hollande el que más desarrolló las relaciones económicas con la región. Francia quisó también acompañar las evoluciones políticas del subcontinente al apoyar el deshielo de las relaciones cubano-americanas y las negociaciones de paz en Colombia con las FARC en 2015-2016. En 2022, América Latina ya no es una prioridad estratégica para Emmanuel Macron.
LOS DESAFÍOS DEL SIGLO XXI EN AMÉRICA LATINA
La oposición firme de Francia al acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur en reacción a los incendios y la deforestación que azotan la selva amazónica en Brasil desde 2019 ilustra lo difícil que es coordinarse internacionalmente para proteger el medioambiente entre países desarrollados y emergentes. Sin embargo, países como Chile o Colombia se han comprometido en alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. Por su parte, Costa Rica y Francia expresaron su intención de organizar conjuntamente la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos en 2025. Potencia agrícola y ecológica, América Latina es capaz de influir en el desarrollo de las biotecnologías, posicionándose cómo una región clave en la lucha contra el cambio climático.
A veces presentada como “granja del mundo”, América Latina ofrece también muchas oportunidades económicas. Tradicionalmente exportadora de materias primas o agrícolas pero también de tierras raras con el litio argentino, boliviano y chileno, América Latina tiene una enorme necesidad de infraestructuras viarias, ferroviarias y portuarias para dinamizar su economía a nível internacional.
Muy comprometida en el multilateralismo, América Latina sabe por fin hablar, en este sentido, con una voz en el escenario internacional como demuestra su condenación casi unánime de la invasión rusa en Ucrania en febrero pasado a pesar de sus diferencias ideológicas. Aún si queda por definir, el subcontinente se esforzará por trazar su propio camino, diversificando sus alianzas internacionales, para no ser un punto de discrepancia dentro de la rivalidad mundial sino-americana.
Por último, la pandemia de Covid-19 agudizó aún más las desigualdades en toda la región. En consecuencia, América Latina deberá invertir en educación, investigación y desarrollo para no quedarse a la zaga de las futuras grandes revoluciones tecnológicas.
ELEMENTOS PARA UNA ESTRATEGIA FRANCESA EN LA REGIÓN
Dentro del contexto actual, existe espacio para que las relaciones franco-euro-latino-latinoamericanas sean mutuamente beneficiosas. Francia no es “indispensable” en la región, pero puede contribuir en el fomento de un mundo multipolar basado en el respeto del derecho internacional y del multilateralismo como atestigua el compromiso franco-mexicano dentro de la “Alianza por el Multilateralismo”. A nível europeo, la futura presidencia española del Consejo de la UE puede aprovechar las cumbres Unión Europa-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños para profundizar una visión euro-latinoamericana del mundo.
En el plano económico, Francia puede acompañar la recuperación de América Latina. París tendrá que apostar por un modelo de desarrollo sostenible e inclusivo para que las economías regionales salgan de la trampa de la reprimarización y del extractivismo. Si bien tendrá que competir con sus socios alemanes, holandeses y españoles, Francia dispone por ejemplo de empresas de vanguardia en los sectores de las energías renovables, de los transportes, de la gestión del agua y de los residuos, abriendo el camino a numerosas y fructíferas cooperaciones franco-euro-latinoamericanas. Primera potencia turística mundial y potencia espacial, Francia puede jugar en todas las facetas de su economía para responder a las necesidades de la emergencia latinoamericana. En estos ámbitos, como en muchos otros, Brasil y México seguirán siendo sus dos principales socios bilaterales.
Francia debe por fin aprovechar su herencia cultural para influir en América Latina. Con sus Alianzas y liceos franceses, y sus menos conocidos centros de investigación en México (Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos), Lima (Instituto Francés de Estudios Andinos) o Montevideo (Institut Pasteur), París dispone de sólidos vectores de influencia. Este dispositivo cultural no está exento de recortes regulares y debe enfrentar la atractividad del modelo anglosajón. Sin embargo, Francia mantiene una cooperación universitaria dinámica con los países latinoamericanos. Promotora de la diversidad cultural, deberá cuidar esta singularidad para defender su voz en un campo de los estudios universitarios cada vez más dominado por el idioma inglés.
Múltiples, los ejes de cooperación franco-latinoamericanos no prosperarán sin una fuerte voluntad política. Al respecto, la ausencia de visita bilateral oficial en Latinoamérica por parte de Emmanuel Macron desde su elección en 2017 es llamativa. Dedicándose a otros asuntos internacionales, especialmente europeos, africanos e indo-pacíficos, el presidente francés no es conocido por su interés intelectual hacia América Latina. Francia sigue careciendo de un gran discurso, comparable a el de Uagadugú para África, que fijaría el rumbo de su actuación en el subcontinente.
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Históricamente marginada en la lectura francesa de la política y de la actualidad internacionales, la emergencia de América Latina, incluso provisionalmente frustrada a la vuelta de los años 2010 – 2020, llevará a Francia a incluir el subcontinente en su reflexión estratégica. En un mundo cada vez más incierto, América Latina, que no tiene pretensiones hegemónicas capaces de afectar al orden internacional, aparece como un oasis de estabilidad. ¿Ha llegado el momento de Francia en Latinoamérica?
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