El colonialismo en África siempre nos ha regalado disputas entre países que dejan en herencia fronteras tan curiosas como la de Gambia. Este pequeño país esclavo de su propia geografía ha tenido que subsistir cómo buenamente ha podido gracias a una política económica de autarquía impuesta durante años por un excéntrico dictador.
Ubicada en el extremo occidental de África y rodeada completamente por Senegal, se encuentra localizado Gambia, el país más pequeño de toda África. Con poco más de 2 millones de habitantes, el país de herencia colonial británica ha cabalgado entre la democracia y la dictadura desde su independencia en 1960, lo que le ha conducido a tener altos índices de corrupción y depender fuertemente de la ayuda exterior. El bajo gasto en educación, sanidad y servicios públicos infundado en los años de una cruenta dictadura entre 1994 y 2017, han convertido a este país de mayoría de población musulmana a ser uno de los países más pobres de todo el mundo, que hoy en día intenta progresar con un nuevo gobierno que abre la puerta a la esperanza.
LA CURIOSA HISTORIA DE SU FORMA Y EL CAMINO A LA INDEPENDENCIA
La historia moderna de Gambia empieza a cobrar sentido en los siglos XVII y XVIII, cuando Inglaterra y Francia lucharon entre sí por la supremacía en la región de Senegal y del río Gambia. Décadas más tarde, el Tratado de Versalles (1783) acabó por otorgar al Reino Unido la posesión del Río Gambia y la posesión del territorio de Senegal a Francia.
Si observamos la forma del país, podemos ver cómo es un tanto extraña y llamativa. La información sobre la antigua delimitación de la frontera es escasa, únicamente se sabe que la frontera se definió utilizando mediciones por parte de una comisión franco-británica de límites, que estableció 22 km al norte y al sur del Río Gambia para instaurar el territorio británico. Este territorio, que hoy en día es la actual forma de Gambia, tiene otra historia de dudosa credibilidad.
La leyenda que cuenta la gente local y los escritos de la zona es que esta curiosa forma del país se debe a que la frontera de Gambia fue fijada a cañonazos. Al parecer en 1889, un barco de la armada británica se internó por el río Gambia disparando sus cañones. Dónde llegaban las balas de cañón se marcaba la frontera del país con Senegal, cuando el barco no pudo remontar más tramo del río, se cerró la frontera, dejando su actual forma.
Allá por 1651, mucho antes de que ingleses y franceses se disputaran el territorio de Gambia, este país vivió una curiosa anécdota, la de ser la única colonia de ultramar que tuvo Letonia, más concretamente del Ducado de Curlandia (de mayoría de población letona), que también estableció una colonia en el actual país caribeño de Trinidad y Tobago.
Después de que los británicos se instalaran en Gambia, el lugar se convirtió en uno de los centros neurálgicos del comercio de esclavos en la época, alrededor de 3 millones de esclavos fueron enviados desde esta región a las colonias en América. Esto sucedió hasta que, en 1807, el Imperio Británico abolió la práctica del comercio de esclavos en sus territorios, pero en Gambia tardaría más años en llegar esta libertad, hasta que se produjo un alzamiento militar de los residentes locales. Hasta 1888, Gambia no era autónoma para el Imperio Británico y estaba sometida al poder que delegaba el general británico en Sierra Leona. Un año más tarde, Gambia se convirtió en una colonia autónoma y posteriormente en colonia oficial del Reino Unido. Gambia fue desde entonces colonia de Reino Unido hasta que el país consiguió su ansiada independencia del Reino Unido en 1965.
TREINTA AÑOS DE PAZ Y LIBERTAD
Tras la independencia y unas elecciones en 1970, el poder se delegaría en Dawda Jawara, que le convertiría en el primer presidente de la historia de Gambia, con una gran aceptación, ya que fue reelegido en 1972 y 1977. Después de la independencia, Gambia mejoró en materia económica gracias al alza en los precios de su principal fuente de exportación, el cacahuete, y al desarrollo del turismo en el país, que atrajo a varios turistas, sobre todo de origen europeo.
En febrero de 1982, junto con Senegal (país que le rodea completamente), Gambia formó la Confederación de Senegambia, la cual fue disuelta por Senegal en 1989, cuando Gambia rechazó avanzar más en la unión federal entre ambos países por considerar que Senegal se lucraba a costa de los intereses de la población gambiana. Tras la disolución de la Confederación de Senegambia, el nombre de Senegambia se siguió utilizando para referirse a la región geográfica que se encuentra cubierta por las cuencas de los ríos Senegal y Gambia, y que a su vez es una de las zonas más fértiles y productivas de África Occidental.
LA DICTADURA DEL TERROR Y DE LAS MEDICINAS
El presidente Jawara fue derrocado en 1994 tras un golpe de estado incruento, encabezado por el joven teniente Yahya Jammeh, que en ese entonces tenía 29 años. Después que los golpistas capturaran posiciones clave en la capital, Jawara partió hacia el exilio con su familia en barco, sin intentar defender su mandato hacia Dakar, la capital de Senegal. Derrocado el gobierno de Jawara y con éste en el exilio, los golpistas formaron una junta militar de gobierno que designó a Yahya Jammeh como presidente interino, que asumió el cargo, prohibió los partidos opositores y estableció una dictadura de auténtico terror en el país.
Yahya Jammeh, el nuevo dictador de Gambia, fue elegido en 1996 y reelegido en 2001 con mayoría absoluta. A todo esto, la Reina Isabel de Inglaterra era la Cabeza de Estado de Gambia, ya que el país seguía dentro de la Commonwealth al haber sido colonia oficial de Reino Unido, y siguió así por casi 20 años, hasta 2013, cuando el presidente Jammeh anunció la retirada del país de la organización.
La salida de la Commonwealth le concedió el poder absoluto del país, y como buen fundamentalista islámico que era, la primera medida del mandato fue declarar la República de Gambia como una república islámica. El tener más del 90% de la población musulmana no causó demasiado revuelo internacional, pero el líder se vio tan respaldado que derogó la ley que prohibía los partidos opositores, pensando en blanquear la dictadura de cara al público internacional, un error que se consagraría en 2016 cuando perdió el poder del país tras unas elecciones en las que partía con ventaja.
En materia de política exterior, el dictador se alejó de los grandes actores internacionales de Occidente, particularmente de la órbita de los Estados Unidos (aunque nunca se manifestó en contra del gobierno de Jammeh) y de los países de Europa, prefiriendo codearse más con sus países antagonistas como Cuba o Irán, estos halagos a países que violaban numerosas libertades y derechos humanos, le hicieron ganar rivales y enemigos que buscarían derrocarlo desde dentro del país, como numerosas milicias y grupos de mercenarios vinculados a países poderosos de Occidente.
Su mandato de más de 20 años ha estado marcado por sus declaraciones y políticas excéntricas, algo que siempre está presente en las dictaduras arquetípicas africanas, que siempre muestran un fuerte y evidente arraigo tribal. En 2007, Jammeh afirmó que podía curar enfermedades como el VIH/SIDA y el asma con hierbas naturales y para ello inició un programa de tratamiento a la población (alertado como peligroso por las organizaciones médicas internacionales al utilizar tratamientos no científicos). Años más tarde, en 2012, afirmó que el programa para curar el VIH iba muy bien y tenía muy buenos resultados. Además, ha llevado a cabo otros programas como el de lograr la infertilidad en las mujeres como parte de lo que él bautizó como Programa de Tratamiento Alternativo del Presidente.
Una de las principales actitudes que le hicieron conocido a Jammeh en el panorama internacional fue su declarada y reconocida homofobia. En 2008 introdujo una nueva ley en contra de las relaciones homosexuales (ya ilegales en ese entonces) que sería “más estricta que la de Irán” y que cortaría una extremidad a cualquier persona homosexual en el país. Además, dio un ultimátum a las personas homosexuales a abandonar el país si no querían morir y llevó a cabo la pena de muerte y cadena perpetua para los homosexuales, algo que alentó al movimiento anti LGTBI del país para asesinar a personas homosexuales en el país, que cada vez fueron más comunes.
LA ESPERANZA DEL DESARROLLO SOCIOECONÓMICO
En 2016, al optar por su quinta reelección y tras gobernar autoritariamente por 22 años, Yahya Jammeh perdió las elecciones frente al candidato de la oposición Adama Barrow al legalizar los partidos opositores. Adama Barrow, de una coalición de 7 partidos progresistas obtuvo el 43% de los votos frente al 40% que obtuvo Jammeh.
Su transición presidencial tuvo muchas dificultades, ante la negativa del presidente saliente Yahya Jammeh a ceder el puesto como presidente, ocasionando una crisis constitucional que obligó a Barrow jurar su cargo como presidente en la embajada de Gambia en Senegal. Días después de los resultados y tras una breve invasión de las fuerzas de la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) a Gambia, Jammeh se vio obligado a abandonar el país días más tarde exiliándose a uno de los pocos países que le daría asilo político, la Guinea Ecuatorial de su amigo íntimo Teodoro Obiang. Días más tarde, Adama Barrow pudo instalarse de nuevo en Gambia para ejercer como nuevo presidente del país.
Cuando Barrow llegó a la presidencia, debió derogar gran cantidad de leyes social y políticamente restrictivas impuestas por el régimen autoritario de Jammeh, de carácter fuertemente islamista, por lo que una de las primeras medidas fue cambiar el nombre del país de República Islámica de Gambia a únicamente República de Gambia. Además, tuvo que derogar leyes tan absurdas cómo la de la prohibición de juegos de azar, para así atraer a inversores extranjeros y crear empleo o empezar un proceso de retorno a su membresía en la Commonwealth para sentirse más protegido por los países occidentales, algo muy cuestionado por la oposición.
Barrow en definitiva ha progresado en multitud de aspectos. Ha avanzado mucho en materia de derechos humanos o en libertad de prensa y además ha conseguido que ya no se persiga ni se castigue la brujería o la homosexualidad. Aun así, la realidad es que Gambia sigue siendo un país con altos índices de pobreza y muy subdesarrollado.
UNA REALIDAD DE LO MÁS DURA
Gambia, al fin y al cabo, es un país esclavo de su propia geografía que busca mejorar en muchos aspectos económicos básicos para avanzar hacia un desarrollo que lo aleje de la pobreza absoluta. La entrada en una democracia aparentemente plena en cuanto a libertades, no exime a Gambia de encontrarse entre los 10 países más pobres de todo el mundo. El país no posee yacimientos minerales de gran importancia ni otros recursos naturales. Su economía se basa principalmente en productos agrícolas y la ganadería para consumo propio del que depende más del 75% de la población.
La industria se centra en la producción agrícola (principalmente en la producción de cacahuete y anacardo) y la pesca. El turismo fue una importante fuente de ingresos hasta la década del 2000, dónde se produjo una reducción debido a las políticas de Jammeh. Es por eso que, el país depende de la ayuda exterior y su actividad económica vive a cuenta de las ayudas al desarrollo que aporta el Fondo Monetario Internacional y las de emergencia de los países desarrollados.
Además, sólo el 40% de su población mayor de 15 años es capaz de leer y escribir. Por si fuera poco, el país tiene una tasa de 0,04 médicos por cada 1000 habitantes, de las más bajas del mundo, lo que habla de que prácticamente no hay médicos en Gambia. La división social del país también se rige por la religión. Aunque Gambia se define como un estado laico en la nueva constitución, el 90 % de la población es musulmana, concretamente suní y alrededor del 8% practica el cristianismo. Poco a poco, el gasto en educación y sanidad está ofreciendo un leve desarrollo en el país, pero no es suficiente para cambiar el rumbo de ciertos servicios públicos básicos.
Pese a ser prácticamente un “país-río”, no existen puentes para cruzar el río Gambia a excepción del construido en 2019 llamado Puente de Senegambia para facilitar la comunicación entre el norte y el sur de Senegal, así que la mayoría de la población gambiana tiene que usar pequeños barcos para cruzar de una parte del país a la otra. Tampoco existe el alumbrado público en muchos puntos del país y por la noche no es recomendable ir por la calle. Además, no tienen sistema de alcantarillado en el sur del país, lo que origina que las calles se conviertan en ríos cada vez que hay una gran tormenta. Como curiosidad, su ciudad más poblada no es la capital Banjul, sino la ciudad de Serekunda, lo que evidencia aún más lo caótico que es el país.
En las elecciones parlamentarias de 2021, Adama Barrow revalidó su mandato por tres años más, hasta 2024, dónde ha anunciado que se volverá a presentar porque siente el apoyo del pueblo gambiano para seguir cambiando a mejor el país. La transición de una dictadura tan autócrata hacia una plena democracia no es fácil de llevar a cabo de una forma inmediata, Gambia está experimentando un cambio gradual que parece tener buenos resultados a corto-medio plazo y que se prevé otorgar mejores resultados a largo plazo, aún con todo esto, Gambia sigue siendo uno de los países más pobres del continente.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.