La ONU recientemente emitió un informe en el verano de 2023 donde se busca preservar, reafirmar, dar mayor voz y clarificar los derechos de los miembros de la ortodoxia homosexual y transexual en su acceso a la religión. Los medios y las opiniones de la comunidad internacional defienden que la idea de fondo es la limitación todavía mayor de la libertad de religión.
El ser humano, según diversos filósofos clásicos y modernos, se compone de dos partes fundamentales y complementarias entre sí: la parte carnal o mundana y la parte espiritual.
Esta parte espiritual crea una necesidad de elevación interior, cuya respuesta muchas veces ha sido la religión que aportan una cosmovisión del mundo que permite al ser humano comprender el origen de las cosas, el porqué de la existencia y el sentido de nuestra vida, entre otros muchos interrogantes. Tener estas respuestas es muy importante, como defiende por ejemplo el filósofo español Higinio Marín.
Estas religiones han tenido mayor o menor acogida entre la humanidad y han pasado por diversas fases de crecimiento y merma. Cada una de estas creencias tiene su historia y evolución teológica. Existen y se dividen en grandes familias: las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam), las religiones dhármicas (hinduismo, budismo, jainismo, taoísmo y sijismo), las religiones iranias (yazidismo y zoroastrismo) neopaganas (Wicca, celta, nórdica), africanas (vudú y chamanismo), etc.
Según un estudio del Pew Research Center publicado en 2017, las religiones con mayor porcentaje de creyentes son la cristiana, la islámica, el ateísmo y el hinduismo, que conjuntamente engloban aproximadamente al 85% de la población mundial.
RECORRIDO LGTBI
Todo comenzó en 1949 cuando la filósofa Simone de Beauvoir escribió su libro “El segundo sexo”. En él defendía las teorías feministas y explicaba la diferencia entre sexo biológico y género. El sexo sería aquello que definen las diferencias biológicas, mientras que el género sería una serie de categorías socialmente construidas.
La diferencia entre ambos términos dio a luz la posibilidad de independizarse del sexo otorgado en el nacimiento y permitió la liberalización del amor. De esta manera la homosexualidad dejó de ser una enfermedad mental según la Organización Mundial de la Salud en 1990. En 2005, España permitió los matrimonios homosexuales, pero otros países ya lo permitían mucho tiempo antes como Dinamarca en 1989. En 2013, la Organización de Naciones Unidas (ONU) llevó a cabo una campaña de concienciación llamada “Libres e iguales”.
Una lucha constante a todos los niveles por parte del colectivo LGTBI ha ayudado a esta minoría poblacional a conseguir un mayor avance en su lucha por los derechos de no discriminación, matrimonio, etc.
NUEVO INFORME DE LA ONU
El nuevo informe de la ONU A/HRC/53/37, con el título “Libertad de religión o creencia, y libertad de violencia y discriminación en base a la orientación sexual e identidad de género” fue aprobado durante la 53ª reunión del Consejo de Derechos Humanos. Es el último paso dado a favor de la lucha por la ampliación de derechos del colectivo.
Ya en 2021, expertos en la materia solicitaron a los líderes religiosos que tuvieran compasión y respecto por los miembros del colectivo. Algunas religiones, como la católica, si se mostraron a favor de esto, como expresó el Papa Francisco, con el argumento de que “Todos somos hijos de Dios, y Dios nos ama como somos y por la fuerza que cada uno tiene para luchar por su dignidad.”
El informe se realizó con la colaboración de un experto independiente de la ONU en materia de protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género, Víctor Madrigal-Borloz, abogado costarricense que lleva en el cargo desde 2018.
Pero esta vez, el informe da un paso más y acusa a las religiones de “ser una espada en vez de un escudo, privilegiando la conciencia individual y creencias de algunos sobre los derechos de otros”. Esto se ve reafirmado en las conclusiones al expresar que “hay oscuros rincones donde las personas LGBT son considerados como pecadores y ciudadanos de segunda que debieran ser despreciados y abusados”.
El informe critica también que dichas conductas sean pecado, así como la gran cantidad de personas que se acogen a la “objeción de conciencia” en numerosos Estados para no realizar abortos, recetar hormonas de cambio sexo y otras “vulneraciones a los derechos reproductivos” proponiendo, en cambio, la reducción de su empleo. En sí, el documento es una crítica al “fracaso” de las religiones en apoyar y permitir las teorías detrás del colectivo.
Basándose en el argumentario de los límites que deben los Estados imponer a las creencias o religiones que promuevan valores u actos de dudosa moralidad, como el racismo o la guerra, procede a pedir que aquella religión que no respete a la comunidad LGTB también sea limitada y no solo eso, sino también reformada para que permita la convivencia sin discriminación de cualquier tipo de minoría (párrafo 15). Menciona también que son patrones “homocolonialistas” (párrafo 55).
Esto va en contra de una larga tradición jurídica en el ámbito de la ONU, del Derecho europeo y del Tribunal Supremo de los EE.UU., que siempre han abogado por la no interferencia estatal en las infraestructuras y creencias particulares de las religiones.
El documento acaba con una lista de actos y proclamas de diferentes religiones que en menor o mayor grado apoyan la no discriminación y la descriminalización de las conductas del colectivo, como la Iglesia Católica, la Iglesia Nacional de Islandia o el grupo Masjidul Ghuraah, grupo musulmán a favor de los derechos de la comunidad LGTB. Dedica unos párrafos también a defender el diálogo entre las religiones y las comunidades del colectivo, teniendo en cuenta que son grupos que se sobreponen y no son exclusivos (párrafo 63).
Entre las conclusiones y medidas del polémico documento de 23 páginas destacan el cambio normativo de las naciones para asegurar un ambiente seguro para el colectivo (71.a, 71.b y 71.e), vías de diálogo entre defensores de los derechos de los homosexuales e instituciones religiosas para asegurar el respeto de sus creencias y no hacerlas incompatibles, no discriminar en el ámbito de la fe a los miembros LGTBI, condenar los actos de violencia contra ellos (71.k), reconocer las diferentes orientaciones sexuales y de género (72.a), etc.
RESPUESTA INTERNACIONAL
El informe ha tenido duras críticas por parte de la prensa especializada española e internacional, así como de diversos medios de comunicación, que alertan del peligro de pretender desestabilizar las religiones desde dentro y limitar el derecho de culto.
En la propia reunión donde se presentó ante los estados miembros de la ONU, todos los países árabes, africanos y asiáticos, excepto Sudáfrica y Vietnam, se ausentaron, interpretable como un claro boicot a su contenido. Ignasi Grau, director de la Organización por el Derecho a la Educación y a la Libertad de Educación (OIDEL), que se encontraba presente en el congreso expresó que “llamar pecaminoso a un acto no debe significar perseguir a una persona. De lo contrario, todos los creyentes serían perseguidos o rechazados”.
Así mismo, Arielle Del Turco, directora del Centro para la Libertad Religiosa, brazo del think tank americano Family Research Council, calificó el informe de “asombroso”, “excepcionalmente radical” y mencionando su posible aplicación a futuro para un mayor control y limitación del derecho de culto. Así mismo continúa diciendo “Esencialmente, este experto de la ONU les dice a los grupos religiosos que nosotros mismos estamos interpretando nuestras propias religiones incorrectamente y, de hecho, nuestras religiones probablemente afirman algunos de estos comportamientos LGBT”.
CONCLUSIONES
El informe de la ONU ha causado polémica al tratar un tema tan controvertido como es la ideología de género y la religión. La intención de los artífices puede ser buena al intentar erradicar todo tipo de discriminación y violencia hacia el colectivo.
La forma en la que está escrito y las recomendaciones que se expresan al final del documento, en cambio, atacan a la libertad religiosa como la conocemos hoy en día y, aunque algunas religiones sí que castigan con penas duras las conductas homosexuales y otras las tildan esas acciones de pecado, no por ello la ONU debe romper su larga y asentada doctrina jurisprudencial e interferir, o animar a los Estados a interferir, con la cosmovisión de las más de 4.200 religiones que existen en el mundo y obligarlas a aceptar las teorías externas y contrarias a ellas. El tiempo dirá cuál será la conducta de las religiones frente a estas imposiciones y la de los Estados a la hora de cumplirlas.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
0 comentarios