Afganistán, tras la retirada de la presencia militar extranjera y el nuevo ascenso al poder de los talibán, abre una etapa con muchas incógnitas, a nivel internacional, pero sobre todo a nivel interno donde ante lo opaco del régimen tribal en el poder, será difícil saber si el país vuelve a convertirse en santuario del terrorismo internacional.
Tras los días convulsos en los que se produjo la retirada de las tropas extranjeras en suelo afgano, se celebró una reunión extraordinaria del G7, donde la Unión Europea instó a Estados Unidos (EE.UU.) ampliar el plazo, previsto hasta el 31 de agosto, para llevar a cabo la evacuación del país. Sin embargo, desde el gobierno estadounidense se negaron, a pesar de tener que neutralizar el ataque terrorista del Estado Islámico (ISIS-K) en el aeropuerto de Kabul. Esta situación provocó una dificultad añadida, a la ya de por si precipitada salida de Afganistán por parte de los países extranjeros.
Ante esta situación, se plantean en la escena internacional numerosas cuestiones sobre: cómo actuar tanto en materia de migraciones como de respeto a los derechos humanos, todo ello bajo la verdadera preocupación mundial que es que Afganistán no se convierta en cuna de grupos terroristas.
Sostenemos que el terrorismo focaliza las futuras estrategias de actuación internacionales. Tal y como declaró el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tras la toma prácticamente de la totalidad del país por el grupo islámico el pasado 20 de agosto, “el mundo vigila” pero, solo se vigilará aquello que suponga una amenaza para el resto de países, no así la garantía de derechos. Compartía el dolor y la frustración del pueblo afgano, principalmente de las mujeres, a la vez que justificaba una dualidad que se ha plasmado internacionalmente, o se cumple con el acuerdo negociado a inicios de 2020 entre el grupo talibán y EEUU, a su vez, apoyado por todos los aliados de la OTAN- 29 países de todo el mundo-, o se podrán producir ataques.
Todo ello justificado, en las verdaderas intenciones que ha tenido EE.UU. durante estos 20 años de presencia en el país. Como sostuvo el presidente Joe Biden, en ningún caso pretendieron contribuir a la creación de ninguna democracia, siendo esta, responsabilidad del gobierno afgano. Su principal objetivo era evitar cualquier ataque terrorista en suelo estadounidense, a la vez que, mostraban su poderío militar como venganza por el ataque del 11S.
No obstante, son conocidos los estrechos vínculos tribales y matrimoniales entre los talibán y el grupo terrorista de al Qaeda. Pese a que, en las negociaciones con EEUU, los talibán se comprometieron a una desvinculación total del grupo terrorista, con tal de conseguir su ansiado reconocimiento internacional como gobierno legítimo, no es menos cierto que no existe una correlación entre las palabras y los hechos que llevan a cabo el grupo insurgente. En la actualidad se estima, como declaró el Director de Seguridad Internacional de la Fundación Asia-Pacífico Sajjan Gohel que: “Es muy probable que entre los 200 y 500 miembros de al Qaeda que se cree que están en la provincia de Kunar aumenten.
Así como que:
“Será Europa el principal blanco de los atentados si hay radicalización en Afganistán”.
Sajjan Gohel, Director de Seguridad Internacional de la Fundación Asia-Pacífico.
Teniendo en cuenta que los encargados de disuadir la presencia de grupos terroristas, durante estas dos décadas, fueron, entre otros, el NDS el servicio de inteligencia afgano en colaboración con las Fuerzas Especiales afganas, británicas y estadounidenses. Con la consiguiente desaparición de estas colaboraciones, Afganistán pasa a convertirse en un búnker de difícil acceso para los servicios de inteligencia extranjeros.
Sin embargo, la forma en la que los talibán han conseguido llegar al poder-previo acuerdo con EEUU- ha sido considerada por los grupos terroristas radicales como el ISIS-K como una traición, pues en sus ideales no se contempla negociar con “los infieles”, si no alcanzar los objetivos combatiendo sin ningún tipo de concesión. La principal diferencia entre unos y otros radica en que el ISIS-K tiene como finalidad imponer su ideario a nivel internacional, como una especie de insurrección mundial, mientras que los talibán no pretenden expandirse de su territorio natal.
Parece paradójico que tanto los talibán como Occidente tengan un enemigo en común. A ninguno le interesa que estos grupos yihadistas alcancen sus objetivos, ya sea vengándose y convirtiendo a Afganistán en un coladero de ataques terroristas, con la consiguiente debilitación del actual gobierno talibán así como sus ansias de gobernar, o expandiendo su actividad a Europa y a su mayor enemigo los EEUU, en su afán por instaurar el estado islámico en el mundo.
Es precisamente, esta necesidad de colaboración, la que puede ser determinante para la futura relación entre ambos. Por su parte, el G7 y la Unión Europea han impuesto una serie de condiciones como: el respeto de los derechos humanos, en particular mujeres y niñas; la formación de un gobierno inclusivo que represente la diversidad afgana, así como el cumplimiento por parte de Afganistán de sus obligaciones internacionales, fundamentalmente en materia de lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
Para el cumplimiento de estas condiciones, la Unión Europea pretende valerse de la precaria situación del gobierno talibán. En el ámbito económico, debe mantener las relaciones exteriores pues no pueden acceder a las reservas monetarias del Estado afgano. En el ámbito social, requieren de la llegada urgente de ayuda humanitaria, principalmente proveniente de Europa. Todo ello, siendo consciente de que su deseo más anhelado es alcanzar el reconocimiento y la cooperación con la comunidad internacional.
Sin embargo, desde Europa y EE.UU. deben tener en cuenta que, todas estas necesidades pueden ser subsanadas por potencias económicas como Rusia y China. En lo que a Rusia se refiere, su interés en Afganistán radica en la seguridad política, pues los radicales del ISIS-K tienen como enemigo al estado ruso. Además, éstos no pueden permitir que la influencia del grupo terrorista se extienda más allá de Afganistán hacia sus vecinos del norte como son Uzbekistán y Tayikistán, antiguos estados soviéticos que aún mantienen una estrecha vinculación con Rusia.
En lo referente a China, sus intereses sobre Afganistán, se basan fundamentalmente en materia económica y de seguridad. Respecto al ámbito económico, el sector privado chino está deseoso de introducirse en un mercado, al que consideran un lienzo en blanco donde poder desarrollar sus actividades empresariales. Sin olvidar que Afganistán cuenta con un potencial minero, en particular de “tierras raras”, necesarios para la fabricación de microchips y otras tecnologías, lo que aumentaría la hegemonía de China sobre este elemento, pues cuenta con las mayores reservas del mundo, estimadas en unos 44 millones de toneladas métricas. Todo ello facilitaría la consecución del objetivo chino de establecer un cinturón económico de la ruta de la seda, debido a que Afganistán está geográficamente en un cruce esencial para este propósito, el cual incluiría tanto a Irán como Pakistán.

No obstante, estas aspiraciones económicas quedan relegadas a la necesidad de evitar la instauración de grupos terroristas en suelo afgano, pues es conocida la represión que ejerce el gobierno chino contra la etnia musulmana de los uigures, lo que le sitúa en un objetivo claro de ataque, más aún siendo Afganistán vecino en el este con China.
Si el G7 y la Unión Europea quieren que el gobierno talibán cumpla con las condiciones que han impuesto, evitando con ello que Rusia y China aprovechen esta coyuntura para sacar rédito, deben como ya manifestaron Boris Johnson y Emmanuel Macron alcanzar un acuerdo en el seno del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), del que ambos países son miembros. Sin embargo, la pasada reunión del 30 de agosto, finalizó con la abstención de Rusia y China, precisamente cuando se debatían cuestiones tan importantes como la salida segura de los afganos del país, la ayuda humanitaria y el rechazo del terrorismo. Por ello, y dada esta postura, el único elemento en común entre las preocupaciones de los diversos actores internacionales, es la necesidad mutua de que no se instauren en Afganistán grupos terroristas. Para evitarlo, la ONU es la organización donde puede existir un diálogo eficaz que haga entender tanto al gobierno ruso como al chino de la necesidad de permanecer unidos, pues se necesitan para este fin, y ello debe pasar por la obligación de que el gobierno talibán respete los derechos humanos.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
Fuentes consultadas:
- Noticia Eldiario.es: “Biden desoye a los países de la UE y mantiene el 31 de agosto como fecha limite para salir de Afganistán”.
- Noticia EL PAÍS: “La OTAN advierte a los talibanes que no permitirá bases terroristas en Afganistán”.
- Noticia ABC: Biden defiende en un discurso a la nación la salida de Afganistán: “No repetiré los errores del pasado”.
- Noticia BBC News: Afganistán: el temor a que el país vuelva a ser un santuario para al Qaeda.
- Noticia EL MUNDO: Sajjan Gohel:” Europa será el principal blanco de los atentados si hay radicalización en Afganistán”.
- Noticia The Daily Digest: “¿Por qué el ISIS odia a los talibán?”.
- Declaración del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel: “La caótica retirada de Afganistán nos obliga a apresurar una sincera reflexión sobre defensa europea”.
- Noticia BBC News: “Afganistán: lo que pueden ganar o perder otros países con el Talibán en el poder”.
- Noticia de Expansión: “Así quieren sacar partido Rusia y China a la crisis en Afganistán”.
- Noticia de Statista: Reservas mundiales de tierras raras por países 2020.
- Noticia de la Agenda EFE: El Consejo de Seguridad de la ONU aprueba una resolución sobre Afganistán sin unanimidad.
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