EL FIN DE LA OPERACIÓN BARKHANE EN MALÍ: ¿NUEVOS COMPAÑEROS DE VIAJE PARA BAMAKO?

por | Dic 11, 2022

El terrorismo yihadista lleva años irrumpiendo en diversas regiones del planeta. Han sido muchos los países afectados, directa o indirectamente, por la insurgencia islámica. Durante años, diversas facciones radicales islámicas se han instalado en África, con la idea de expandir sus “tentáculos religiosos”. En 2013 el Consejo de la Unión Europea aprobó la misión EUTM […]

El terrorismo yihadista lleva años irrumpiendo en diversas regiones del planeta. Han sido muchos los países afectados, directa o indirectamente, por la insurgencia islámica. Durante años, diversas facciones radicales islámicas se han instalado en África, con la idea de expandir sus “tentáculos religiosos”.


En 2013 el Consejo de la Unión Europea aprobó la misión EUTM Malí, bajo el marco de la política internacional y seguridad común del Consejo. Esta misión cuenta con el propósito de entrenar a las Fuerzas Armadas de Malí, restaurando su capacidad operativa o mejorando sus relaciones con entes civiles. Desde 2013 hasta ahora, se ha mantenido el espíritu común de no participar en ofensivas militares. En ése mismo año, el ejecutivo francés impulsó la Operación Serval que, un año más tarde, sería sustituída por la Operación Barkhane.

El casus belli del conflicto radica en los estragos occidentales de acabar con el terrorismo. Si la zona del Sahel fuera ocupada y, posteriormente, dominada por grupos terroristas, es más que probable que se expandiera hacia el Maghreb (probablemente hacia Libia, debido a su inestabilidad social y política). Si grupos terroristas promovieran una guerra en el norte de África, los países del sur de Europa tendrían un problema en materia de seguridad. España debería centrar sus esfuerzos en la protección de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, con lo que, seguramente, sería también un aumento de la migración irregular hacia las mismas.

Si eso pasara, Europa obtendría también una gran llegada de migrantes por culpa del terrorismo. Y, actualmente, habría que poner en tela de juicio la voluntad del gobierno italiano para aceptar más migrantes.

No obstante, hay que recordar que Marruecos, Egipto o Algeria no son Sudán, Chad o Malí. Los tres primeros son países que, si bien con sus deficiencias, tienen ejércitos modernos, entrenados y con servicios de inteligencia a la altura de los europeos. Una guerra en Casablanca es mucho más complicada que en Gao.

El bloque insurgente está dividido en siete grupos diferentes, cada uno con sus respectivas áreas de acción e influencia preferidas. Los siete son: Ansar al-Din, AQIM (“Al-Qaeda in the Islamic Maghreb”), MUJAO, Katibat Macina, Katibat AAA, Ansarul Islam e ISGS (“Islamic States in the Greater Sahara”).

Mapa de diversos grupos yihadistas en Malí (ECFR)

 

El bloque occidental ha sido conformado por los estados miembros de la Unión Europea que, voluntariamente, han decidido ser partícipes de la misión EUTM-Malí. Entre ellos podemos encontrar tropas alemanas, estonias, italianas, checas y, por supuesto, españolas. El país con mayor relevancia ha sido el galo, con un despliegue total de más de 5.000 soldados en el Sahel, de los cuales cerca del 50% estaban en Malí. La gran presencia internacional se centró inicialmente en el norte del país, pero acabó teniendo una gran importancia en la capital, Tombuctú y Gao. Ésta misión se ha realizado con el apoyo del actor internacional más relevante de nuestros tiempos: los Estados Unidos.

Mapa de presencia occidental en Malí (ECFR)

 

 Se estima que, por esta operación,  4.000 personas han perdido su vida (entre insurgentes, militares y personal humanitario). Es importante recalcar la relevancia de que es una estimación, ya que las fuentes varían entre sí. Es sumamente difícil calcular la cantidad de yihadistas que han muerto, debido a que entre ellos mismos [insurgentes] no suelen tener control sobre cuántos han vuelto a casa o no. Las fuerzas occidentales fueron desmembrando el organigrama islámico desde distintos puntos. Acabaron con la vida de diversos altos cargos terroristas, en la mayoría de los grupos previamente mencionados. Por poner un ejemplo, acabaron con el número 2 de Ansar Dine,  Ibrahim Ag Inawalen, en una operación nocturna en el norte de Malí.

El punto y final de ésta historia ha inquietado a los políticos del Sahel. El pasado 25 de septiembre, el Presidente de Malí, Choguel Kokalla Maïga, duramente criticó la política de retirada. Durante su exposición, dejó entrever la posibilidad de buscar ayuda militar en actores contrarios a los del bloque de la UE, haciendo referencia a Rusia. Aún así, el gobierno maliense no tiene intenciones de hacer uso de las fuerzas armadas de la Federación Rusa, en su lugar, intentaría hacer partícipe de la causa a la compañía Wagner Group.

Wagner Group es una empresa rusa designada como PMSC (“Private Military and Security Company” por sus siglas en inglés). Fundada por ex miembros de las fuerzas especiales GRU y Spetsnaz, ha participado en una gran variedad de operaciones militares alrededor del mundo. Desde la anexión de Crimea en 2014 hasta la guerra de Siria, pasando por la guerra civil de Sudán del Sur, República Centroafricana o la segunda guerra civil en Libia. Estas declaraciones pusieron contra las cuerdas al bloque occidental que, si bien cancelaron la Operación Barkhane, decidieron postergar el fin de la misión EUTM-Malí.

Una pregunta retumba en la mente de los analistas políticos: ¿por qué ha acabado la operación? Por parte de los franceses no ha habido una explicación al fin de la misión. Éste problema, como tantos en nuestro día a día, puede ser explicado a través de diversas “lupas”, las cuales nos proyectan diversas imágenes de un mismo conflicto. La teoría que más ha dado de qué hablar es la relación costes-beneficios. Mantener una misión armada, con 5.000 personas desplegadas, tiene unos costes elevados que, quizás, no superarían los beneficios que pudieran obtener. La política del Elíseo podría llegar a ser retratada como “pan para hoy y hambre para mañana”, ya que se estaba atacando (literalmente) al problema pero no a la estructura. El yihadismo en el Sahel es un problema estructural que se tiene que resolver desde distintas perspectivas, no sólo la militar. Un punto de vista educativo, racial, cultural, de liberación (o incluso de género) son necesarios para entender la realidad de la problemática.

A la vez, también se especula que podría ser objeto de una potencial reorientación de la francofonía (organización internacional de países de habla francesa), ya que últimamente les está causando más problemas que beneficios, pudiendo tomar por ejemplo la posible guerra civil en Mayotte.

Otra teoría que podría explicar éste cambio de posición podría ser un giro estratégico de LREM (“La République en Marche”, el partido de Macron) frente a “Rassemblement National”, el partido de Marine Le Pen. Quizás, el Presidente Macron ha preferido centrar su política exterior en la Unión Europea y “relajar” sus esfuerzos en África. Pero, al final, todo son teorías y perspectivas ampliamente diferentes.

 

CONCLUSIONES

Si bien no tenemos en nuestras manos un argumento “final” para decretar el porqué del fin de la misión, sí que tenemos presente un hecho: el yihadismo es estructural.

La radicalización islámica no es sólo un problema bélico, sino también social y económico. Es por ello que el desarrollo económico y educativo en ese área de África es relevante para su correcto funcionamiento y para evitar que grupos terroristas puedan controlarlo. No obstante, el desarrollo militar (tanto en áreas tácticas como logísticas) es especialmente relevante. Poniendo de ejemplo a Nigeria, un gran desarrollo educativo para la población fue en vano cuando los homólogos del Estado Islámico, Boko Haram, secuestraron a más de 300 personas menores de edad.


NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.

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