El proceso de adhesión a la Unión Europea es visto tanto por esta como por los países de los Balcanes como un ‘proceso natural’ al ser Estados europeos, pero ello no implica que no existan múltiples barreras no solo para ser miembro de pleno derecho, sino incluso para el inicio de las conversaciones, siendo un claro ejemplo de ello Macedonia del Norte.
EL ‘ARTÍCULO 49 DEL TUE’ COMO EJE CENTRAL
Para realizar esta anexión al grupo de los 27 es preciso obtener una serie de condiciones recogidas en los denominados ‘Criterios de adhesión o de Copenhague’ – del año 1993 – y que aparecen reflejados en el artículo número 49 del Tratado de la Unión Europea (TUE). En dicha disposición se establece que cualquier país que desee unirse a la organización debe acatar los valores que establece el artículo 2 del TUE (respeto a la dignidad humana, igualdad, libertad, democracia, a los derechos humanos o al Estado de Derecho). Junto a lo recogido en el artículo 2 del TUE, el 49 también determina un proceso a seguir que comienza con el Estado dirigiendo la solicitud al Consejo de la UE, el cual se pronunciará por unanimidad de todos los Estados miembros. Tras esto, y después de consultar a la Comisión (quien hará una evaluación), se informará de esta solicitud al Parlamento Europeo y parlamentos nacionales.
De esta forma, el caso de Macedonia del Norte, país con estatus de candidato desde diciembre de 2005 y cuyas negociaciones de adhesión se iniciaron formalmente en marzo de 2020 junto con Albania, es uno de los más complejos, por lo que ejemplifica a la perfección la innumerable cantidad de obstáculos a los que se tienen que enfrentar los Estados candidatos a adherirse al grupo de los 27.
GRECIA Y BULGARIA: LOS GRANDES VETOS DE MACEDONIA DEL NORTE
El primero de los ‘tropiezos’ de Macedonia del Norte en su proceso de adhesión al club comunitario está relacionado con Grecia y la denominación de ‘Macedonia’, nombre elegido por el país balcánico tras su independencia de Yugoslavia en septiembre de 1991 pero con una firme oposición por parte de la República Helénica, pues el término ‘Macedonia’ sólo debía reservarse a los ciudadanos griegos ya que se encuentra relacionado con el reino de Macedonia de Filipo II y su hijo: Alejandro Magno. Esto daría lugar al no reconocimiento por parte de Atenas tanto del pueblo macedonio como su constitución en Estado, resultando un camino de relaciones tensas – pero también distendidas – durante 30 años y complicando el primer paso de adhesión de Macedonia del Norte (conocida de 1992 a 2018 como ARYM o
Antigua República Yugoslava de Macedonia).
Límites del reino de Macedonia que abarcaría la república de Grecia, Macedonia del Norte y Bulgaria. (Foro Internacional 226)
Esto implica que la cuestión del nombre oficial del Estado macedonio suponga un escollo para la entrada no solo en la propia Unión Europea, sino también un obstáculo insalvable para la inserción del país en varios foros u organismos internacionales de los que Grecia forma ya parte, siendo un ejemplo la OTAN.
No obstante, el desbloqueo griego (lo que permitiría avanzar a Macedonia en las negociaciones con el club europeo) llegaría el 17 de junio de 2018 a través del denominado Acuerdo de Prespa, firmado por Alexis Tsipras y Zoran Zaev, primeros ministros griego y macedonio respectivamente y ratificado por ambos parlamentos nacionales – no sin oposición de los sectores conservadores y nacionalistas, incluso en un primer momento contó con el rechazo del Presidente macedonio a rubricar dicho tratado -. Esto, si bien es cierto que fue celebrado por parte de la Unión Europea – ya que mejora el espíritu de las relaciones vecinas y de cooperación regional y facilita el camino para la integración europea de Macedonia – contó con el veto de Francia.
Este veto inicial (que se convirtió en luz verde en 2020), defendido férreamente por el presidente galo, Emmanuel Macron, se fundamentaba en determinar que los Estados balcánicos, entre ellos Macedonia, no cumplían con las condiciones para iniciar las negociaciones de adhesión, sentenciando en que no solo la UE funcionaría peor con más miembros que los 27 en un momento de ‘crisis’ tras la salida del Reino Unido, sino que la unión al club no debe ser la única opción de relaciones político-económicas que ofrecer a sus vecinos.
Alexis Tsipras (GR) y Zona Zaev (MN) tras la firma del acuerdo en el Lago Prespa. (Infolibre)
Sin embargo, el nuevo hándicap al que se enfrenta Macedonia del Norte está relacionado con su vecino oriental: Bulgaria. Esta república – miembro de la UE desde el año 2007 – mantiene un férreo veto al inicio de las negociaciones y apertura de capítulos entre la Unión y Macedonia del Norte al considerar que existe una discriminación a los eslavos macedonios (de origen búlgaro) y tergiversación de la historia al no reconocer que la lengua y existencia de la república macedonia son derivados de la búlgara tal y como declaró la ex-Ministra de Exteriores desde Sofía, Ekaterina Zaharieva.
Ya desde el año 2017 Bulgaria dejó patente su negación a llegar a acuerdos con Macedonia a pesar de la firma del Acuerdo de Buena Vecindad entre ambos Estados limítrofes, impidiendo consigo la celebración de la Conferencia Intergubernamental de adhesión durante la Presidencia alemana del Consejo de la UE (julio-diciembre de 2020) como consecuencia de las ‘manipulaciones de la historia, no reconocimiento al derecho de estudiar la lengua materna (búlgaro), la propaganda anti-búlgara y falta de garantías de los derechos de la minoría búlgara’ en Macedonia del Norte. De esta forma, según las altas autoridades de Sofía, para que el país permita el inicio de las conversaciones entre el grupo comunitario y sus vecinos macedonios, estos deben reconocer la lengua estatal como una variante del búlgaro suroccidental y el eslavo eclesiástico. Además, sería necesario que se esclareciese que tanto héroes nacionales como la identidad macedonia son idénticas a la búlgara, pues la diferenciación constituye una ‘creación artificial’ durante la Yugoslavia de Tito.
Expansión del idioma búlgaro y sus dialectos. (Radio Nacional de Bulgaria)
LA UNIÓN EUROPEA COMO PIEDRA ANGULAR
El club de los 27 inicia este 2022 con una presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea por el período de seis meses – hasta el 30 de junio – que debe lidiar no solo con el contexto de crisis pandémica a través de la recuperación o la fuerza en promover los valores comunitarios, sino también en el tortuoso inicio de las conversaciones con Macedonia del Norte o Albania. Ya en mayo de 2021, bajo la presidencia rotatoria del Consejo de la UE – Portugal -, el Ministro de Asuntos exteriores luso Augusto Santos Silva y el Comisario de Vecindad y Ampliación, Olivér Várhelyi, visitaron Sofía para intentar desbloquear la situación respecto Macedonia del Norte sin éxito alguno.
Si bien es cierto que antes de dejar el cargo de Canciller de Alemania, Angela Merkel aseveró que la Unión Europea debe mantener la palabra de abrir negociaciones con Macedonia del Norte – y Albania – ya que estos países han demostrado que cumplen con las condiciones recogidas en los Criterios de Copenhague (o de lo contrario comenzaría una sensación de desafección por parte de estos Estados), lo cierto es que en la Cumbre UE-Balcanes celebrada en Brdo pri Kranju, Eslovenia, el 6 de octubre de 2021 – donde el grupo comunitario se reafirmó en el compromiso de la ampliación hacia los vecinos balcánicos -, Bulgaria volvió a dejar clara su postura, aunque haciendo hincapié en que ambos Estados están trabajando en un protocolo bilateral con seis puntos de cooperación, lo que podría dar como resultado una ‘relajación en los vetos búlgaros’.
Cumbre UE-Balcanes Occidentales. (Euronews)
CONCLUSIONES
Analizar los procesos de adhesión de los Estados soberanos a la Unión Europea resulta complejo no solo a la hora de abordar una investigación que verse sobre ello, sino también resulta un proceso tumultuoso para unos países que, como Macedonia del Norte, aún poseen infraestructuras para el cambio muy precarias y que asisten a esa unión al club comunitario no exentos de vetos y riñas por parte de sus vecinos, ya miembros, como es el caso de Grecia y Bulgaria.
De esta forma, un ejercicio como la adhesión, dificultoso per se tanto por la cantidad de capítulos que tiene que superar el Estado candidato (impuestos, Estado de derecho, fiscalización, medio ambiente…) como por los años que esta fase puede alargarse en el tiempo, provocan muchas veces el inicio de desconfianza y desafección hacia la Unión Europea que da lugar a que estos países balcánicos vean en otras potencias como la Federación Rusa o China un ‘peligroso’ pero llamativo aliado.
Así, este escenario analizado con Macedonia del Norte como ejemplo (pero extrapolable a cualquier país que ostente la candidatura oficial de adhesión) permite abrir hipótesis que, posiblemente, se resolverán en los meses venideros y serán motivo de análisis en profundidad: ¿Dará finalmente Bulgaria el visto bueno ante la presión del resto de países comunitarios o, por el contrario, se aferrará a sus decisiones nacionales por encima de las grupales?, ¿Debe reconocer Macedonia del Norte que su idioma, su historia y cultura son una ‘variante’ búlgara, provocando con ello una pérdida de identidad propia? o ¿Será Francia, uno de los países que mantuvo un veto inicial a la incorporación de los Balcanes occidentales a la Unión, capaz de gestionar en su presidencia rotatoria del Consejo este reto en la Cumbre UE-Balcanes que está prevista para 2022?.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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