Actualmente vivimos en un mundo unipolar que está siendo desafiado por el auge de un nuevo actor, China, el cual está reclamando el papel internacional que siempre había tenido como el “Imperio del Centro”. Dentro de esta pugna, que marcará el siglo XXI, el proyecto de la Ruta de la Seda se encuadra como uno de los pilares fundamentales para la expansión de la influencia china y la consecución de la creación de un mundo multipolar.
LA NUEVA RUTA DE LA SEDA
En el año 2013, el entonces recién elegido presidente chino, Xi Jinping, lanzó al mundo un nuevo proyecto que pretendía marcar un nuevo punto de desarrollo de la política exterior china mediante el proyecto de la Ruta de la Seda. Dicho proyecto consistía, y consiste, fundamentalmente en el apoyo del estado y de las empresas chinas a los países del entorno, sobre todo los asiáticos, en el desarrollo de las infraestructuras y vías de comunicación.
Sin embargo, el proyecto contó desde el principio con el recelo de los países vecinos de China, especialmente los países de la ASEAN, y también por parte de la Unión Europea y los Estados Unidos de América. A estos recelos se suma a su vez los contratiempos y las dificultades que se han presentado a lo largo de estos últimos diez años y que han perjudicado la opinión sobre China en los países que se han visto afectados.
OBJETIVOS
El objetivo principal de este proyecto es que China pueda exportar sus productos a nuevos mercados de una manera mucho más fácil y ágil que en los últimos años (Ling, 2015, p 70). Al ser China una economía centrada en las exportaciones se ha vuelto vital en los últimos años encontrar y abrir rutas que hasta entonces no habían sido explotadas o que, directamente, no existían.
El problema para China era que la mayoría de sus vecinos no contaban con infraestructuras actualizadas y modernas que pudieran servir de canales de comercio efectivos para que estos países pudieran absorber los productos chinos. En otras palabras, las malas infraestructuras de los países vecinos impedían a China expandirse comercialmente. Es bajo este problema donde entra en juego la Ruta de la Seda.
DESARROLLO DEL PROYECTO
El desarrollo del proyecto ha tenido sus luces y sus sombras, ya que, para este cometido, el estado chino se valió de varias herramientas que incluían desde préstamos a los estados hasta el uso de mano de obra, equipamiento y tecnología china para la construcción de estas infraestructuras.
Quizás los ejemplos más claros de estas sombras han sido los casos de Pakistán y Sri Lanka. Ambos países cuentan con una gran deuda y con un sistema político inestable, ambos elementos que han impedido un desarrollo fuerte de la infraestructura de estos países. En el caso de Pakistán, China se ha hecho con el control del puerto de Gwadar, el más importante del país, para un período de 43 años como pago por las deudas del estado pakistaní con China. En el caso de Sri Lanka, la situación es parecida con el control del puerto de Hambatonta. Ambos puertos se han acabado convirtiendo en bases navales para la marina china y en una seria amenaza para la hegemonía estadounidense en la región.
Esta estrategia es la que se ha conocido como la “Trampa de la Deuda”, una práctica que, si bien es cierto que China no ha creado, es la que actualmente está dando un mayor uso. Esta estrategia consiste en otorgar préstamos a países con una serie de condiciones y de intereses que son difícilmente posibles de cumplir, lo que conlleva a que el país que ha solicitado el préstamo tenga que pagar con la entrega de lo que el otro país solicite. En el caso chino esto se ve agravado por dos características propias; la entrega de deuda a países que no cuentan con un presupuesto saneado junto con el hecho de que estos países no tienen otra alternativa que China para poder solicitar préstamos, ya que no se lo han dado por parte del Banco Mundial o del FMI.
RESULTADOS ¿ÉXITO O FRACASO?
A la hora de analizar los resultados del proyecto nos encontramos con fracasos y con éxitos a partes iguales. China ha conseguido en estos últimos diez años establecer rutas de abastecimiento alternativas en nuevos países, especialmente en Asia Central, a la vez que establecer una expansión de la venta de sus productos en influencia en el Sudeste Asiático. En este sentido, el éxito económico y logístico se habría conseguido en gran medida.
Sin embargo, en el aspecto cultural y de imagen internacional no obtuvo tan buenos resultados, ya que en sus prácticas económicas le han valido el recelo de muchos vecinos tradicionales como Vietnam o Japón, a la vez que unos nuevos como en Pakistán o en Sri Lanka. Es importante señalar por tanto que la proyección cultural no ha sido, al menos en estos últimos años, un éxito del proyecto.
También sus prácticas y expansiones se ven con atención por otros actores regionales como Arabia Saudí, Brasil o Rusia, que, si bien comparten la búsqueda de un mundo multipolar, difieren en los métodos a llevar a cabo.
El gigante asiático debe y deberá equilibrar con gran cuidado una balanza entre sus intereses globales y los métodos que usa para obtenerlos, ya que de no ser así se vería en situaciones de daño a su imagen como le ocurrió a Estados Unidos con las guerras de Irak o de Afganistán.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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