LEJANO NO ES SINÓNIMO DE AISLADO: RUSIA AVIVA LA PUGNA POR EL ESPACIO ULTRATERRESTRE

por | Abr 19, 2023

Hace poco más de un año que comenzó la mal llamada “operación especial” de Putin en Ucrania. Un movimiento estratégico que ha derivado en una guerra atroz y que, sin duda, ha trastocado el escenario político más allá de las fronteras terrestres. Tras la expulsión de Rusia del Consejo de Europa en marzo de 2022 […]

Hace poco más de un año que comenzó la mal llamada “operación especial” de Putin en Ucrania. Un movimiento estratégico que ha derivado en una guerra atroz y que, sin duda, ha trastocado el escenario político más allá de las fronteras terrestres. Tras la expulsión de Rusia del Consejo de Europa en marzo de 2022 y de las sanciones impuestas por Occidente, ya no quedaban muchos entornos donde la diplomacia entre potencias no se hubiera roto. La Estación Espacial Internacional (EEI) era uno de ellos, hasta que se hizo pública la decisión de la agencia espacial rusa, Roscosmos, de abandonar el proyecto.


Un astronauta de la Estación Espacial Internacional, Koichi Wakata, durante su segunda caminata espacial. (NASA)

A pesar de que ha habido múltiples giros en el discurso de ruptura, Yuri Borísov, estratega militar y actual director de Roscosmos, confirmó este enero que Moscú abandonará la EEI y que tiene previsto poner en órbita su nueva estación espacial en 2027. Un proyecto que, según el portal ruso de compras estatales, costará 2.700 millones de rublos, una cifra equivalente a 37 millones de euros. Esta gran suma permitirá monitorear la superficie de la Tierra y, por ende, el Ártico, una zona de especial interés para el gigante soviético.

“La EEI es quizá uno de los mayores logros de la humanidad. Un lugar habitable para el ser humano a unos 400 kilómetros de la Tierra y en el que conviven y cooperan naciones que, mientras, se bombardean, atacan, censuran y espían en la superficie terrestre”, escribía la periodista Marta Arias en el ensayo No sabemos ver las estrellas (La paz herida, 5W). Y era cierto, porque desde su lanzamiento en 1998, la Estación Espacial Internacional se ha erigido como un símbolo de cooperación científica que, literalmente, no puede funcionar con un único país al frente.

Esta estructura de casi 500 toneladas de peso fue diseñada para ser interdependiente: Estados Unidos proporciona la electricidad y los sistemas de soporte vital y Rusia se encarga de los sistemas de propulsión. En el momento en que la retirada de Roscosmos sea real, la NASA y las otras agencias espaciales que integran la EEI —Agencia Espacial Canadiense (CSA), Agencia Espacial Europea (ESA) y Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA)— deberán reemplazar de inmediato los recursos humanos y tecnológicos rusos.

Especializado en astrofísica, el consultor, divulgador científico y autor del libro La geopolítica de l’espai (2023), Joan Anton Català, asegura que “claramente se ha producido una ruptura de relaciones con Rusia” y que “tenemos muchos ejemplos de ello”. Según el experto, uno de los más significativos ha sido la suspensión del lanzamiento del Rosalind Franklin, un robot europeo que debería haber viajado hasta Marte en un cohete y con una plataforma de aterrizaje rusos. “La ESA tomó la decisión de no contar con Roscosmos, lo que obliga a retrasar el proyecto hasta que la configuración entre el planeta rojo y la Tierra vuelva a ser óptima”, añade.

Independientemente de la salida más o menos tardía de Rusia, la EEI tiene fecha de caducidad. Se estima que no vivirá más allá del 2031, y la NASA ha anunciado que no participará en la construcción de una estructura análoga. Esta vez será la iniciativa privada quien se encargue, con Elon Musk (SpaceX) y Jeff Bezos (Blue Origin) al mando.

El brazo robótico europeo se extiende desde el módulo Nauka de la EEI. (NASA)

En vista del panorama actual y del evidente viraje de Moscú hacia Oriente, Català prevé un binomio China-Rusia. La Administración Espacial Nacional China (CNSA) es la segunda agencia con mayor presupuesto por detrás de la NASA, y en 2021 lanzó su propia estación espacial Tiangong. Canadá, Japón y Europa, por su parte, deberán alinearse en este escenario que cada vez atrae más actores: por un lado, agencias espaciales con capacidades emergentes como las de India o Emiratos Árabes y, por el otro, empresas privadas con mucho presupuesto, un fuerte interés en el mercado económico espacial y ninguna obligación de justificar sus gastos ante un estado.

 

LA MINERÍA Y LA MILITARIZACIÓN VAN DE LA MANO

 Una nueva partida ha empezado en el espacio y nadie quiere quedarse sin cartas. El ecosistema es mucho más complejo ahora que durante la Guerra Fría, pero la ley que regula las operaciones es prácticamente la misma. En 1967 se firmó el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre (OST, por sus siglas en inglés), un pacto multilateral que establecía límites y responsabilidades.

El artículo IV del tratado determinaba, en concreto, el compromiso de los Estados Parte de no poner armas nucleares o de destrucción masiva en la órbita de la Tierra, en el espacio o en los cuerpos celestes; prohibía el establecimiento de bases militares, el ensayo de cualquier tipo de arma y la realización de maniobras militares en los cuerpos celestes; y, por último, permitía el uso de personal militar para la investigación científica y el uso de cualquier equipo o instalación para la exploración pacífica de la Luna y otros cuerpos celestes.

Estación espacial china Tiangong. (BBC)

Si se hace una lectura rápida del texto, es normal preguntarse cómo es posible que, con tales restricciones, el espacio esté cada vez más militarizado. Sin embargo, el lector debe fijarse en el uso de determinadas palabras. El OST no prohíbe explícitamente colocar armas en la órbita de la Tierra o en el espacio vacío, mientras no sean nucleares o de destrucción masiva. Además, tampoco hay una definición específica de qué se considera un “arma”, y en el espacio un ciberataque puede hacer tanto daño como un misil. “Sabemos que hay satélites clasificados de uso militar en la órbita terrestre. Sabemos que hay satélites de observación y sospechamos que hay otros que llevan mecanismos de defensa en caso de ataque”, explica Català.

Desde 1967 se han propuesto otros acuerdos más precisos, pero todos han fracasado y no hace falta romperse la cabeza para adivinar el motivo. La explotación de recursos espaciales es un reclamo muy lucrativo, que solo será posible si los países tienen la certeza que podrán defender sus intereses económicos. En la actualidad, tanto Rusia como China y Estados Unidos cuentan con Fuerzas Espaciales, es decir, servicios militares que garantizan la seguridad en el espacio.

Según Català, “si un estado explota la minería de la Luna o de Marte, aunque el OST le impide instalar bases militares, la Carta de las Naciones Unidas le garantiza el derecho a la autodefensa. Nadie le puede negar que desplace soldados para preservar los intereses de sus ciudadanos o empresas, sin ánimo de ser agresivo”. Todavía no se ha llevado a cabo ninguna misión de minería, pero es una realidad que se acerca a pasos de gigante.

De hecho, en 2015, durante el mandato de Obama, se aprobó la SPACE Act, una ley que permitía a los ciudadanos estadounidenses participar en la exploración y explotación de recursos espaciales para fines de comercialización. Cinco años más tarde, en abril de 2020, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que fomentaba este mismo tipo de actividades y que “manifestaba explícitamente la desaprobación de la idea del espacio exterior como un patrimonio común de la humanidad”, escribía Julie Klinger, profesora del departamento de Geografía y Ciencias Espaciales de la Universidad de Delaware, en el artículo La geopolítica del espacio exterior (Anuario Internacional CIDOB 2021).

 

EL HELIO 3 Y EL RENOVADO INTERÉS POR LA LUNA

En esta línea, uno de los focos de atención en cuestión de minería espacial es el Helio 3, una variedad del Helio 4 más común. “La Tierra no genera Helio 3 de forma natural, sino que llega desde el espacio a grandes velocidades a través del viento solar. Estas partículas son capturadas por el campo magnético terrestre, que impide que lleguen a nuestra superficie. La Luna, en cambio, está directamente expuesta a la acumulación de este elemento que llega del sol”, explica el astrofísico.

La clave de este elemento es su utilidad: el Helio 3 es el combustible más deseado en el proceso de la fusión nuclear, una fuente de energía limpia y segura que supondrá una gran revolución en la industria energética. “Sabemos que en la superficie lunar hay Helio 3, pero no en qué proporción o de qué manera se podría extraer. Todavía nos encontramos en una etapa primigenia, pero su descubrimiento ha hecho que nazca un renovado interés por volver a la Luna”, añade. El primer país que acceda a este recurso natural, por lo tanto, se colocará a la cabeza de este intenso juego geopolítico.

Helio 3, una razón que puede reactivar las misiones lunares con una vertiente de explotación minera en el futuro no muy lejano. (Hacia el espacio)

El universo es un lugar tan complejo como fascinante. Un escenario donde las potencias habían conseguido hablar el mismo idioma durante cinco décadas pese a las rivalidades terrestres. Ahora, la chispa de la guerra en Ucrania ha prendido un cóctel molotov que tarde o temprano iba a explotar: muchos actores —tanto públicos como privados—, recursos naturales, una carrera por el dominio cosmoestratégico y, sobre todo, muchos intereses económicos. Ya lo escribió Klinger en su artículo: “la geopolítica del espacio exterior no trata solo de lo que sucede “allí afuera”, sino, y eso es más relevante, de lo que está sucediendo aquí en la Tierra. Esto significa que no es posible separar la geopolítica de los problemas sociales, ambientales, económicos o políticos que nos preocupan”.  


NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

 

 Apoya nuestro trabajo investigador haciendo una donación a GEOPOL 21 para que sigamos poniendo contexto a lo que pasa en el mundo

You have Successfully Subscribed!