El grupo yihadista JNIM ha impuesto un bloqueo económico sobre Bamako que podría provocar el colapso del gobierno militar de Malí. Tras expulsar a Francia y alinearse con Rusia, la Junta enfrenta su mayor crisis: falta de combustible, caos social y riesgo de asalto a la capital. La “Yihad Económica” marca un giro estratégico que amenaza con desestabilizar todo el Sahel.
Tras años de desgaste, la guerra en Malí ha entrado en una nueva fase con la llamada “Yihad Económica”, un concepto llevado a cabo por Jama´at Nasr al-Isllam wal Muslimin (JNIM) que bloquea todas las rutas de suministro a la capital maliense, amenazando con provocar la caída del gobierno y tomar la capital.
En este artículo se analiza la difícil situación que atraviesa Malí, valorando un probable escenario inmediato e impacto regional.

El bloqueo económico que ha impuesto la organización terrorista JNIM a Bamako puede hacer colapsar a la Junta Militar de Malí, precipitando la toma de la capital maliense por el grupo yihadista afiliado a Al Qaeda.
LA YIHAD ECONÓMICA
Malí es un estado interior que carece de salidas al mar. Gran parte del suministro de bienes o recursos dependen del abastecimiento desde países costeros como Senegal, Guinea, Costa de Marfil y Mauritania.
Esta dependencia combinada con escasas rutas seguras, la porosidad fronteriza o las largas distancias por la propia extensión del país, impiden un control efectivo por unas fuerzas armadas limitadas e insuficientes, haciendo que los asedios a varias localidades hayan sido constantes. Ciudades como Gao, Tombuctú o Leré, ya han sufrido bloqueos, pero Bamako e inmediaciones se consideraba un área segura.
Desde hace años la organización JNIM controla amplias zonas rurales de Malí, así como de todo el Sahel. En sus áreas de influencia impone la sharia, cobra impuestos (zakat), controla el tráfico de drogas, explota minas artesanales y gestiona el comercio del ganado. JNIM ejerce un gobierno paralelo, mientras que la Junta Militar controla los grandes núcleos urbanos.
El pasado 3 de septiembre JNIM anunció una nueva fase de la guerra, anunciando un bloqueo de la capital. La organización señalo que atacaría a todos los convoyes que se dirigieran hacia Bamako, centrando sus objetivos en los camiones cisterna que transportarán combustible. Este bloqueo que se inició en áreas periféricas del país cercana a zonas fronterizas, se ha ido estrechando constantemente sobre la capital produciéndose ya ataques a menos de 50 kilómetros de Bamako (concretamente cerca de Kati, sede del aparato militar malienses), una cercanía consolidada que en ningún otro momento del conflicto iniciado en 2012 se había producido.

Moussa Nabi Diarra, alias Hamza al Bamabri, portavoz de JNIM. Fuente: Az Zaqalla (medio oficial de JNIM).
JNIM no solo ataca, asesina e incendia las columnas de camiones, también extrae el combustible para su propio abastecimiento y revenderlo. El bloqueo se ha convertido en un método más para su financiación, reforzando su alternativa política y, ahora también, controlando el monopolio de combustibles en las áreas que domina.
Como medidas adicionales exigen que las mujeres utilicen el velo islámico en las vías que controlan e imponiendo que el transporte colectivo se divida por géneros. Ya han aplicado castigos físicos por el incumplimiento de estas instrucciones, aplicando la sharía tal como ellos la interpretan.
Malí carece de producción propia de petróleo y todo el suministro es abastecido por camiones cisterna. Aunque JNIM lleva ejerciendo una guerra de desgaste contra el gobierno desde hace años, su capacidad de bloqueo ha sorprendido a las autoridades de Bamako que se han visto sobrepasada por la coordinación y movilización que ha llevado a cabo los insurgentes. El éxito de este bloqueo ha dejado a la capital con desabastecimiento de combustible, afectando esta escasez a las propias fuerzas de seguridad que carecen del abastecimiento necesario para garantizar la seguridad y ejercer una escolta efectiva de los convoyes.

Mapa sobre el bloqueo que JNIM ejerce sobre Malí. Fuente: Crtical Threats.
LA ESTRATEGIA ERRÓNEA DE LA JUNTA MILITAR
Con el ascenso del coronel Assimi Goïta, Malí dio un giro en su estrategia contra los actores armados que actúan en su territorio, siendo esta amenaza JNIM, los separatistas de Azawad y la filial local de Dáesh (Estado Islámico del Sahel, ISS).

Reunión entre Vladimir Putin y Assimi Goïta en julio de 2023. Fuente Reuters.
En su nueva planificación puesta en marcha en 2021, el nuevo gobierno exigió la salida de las tropas francesas que consecuentemente pondría fin a la misión de asistencia de la Unión Europea (EUTM-Malí), se solicitó el fin de la misión de Naciones Unidas (MINUSMA) y se produjo una alianza militar con Rusia, desplegándose en Malí el grupo paramilitar Wagner (actualmente denominado África Corps).
En principio, la Junta contó con un importante respaldo popular derivado de un hartazgo por la considerada ineficaz presencia francesa, que se identificaba con el colonialismo y la explotación de recursos, pero, también, estas movilizaciones fueron impulsada por eficaces campañas de desinformación impulsadas por Rusia.
Malí sirvió de ejemplo para posteriores golpes militares en Burkina Faso y Níger, fundando las tres juntas golpistas una nueva organización regional denominada Alianza de Estados del Sahel (AES). Los tres países abandonaron la CEDEAO e intentan mantener una política exterior común como bloque alternativo cercano a Rusia y contrario al neocolonialismo representado por Francia.
La nueva Junta Militar de Malí, con un fuerte carácter antioccidental, puso fin a los Acuerdos de Argel los cuales se firmaron en 2015 con los separatistas de Azawad y donde Argelia había intervenido como intermediario entre ambas partes. Los Acuerdos de Argel habían mantenido una tensa calma entre separatistas y el gobierno central, actuando la MINUSMA como una fuerza de paz en la región. Pero este acuerdo no incluía a los diferentes grupos yihadistas que actuaban en Azawad (así como todo el Sahel) y que se habían fusionado en 2017 en las siglas de JNIM, bajo el liderazgo de Al Qaeda.
Con el fin de la misión francesa Barkhane en noviembre de 2022 y la posterior retirada de MINUSMA en 2023, el conflicto entre los separatistas y el gobierno se reanudó, teniendo un papel protagonista en la ofensiva gubernamental los contratistas rusos de Wagner tomando Kidal, capital de Azawad, en noviembre de 2023.

Imagen de video propagandístico del África Corps. Fuente: Telegram.
Sin embargo, la región no se pacificó, sino que el conflicto se recrudeció. La Junta había planificado una rápida victoria en el norte con el objetivo de impermeabilizar las fronteras, reafirmando su soberanía nacional, bloqueando a los separatistas para, posteriormente, centrarse en la amenaza yihadista.
Sin embargo, la Junta infravaloró la capacidad de los separatistas y desvió medios para un frente que con los Acuerdos de Argel podía tenerlo parcialmente inactivo. Este desvío de medios junto con el vacío en seguridad tras la retirada francesa y de MINUSMA facilitó las acciones de JNIM, que en realidad era la principal amenaza interna de Malí, cuya presencia era más extensa por todo el país y una amenaza transnacional que afecta a otros países vecinos como Burkina Faso o Níger.
La derrota rusa en Tinzawatène, las tensiones fronterizas con Argelia (cuyas fuerzas de defensa derribaron un dron), el cierre de fronteras, la cooperación entre JNIM y los separatistas tuaregs aglutinados en torno al Frente de Liberación de Azawad (FLA) o el uso perfeccionado de drones por el FLA, han desgastado la capacidad de Malí.
A pesar de la ayuda rusa y las nuevas compras de material militar, los medios con los que cuenta Malí son muy limitados para abordar una insurgencia extendida en diversas áreas. A ello tampoco ha ayudado los brutales métodos utilizados, siendo habitual la violencia arbitraria y los abusos contra civiles acusados de cooperar con yihadistas o separatistas.
Con diversos frentes abiertos y las nuevas alianzas, la Junta sobrevaloró sus capacidades y menospreció a unos enemigos que estaban muy infiltrados en las diversas capas sociales tribales y habían ocupado el espacio político y social de favorecidos por una débil gobernanza estatal.
EL POSIBLE COLAPSO DE MALÍ
Aunque la capacidad militar de JNIM es limitada, el desabastecimiento de Bamako puede derivar en la caída del gobierno por incapacidad para hacer frente a un posible asalto.
Las Fuerzas Armadas carecen de suministros para movilizar sus medios, mientras que los yihadistas se abastecen del combustible que asaltan en las vías de comunicación. Si JNIM no toma ahora Bamako es por el temor a no poder mantenerla bajo control efectivo, a sufrir un excesivo desgaste militar o tener que desviar efectivos de otras áreas que sí mantienen controladas, pero que quedarían indefensas frente al propio gobierno o la filial de Dáesh, con la cual mantiene un enfrentamiento abierto.
En septiembre de 2024, JNIM organizó un ataque terrorista contra Bamako que pusieron en entredicho a las fuerzas de seguridad, ya que el ataque fue realizado por un número muy limitado de terroristas pero que llegaron a tomar el aeropuerto internacional. Este ataque demostró la vulnerabilidad de la capital y ha influenciado para que JNIM pudiera planificar una operación más sofisticada sabiendo que no cuenta con superioridad militar pero que las fuerzas de seguridad pueden estar bloqueadas, escasas de moral y sin capacidad de maniobra.
Tras semanas de bloqueo, la falta de suministros es evidente en la capital, existiendo nerviosismo entre la población. Son escasas las estaciones de servicios que cuentan con combustibles, lo cual ha dado lugar a colas kilométricas para repostar y altercados de orden público. En algunos casos el ejército ha requisado el combustible y se han denunciado casos de corrupción con la reventa de gasolina por miembros de seguridad.
Además, falta suministro eléctrico, los cortes de luz se han convertido más habituales y la escasa industria, así como la actividad económica se encuentra paralizada. Ante tal situación el gobierno ha decretado la suspensión de clases escolares.

Colapso en una gasolinera de Bamako. Fuente: Reuters.
La situación de inseguridad y el riesgo de la caída del gobierno ha dado lugar a que varias delegaciones extranjeras hayan evacuado sus sedes diplomáticas de personal no imprescindible y aconsejar a sus nacionales a abandonar Malí. Estas advertencias no pasan desapercibidas para la población, que ya está dando lugar a desplazamientos de personas que huyen de Bamako.
LA INMOVILIDAD DE LOS ALIADOS EXTERIORES
Por ahora, la AES está mostrando sus evidentes vulnerabilidades. Tanto Burkina Faso como Níger, no cuentan con la capacidad de prestar apoyo a su aliado ni militarmente ni en capacidad de suministros.
De los tres países que conforman la AES solo Níger produce petróleo, pero su producción es para consumo propio o la exportación que controla China. Además, tanto Níger como Burkina Faso no tienen la capacidad militar para levantar el bloqueo.
Ambos países tienen sus dificultades en materia de seguridad y en el caso de Burkina Faso, que geográficamente se encuentra más cerca de Bamako, su frontera norte está prácticamente en control de JNIM.
Níger estaría valorando el posible suministro limitado a través de camiones, pero las largas distancias y la situación de vulnerabilidad complican esta posibilidad.
Aunque medios afines al gobierno de Goïta han anunciado la llegada de petróleo ruso, esta asistencia a través de medios aéreos podría ser insuficiente.
La situación militar de Bamako es muy complicada. La limitada presencia rusa en el país no parece haber sido movilizada y se encuentra en otros frentes alejados de Bamako. La fuerza aérea de Malí, aunque ha realizado diversos ataques no parece que sea suficiente para disuadir a los yihadistas, que sin presencia terrestre vuelven a bloquear vías y hostigar a los convoyes. Además, varias escoltas militares ya han sido emboscadas por lo que existe desánimo entre las tropas locales que se ven superadas.
CONCLUSIONES
Malí está sufriendo el mayor de desafío de seguridad en su historia actual. Existe el riesgo real de que la capital puede caer por puro desgaste y el gobierno no parece que tenga la capacidad para garantizar el abastecimiento energético mínimo de la capital.
El bloqueo que está sufriendo el ejército que, por ahora, carece de la capacidad de levantar el cerco por el empleo de la fuerza, puede dar lugar a negociaciones para levantar el asedio. Al igual que en otros escenarios donde el gobierno ha tenido que negociar con los yihadistas para poner fin a asedios, esta situación se puede repetir, pero sería considerado una humillación y descredito político. JNIM es consciente de que puede carecer del apoyo popular para poder gobernar de manera efectiva Malí, por lo que una negociación en términos muy favorables para la organización no se puede descartar.
JNIM tampoco cuenta con una estructura orgánica definida y se organiza en facciones autónomas, por lo que una toma precipitada de una capital puede provocar divisiones internas que puedan ser aprovechadas por otros enemigos como ISS.
Lo que sí es evidente en Malí es que JNIM lleva años teniendo la iniciativa militar en el campo de batalla, lo cual es un síntoma de retroceso y desgaste gubernamental, jugando el tiempo en favor de la organización terrorista.
La situación de inseguridad en el Sahel es de extrema vulnerabilidad, con el riesgo de que si Malí cayera, a muy corto plazo lo hiciera, también, Burkina Faso y Níger.
La situación en Malí parece producirse entre la indiferencia de la Unión Europea y el conjunto de la Comunidad Internacional. La ruptura de alianzas por parte de Malí ha derivado en esta situación y el gobierno por ahora no parece que vaya a rectificar ni solicitar ayuda a sus antiguos aliados regionales e internacionales, que probablemente tampoco la prestasen si fuese solicitada. Existe un riesgo real de que en la frontera avanzada de la Unión Europea se establezca un emirato islámico de carácter salafista radical.
Este hecho podría convertirse en una amenaza en seguridad y un desafío en cuestiones como la inmigración, en una región en pleno auge demográfico, pero con limitados recursos para la subsistencia.
Al igual que en Siria o Afganistán donde fuerzas islamistas han tomado el poder, quizás la Unión Europea no valore como un riesgo propio la caída de un gobierno autoritario declarado antioccidental, no considerando negativo un cambio de régimen que, aunque sea de corte islamista, diese paso a una nueva etapa de relaciones.
Realpolitik llevada al extremo en momentos de incertidumbre internacional y pragmatismo político donde la defensa de valores como la democracia, la libertad o los derechos humanos quedaron lejos.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.






