A comienzos de febrero se cumplieron dos años desde que los militares dieron un Golpe de Estado en la República de Myanmar, finalizando así con un periodo de estabilidad política y social en un país que durante la última década del siglo XX y primera del siglo XXI estuvo aislado internacionalmente. Un gobierno liderado por la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi que parecía haber consolidado la democracia tras diez años de estabilidad política, si bien es cierto que todavía con puntos negros que resolver como el del conflicto de la minoría Rohinya en el norte del país. Diez años que sirvieron para que Myanmar experimentara un fuerte crecimiento económico con cifras por encima del 6% durante varios años consecutivos, un intenso aumento de la inversión extranjera directa con el consiguiente desarrollo de nuevos proyectos de infraestructuras y modernización del país; en parte también como consecuencia de la eliminación del embargo y sanciones impuestas por parte de países y organismos occidentales. Atrás quedaban los tiempos en los que la Junta Militar dirigía con puño de hierro la antigua República de Birmania y que en el año 1989 pasó a llamarse oficialmente República de Myanmar para desprenderse de su pasado colonial.
DESARROLLO ECONÓMICO Y MODERNIZACIÓN DEL PAÍS
Como país rico en materias primas (minerales, gas y petróleo) Myanmar ha sido un destino favorecido y relativamente tranquilo para inversiones Chinas desde 1988 cuando el país estaba internacionalmente asilado y el régimen militar controlaba dictatorialmente la entonces República de Birmania. Tras el inicio de la transición democrática en el 2012 y el levantamiento de las mencionadas sanciones por parte de EE. UU. y la Unión Europea, Myanmar se erigió como uno de los mercados emergentes con un mayor crecimiento a nivel global.

Tasa de crecimiento anual del PIB de Myanmar desde 2013 a 2022. Fuente: Tradingeconomics.com
La República de Myanmar pasó entonces a jugar un papel clave en la estrategia expansionista de China. El gigante asiático ha sido el único país inversor en Myanmar desde 1988, cuando occidente impuso sanciones y embargos. Tras las reformas democráticas y la apertura del país, se facilitó y diversificó la inversión por parte de otros países y organismos multilaterales. Parte de ese “milagro económico” se debió a las políticas económicas llevadas a cabo por el nuevo gobierno y que se alejaban de tener un gran endeudamiento. Myanmar se incorporó al proyecto chino del Belt and Road Intiative (BRI) bajo el acuerdo comercial China-Myanmar Economic Corridor (CMEC). De los treinta proyectos que inicialmente se presentaron en el Memorandum of Understanding (MoU), finalmente se acordó la aprobación de nueve. Los nuevos líderes del gobierno de Myanmar estaban especialmente centrados en evitar una deuda insostenible para un país que llevaba años aislado internacionalmente y también conscientes de que ya estaban en disposición de poder obtener financiación de otros países y organismos multilaterales como el Banco Asiático de Desarrollo, sin tener así que depender solamente de Pekín.
IMPORTANCIA GEOPOLÍTICA
Myanmar y China comparten más de 2,000kms. de frontera (suroeste de China – Norte de Myanmar), lo que supone una pieza clave en los intereses expansionistas de Pekín. La visita del presidente XI a Myanmar a principios del 2020 marcó un hito al ser la primera visita de un presidente chino en veinte años, dejando patente los intereses que Myanmar representan para China y escenificados en el compromiso del China-Myanmar Economic Corridor bajo el paraguas del BRI (Belt Road Initiative). El mencionado CMEC incluía la inversión y desarrollo de proyectos de infraestructuras, como autopistas, líneas ferroviarias, zonas industriales, etc. pero sobre todo el puerto de Kyaukpyu al norte del país, el cual le permite a China acceso directo al Océano Indico sin tener que utilizar la tradicional ruta marítima a través del Estrecho de Malacca. El puerto de Kyaukpyu es de vital importancia dentro del acuerdo económico CMEC, tanto por su componente estratégico como comercial, junto con la construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad de 1,400kms. que une la ciudad de Kunming (Yunnan) en el Sur Oeste de China con la ciudad de Mandalay.

La nueva ruta de los gasoductos hacia China que atraviesan Myanmar. Fuente: Aspenia
La utilización y control de este puerto permitiría, por un lado, la posibilidad de trasladar y relocalizar producción de las zonas costeras al interior de China pudiendo así crear riqueza en el interior del país. Hace años ya se intentó algo parecido con la política “Go West” pero con escasos resultados. Y en segundo lugar, el hecho de poder tener una salida marítima al Océano Indico para canalizar las exportaciones supondría un game changer. El transporte de los productos “made in China” a través de Myanmar ofrece rutas más cortas a mercados del sur este asiático, África y Europa, a la vez que facilita y abarata la importación principalmente de commodities y materias primas (gas y petróleo) a la provincia de Yunnan. De modo que donde radica realmente la clave por las implicaciones estratégicas y geopoliticas es en el acceso al Golfo de Bengala y Océano Indico sin tener que utilizar las rutas que atraviesan el convulso Estrecho de Malacca. En este contexto, hoy, existen ya pocas dudas respecto a que se trata del área más estratégica del planeta y que se ha convertido en el auténtico centro de gravedad del mismo en lo económico, comercial y, cada vez más en lo geoestratégico y por consiguiente, en lo militar. Por supuesto para China, pero también para Japón o Corea del Sur. La circulación marítima por el Estrecho de Malacca entre el llamado Mar del Sur de China y el Golfo de Bengala en el Índico, es absolutamente vital. Para el gigante asiático, eso implica protegerse frente a un eventual bloqueo que colapsaría su economía. Y para Japón o Corea, la garantía de que esa capacidad de bloqueo no pueda ser ejercida por China a través del control militar del mar del Sur de China, lo que supone inevitablemente la protección de Estados Unidos. Es por ello por lo que el que Pekín pueda tener un aliado que le permita tener un acceso al mar que evite pasar por este punto neurálgico les aportaría una relevancia estratégica excepcional.
Esa plena cooperación que buscan los líderes chinos con los distintos gobiernos que ha tenido Myanmar no la vieron clara por parte del gobierno de Aung San Suu Kyi y es por ello por lo que, en los siguientes días a la perpetración del Golpe de Estado, la relación entre la Junta Militar que tomó el poder (Tatmadaw) fue más fluida. Para el gobierno de Pekín resulta más sencillo incrementar su influencia y mantener relaciones con un gobierno no elegido democráticamente que con aquel salido de las urnas en unas elecciones libres. Igualmente, la salida de capital y el éxodo de empresas extranjeras aceleró las oportunidades que se presentaban a empresas chinas para establecerse en un mercado con menos competidores. Las empresas chinas han ocupado un hueco que dejaron las multinacionales extranjeras. Siendo así que muchas de las empresas extranjeras que han abandonado China en los últimos años, han relocalizado sus inversiones, centros de producción y cadenas de suministro en países vecinos de la Región ASEAN como Vietnam, Indonesia, Tailandia y Filipinas.
UN FUTURO INCIERTO
El futuro político de Myanmar está lleno de luces y sombras. A pesar del que los generales anunciaron que convocarían elecciones generales, lo cierto es que esto no ha ocurrido y no tiene visos de que así sea a corto plazo. Aung San Suu Kyi continua bajo arresto domiciliario, y su partido político el NLD (National League for Democacy) está descabezado ya que sus líderes o bien están detenidos o bien han sido asesinados. El gobierno de Pekín continúa cooperando con el gobierno militar a la vez que no vuela los puentes establecidos con algunos grupos y minorías opuestas al régimen intentando mantener un fino equilibrio de poder; mantener cierta estabilidad en el país que le permita seguir ejerciendo la suficiente influencia desarrollando proyectos de inversión en infraestructuras de modo que sea una pieza imprescindible.
“China mantendrá su política de no injerencia / no intervención en asuntos domésticos de terceros países, si bien es cierto que el Golpe de Estado ejecutado por la Junta Militar en Myanmar les supone un dolor de cabeza diplomático y comercial”
La población civil no ha permanecido impasible ante los acontecimientos ocurridos tras el Golpe de Estado y en muchos casos se acusa a China de no haber actuado en contra de este, e incluso de haberlo apoyado. La población es reticente y no ve con buenos ojos la cada vez mayor presencia de empresas chinas y el desarrollo de los proyectos de infraestructuras ya que no ven el beneficio que para la población local pudiera existir porque no se traducen en un aumento del empleo o la mejora en las condiciones de vida. Como consecuencia de todo ello, se han producido ataques a intereses chinos en el país y la quema de fábricas de empresas chinas; la percepción que hoy en día se tiene de todo aquello que tiene que ver con lo chino es bastante negativa.
Cabe recordar que, tras el Golpe de Estado, China votó en contra de una resolución por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas condenando el mismo. En abril del 2022 durante la visita que el ministro de Asuntos Exteriores Wang Yi realizó a Myanmar, éste declaró que “en el caso de que la situación del país experimentara un cambio, China siempre apoyaría a Myanmar”. Sea cual sea la salida del conflicto, China estará del lado del ganador poniendo siempre por delante sus intereses económicos y geopolíticos. El gigante asiático tiene todas las cartas de la baraja con el objetivo de que la antigua República de Birmania juegue un papel primordial en su favor en el tablero global y muy especialmente en el Sur Este asiático.
«No se trata de quien ostenta el poder sino de quien es capaz de garantizar cierta estabilidad y cooperación para que puedan continuar con su “business as usual”
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