El «Sportswashing» es la práctica por las que un Estado utiliza el deporte para lavar su imagen y obtener una buena reputación. Esto se puede hacer mediante la simple publicidad en el deporte o incluso adquiriendo un club o la organización de un evento. Ejemplos de países que lo realizan son Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Rusia, entre muchos otros. Aquí vemos un patrón bastante claro: el no respeto por los Derechos Humanos, por lo que usan el deporte para tapar sus vulneraciones , desviar la atención y consolidar su legitimidad.
¿Qué es el “Sportswashing”?
Como ya sabemos, en el mundo de los deportes y, especialmente en el mundo del fútbol, se mueve gran cantidad de dinero mediante patrocinios y publicidad. Muchas marcas aparecen en camisetas, estadios, vallas e incluso en las propias competiciones y así los equipos pueden fichar jugadores, mejorar sus infraestructuras o, simplemente, ganar dinero. Sin embargo, en las últimas décadas, además de marcas se han publicitado Estados y más concretamente, los gobiernos de dichos Estados. Esto es sencillo en un mundo tan globalizado como el actual y, como cuando una marca paga para dar buena imagen y se hable bien de ella, los gobiernos hacen lo propio. De esta forma nos encontramos con el “Sportswashing”, es decir, la práctica por la que los gobiernos utilizan el deporte para mejorar su reputación, por lo que nos podemos imaginar que si necesitas de estas prácticas para limpiar la imagen de tu país es porque algo quieres esconder. Y es que los que usan esta práctica son los gobiernos que vulneran los Derechos Humanos y así, desvían la atención del resto del mundo. Esto se puede realizar desde el patrocinio más habitual como con la compra de un equipo o la celebración de un evento deportivo.
La publicidad de los Estados
A nivel de patrocinio, destacan las empresas Fly Emirates y Gazprom. La primera, es una aerolínea perteneciente a la empresa The Emirates Group de los Emiratos Árabes Unidos y patrocina a equipos tan importantes y mundialmente seguidos como AC Milan, Real Madrid y Arsenal, quienes nombraron Emirates Stadium a su estadio, al igual que el Manchester City con la otra aerolínea estatal, Etihad. La segunda, es una empresa petrolífera y gasística rusa que patrocina al Zenit de Sant Petersburgo, uno de los equipos más importantes de Rusia, y a la propia UEFA Champions League, la máxima competición continental de fútbol. Esta empresa también utiliza a sus jugadores para “spots” publicitarios en plataformas petroleras, legitimando sus expediciones árticas y su impacto en el medio ambiente. Además, también debemos destacar a Qatar en cuanto a patrocinios, ya que el FC Barcelona, en sus más de 100 años como club, tan solo usó sponsor en su camiseta desde 2006, cuando Unicef vistió de azulgrana de manera totalmente altruista. Sin embargo, a partir de 2011 los culés lo cambiaron por Qatar Foundation y tres años después por Qatar Airways, convirtiendo al Barça en el principal patrocinador de Qatar junto con la AS Roma. Pero el mayor negocio patrocinador de Qatar lo tiene el Bayern Múnich, quienes reciben más de 10 millones de euros anuales a cambio de llevarles en sus mangas y entrenar durante el invierno en los campos de la capital qatarí, Doha, algo que llevan haciendo desde 2011. No obstante, los aficionados del conjunto bávaro se oponen a que su equipo esté ligado al régimen de Qatar, manifestándolo en los estadios, a lo que su presidente, Karl-Heinz Rummenigge respondió que quieren ayudar a mejorar los derechos humanos a través del fútbol, algo cuestionable.
“¿El dinero por encima de los derechos humanos? ¿Capital sobre moral? ¡Abrid los ojos cuando se trata de elegir patrocinadores!” decía la pancarta que mostraron los aficionados del Bayern Múnich en un partido como local en el Allianz Arena (Felix Tamsut (@ftamsut)).
Los gobiernos como propietarios de clubes
En cuanto a la compra de equipos, en este caso de fútbol, tenemos dos grandes ejemplos que casualmente se enfrentaron el pasado martes 28 de septiembre: Manchester City y Paris Saint-Germain. Los mancunianos cambiaron de dueño en 2008, cuando el jeque Mansour, miembro de la familia real emiratí, compró el club. Desde entonces, gracias a la gran inversión desde Abu Dabi de más de mil millones de euros en traspasos, han convertido un club histórico pero no muy exitoso en uno de los equipos más poderosos del mundo. Los “citizens” forman parte de un conglomerado deportivo que aglutina a varios equipos de distintos países como el Melbourne City, Yokohama F. Marinos, Montevideo Torque o Girona FC, entre otros.
Algo similar ocurre con el equipo de la capital francesa, ya que desde 2011 es propiedad de Qatar Investment Authority, un fondo de inversión soberano de Qatar que se encarga de invertir en otros sectores fuera de la energía, para que el país no dependa solamente de las ganancias del petróleo y gas natural. El presidente del club parisino y cara visible del proyecto es Nasser Al-Khelaïfi, quien también ocupa un puesto en la UEFA, siendo amigo de su presidente, Aleksander Čeferin. Además, es propietario de la cadena de televisión Bein Sports, donde obviamente se pueden ver los partidos del PSG, con jugadores de la talla de Leo Messi, Neymar o Mbappé. También se ha especulado sobre si la compra del Chelsea por parte de Roman Abramovich fue a propuesta de Vladimir Putin pero más bien parece la manera de divertirse de un multimillonario ruso aficionado al fútbol. El último año, ha despertado el interés de un fondo soberano saudí en comprar el Newcastle United aunque la Premier League paralizó esa operación. De esta forma, los regímenes ocupan puestos de poder, tienen una red de equipos a su disposición e incluso medios de comunicación deportivos para poder lavar la imagen de sus gobiernos. Con los éxitos deportivos de sus equipos, pueden ofrecer otra versión a la historia de sus países, reflejándose como algo positivo e incluso como un buen lugar, ya que muchos futbolistas son invitados allí en sus vacaciones.
Jugadores del PSG haciendo un ‘spot’ publicitario en Dubai (Clarín)
Países que albergan una gran competición
En cuanto a la organización de eventos para la legitimación de un régimen no es algo novedoso. Podríamos poner como ejemplos los espectáculos circenses y de gladiadores de la Antigua Roma, el Mundial de Italia 1934 de Mussolini, los Juegos Olímpicos de 1936 con sede en la Alemania Nazi de Hitler y la Eurocopa de 1964 de la España franquista. Todas ellas buscaban lo mismo: que el público general y el resto del mundo miraran hacia otro lado, pareciendo un lugar amigable y abierto al mundo mientras vulneraban constantemente los derechos humanos. Recientemente, la celebración del Mundial de Fútbol de 2018 en Rusia fue un ejemplo de ello. El gobierno de Putin coarta la libertad de expresión y de prensa, así como a los disidentes, siendo encarcelado el líder de la oposición y fundador de la Fundación Anticorrupción, Alekséi Navalni. Además, según Amnistía Internacional, son muy extendidas la práctica de torturas, juicios injustos y son perseguidos y discriminados colectivos como LGTBI y migrantes. No obstante, la imagen rusa de la Copa del Mundo de hace tres años mostraba otra cosa totalmente distinta. Rusia acogió a aficiones de las otras 31 participantes en la competición, por lo que se vio una Rusia abierta y tolerante, ya que no hubo ningún altercado reseñable. De esta manera, el Kremlin mejoró su reputación tras una complicada política exterior como con la Guerra de Osetia del Sur de 2008 o la anexión de Crimea de 2014.
También es destacable la aparición de Azerbaiyán como patrocinador del Atlético de Madrid desde 2012 a 2014 y ser la sede de la final de la Europa League de 2019 y una de las sedes de la Eurocopa 2020, siendo un país que viola los derechos humanos de sus civiles. La misma línea sigue la Copa del Mundo del 2022, que se celebrará en Qatar, país con una paupérrima tradición futbolística. Desde que en 2010 se eligiera dicha ubicación para el evento, saltaron todas las alarmas por diferentes motivos: no existían estadios para albergar la cita, los mundiales se realizan en verano y sería imposible practicar deporte en Qatar en esas fechas y la violación de derechos humanos en el país, por lo que se elevó la sospechosa sobre la elección de Qatar como sede, con más inconvenientes que beneficios. Desde que en 2013 la revista francesa France Football denunció supuestas irregularidades en la concesión de Qatar como sede del Mundial 2022, emergió el “Qatargate”. En 2015, el Presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fue suspendido de su cargo e inhabilitado por 8 años para cualquier actividad relacionada con el fútbol, al igual que su homólogo de la UEFA, Michel Platini. Hasta 16 de los 22 ejecutivos que votaron por la opción árabe para el evento, en detrimento de Estados Unidos, han pasado por procedimientos judiciales, y es que parece una obviedad que la sede fue elegida por sobornos.
The Guardian publicó en febrero de 2021 que 6.500 trabajadores migrantes habrían muerto en Qatar desde que se otorgó la Copa del Mundo. La cifra es notablemente más alta, ya que los datos no reflejan los fallecidos de los últimos meses de 2020 y todo el 2021, junto con que solo recopila trabajadores migrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka. Y es que en la última década, el país del Golfo Pérsico ha lanzado un ambiciosísimo proyecto de construcciones, desde los siete nuevos estadios hasta un nuevo aeropuerto, hoteles e incluso una nueva ciudad, que albergará la final del Mundial.
El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, durante un partido del Mundial 2018 (La Vanguardia)
Sin embargo, veremos un evento mundial en el que Qatar será visto como un Estado amistoso, tolerante y global cuando la realidad del día a día es otra totalmente distinta. Amnistía Internacional ya ha denunciado la situación y Freedom House le otorga al país un 25 sobre 100 en calidad democrática, un 7/40 en libertades políticas y 18 de 60 sobre libertades civiles, es decir, un país donde no es fácil vivir. Selecciones como Noruega y Alemania ya han manifestado su desacuerdo a Qatar pero se quedará en algo simbólico.
Un problema presente y de futuro
Esta es una práctica que se viene dando en las últimas décadas con más asiduidad y que cada vez se extiende más. Este artículo se ha centrado más en el mundo del fútbol pero existen una multitud de ejemplos en distintos deportes como el Gran Premio de Bahréin y Abu Dabi en automovilismo, la WWE en Arabia Saudita en lucha libre o el equipo Astana-Premier Tech, patrocinado por el gobierno kazajo, en el ciclismo.
Uno de los principales elementos para que un Estado y más concretamente, un régimen, perdure, es estar legitimado. Esta legitimidad puede llegar tanto del interior (controlar a los propios ciudadanos o ejército para que no se subleven) como del exterior (resto del mundo). Algunos ciudadanos de los países que usan esta práctica a veces argumentan que ellos también tienen derecho a albergar un evento de este calibre y que quizá pueda mejorar la situación nacional tras dicho evento como ocurrió con el Mundial de fútbol de Sudáfrica en 2010, celebración que mejoró la visión del país. Externamente, con el “Sportswashing” consiguen que su gobierno sea legitimado por los distintos países y organizaciones y así, perdurar en el tiempo mientras unos pocos ganan millones y muchos otros mueren.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
0 comentarios