El número de migrantes que deciden atravesar el Tapón del Darién desde Colombia hacia Panamá no para de aumentar. Las cifras son escandalosas y las denuncias de abusos a los derechos humanos han sido motivo de preocupación en varios Estados, especialmente en los Estados Unidos y Panamá. Sin embargo, en Colombia la situación es distinta, existe más bien una complaciente calma. Ante la pasividad colombiana se han levantado duros pronunciamientos internacionales, pues es permisiva con los grupos armados ilegales, que no solo se han encargado de establecer las rutas migratorias, sino que se han apropiado del territorio que comprende la selva del Darién. Este no es otro caso de negligencia colombiana, por el contrario, esta actitud responde a un interés muy claro: el de incluir a la región en las cadenas productivas nacionales a través del exterminio étnico y ambiental.
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