Los cambios climáticos están provocando modificaciones de esquemas metodológicos en todo el globo, y particularmente en algunas zonas. Estas modificaciones, lentas o repentinas, ponen en riesgo la vida de miles de personas que no tienen otra solución que moverse de su propio territorio. Una estrategia internacional holística es necesaria para enfrentar con éxito este asunto.
INTRODUCCIÓN
El cambio climático es una modificación a largo plazo de las temperaturas y de los esquemas meteorológicos. Estas variaciones pueden producirse por fenómenos naturales, es decir, en función de los ciclos solares, o ser el efecto de una acción humana masiva sobre la biosfera. Los cambios climáticos que estamos presenciando en las últimas décadas pertenecen sin duda al segundo tipo y son, por tanto, efecto de la acción humana.
Estas variaciones están afectando a todo el planeta, exacerbando los fenómenos atmosféricos en algunas regiones específicas. Son zonas geográficas que ya de por sí mismo tenderían naturalmente a ser objeto de fenómenos violentos, pero que como consecuencia del cambio climático, se están viendo azotadas por fenómenos de una violencia climática devastadora. El resultado de esto es que pueblos y regiones enteras, lugar tradicional de residencia de algunas poblaciones, se vuelven inhabitables a causa de inundaciones que erosionan las costas, arrastran porciones enteras de tierras densamente habitadas. Otras consecuencias son las tierras áridas donde ya no es posible cultivar o la subida del nivel del mar que hace imposible la vida en los Estados-Islas porque, por ejemplo, los embalses de agua dulce están siendo infiltrados por agua salada, la cantidad de tierra habitable disminuye, la principal fuente de sustento para muchos, la pesca se hace difícil, porque el calentamiento de los océanos cambia el patrón de comportamiento de los peces.

A farmer work in his field on the edge of the Kubuqi desert. The government plants trees and shrubs here in an effort to block the wind and stabilize the soil. (Photographer Ian Teh panospicture.co.uk )
CUERPO DE ANÁLISIS
Los cambios climáticos más impactantes pueden dividirse en dos categorías: los procesos lentos y los repentinos. Los primeros, los slow on-set, son los fenómenos lentos en los que el clima y los territorios cambian a lo largo de decenas de años. Hablamos, por supuesto, de la desertización o del deshielo de glaciares y nieves perennes. Estos cambios en el clima afectan a los hábitos y tradiciones de las poblaciones locales: la agricultura se hace imposible, los cursos de agua se reducen en detrimento no sólo de los asentamientos humanos, sino también de la ganadería; al disminuir el caudal de los ríos, por ejemplo, se producen alteraciones en el ciclo de funcionamiento de las centrales hidroeléctricas, y se experimentan perjudiciales apagones. Este tipo de fenómenos ya se están produciendo en algunas partes del mundo, como el África subsahariana, que sufre desertificación, el mismo problema que se vive en Afganistán, pero también en Asia Central. En todas estas zonas, la población se enfrenta a dos opciones: adaptarse o emigrar.
El otro tipo de fenómeno es el de aparición súbita, sudden on-set. Demasiado conocidas son las imágenes de las inundaciones que se producen en Bangladesh o incluso en Pakistán, donde estas situaciones son desgraciadamente frecuentes, pero también en el resto del Sudeste Asiático. Durante estos acontecimientos rápidos y repentinos, una cantidad anormal de agua hincha torrentes, ríos, arroyos, que fluyen con extrema violencia, desbordándose y arrollando todo lo que encuentran a su paso e inundando ciudades, pueblos, campos, incluso erosionando parte de las riberas, alterando permanentemente los territorios.
Hace décadas se ha empezado a hablar de la movilidad debido al cambio climático. El primero en hacer una estimación de las cifras fue el ecologista Norman Myers, que en 1993 valoró el número de personas que se desplazarán en 200 millones. Esta cifra asustó mucho a la comunidad internacional, dividiendo también el mundo académico. Hoy los planteamientos sobre las cifras son mucho más realistas, de todo modo los números son muy imprecisos por muchas razones: quienes se desplazan a causa del cambio climático no lo hacen como causa directa, sino indirecta. Muy pocas personas atribuyen la razón de su migración al cambio climático y muy a menudo estas personas se clasifican como migrantes económicos: los países más afectados por estos problemas son países que ya pertenecen al segundo o tercer mundo, con un PIB muy bajo sobre los cuales la sequía de dos temporadas consecutivas o las inundaciones no dejan otra solución que buscar otro lugar donde vivir.
Para utilizar una jerga más técnica, se dice que el cambio climático actúa como stressor, lo que significa que agravará problemas que ya están presentes en todos estos países. En otros casos, creará problemas que antes no existían, actuando como threat multiplier. Por ejemplo, el huracán Mocha azotó recientemente Myanmar: la fuerza del agua creó nuevos problemas: trasladó minas a una zona que desgraciadamente está llena de ellas, confundió la situación donde las minas estaban cartografiadas, trajo serpientes venenosas donde no las había, destruyó instalaciones médicas y ahora se teme que surjan epidemias a causa del agua estancada.
Detrás de la necesidad de emigrar de un individuo casi nunca hay una sola causa, sino varias que se suman: los escasos recursos, demasiados escasos para toda la comunidad, la modificación de los ciclos temporales, desastres ecológicos que destruyen el suelo o las cosechas.
Un elemento significativo es que incluso sobre el nombre que debe darse a estas personas no hay unanimidad: environmental refugees/migrants, climate, change refugees, climate related refugees, climate forced migrants, climate displaced persons.
El hecho de que no haya acuerdo sobre el nombre no es secundario: cada nombre llama la atención sobre un elemento diferente, según las distintas partes de la doctrina relevantes para su reconocimiento internacional, lo cual es fundamental si pensamos en el hecho de que esta categoría de migrantes y refugiados no tiene un estatuto reconocible, sino que se les sitúa en otras categorías: migrantes económicos, refugiados políticos, etc. Son los Estados los que hoy se niegan a crear una nueva «etiqueta» para estos refugiados, contentándose con modificar o ampliar los convenios existentes para incluirlos y no creando toda una serie de nuevos convenios o tratados que generarían nuevos derechos.
La misma protección jurídica de estos migrantes no está asegurada. En este ámbito, la Convención de Refugiados de 1951, representa un hito en cuanto a la protección de quienes huyen de su Estado. Este núcleo duro de derechos humanos que hay que proteger nos dice que si alguien arriesga su vida, o si sufre tratos inhumanos o degradantes, tortura, discriminación, debe ser protegido por un tercer Estado. Este principio se ve reforzado por el principio de non refoulement, que aglutina en torno a sí toda esa doctrina que implica que cualquier persona que llame a la puerta de un Estado por el hecho de huir por alguna de las razones que hemos mencionado anteriormente, no puede ser devuelta a su país.
Sin embargo, debemos recordar que si bien existe un derecho reconocido para que un individuo abandone su Estado en cualquier momento, a menos que suponga un peligro para la seguridad del suyo o de otros Estados, al mismo tiempo no existe el derecho a ser recibido en ninguno de los demás Estados del mundo, sino por algunas situaciones contenida en los tratados y convenio, como lo del 51 y que cada Estado tiene derecho a construir su propia política de inmigración, siempre que respete los derechos humanos internacionalmente reconocidos. Este breve razonamiento nos lleva a reflexionar sobre un hecho: si a un migrante que se desplaza por un motivo relacionado con el cambio climático, se le hace entrar en la categoría de migrante económico, que no es una de las categorías protegidas por la Convención de Refugiados del 51, difícilmente podrá entrar legalmente en otro estado. Todavía no existen tratados o convenciones que reconozcan esta categoría particular de migrantes, la dirección en la que se está moviendo la ley es, por lo tanto, ampliar el material existente para incluir también estos casos. Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿la ampliación de los instrumentos de protección existentes permite garantizar una protección adecuada a estas personas? Se trata de una cuestión abierta, en la que hemos estado trabajando en los últimos años.
Cuáles son las opciones a las que se enfrenta un individuo cuyo lugar de residencia se ve fuertemente afectado por el cambio climático? Básicamente dos: adaptación o relocation.
Las estrategias de adaptación son todas aquellas estrategias, que se pueden activar individualmente, como comunidad pero también a nivel gubernamental, para adaptar la vida a las nuevas condiciones. Por ejemplo, la experimentación e implantación de cultivos resistentes a la falta de agua o, por el contrario, a un ambiente húmedo. Técnicas de cultivo «aéreo» como las que se están experimentando en Afganistán, por ejemplo, que separan los cultivos del suelo, demasiado cálido y árido. Sobre estas estrategias se están dirigiendo muchos recursos económicos: esta adaptación
La otra solución es la relocation. Las relocation pueden entenderse de forma espontánea o forzada. Las voluntarias pueden referirse a un individuo, o a pequeñas comunidades que se desplazan en busca de mejores condiciones de vida. Hablamos entonces de migración interna, aquí es donde se generan los IDPs, Internal Displaced Persons, indicando aquellas personas que se desplazan a otras partes del país de forma temporal o permanente, o pueden ser transfronterizos. Las cifras nos dicen que la mayoría de los emigrantes económicos, hasta la fecha, se trasladan a estados vecinos, y muy pocos cambian de continente.
Los planned relocation, son transferencias forzosas impuestas por el gobierno de comunidades enteras desde zonas que ya no son habitables. Los que se han activado en este momento han afectado a islas en las que las condiciones para habitar ya no son viables, debido a la subida del nivel del mar, hablamos sin duda de Fiji, las Islas Salomón, Nauru, Kiribati, Vanuatu. Todas estas islas se enfrentan a los mismos riesgos debido a la subida del nivel del mar, es decir, corren el riesgo de desaparecer. En concreto, los problemas se refieren a la salinización de las costas, las reservas de agua dulce, el aumento de los conflictos sociales debido a la escasez de tierras y empleos disponibles, y el declive del turismo y la pesca.
Los gobiernos de estos Estados, los SIDS, los Small Islands Developing States, han unido sus fuerzas en las últimas décadas para intentar llevar el problema de su supervivencia a la primera línea internacional. Pero además de acciones más políticas, también deben abordar problemas concretos, y así nacieron los NAPA, los programas nacionales de acción para la adaptación, dentro de los cuales encontramos los traslados planificados. Queda claro que la reubicación está lejos de ser una solución para los ciudadanos, al contrario, es un instrumento contestado y odiado, porque significa la pérdida de la propia cultura y tradiciones territoriales.
Nauru, por ejemplo, fue el primer Estado que intentó la reubicación en Queensland (Australia). Este acto implica muchas consecuencias: si un estado pierde todo su territorio debido a la subida del nivel del mar, por ejemplo, o toda su población por las reubicaciones, el Estado, perdiendo uno o dos de los tres elementos que lo componen ( territorio, soberanía y población) queda siendo un Estado?
CONCLUSIÓN
Todos estos elementos no hacen entender la portada de los cambios que están afectando el globo.
Los estados insulares del Pacifico están pagando un precio muy alto al ser responsables sólo de una parte insignificante del problema. Mientras que los Estados ricos tienen la oportunidad de experimentar y encontrar soluciones para proteger sus propios intereses y a su población, hay países que no tienen recursos ni soluciones que ofrecer y están destinados a esperar a que el mar suba poco a poco y les haga desaparecer del mapa.
En otras zonas, las desertificaciones empujan a otras poblaciones a migrar hacia territorios más habitables. Si en este momento la mayorÍa de los fenómenos producen IDPs o migrantes transfronterizos, esto no significa que, cuando los sistemas de acogido de estos estados serÁn insuficientes, las personas no vas a elegir destinos más lejanos. Solamente un enfoque internacional que mezcla estrategias de adaptación, reubicaciones y protección jurídica internacional adecuada podría prevenir crisis humanitarias masivas.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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