EXILIO TIBETANO EN NEPAL, PEKÍN ACECHA A LOS ÚLTIMOS OPOSITORES

por | May 8, 2023

Desde que el régimen chino invadió el Tíbet en 1950, son miles y miles los tibetanos que han huido de su país para hallar refugio en otro. El principal receptor durante todo este tiempo ha sido la India, con cerca de 200.000 refugiados. Su rivalidad con Pekín, tanto por los kilómetros de frontera que comparten […]

Desde que el régimen chino invadió el Tíbet en 1950, son miles y miles los tibetanos que han huido de su país para hallar refugio en otro. El principal receptor durante todo este tiempo ha sido la India, con cerca de 200.000 refugiados. Su rivalidad con Pekín, tanto por los kilómetros de frontera que comparten como por el ejercicio de su influencia en el continente y el resto del mundo, es la mayor garantía de protección para los exiliados del Tíbet que viven allí. Sin embargo, esta estabilidad que los tibetanos reciben de Nueva Delhi no se repite en Nepal, el segundo país del mundo con más refugiados. 


 

La inestabilidad política que ha vivido el país en las últimas décadas ha hecho imposible tener un censo exacto de la población tibetana que reside dentro de sus fronteras, la cual actualmente podría oscilar entre las 20.000 y las 40.000 personas, según informes de la administración estadounidense. En las últimas décadas, esta inestabilidad también ha provocado que el país pase de ser un refugio seguro a una trampa de Pekín para capturar a todos aquellos tibetanos que huyen hacia la India, según apuntan desde el gobierno tibetano en el exilio.

Soldados chinos desfilan en el Tibet. (SupChina)

Es curiosa la forma en la que la actualidad absorbe a la sociedad hasta el punto de que esta es incapaz de recordar un evento histórico sucedido décadas atrás a pesar de que otro similar esté inundando todos los telediarios. En efecto, la guerra de Ucrania no parece haber provocado ni un atisbo de interés por otro país que ya fue invadido hace 70 años, y cuya situación sigue enquistada, generando muchas tensiones políticas, sociales y económicas a su alrededor.

“La influencia política de China sobre Nepal ha generado el temor entre los tibetanos recién llegados al país de ser repatriados, ya que se han empezado a imponer restricciones estrictas a los programas de acogida que les ofrecían y se les están negando los documentos adecuados. Esto los convierte en personas sin derechos dentro de Nepal, cosa que los hace muy vulnerables”, explica Tenzin Lekshay, portavoz oficial del Departamento de Información y Relaciones Internacionales de la Administración Central Tibetana, también conocida popularmente como Gobierno tibetano en el exilio.

Sin embargo, Pekín ve las cosas muy distintas. Para ellos, los tibetanos que huyen con la intención de encontrar refugio en India son una amenaza potencial, puesto que consideran una organización separatista y terrorista al gobierno en el exilio encabezado por el Dalai Lama. «Durante más de 700 años, el gobierno central de China ha ejercido continuamente la soberanía sobre el Tíbet, y este nunca ha sido un Estado independiente. Ningún gobierno de ningún país del mundo lo ha reconocido jamás como tal”, dice el posicionamiento oficial de la República Popular China sobre este asunto.

La manera que tiene China de sostener este argumento es recordando que la parte oriental de la meseta tibetana había sido parte de la dinastía Qing desde principios del siglo XVIII, aunque pasando por alto el hecho de que esta dinastía estaba formada por manchúes del noroeste de China y nominalmente budistas tibetanos. Y aunque China sí que ha llegado a tener al Tíbet bajo su control en varios momentos de la historia, el territorio había disfrutado de una “independencia de facto” desde que fueron expulsados por última vez en 1912, según defiende la Comisión Internacional de Juristas, una ONG internacional con sede en Suiza que cuenta con un estatuto consultivo ante organizaciones internacionales tan variadas como el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Consejo de Europa y la Unión Africana.

 

Cuencos tibetanos en venta en Katmandú. Fuente: Marc González

EL MIEDO LLEGA A LA OFICINA DE KATMANDÚ

Este asedio constante ha provocado miedo entre la comunidad tibetana de Nepal, y se puede ver en las precauciones que toman, por ejemplo, en su centro de refugiados de Katmandú, situado muy cerca de la calle donde se encuentran la mayoría de embajadas, entre ellas la de la India, la de Francia y la del Reino Unido. Pero a diferencia de las embajadas, el centro de refugiados no se encuentra en un edificio a la vista de las multitudes que transitan cada día las calles de la capital nepalí, sino que se trata más bien de un complejo completamente vallado y escondido, al que solo se puede acceder con el consentimiento de un vigilante de seguridad. Una vez dentro, el personal administrativo impide hacer cualquier foto o vídeo, y deniega el acceso al resto de las instalaciones. De hecho, el lugar es muy discreto, con la estética impersonal que caracteriza a cualquier piso franco. Ningún rastro político delata el sitio, ni tan siquiera la propia bandera del Tíbet.

A pesar de dicha visita, y de las muchas llamadas y correos que son respondidos de manera ambigua, es imposible hablar con algún representante político de la oficina en la capital nepalí, y el personal administrativo aclara que no tiene autorización para explicar ni aclarar nada, tampoco de forma extraoficial. Desde el Departamento de Relaciones Internacionales del Gobierno tibetano en el exilio se aclara que el nuevo representante de la oficina, Tsepri Lopan Tulku Ngawang Chokdup, acaba de asumir el cargo y que, seguramente por este motivo, no tiene disponibilidad. Sin embargo, el fundador de la Casa del Tíbet en Barcelona, Thubten Wangchen, quien también es representante del Tíbet en España y miembro del Parlamento tibetano en el exilio, pone algo más de contexto al hermetismo que rodea la oficina y el centro de refugiados. “Hay mucho miedo a la creciente influencia china en la ciudad y el país. No pueden contar libremente todo lo que saben o lo que les pasa porque entonces sufrirán represalias por parte de las autoridades nepalíes”, aclara Wangchen desde la ciudad india de Dharamsala, situada a unos 300 km del Tíbet y donde se ubica la sede del Parlamento y del Gobierno tibetano en el exilio.

No es de extrañar, pues, que la oficina y el centro de refugiados estén situados en una de las zonas más vigiladas y visitadas de Katmandú, donde cualquier acción que se saliera de la normalidad se produciría a la vista no solo de las instalaciones diplomáticas de varios países que simpatizan con la causa tibetana, sino también de hoteles, restaurantes y múltiples atracciones turísticas. De hecho, Wangchen cuenta una anécdota que podría explicar por qué no hay bandera tibetana en el centro de refugiados de Katmandú, más allá de buscar la discreción. “En Barcelona, nos la robaban cada noche”, lamenta. “Así que ahora la quitamos cuando cerramos la oficina y la volvemos a poner cuando la abrimos”, cuenta.

Situación geográfica del Tíbet, entre China, India, Bután y Nepal. Fuente: BBC

YA NADIE HUYE DEL TÍBET

Este endurecimiento del trato ha hecho que la cifra de exiliados tibetanos que huyen a la India pasando por Nepal haya pasado de cerca de 3.000 cada año a tan solo 20 en los últimos tres, según datos del mismo Gobierno tibetano en el exilio. Lekshay apunta al levantamiento que se produjo en el mismo Tíbet en 2008 como punto de inflexión, cuando fuertes protestas por parte de la población en contra de la ocupación terminaron siendo reprimidas por las autoridades chinas. Se cree que murieron unas 400 personas. “Después del levantamiento nacional de 2008 en el Tíbet, China confiscó los pasaportes emitidos a los tibetanos, puso a cientos de peregrinos que habían regresado al país en estrictos campos de reeducación política y selló las fronteras con fuertes medidas de seguridad, restringiendo así la salida del país”, denuncia el portavoz tibetano.

Mapa de las zonas en disputa entorno al Tibet. (Reuters)

Desde Pekín, estas protestas se vieron no como un ‘alzamiento por la libertad del pueblo tibetano’, sino como un “movimiento con el propósito de crear una crisis en China organizando actividades de sabotaje coordinadas en el Tíbet”. Concretamente, esto fue lo que declaró en ese momento el Ministerio de Seguridad Pública de China, añadiendo que el objetivo final era separar al Tíbet de China de manera violenta. “El Dalai Lama sigue hablando de una vía pacífica. Sin embargo, hechos sólidos prueban que su muy cacareada política del ‘camino medio’ y las ‘manifestaciones pacíficas’ son mentiras flagrantes fabricadas por el propio Dalai y su grupito de seguidores”, acusó el Ejecutivo chino.

Esta detención del flujo de personas que huyen del Tíbet también se explica por la creciente colaboración del gobierno nepalí con Pekín. Dicho acercamiento de Katmandú responde a la voluntad de las autoridades de deshacerse de la histórica influencia india en el país. Lo cuenta Oriol Farrés, politólogo especializado en relaciones internacionales del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB): “Las autoridades nepalíes tienen la prioridad geopolítica de mantener una buena relación de vecindad con China, además de recibir sus inversiones en infraestructuras y contrarrestar la influencia de la India”. Estas inversiones se enmarcan en el proyecto chino One Belt, One Road, más conocido como la Nueva Ruta de la Seda, que contempla distintos proyectos en Nepal, como la construcción de un tren Transhimalaya, la extensión de una línea eléctrica de 400 KV, y la creación de una universidad tecnológica en el país y presas hidroeléctricas. Estos proyectos serían sumamente importantes para el desarrollo del país, el cual hay que recordar, como comenta Farrés, que “tiene una población rural, muy diversa étnicamente, y que vive en comunidades con condiciones precarias de transporte y acceso a los mercados”. “En muchos casos, disponen de pocas alternativas a la hora de comerciar o acceder a los servicios”, añade. Sin embargo, pasados casi cinco años desde la presentación de dichos planes, ninguno de ellos se ha materializado ni lo más mínimo.

Un monje budista en Katmandú. Fuente: Marc González

Pero como se ha mencionado antes, este no es el único motivo por el cual Nepal busca la amistad china. Su deseo de frenar la influencia india, muy fuerte desde que ejerció de mediador en la guerra civil que asoló el país (1996-2006), hizo que la pequeña nación asiática diera su apoyo a Pekín en algunos de sus otros frentes abiertos, como el principio de una sola China, amenazado por las aspiraciones de Taiwán y Hong Kong. Se hace un poco menos extraño, pues, que los folletos informativos que hay en la oficina tibetana de Katmandú daten del año 1999, cuando Nepal aún era un reino, y este simpatizaba y apoyaba mucho más a la causa tibetana. “En Nepal, el Gobierno de Su Majestad empezó a establecer asentamientos tibetanos […] El Reino de Nepal está dividido en 14 zonas administrativas […]”, informa dicho documento, a pesar de que el país hace ya 15 años que se convirtió en una República.

Casi 10 años después de la fecha de la que datan esos folletos, la monarquía cayó y los maoístas llegaron al poder, hecho que supuso un giro en las políticas nepalíes con respecto al exilio tibetano, que se ha ido traduciendo en satisfacer muchas de las demandas chinas en esta cuestión. Así pues, lo único significativo en lo que, por ahora, Katmandú no ha cedido a las presiones chinas ha sido la devolución de los miles de tibetanos que hay en su territorio. Y es que si fuera por el presidente chino, Xi Jinping, los más de 20.000 tibetanos refugiados en el país del Himalaya ya habrían vuelto al Tíbet, ya que esta fue una de sus demandas a los gobernantes nepalíes como contrapartida a las inversiones de la Nueva Ruta de la Seda. Por ahora, las presiones internacionales, sobre todo de países occidentales, han impedido que lo consiga.

 Sin embargo, las autoridades nepalíes sí que, a priori, devolverán a todos aquellos que huyan a partir de ahora debido a un tratado de extradición secreto firmado con China en el año 2020. Según medios de comunicación opositores al régimen chino, este tratado estipula que los ciudadanos chinos (incluidos los tibetanos) que crucen ilegalmente la frontera hacia Nepal serán detenidos y deportados de regreso a China dentro del plazo de una semana. La disposición viola un antiguo “acuerdo de caballeros” entre los Gobiernos de Nepal, la India y la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en virtud del cual Nepal acordó otorgar un paso seguro a los solicitantes de asilo tibetanos que escaparan de China con el propósito de establecerse en la India.

Otro elemento que tiene en cuenta Nepal, tal y como recuerda el politólogo experto en relaciones internacionales del CIDOB, son las fronteras situadas en la alta montaña, las cuales “son difíciles de delimitar y de mantener”. “Por este motivo, existen precedentes de intrusiones y disputas fronterizas entre ambos países, y también con la India. Este ha sido el argumento esgrimido por China para penetrar en territorio nepalí y tratar de controlar posibles puntos de entrada y salida del país ante posibles infiltraciones indias, y se entiende que también de población tibetana que busca refugio en el sur, ya sea en el mismo Nepal o en la India”, aclara.

La estupa de Boudhanath, una de las más grandes del mundo, situada en pleno centro de la capital nepalí. Fuente: Marc González

EL FUTURO DEL TÍBET

Más de 70 años son los que han pasado desde que el Tíbet dejó de ser un país independiente, al menos de facto, para ser parte de la República Popular China. A pesar de ser denominado oficialmente como Región Autónoma del Tíbet, esta está bajo el control total de Pekín, que fue quien nombró a Gyancain Norbu como Panchen Lama, el segundo cargo más importante de la escuela Gelug (la más popular de las escuelas budistas en el Tíbet) y el que gobierna la región desde que el decimocuarto Dalai Lama huyera a la India tras la rebelión fallida de 1959. Un buen ejemplo de ello es que Norbu fue criado en Pekín y raramente aparece en público.

“La situación dentro del Tíbet es más crítica que nunca, ya que el gobierno chino pone sus esfuerzos únicamente en frenar los derechos de las personas mediante el exterminio de la lengua, la tradición y la identidad nacional tibetanas. En lugar de centrarse en cumplir las aspiraciones del pueblo tibetano, China está ocupada haciendo del Tíbet un modelo perfecto para el ‘Estado de Vigilancia’, manteniendo así el Tíbet bajo su control férreo. Para China, el desarrollo está destinado solo a la seguridad y estabilidad del régimen, y no al bienestar de la gente. Desde la invasión del Tíbet, el pueblo tibetano se ha rebelado contra las políticas demoníacas del régimen chino en el Tíbet”, denuncia el portavoz del Gobierno tibetano en el exilio.

Mapa del Tibet histórico, el cual, dobla casi en tamaño a lo que hoy se reconoce como región autónoma dentro de China. (International Campaign for Tibet)

A pesar del largo tiempo que lleva este conflicto enquistado, no parece que la situación vaya a cambiar en el corto plazo. “En un mundo acelerado como el actual, pensar en el medio y el largo plazo es prácticamente hacer política ficción. Pienso que la situación actual no permite pensar en grandes cambios en esa dirección en el corto plazo”, comenta, por su lado, Farrés.

Desde el Gobierno tibetano en el exilio siguen con la esperanza de poder iniciar un diálogo “serio” con las autoridades chinas para “resolver el conflicto chino-tibetano pendiente desde hace mucho tiempo”. Su vía es la llamada ‘Política del Camino Medio’, una propuesta hecha por el mismo Dalai Lama en 1988 en la que pedía crear un Tíbet democrático y con un gobierno autónomo, en asociación con la República Popular de China, con el objetivo de “salvaguardar los intereses vitales de todas las partes concernientes”. “Para los tibetanos; la protección y preservación de su cultura, religión e identidad nacional. Para los chinos; la seguridad y la integridad territorial de la patria. Y para los vecinos y terceras partes; fronteras pacíficas y relaciones internacionales”, son los objetivos.

No obstante, nada de esto parece cambiar la visión china sobre el conflicto. Para Pekín, el Tíbet nunca ha sido un país independiente, y así seguirá siendo. Además, el régimen acusa al Dalai Lama de ser independentista y de querer separar la región por la fuerza. Y recuerda que desde su “pacífica liberación en 1951, el Tíbet ha experimentado profundos cambios sociales, incluyendo una reforma democrática, una apertura al mundo y un considerable progreso social y económico”. Quien dice lo contrario, normalmente la prensa occidental, está, según el gobierno chino, “ignorando las verdades obvias y basando sus informaciones en hechos distorsionados y afirmaciones infundadas”.


NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.

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