Europa se enfrenta a una de las peores crisis energéticas de las últimas décadas, con los precios del gas disparados y con el invierno a las puertas, la situación europea se antoja preocupante. Rusia por su parte, como principal proveedor de gas, aprovecha la situación para exhibir fuerza y perseguir intereses propios.
Pese a que el incremento en los precios de la energía es un fenómeno global, es en Europa dónde se ha visto un ascenso meteórico de las facturas de la luz, empujadas por la subida del precio del gas, gracias al cual se produce el 16% de la electricidad de la UE. De hecho, este octubre las reservas de gas de la Unión Europea se encontraban un 20% más bajas que el año pasado. Asimismo, la subida de precios en el sector energético ha impulsado la inflación en la zona euro, especialmente en los productos industriales y los servicios según el Eurostat.
Uno de los principales factores a los que se atribuye esta crisis es la elevada demanda de gas durante el invierno pasado, que fue especialmente frío y mermó significativamente los niveles de los depósitos europeos; pero por otra parte también se apunta a una serie de factores como una dejadez en el mantenimiento de las infraestructuras durante la crisis de la COVID-19, a un mal año para la producción eólica, a la ruptura de relaciones entre Argelia y Marruecos, a la eliminación progresiva del carbón, a la falta de previsión de la UE o incluso a un chantaje por parte del Kremlin. Independientemente de la causa, el temor a la escasez de suministros, especialmente en invierno, se ha generalizado en la UE, llegando a tal punto que el gobierno de Austria ha alertado de un posible “gran apagón” en Europa.
Para hacernos una idea de la dependencia exterior de la Unión Europea para el abastecimiento de gas, solo un 10% de éste es de producción propia, la cual además se encuentra en declive. A fecha de 2020, el 43% de las importaciones europeas provenían de Rusia, seguido de Noruega, Argelia y Reino Unido, principalmente a través de un entramado de gasoductos que reducen considerablemente los costes respecto al Gas Natural Licuado (GNL), que es transportado en buques cisterna.
La mayor parte del gas es comprado a través de contratos a largo plazo y transportado por estos gasoductos, sin embargo, una pequeña parte se comercializa libremente en el mercado al contado de GNL, y es allí donde Europa ha perdido la batalla frente a China y otros países asiáticos cuya demanda de gas se ha incrementado en los últimos años, así como su disposición a pagar precios elevados.
RUSIA EXHIBE MÚSCULO ANTE UNA EUROPA EN CRISIS
Rusia, pese a haber sido acusada por diversos funcionarios europeos de reducir el suministro de gas hacia Europa, defiende que ha cumplido con sus obligaciones contractuales. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha culpado a la UE y a su “imprevisión a la hora de acumular reservas” de su desabastecimiento y se ha ofrecido a incrementar los envíos de gas a Europa. Sin embargo, los críticos con el Kremlin alertan que Rusia está empleando nuevamente la diplomacia coercitiva -o chantaje- a través de su gigante gasístico Gazprom, como ha realizado en otras ocasiones con países vecinos como Ucrania o Georgia. El plan de Moscú, apuntan, sería lograr uno de sus mayores objetivos geopolíticos en Europa: la puesta en funcionamiento del Nord Stream 2, el gasoducto submarino que conecta Alemania y Rusia a través del Báltico.
El Nord Stream 2, cuya construcción finalizó en septiembre de 2021, será el gasoducto más importante de Europa, y una pieza clave a nivel geopolítico para el Kremlin. Con este colosal proyecto controlado por Gazprom, Rusia dejará de depender de Ucrania para transportar el gas a Europa a través de los gasoductos que atraviesan su territorio, y que, además, le reportan grandes ingresos a Kiev. Esto genera grandes inquietudes entre los países de Europa del Este, que temen una mayor dependencia de la UE con respecto a Rusia. Asimismo, EEUU ha expresado su preocupación por lo que considera un «riesgo para la seguridad energética europea», e incluso han llegado a imponer sanciones, posteriormente retiradas.
CONCLUSIONES
La Unión Europea tiene un grave problema de abastecimiento de gas, algo que no es atribuible, al menos no en su totalidad, a Rusia. Probablemente, ello sea consecuencia de una conjunción de factores, aunque lo que sí ha quedado patente es que las autoridades europeas no han sabido prevenir ni responder a esta situación adecuadamente. Moscú, en cambio, está aprovechando esta oportunidad para avanzar en sus objetivos económicos y geopolíticos. En vista de eso, la transición a las energías renovables se presenta para Europa no solo como una alternativa ecológica a los combustibles fósiles, sino también a la dependencia energética de Rusia y del mercado de gas al contado. De cara a este invierno, comprobaremos si las reservas de gas de la UE son suficientes para cubrir su demanda interna, y si sus miembros logran llegar a un acuerdo para reformar el mercado eléctrico común. La posibilidad de un “gran apagón”, sin embargo, parece poco probable.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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