Los italianos usan el término intricato para referirse a situaciones complicadas, enredadas, que son difíciles de entender y resolver. El aire que se respira en América Latina es, sin lugar a dudas, intricato. La región encabeza el ranking de las más desiguales del mundo, con crisis económicas agudas, altos niveles de deuda externa y con una inestabilidad política en crecimiento. A este contexto se suman el aumento del crimen organizado – 8 de cada 10 países con las tasas de homicidios más altas del mundo se encuentran en Latinoamérica y el Caribe -, el narcotráfico, el flujo migratorio y la victoria de candidatos de derecha y extrema derecha.
- Transición hacia energías renovables: Muchos países en la región están invirtiendo en energías renovables como la solar y la eólica para reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Por ejemplo, Brasil y México han desarrollado importantes proyectos de energía solar y eólica.
- Protección y restauración de ecosistemas: La conservación de bosques y selvas es crucial, ya que actúan como sumideros de carbono. Países como Colombia y Perú están implementando programas para proteger y restaurar sus bosques, lo que ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
- Adaptación al cambio climático: Dado que la región es vulnerable a fenómenos climáticos extremos, muchos países están desarrollando planes de adaptación. Esto incluye mejorar la infraestructura para resistir huracanes y sequías, y apoyar a las comunidades agrícolas para que adopten prácticas más resilientes.
El panorama económico y político, caracterizado por una desigualdad extrema y policrisis recurrente, obstruye el desarrollo regional y la ejecución de políticas climáticas efectivas. Un factor crucial serán los eventos del 5 de noviembre en Washington DC, cuando se elija al próximo presidente de los Estados Unidos. Los candidatos son Kamala Harris, representando al partido demócrata, y Donald Trump, representando al partido republicano. Esto tiene enormes repercusiones locales, regionales y globales. Habrá que esperar hasta noviembre para saber si el continente y la agenda ambiental volverán a sacudirse como en 2015, o si el panorama permanecerá estable.
DESASTRES NATURALES HISTÓRICOS Y EL LOOP DEL ESTADO DE DEUDA LATINOAMÉRICANO
En 2022, el huracán Fiona dejó al 70% de los hogares de Puerto Rico sin luz, por más de un mes, y más de una ciudad bajo el agua. Los destrozos llevaron a la isla a un estado de emergencia extrema en donde la FEMA (Federal Emergency Management Agency), cumplió un papel central brindando asistencia y préstamos por más de $1.1 billones de dólares. Estos fueron destinados a la reconstrucción de puentes, autopistas y viviendas. En 2023, en América Latina, el cambio climático y El Niño agudizaron la intensidad de los fenómenos extremos, como por ejemplo, las tormentas e inundaciones. La ciudad de Sao Sebastian, en Brasil, sufrió una de las peores inundaciones de la historia: en menos de 15 horas cayeron 683 mm de agua causando la muerte de 65 personas. Otro fenómeno que generó estragos fueron las sequías. El Rio Negro, en Brasil, y el Canal de Panamá vieron sus caudales reducidos al minimo como nunca antes. Uruguay sufrió la peor sequía en 42 años, llevando a instancias extremadamente críticas los niveles de agua potable y causando pérdidas de hasta US $1.883 millones en el sector agropecuario. Lo que representó un 3% del Producto Bruto Interno.
El aumento de las temperaturas, que no dejan de sorprender, tiene también sus consecuencias: en la región la tasa de mortalidad, relacionada a las olas de calor, aumentó 140% desde el periodo 2013-2022. Estos eventos visibilizan la urgencia de un financiamiento climático accesible y no condicionado, para evitar que la región quede atrapada en un ciclo de deuda creciente mientras enfrenta desastres naturales cada vez más frecuentes.
Pero ¿cómo acceder al financiamiento internacional sin endeudarse más? En su totalidad los desastres climáticos de 2023 en América Latina y el Caribe, representaron pérdidas económicas de más de 20.000 millones de dólares. La región accede al 17% del financiamiento internacional, pero de este el 81% llega en forma de préstamos logrando que prolifere el endeudamiento y sus elevados intereses. La raíz del problema radica en la divergencia sobre algunos conceptos claves para obtener financiamiento. Según entidades como el Banco Mundial, la región se encuentra dentro del grupo de países con ingresos medios y altos. Esta clasificación, que solo considera el PBI per cápita, olvida otros factores como el Índice de Gini, la tasa de pobreza y el Índice de Desarrollo Humano. Según el Informe de Latindadd en 2023, respecto al financiamiento que recibe la región para el clima, el 91% de este llega a los países de América Latina y el Caribe en forma de préstamos, aumentando los niveles de deudas. En la región es imprescindible invertir mucho más en políticas de adaptación para aumentar la resiliencia frente a los impactos climáticos y dejar de sufrir pérdidas económicas que solo aumentan las deudas. La región tendrá oportunidad de continuar exigiendo el acceso a un financiamiento justo en los próximos dos eventos de enorme magnitud, que tendrán base en América del Sur.
LOS DESAFÍOS DE LA COALICIÓN REGIONAL
Por un lado, la ciudad de Cali, en Colombia, será la anfitriona de la conferencia de la biodiversidad en octubre de este año, mientras que en 2025, la ciudad de Manaos, en Brasil, recibirá miles de personas en la COP30. Lula da Silva y Gustavo Petro parecen caminar por la misma vereda en búsqueda de coalición regional promoviendo sus objetivos climáticos. En Brasil, la deforestación descendió un 61% en 2023, mientras que Colombia alzó la voz por la justicia climática en varios foros internacionales, promoviendo la eliminación de combustibles fósiles y siendo sede de la COP16 de biodiversidad en octubre de 2024. El presidente de Chile, Gabriel Boric, avanza, comprometido, hacia la eliminación del carbón para 2030. En Uruguay, el pequeño gigante de la región, han logrado que el 90% de su energía provenga de fuentes renovables. Las elecciones mexicanas, en junio de este año, fueron un hito histórico: ganó por primera vez una mujer. La flamante presidenta, Claudia Sheinbaum, tiene una leve inclinación hacia la izquierda y una extensa trayectoria en políticas climáticas, habiendo sido secretaria de medio ambiente en el Distrito Federal. A diferencia de López Obrador, Sheinbaum ha expresado su deseo por promover proyectos basados en energías renovables en un camino hacia la descarbonización.
Mientras tanto otros líderes políticos, parecen ir contra la corriente pro ambiental. Tal es el caso de Javier Milei, en Argentina. El nuevo presidente decidió reformar el ministerio de medio ambiente, por lo que los asuntos climáticos se gestionan ahora desde una subsecretaría y no un ministerio. Si bien Milei ha negado varias veces la existencia de una crisis climática, las voces oficiales del gobierno han dejado en claro que van a cumplir con lo mínimo indispensable del Acuerdo de París. Una postura que genera bastante incertidumbre e inquietud en la comunidad ambiental. En el caso de Perú, que siempre demostró compromiso ambiental sólido, ha tenido que marginar sus objetivos climáticos debido al incremento de inestabilidad sociopolítica. Paraguay, que podría ser un buen socio climático, presentó la segunda tasa de deforestación más alta de Sudamérica, con un ministro de agricultura que duda sobre la existencia del cambio climático.
Al presentar un escenario en donde los jefes de Estado poseen intereses tan diversos, pensar en un bloque regional parece imposible, pero no lo es. Será esencial que los líderes busquen aliados que tengan, al menos, un mismo objetivo en común. De este modo se puede comenzar a armar un bloque con un objetivo en común, donde salgan ganando los países de manera individual, y la región. El punto en común que importa, o debería importarle, a todos los jefes de Estado es: la mejora del acceso a financiamiento climático sin condicionamiento.
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN WASHINGTON
El año electoral estadounidense ha presentado algunos giros inesperados, empezando por la baja del presidente actual, Joe Biden, para pelear por una reelección. El demócrata consideró que su candidatura estaba generando divisiones dentro del partido demócrata y se estaba perdiendo de vista el objetivo principal: que Donald Trump no vuelva a la Casa Blanca. Así es como llegó Kamala Harris a convertirse en la candidata a presidente para los demócratas y sorprendiendo a más de uno tras su performance en el primer debate presidencial con Donald Trump. La demócrata superó con altura todo tipo de expectativa habiendo incomodado y acorralado en varias oportunidades al empresario republicano, conocido por su retórica personal y por ser un rival difícil de sobrellevar. Como no podría ser de otra manera, siguen las sorpresas. Y es que el candidato republicano dejó tanto que desear tras el debate, que ha manifestado en su cuenta de Twitter que no habrá un segundo round con Harris.. Según el sitio Fivethirtyeight, mientras que del 95% de los encuestados, el 47% votaría a la candidata demócrata, un 44,4% elegiría a Trump. De todos modos, queda mucho recorrido hasta el 5 de noviembre y los vientos progresistas pueden sufrir cambios de dirección, tal como sucedió en Argentina en octubre de 2023.
Respecto de la agenda ambiental de estos dos candidatos, se sabe que es bien opuesta. En primer lugar, las políticas de Trump frente al cambio climático son sabidas y solo se espera que su liderazgo como potencia mundial revierta los avances logrados en la cooperación internacional para el cambio climático. En segundo lugar, se podría esperar que retire los fondos para las investigaciones y que fomente las inversiones en combustibles fósiles. En el sentido opuesto se encuentra Kamala Harris, que respalda el Green New Deal, podría ayudar en la obtención de fondos y apoyo técnico para los proyectos climáticos en América Latina. Se espera que continúe el legado de la gestión Biden pero los activistas norteamericanos han manifestado que no hay una hoja de ruta precisa respecto al medio ambiente.
DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES PARA AMÉRICA LATINA EN UN CONTEXTO POLI-CRÍTICO
El camino hacia un mundo post fósil, descarbonizado y sostenible, no dejará de tener desafíos políticos, sociales y económicos. Mientras los países ricos pueden posicionar en sus agendas domésticas a la crisis climática como una prioridad, no sucede lo mismo en los países del tercer mundo. Para muchos de estos el cambio climático no es prioridad. Pues deben primero estabilizar sus economías, poner sus balanzas comerciales en cero al saldar sus deudas, implementar políticas públicas para disminuir los niveles de pobreza, las tasas de criminalidad, frenar la propagación del narcotráfico e invertir en salud, educación e I+D. Si bien es cierto que son demasiados desafíos para hacerle frente al mismo tiempo, no se puede pasar por alto que los impactos del cambio climático generan cada vez más pérdidas humanas, materiales y económicas. Al mismo tiempo, afectan las balanzas comerciales de estos países ya que las sequías, incendios e inundaciones, cada vez más frecuentes e intensas, afectan a los sectores de producción claves de estas economías: la agricultura y la ganadería.
A medida que la región hace frente a tantos desafíos, internos y externos, es clave que los países se unan para formar un bloque cohesivo. Solo así podrán exigir y negociar un financiamiento climático justo.
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