Si bien el Kremlin no tiene vínculos oficiales con el Grupo Wagner, es un secreto a voces que la compañía militar privada va donde quiera que Moscú ve oportunidades económicas o políticas para aprovechar. Esto nos lleva a hacernos dos preguntas: ¿cómo el Grupo Wagner ha estado proporcionando a Rusia un punto de apoyo cada vez mayor en África? y ¿es su presencia un motivo legítimo de preocupación?
Mientras Occidente asiste desconcertado en el tablero ucraniano a la invasión de Vladimir Putin, durante la última década, Moscú se ha esforzado por afirmarse como una superpotencia en el continente africano. Ha incrementado su influencia de manera hábil y silenciosa.
Desde su intervención militar en Libia y el fortalecimiento de los lazos con Argelia y Egipto hasta su apoyo a los gobiernos militares en Malí y Sudán, la suplantación de Francia como principal socio internacional en la República Centroafricana y su agresivo alcance en el sur de África, Rusia está cambiando el panorama de seguridad y gobernanza del continente.
En este esfuerzo, el Grupo Wagner se ha convertido en una herramienta crucial, y Rusia depende cada vez más de la organización paramilitar para afianzarse en Estados africanos ricos en recursos, pero a su vez inestables.
UNA ESTRATEEGIA EXISTOSA
Durante la Guerra Fría, Moscú ofreció a los movimientos independentistas valioso material y apoyo ideológico en su búsqueda de la liberación de sus colonizadores occidentales. Pero con la disolución de la Unión Soviética, su influencia en el continente se desvaneció mientras la Federación Rusa se disponía a buscar una nueva identidad en el orden mundial.
En 2006 se produjo un cambio con la visita histórica de Vladimir Putin a Sudáfrica anunciando reforzar la presencia rusa en la región. Desde entonces, entre 2015 y 2019, Moscú ha duplicado el comercio con Estados africanos y firmado 19 acuerdos de cooperación técnica y militar. Estos incluían ventas de armas, pero en su mayoría comprendían servicios de consultoría y capacitación en contrainsurgencia y contraterrorismo.
Rusia tiene una experiencia considerable en la lucha contra actores no estatales. A menudo lo hace a través de unidades mercenarias. En la década de 1990, ya había varias agencias de seguridad rusas brindando servicios a empresarios que trabajaban en naciones africanas.
Sin embargo, el punto de inflexión de esta nueva relación se produjo en 2014, después de que la comunidad internacional impusiera sanciones a Rusia a causa del conflicto ucraniano. Surgieron dos tácticas paralelas para la participación extranjera: una oficial, a través de contactos directos con los líderes políticos locales, y otra no oficial a través de empresas contratistas privadas como el Grupo Wagner.
El modelo ha demostrado ser exitoso. Evita la participación abierta del ejército ruso y permite la guerra híbrida de bajo costo. La OTAN está mal entrenada para responder a este tipo de amenazas híbridas y no está interesada en el frente sur del continente africano. Mientras tanto, en la última Cumbre Rusia-África en 2019 el presidente Putin recalcó que África es “una de las principales prioridades de Rusia”.
OBJETIVOS ESTRATÉGICOS
A través de la cooperación en materia de seguridad, diplomacia energética y la lucha y búsqueda de recursos naturales, Rusia aumentará gradualmente su influencia.
Al establecerse como agente de fuerza en Libia, el flanco sur de la OTAN, Rusia está obteniendo acceso naval a puertos clave y reservas de hidrocarburos en el Mediterráneo oriental. Al mismo tiempo, los acuerdos en materia de seguridad garantizan el acceso a los puertos en el Mar Rojo que le proporcionarían influencia sobre un choke point marítimo en el Canal de Suez y en el estrecho de Bab al-Mandab.
Rusia es un importante proveedor de armas a África. Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, África representó el 18 % de todas las exportaciones rusas de armas entre 2016 y 2020, siendo Argelia el mayor receptor.
Las relaciones de defensa también están creciendo. Desde 2014, Rosoboronexport, una agencia estatal rusa que exporta productos y servicios militares ha firmado acuerdos bilaterales con Angola, Guinea Ecuatorial, Malí, Nigeria y Sudán. Además del equipo militar, los acuerdos contienen disposiciones para la lucha contra el terrorismo y el entrenamiento conjunto de tropas.
Económicamente la atención se ha centrado en la diplomacia energética. Los recursos naturales de Rusia son difíciles de extraer, lo que facilita su importación. Se están produciendo avances en Zimbabue (metales), Angola (diamantes) y Namibia (uranio). De hecho, empresas energéticas estatales rusas como Gazprom, Lukoil, Rostec y Rosatom están activas en sectores del petróleo, el gas y la energía nuclear en Argelia, Egipto, Sudáfrica, Uganda y Angola.
Las inversiones a menudo son dirigidas por el Estado, vinculadas a iniciativas militares o diplomáticas en forma de asociaciones público-privadas. Por ejemplo, mientras existe un acuerdo para construir dos centrales nucleares en Nigeria, Rusia se ha comprometido al mismo tiempo a combatir el terrorismo allí.
Como expresó Joseph Siegle, del Africa Center for Strategic Studies, con sus 54 representantes en las Naciones Unidas, África es un objetivo atractivo de la estrategia de Rusia para crear un orden internacional posliberal. Sus tácticas no convencionales socavan la gobernabilidad democrática y amplían la influencia global de Moscú.
LAS TÁCTICAS NO CONVENCIONALES
El Grupo Wagner son mercenarios al servicio del Estado ruso operativos en República Centroafricana, Libia, Madagascar, Malí, Mozambique, Sudán, Siria y Yemen. Se cree que la empresa es propiedad de Yevgeniy Viktorovich Prigozhin, un colaborador cercano al presidente ruso apodado “el chef de Putin”.
Estas naciones tienen algo en común: inestabilidad sociopolítica y riqueza en recursos. El Kremlin brinda apoyo militar encubierto a las élites locales y, a cambio, obtiene concesiones para explotar recursos naturales o lugares estratégicos como bases aéreas y puertos.
Rusia también orquestra campañas de desinformación y planes de intromisión electoral (Libia, Angola, la RDC, Guinea, Guinea-Bissau, Madagascar, Mozambique y Zimbabue), para promover sus ambiciones además de socavar los sistemas democráticos. Es a través de estas tácticas «no oficiales» y extralegales, en lugar de las relaciones diplomáticas convencionales, que Rusia está expandiendo su influencia. Estas herramientas asimétricas se emplean como parte de una estrategia de cooptación de élite mediante la cual Rusia gana influencia apoyando a líderes africanos aislados o vulnerables, que luego están en deuda con Moscú.

En las elecciones de 2020, Rusia aseguró la victoria del presidente Touadéra con una campaña de información con temas pro-Touadéra y pro-rusos. El líder africano sigue en el poder gracias al apoyo de unos 2.300 mercenarios de Wagner, que han sido acusados de ejecuciones, violaciones, torturas y detenciones arbitrarias. Los funcionarios de la República Centroafricana han resumido esta alianza: “Presentamos nuestro problema y Rusia se ofreció a ayudarnos”. Mientras tanto, el país sigue inestable.
Según Peter Fabricius del ISS, uno de los ejemplos más documentados de esta estrategia de cooptación de élite de Moscú se encuentra en la República Centroafricana. En 2018 el presidente Faustin-Archange Touadéra dio la bienvenida a «instructores» militares rusos para ayudar a estabilizar el país. Rusia envió 400 mercenarios del Grupo Wagner mientras aseguraba las principales minas de oro y diamantes en el norte.
Los rumores de participación rusa han cobrado impulso. En enero de 2022, la mañana después del golpe de estado en Burkina Faso, una multitud de personas salieron a las calles con dos mensajes para el mundo exterior: no a Francia y sí a Rusia.
Malí podría ser la próxima gran oportunidad de Rusia para llenar el vacío provocado por la retirada parcial de la fuerza de 5 100 miembros de Barkhane de Francia de la región del Sahel. En diciembre de 2021, el presidente Emmanuel Macron «condeno el despliegue de tropas mercenarias en territorio maliense».
IMPLICACIONES Y CONCLUSIONES
Se presta mucha atención a los movimientos rusos en el continente. Aunque, es difícil comparar el compromiso ruso con los socios tradicionales de África como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, o con potencias emergentes como China, cuya participación eclipsa la de Rusia.
La mayoría de los líderes africanos han tenido en cuenta las ventajas de alinearse con Moscú para perseguir objetivos políticos, de seguridad y económicos, ya que les permite un margen de maniobra. Sin embargo, la influencia rusa es un motivo de preocupación ya que su uso de herramientas no oficiales, asimétricas y extralegales, por los que persigue sus objetivos estratégicos, obstaculizan la estabilidad y el desarrollo a largo plazo del continente. Los planes para la cumbre Rusia-África de 2022 están muy avanzados, lo que nuevamente causa revuelo en torno a la creciente presencia rusa en el continente. De cualquier manera, debemos esperar un crecimiento gradual en los niveles de compromiso.
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Un análisis muy interesante. Que pena que Europa no tenga visión de futuro y se siga mirando el ombligo en su compleja burocracia