Si algo tiene en común los conflictos en Bosnia, Congo, Chechenia, Darfur, Somalia e incluso Afganistán, es que han sido analizados bajo el prisma de las “nuevas guerras”. Pero, ¿a qué se denomina nuevas guerras?, ¿están todos de acuerdo con esta denominación o existen críticos a ella?. A continuación la respuesta a estas interrogantes.
Si algo tienen en común los conflictos en Bosnia, Congo, Chechenia, Darfur, Somalia e incluso Afganistán, es que han sido analizados bajo el prisma de las “nuevas guerras”, enfrentamientos cuyos objetivos, métodos de guerra y financiamiento, contrastan con los de aquellas denominadas “viejas guerras”.

Members of the United Nations and African Union peacekeeping mission at a protest against the mission’s withdrawal, in a displaced people’s camp in Nyala, the capital of South Darfur, in late 2020. (AFP)
Mientras por viejas guerras se entiende a aquellas propias de finales del siglo XVIII y mediados del XX, que enfrentaban a estados por medio de Fuerzas Armadas uniformadas y cuyo encuentro decisivo era la batalla, las nuevas guerras se encuentran asociadas a la globalización y a la desintegración de los Estados (típicamente estados autoritarios), y pueden ser peleadas por redes de estados y/o actores no estatales.
Diversos académicos como Mark Duffield, Chris Gray o Mary Kaldor, entre otros, han caracterizado desde finales de los años 90’ este tipo de enfrentamientos, siendo esta última, Mary Kaldor, una de sus principales referentes, y para quien las nuevas guerras son, valga la redundancia, “guerras donde las batallas son raras y donde la mayor violencia es directamente contra civiles como consecuencia de tácticas de contra insurgencia o limpieza étnica”.
Bajo este prisma se estaría ante enfrentamientos en los que no existiría una distinción clara entre combatientes y no combatientes, violencia legítima y criminalidad, presentando esto un significativa diferencia con las viejas guerras, toda vez que en estas, si se contaba con ciertos acuerdos normativos como por ejemplo respecto a evitar bajas entre civiles o tratar con decencia a los prisioneros, cuestiones que otorgaban legitimidad a estos enfrentamientos. Legitimidad de la que carecerían las nuevas guerras justamente por hacer todo lo contrario.
ELEMENTOS DISTINTIVOS DE LOS CONFLICTOS ARMADOS DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA
Para los académicos de las nuevas guerras, la Segunda Guerra Mundial es el principio del fin de lo que se conoce como viejas guerras, puesto que tras su término, y agravado por la globalización, el Estado moderno y el modelo bélico se habrían erosionado.
Basándose en su trabajo (el de los académicos de las nuevas guerras), también es posible establecer los puntos clave de esta narrativa, y que se relacionarían con el hecho de que en las nuevas guerras son en su mayoría conflictos de carácter intraestatal y no entre estados, estas últimas, incluso habrían disminuido en las últimas décadas. Así mismo este tipo de conflicto (las nuevas guerras) se caracterizarían por el fracaso del Estado y la transformación social impulsada por la globalización y la economía liberal. Serían conflictos de carácter ético y religioso, más que por ideologías políticas, siendo sus víctimas mayormente civiles (objetivo deliberado) y desplazadas de manera forzosa como nunca antes en la historia. En las nuevas guerras no existiría clara distinción entre combatientes públicos y privados, militares y civiles.
CRÍTICAS A LAS NARRATIVAS DE LAS «NUEVAS GUERRAS»
El hecho de considerar a los puntos clave antes mencionados como algo nuevo, es lo que para autores como Edward Newman y Erick Melander conformaría el problema de esta narrativa, pues señalan que todos los factores característicos de las nuevas guerras en sí, han estado presente en todos los conflictos de los últimos 100 años solo que en diferentes niveles.
Para Newman, la narrativa de las nuevas guerras ayuda a explicar los patrones existentes en los conflictos contemporáneos al poner especial atención a los aspectos sociales y económicos de estos. Más allá de eso, lo que se considera nuevo se debería a que hoy los académicos, analistas y políticos habrían reparado en estos factores más que antes, así mismo “los avances en la comunicación y los medios de comunicación han hecho que la realidad de la guerra civil -y especialmente las atrocidades- llame más que nunca la atención del público”.
En la misma línea presenta que en términos de incidencia, las guerras civiles serían más frecuentes que las entre estados, pero que ello no significaría que las primeras hayan aumentado mientras las segundas vayan a la baja. Mientras que respecto al impacto en poblaciones civiles (ataque deliberado contra estos, desplazamientos, violaciones, limpiezas étnicas y demás atrocidades), no serían exclusivas de finales del siglo XX ni tampoco propias únicamente de las guerras civiles, pese a lo que muestran las estadísticas entregadas por organismos como la Agencia ONU para Refugiados (ACNUR).
Es este punto en el que también concuerda Erick Melander, para quien el aumento en las estadísticas respectos a impacto sobre poblaciones civiles (refugiados y desplazados), puede deberse a la falta de datos fiables en los periodos anteriores.
A esto agrega que las “estimaciones de muertes de civiles y militares proporcionadas por historiadores y demógrafos son similares para la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Bosnia-Herzegovina de 1992 a 1995”,, es decir, bastante típicas y con proporciones que se acercan al 50/50.
CONCLUSIONES
Según la narrativa de las nuevas guerras, en estos enfrentamientos no se encontraría clara la distinción entre lo interno y lo externo, lo político y lo económico, lo civil y lo militar. Surgirían en estados fallidos o en proceso de desintegración considerándose principalmente guerras de engrandecimiento. Pero sus críticos recalcan la importancia de distinguir entre cambios en la realidad de los enfrentamientos versus cambios en la percepción que se ha tenido de estos.
Luego de revisar a Kaldor, Newman y Melander, entre otros, parece ser que el “problema con gran parte de la literatura no está en su análisis del conflicto contemporáneo; más bien, está sugiriendo que esto es distinto del pasado”, siendo fundamental determinar qué es lo que realmente ha cambiado; la realidad social o el enfoque con que ahora se miran los conflictos.
Si bien para Kaldor, las nuevas guerras estarían asociadas con la desintegración de los estados y la globalización, la globalización sería más bien la responsable de este nuevo enfoque a la hora de mirar los conflictos, en parte, porque la información ahora viaja a mayor velocidad, y dado el acceso cada vez mayor por parte de la población a las redes sociales, un conflicto local en poco tiempo puede ser conocido a nivel global, comparado con lo que sucedió, por ejemplo, al momento del Holocausto o de la Guerra de Vietnam, donde los horrores causados por armas de destrucción masiva fueron conocidos con posterioridad por la opinión pública y la sociedad.
En la misma línea, la mención de Kaldor a los elementos distintivos de las nuevas guerras no parece ser únicamente de fenómenos post Guerra Fría. La violencia hacia los civiles, por ejemplo, no es algo que no se haya observado durante la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial al bombardearse zonas residenciales, así como los grandes éxodos de civiles que escapaban de estos efectos.
Justamente este último punto es vital para sus críticos, para quienes las estadísticas presentadas por ACNUR y que evidenciarían un aumento exponencial de refugiados y personas desplazadas desde 1990, podrían explicarse por la falta de datos confiables en periodos anteriores más que por que los conflictos actuales sean más letales.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que representen las ideas de GEOPOL 21.
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