Las Juntas Militares en Malí, Burkina Faso y Níger se afianzan en el poder, a la vez que estrechan sus alianzas con Rusia. El Sahel vive un profundo cambio de rumbo en su política interna y regional, con el ascenso al poder de nuevos actores, la persistencia de la amenaza yihadista y la irrupción de Rusia como actor geopolítico determinante en una región de importancia clave para Europa.
El ascenso de las juntas militares en Malí, Burkina Faso y Níger han cambiado el panorama geopolítico en el Sahel. De ser países con estrechas relaciones con la Unión Europea y miembros de pleno derecho en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), los nuevos gobiernos militares han puesto en marcha diversas iniciativas en materia exterior y de seguridad, buscando un claro acercamiento a Rusia y una nueva organización regional alternativa a la CEDEAO.
Con estos cambios de alianzas y estrategias buscan dar soluciones a los problemas comunes que afectan a estos países, cuestiones entre los que destaca la inseguridad, la pobreza, la falta de un desarrollo energético o las dificultades para encontrar financiación.
En este artículo se analizará estas nuevas fases de cooperación, así como la situación actual por la que atraviesa el Sahel, donde países como Rusia o Turquía ganan cada vez más protagonismo.
EL ACERCAMIENTO A RUSIA
La incapacidad o falta de autonomía propia de los frágiles gobiernos del Sahel, hace imprescindibles que estos países tengan que recurrir a apoyo exterior para hacer frente a sus amenazas internas, entre las que destaca el desafío de los grupos yihadistas, los cuales controlan amplias zonas del Sahel Occidental.
Tras los sucesivos golpes de estado en Mali, Burkina Faso y Níger, estos tres países rompieron sus acuerdos de cooperación militar con la Unión Europea y, principalmente, con Francia.
Los cambios de alianzas exteriores pivotaron en torno al papel de Francia en la zona y el creciente malestar social por el papel que jugaba la ex metrópolis en la región. Los gobiernos militares, aupado por un importante sector de la población, acusaban a Francia de supuestas injerencias en la política interna de estos países, de falta de contundencia contra los grupos yihadistas, de salvaguardar sólo sus intereses financieros, cuestionando estos nuevos gobiernos la gestión y explotación de los recursos energéticos de los que Francia se beneficia.
Esta rotura de las relaciones diplomáticas y el fin de los acuerdos militares con Francia ha supuesto la retirada completa de las misiones militares galas en estos tres países conforme las juntas militares se iban aupando al poder.
Estas decisiones y de manera colateral también tuvieron su efecto en los acuerdos de cooperación firmado con la Unión Europea, los cuales actualmente son inoperantes.
Desde entonces y con distintos grados de cooperación y relaciones, Rusia se ha convertido en el principal aliado de estos gobiernos, firmando diversos acuerdos en el ámbito militar y civil.
EL APOYO RUSO A LAS JUNTAS MILITARES
Es importante remarcar que estos países y Rusia había mantenido unas relaciones muy estrechas durante la Guerra Fría (especialmente Malí), cuando la URSS se alzaba como una alternativa política, económica y militar para los nuevos países surgidos tras los procesos descolonización de África, buscando expandir su influencia en estos países en vía de desarrollo en detrimento de sus antiguas metrópolis, en este caso de Francia
Por lo tanto se puede afirmar que las relaciones entre los países del Sahel y Rusia se retoman tras años de decadencia de Rusia en lo que se refiere a su influencia exterior. En este caso Rusia no busca expandir el modelo socialista, sino reforzar sistemas autoritarios afines a sus intereses, con un trasfondo donde se busca un importante control en la explotación y control de los recursos energéticos regionales.
Rusia se ha convertido en un destacado proveedor de armas y servicios de seguridad para las nuevas juntas militares, que buscan un reforzamiento de sus ejércitos frente a una amenaza yihadista que desafía el poder estatal.
Estos servicios militares tienen un coste elevado que estos países no pueden costear por lo que se buscan fórmulas de pago alternativas como concesiones mineras a empresas rusas como forma de costear el apoyo militar.
Es evidente que Wagner, una compañía militar privada rusa ha llevado el peso de las operaciones de Rusia en el Sahel, así como por delegación de los intereses rusos en África. Pero debido a la opacidad de sus actividades y la reestructuración que ha sufrido tras la muerte de sus lideres, se le puede denominar fuerza expedicionaria rusa debido a su mayor dependencia del Ministerio de Defensa ruso (en algunos medios en Occidente a esta presencia rusa en África se le esta denominando África Corps).
Una de las facetas fundamentales de la insurgencia yihadista en esta área es su carácter transfronterizo. Los mismos grupos a través de alianzas locales y una organización descentralizada realizan acciones en los tres países analizados. La porosidad de las fronteras favorece estas acciones por lo que una estrategia común y cooperación es fundamental para combatir a los grupos yihadistas. En este aspecto los tres países han dado un impulso a una coalición denominada Alianza de los Estados del Sahel (AES), que un principio busca estrechar la cooperación militar conjunta, sirviendo de base para otros proyectos comunes.
El desafío yihadista y la situación de inseguridad ha favorecido el auge de los gobiernos militares en detrimento de los sistemas democráticos, a los que acusan de liderazgo frágiles y falta de contundencia con sus enemigos. El compartir aliados exteriores es considerado clave para estas juntas evitando distensiones regionales y diferentes estrategias para un enemigo común.
MALI, LA PUERTA AL SAHEL
Desde el golpe de estado consumado por el coronel Aissa Goita en Malí en 2021, el papel de Rusia en el Sahel ha ido creciendo en el país. Su injerencia en Mali a través de una importante campaña de desprestigio hacia Francia, el apoyo a las protestas contra la presencia gala, sumado a un creciente malestar local propio por la crítica situación de seguridad y la desconfianza hacia Francia, terminó animando a los militares a tomar el poder en Malí con un claro objetivo de alejarse de las posiciones francesas, materializando este distanciamiento con la solicitud de retirada de las tropas francesas del país.
Con Goita en el poder, Mali es el país que más vínculos mantiene actualmente con Rusia. Las fuerzas expedicionarias rusas están presentes en Malí desde 2021 y su papel es muy controvertido, a las que se acusa de uso excesivo de la fuerza, asesinato extrajudiciales y abusos contra la población civil. Su protagonismo en la matanza de Moura y las acusaciones de la ONU hacía estos hechos fue determinante para que la Junta solicitara el repliegue de MINUSMA del territorio de Malí.
Las fuerzas bajo mando ruso en Mali, proporcionan instrucción a las fuerzas locales, acompañamientos en combate y desplazamiento, seguridad de instalaciones estratégicas, logística y se ha incrementado la compra o donaciones de material militar ruso, principalmente aeronaves
Las fuerzas rusas ha acompañado a las fuerzas locales en su ofensiva en 2023 para retomar el control de la región separatista de Azawad, haciéndose con los principales núcleos urbanos en la región separatistas de Azawad, operaciones que han concluido en noviembre de 2023 con la toma de Kidal. En Azawad los principales núcleos se encuentran actualmente bajo control gubernamental, pero la región no está pacificada y los combates son habituales con los grupos separatistas aglutinados en torno a la Coordinadora del Movimiento de Azawad, así como con los grupos yihadistas.
Pese a los éxitos contra los separatistas de Azawad, el yihadismo se ha extendido por todo el centro de Malí donde su presencia se ha reforzado, siendo sus ataques de mayor capacidad mortífera. En este aspecto el apoyo ruso no está dando los resultados esperados y ya han sido cuantificada varias bajas rusas por parte de los yihadistas.
En los últimos meses se han intensificado las operaciones en torno a Menaka contra la filial de Daesh en el Sahel y se han neutralizado a algunos líderes yihadista. Pero el yihadismo se sigue consolidando en el centro y sur del país, con el riesgo de incrementar sus acciones en zonas fronterizas del oeste del país.
Las acusaciones de abusos por parte de las fuerzas malienses y asesores rusos sobre la población civil han aumentado exponencialmente, un factor que reforzará el discurso yihadista como alternativa al poder político y ganará apego entre una población que no puede confiar en los supuestos garantes de su seguridad. La desconfianza y el descrédito hacia las instituciones son claves para reforzar el discurso radical.
CARISMA Y SOMBRAS EN BURKINA FASO
Si algo diferencia a la Junta Militar de Burkina Faso es el carácter más personal que ha tomado este gobierno en la figura de Ibrahim Traore. Este joven capitán de 35 años desbancó al anterior gobierno aupado también por una asonada militar e intenta liderar el país frente a un grave problema de seguridad como es el yihadismo.
En el caso del golpe de Traore, las injerencias rusas parecen menor que en Malí. Traore, al igual que en Malí, finiquitó sus acuerdos militares con Francia, reafirmó un fuerte nacionalismo y reestructuró la estrategia contra los grupos armados, declarando una movilización general, el fortalecimiento de las milicias de autodefensa, suspendió algunas libertades individuales y ha impulsado un importante rearme de las fuerzas armadas.
Pese a sus visitas a Rusia y lo llamativa de su intervención en la Cumbre Ruso-africana, los acuerdos con Rusia son más limitados que en la caso de Malí. En lo que respecta a la cooperación militar, se han desplegado un centenar de asesores rusos en el país y se ha firmado acuerdos de cooperación civil, algunos tan llamativos como la posible construcción de una central nuclear. Hay que señalar que un número indeterminado de miembros de Wagner ya se encontraba en el país desde el mandato del teniente coronel Damiba, predecesor de Ibrahim Traore.
Un socio militar prioritario de Burkina Faso en materia de armamento es Turquía. La potencia mediterránea se ha convertido en un importante suministrador de drones TB2-Bayraktar para la fuerza aérea burkinesa, quien ha encontrado en esta arma un elemento fundamental para atacar a los grupos yihadistas.
El precio de este dron, su eficacia, lo idóneo de su armamento, autonomía y fácil manejo, lo han convertido en una pieza fundamental en el campo militar, pero, también, en arma propagandístico de la Junta. El TB2 ha otorgado ciertos éxitos en un terreno sin oposición como el espacio aéreo, pero no es un arma definitiva para conseguir la pacificación del país. Su uso generalizado sin contar con información precisa sobre el terreno ha dado lugar a errores en su uso y el asesinato de civiles.
Además, este dron se ha convertido en un símbolo del régimen y un elemento para aumentar la moral de una población muy castigada por la violencia.
Como forma de pagar estos costes, Turquía ha recibido concesiones mineras en el país. Además, se ha multiplicado las restricciones de exportación para los pequeños comerciantes de minerales que extraían los minerales (principalmente oro) de explotaciones artesanales. Con ello se quiere evitar la posible financiación del yihadismo pero también garantizar a los nuevos socios el pago en concesiones de los bienes adquiridos.
Otro proveedor de armas para Burkina Faso es China, que al igual que los anteriores potencias mencionadas, también logra concesiones mineras como forma de pago a los materiales suministrados.
Respecto a Estados Unidos y su papel en Burkina Faso, mantiene una posición alejada de Francia y no verse afectada por acusaciones de neocolonialismos. EE. UU. tiene un perfil bajo pero su relación con la junta es cordial, e incluso existe cooperación en materia militar y programas de formación de personal burkinés en Estados Unidos.
En el campo de batalla el rearme no parece haber frenado las actividades yihadistas y, al igual que en el resto del Sahel, sus operaciones cada son más precisas y sus objetivos más ambiciosos, con un aumento de su mortalidad. Las operaciones yihadistas son numerosas y las víctimas civiles van en constante aumento, consolidando a Burkina Faso como el epicentro de la violencia yihadista a nivel global. Es cierto que se han logrado importantes victorias, se ha contenido y se ha dado respuestas a otros, pero el yihadismo no se desactivará solo desde una respuesta militar, y la violencia continúa en expansión. Desde su ascenso, Traore ha denunciado varias intentonas golpistas contra su figura, acusando a intereses extranjeros estar tras estas conspiraciones. Estos sucesos han terminado por animar al líder a permitir el despliegue de fuerzas rusas para afianzar su poder.
También, son numerosas las críticas que ha surgido a la represión política frente a figuras discrepantes, así como las denuncias de abusos de poder contra civiles acusados de colaborar con los grupos yihadistas.
La prometedora imagen de Traore puede diluirse si no frena los abusos sobre la población civil, cuya figura se puede ver desgastada. Los importantes esfuerzos bélicos necesitan resultados reales si se quiere mantener alta la moral y cohesión social, estando por ahora su estrategia muy alejada de la posible pacificación de Burkina Faso.
LA INCERTIDUMBRE SOBRE NIGER
Níger se convirtió en el último país en el que los militares se hicieran con el poder. A diferencia de Malí y Burkina Faso, no existía un malestar social extendido y su papel como aliado clave de la Unión Europea y Francia en la zona no parecía que fuese a correr riesgo. El presidente electo Mohamed Bazoum parecía tener la situación bajo control y los niveles de violencia yihadista eran menores en comparación con sus vecinos.
Pero a pesar de este contexto, en julio pasado los militares se hicieron con el poder entre incertidumbre, destituyendo al Mohamed Bazoum, suspendiendo la constitución y poniendo al país bajo el control de un gobierno denominado Consejo Nacional para la Salvación de la Patria (CNSP), dirigido por el coronel Abdourahamane Tchiani.
Desde un inicio el nuevo gobierno centró sus críticas sobre Francia, solicitando su inmediata salida del país, mostrando un acercamiento a Rusia. Sin esperarlo y sin jugar un papel clave en Níger, Rusia encontró un nuevo espacio de influencia en el Sahel. La nueva Junta rompió los acuerdos de cooperación policial y fronteriza con la Unión Europea, una decisión que preocupa en la Unión Europa debido al papel clave de Níger en el control migratorio irregular.
Sin embargo, la hostilidad mantenida por los militares hacia Francia y la Unión Europea no influyó en un inicio a la presencia de Estados Unidos en el país. EE. UU. cuenta con una importante base militar en territorio nigerino, en la que destaca la presencia de drones. Desde ella se monitoriza las actividades yihadistas de la zona y puede servir como plataforma de proyección de operaciones en África. Washington ha mantenido una actitud pragmática respecto a la política interna de Níger, sin intención de pretender influenciar sabiendo que Níger es clave para su presencia en África y un deterioro de sus relaciones con este país podría mermar su capacidad de actuación en el tablero africano dejando un mayor espacio para Rusia en la región.
Pese a que la Junta en un inicio marcó un decidido acercamiento a Rusia y haberse realizado un intercambio de visitas diplomáticas de alto nivel y en haberse firmados diversos acuerdos en cooperación militar, por ahora no esta claro que haya un desembarco de militares rusos o contratistas sobre el terreno. Existen diferencias a nivel interno en la Junta sobre esta decisión, ya que no se quiere perder el apoyo estadounidense que conllevaría un acercamiento más plausible a la órbita rusa.
Respecto a Francia, la situación sigue siendo tensa. El suministro de uranio que es clave para Francia se sigue manteniendo desde Níger aunque un mayor estrechamiento de relaciones con Rusia pudieran poner en peligro estas concesiones de explotación minera.
Respecto a la situación de seguridad, los grupos yihadistas se han acercado de manera reiterada a la capital demostrando que la situación de seguridad se ha deteriorado. En torno al lago Chad, sigue muy activa las actividades de ISWAP y Boko Haram. En este caso y pese a las tensiones políticas, la cooperación militar ha seguido siendo fluida incluso con Nigeria, principal potencia en la CEDEAO y que mostró especial hostilidad en los momentos iniciales de la nueva Junta.
LA CONVIVENCIA REGIONAL
Respecto a sus vecinos en África Occidental, tras el ascenso de la Junta nigerina se vivió una fuerte tensión regional debido a las amenazas de la CEDEAO de intervenir militarmente en Níger. Ante esta situación Malí y Burkina Faso mostraron su apoyo a Níger y la advertencia de que ayudarían a Níger militarmente en caso de una intervención armada.
Una amenaza que no se concretó ante el temor a un conflicto regional a gran escala. La CEDEAO impuso fuertes sanciones económicas con el objetivo de asfixiar y quebrantar a la nueva junta militar, pero estas sanciones no tuvieron el efecto deseado y sus efectos negativos ha llevado a levantar dichas sanciones y las restricciones comerciales que se impusieron sobre Níger. La necesidad de abastecer estos mercados sin salida al mar, la cooperación en seguridad o el flujo energético han sido clave para el cambio de posturas.
Desde entonces, las tres Juntas Militares han estrechado la cooperación militar, política y financiera, poniendo en marcha una organización supranacional denominada Alianza de Estados del Sahel, que podría servir de base para una futura confederación política entre los tres países.
La Alianza de Estados del Sahel se quiere alzar como una alternativa política y financiera a la CEDEAO y ha sustituido a la fuerza militar G-5 Sahel impulsada por la Unión Europea, la cual ha quedado disuelta. Los otros dos miembros de G-5 Sahel, Chad y Mauritania, también han movido ficha en el tablero diplomático.
Mauritania se ha convertido en el nuevo aliado clave de la Unión Europea en esta área africana. Se han firmado importantes acuerdos de cooperación que suponen un fuerte desembolso económico de la Unión Europea en este país y un mayor compromiso de Mauritania en cuestiones migratorias y de seguridad.
En el caso de Chad, es el único aliado militar que Francia mantiene en la zona, con quien tiene una estrecha relación militar. Chad se encuentra en una difícil situación de fragilidad por la convulsión interna que tiene el conflicto de Sudán en su territorio, con miles de refugiados y una extrema situación económica, así como por motivos políticos internos. El presidente Mummhamad Deby ha visitado Rusia el pasado mes de enero y mantuvo una reunión personal con Vladimir Putin, pero estas relaciones no parecen haber cambiado significativamente sus alianzas exteriores ni política regional.
Respecto, al ascenso de las Juntas militares en países próximos, Chad ha mantenido una situación de neutralidad y cordialidad, e incluso, se han estrechado relaciones en el aspecto comercial.
Argelia es otro de los países que ha modificado su proyección regional en la zona. En este caso, sus tensiones han aumentado exponencialmente con Mali, país que acusa a Argelia de dar refugio a los separatistas de Azawad, a quien considera terroristas.
Está tensiones con Argelia y la unidad que hay entre las tres juntas militares ha abierto la puerta a un mayor protagonismo de Marruecos en la zona, rival regional de Argelia. Marruecos se ha postulado como una vía de suministro para estos países, así como un puerto de salida al Atlántico para el tránsito de mercancías o fuentes de energía, planteando futuras infraestructuras comunes.
Una mayor degradación de las condiciones de seguridad en los países del Sahel podría incrementar el flujo de refugiados, pudiendo verse afectado Marruecos por estos desplazamientos forzados que ya son palpables en numerosos países del área. Marruecos está muy interesado en la estabilidad regional, en la contención del yihadismo y en ganar un mayor protagonismo como contrapeso a su rival histórico en la región como es Argelia. Para ello ha incrementado su papel diplomático en la zona y está comenzando a financiar proyectos de cooperación regional.
CONCLUSIONES
El Sahel, un escenario que pese a su importancia geoestratégica es secundario para la Unión Europea, ha caído en la órbita rusa preocupando su presencia en el contexto de una lucha global que tiene su campo de batalla en Ucrania, pero que condiciona gran parte de la geopolítica global.
La posible instrumentalización de los problemas que afectan a la zona en contra de los intereses de la Unión Europea, como puede ser la inmigración, la dependencia energética, la respuesta al yihadismo o la capacidad de influencia rusa en condicionar acuerdos comerciales, hace que la situación del Sahel pueda ser preocupante para los intereses de la Unión Europea.
Por ahora los cambio de alianzas llevado a cabo en la zona y los acuerdos con Rusia no han tenido un efecto en la situación de inseguridad de la zona. El yihadismo sigue siendo un desafío regional y las políticas aplicadas no están siendo efectivas, incrementándose las acciones yihadistas y su zona de acción.
La violencia sigue castigando a una de las zonas más subdesarrolladas y frágiles del mundo sin que a corto y medio plazo parezca que pueda reducirse su capacidad de acción frente a unas estrategias que necesitan una acción militar que solo será efectiva si va acompañada de un desarrollo económico y social a gran escala en la zona. Una estrategia integrada que, por ahora, no parece estar en las agendas de las Juntas militares locales.
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