Transcurrido un año de la agresión rusa a Ucrania, Turquía se ha alzado como el principal actor o el escenario propicio para la celebración de las negociaciones entre Rusia y Ucrania, tanto en el plano de los acuerdos parciales, como los acuerdos sobre el grano, como en las negociaciones diplomáticas que tratan de alcanzar la paz en la región. Y si bien es cierto que no parece que se vaya a alcanzar un acuerdo de alto el fuego y de retirada de las ropas en el corto plazo, esto no será por la falta de esfuerzos invertidos tanto por parte de la Organización de las Naciones Unidas, de la Unión Europea y otras grandes potencias y, especialmente, de Turquía como actor clave.
EL NEOTOMANISMO TURCO
Desde el año 2011, pero sobre todo agravado desde el año 2016 como consecuencia del intento de golpe de estado en Turquía y las medidas represivas y de persecución de la oposición y los disidentes por parte del gobierno de Erdogan, se ha venido produciendo una deriva de la política interna y exterior en Turquía que muchos teóricos han denominado como neootomanismo. Es decir, una vuelta a la inspiración del Imperio otomano que tuvo gran influencia sobre los países de sur región y los vecinos.

Extensión máxima del antiguo Imperio Otomano (Enciclopedia Británica)
Así en la última década se ha dejado atrás las aspiraciones de entrar en la Unión Europea, como se puede observar con la congelación de los capítulos de negociaciones por parte de la Comisión Europea, y ha girado hacia sus vecinos de la región MENA, con una actuación directa en algunos de los conflictos que estallaron tras las movilizaciones de las Primaveras Árabes, como ha sido el caso de Rusia y el caso de Libia. En ambos conflictos la intervención turca ha encontrado en el escenario a Rusia, llegando a tener en algunos casos una posición común y en otros casos, una posición diametralmente opuesta que incluso ha llegado a suponer un crecimiento de las tensiones entre ambos países.
Ahora, más de una década después del inicio de este viraje de neootomanismo en Turquía vemos una nueva arista de esta política, no solo centrada en la región MENA sino también en los Balcanes y en los países del sur global, con especial incidencia sobre el continente africano. Turquía se ha presentado desde el inicio de la agresión rusa a Ucrania en una posición de ambivalencia, de puente entre los dos países, un espacio de negociación no neutral puesto que tiene como vecinos a ambos estados. Y, al mismo tiempo, se ha erigido como un socio fiable para llevar a cabo las negociaciones y las reuniones diplomáticas al más alto nivel.
Esta política no solo ha tenido incidencia en la política interna sino especialmente en la política externa del país donde Turquía se ha convertido en uno de los grandes referentes de la comunidad internacional para abordar esta cuestión, y en un socio necesario para los países del sur global, quienes buscan lograr el final del conflicto antes de que se produzca una crisis económica y de abastecimiento.
EL CRECIENTE PROTAGONISMO DE TURQUÍA EN LA ESCENA INTERNACIONAL Y EN SU VECINDARIO
Erdogan se ha postulado como uno de los líderes internacionales, por no decir el único, capaz de tener un diálogo continuado con ambos países y con los líderes de los mismos. Así lo demostró con la firma de los acuerdos para la exportación del grano pero también en los primeros días tras la invasión rusa a Ucrania donde ya se alzó como el defensor principal de la vía diplomática, buscando impulsar un acuerdo entre ambos estados.
De tal forma que la primera semana del mes de marzo de 2022 se reunieron en Turquía, por vez primera, los altos cargos de Ucrania y Rusia, produciéndose negociaciones de paz al más alto nivel, llegando incluso a celebrarse una reunión entre los Ministros de Asuntos Exteriores.
Apenas unos meses después Turquía volvió a jugar un papel fundamental ya no solo en el devenir de la guerra de agresión, sino también en el respiro de todos los países del Sur Global, los cuales habían visto como el encarecimiento de los precios y la reducción de la oferta de productos primarios y, en especial, de trigo, estaba afectando sustancialmente a sus economías, pudiendo producirse un doble fenómeno, por un lado, una hambruna mundial y, en segundo lugar, una creciente inestabilidad de los gobiernos afectados por las contestaciones populares.
Ante este panorama internacional Turquía se presentó, nuevamente, como el garante de la seguridad, el único negociador posible entre ambos bandos y, de alguna manera, a ojos de los países del Sur Global y, concretamente de su vecindario inmediato (Egipto y Libia), como el salvador de sus economías y sus gobiernos. En apenas unas semanas se logra en Turquía el primer acuerdo para la exportación del grano ucraniano a través de los puertos, el cual ha sido prorrogado en dos ocasiones, la última de ellas el pasado 19 de marzo, estando en vigor hasta después del verano.
Con esta acción vemos claramente el rol neootomano de Turquía, quien aspira a ser el sustento de muchos de los países de su vecindario y una referencia para el resto de países del mundo. Esta explicación también quedó transmitida a través de las palabras del ministro de Asuntos Exteriores turco el pasado mes de febrero en la Conferencias de Naciones Unidas para los Países Menos Adelantados donde se comprometió a realizar todos los esfuerzos posibles para perpetuar el acuerdo y constató «no podemos dejar atrás a los países menos adelantados, debemos actuar sin demora«.
Finalmente, estos tintes de relevancia de la política exterior también los hemos observado en cómo Naciones Unidas confía en Turquía para perpetuar o alcanzar nuevos acuerdos entre las potencias, como es, por ejemplo, el acuerdo para el intercambio de prisioneros.

Turquía en su política de neootomanismo está jugando un papel clave en países como Libia o Siria, donde está tejiendo una importante área de influencia (Prisma UC3M)
¿POR QUÉ TURQUÍA?
Vistos los acuerdos alcanzados la pregunta que los lectores se estarán haciendo es por qué Turquía frente a otros muchos estados, caracterizados por su neutralidad, y que ya fueron el espacio de negociaciones en anteriores conflictos. La explicación no es fácil aunque vamos a tratar de aventurarnos a ella.
Turquía, desde el comienzo de la guerra, ha mantenido una política muy ambigua en cuanto a la agresión. Ya que, si bien es cierto que ha condenado la misma en los foros internacionales con las votaciones en Naciones Unidas a favor de la expulsión de Rusia de Consejo de Derechos Humanos, y su voto favorable a la condena de la violación del Derecho Internacional; es también cierto que no ha adoptado sanciones. Esta es quizás una de las razones por las cuales Turquía se ha distinguido de otros países tradicionalmente neutrales como Noruega o Suiza, los cuales han roto, en cierta manera, su neutralidad, al alinearse con la Unión Europea y adoptar sanciones contra Rusia. Erdogan ha defendido públicamente, en numerosas ocasiones, la integridad territorial ucraniana, llegando incluso a hacer referencia expresa a la península de Crimea, y enviando armamento defensivo al gobierno de Zelenski.
Sin embargo, también ha mostrado una actitud muy cercana con Rusia, mejora de su relación respecto a los años anteriores, la cual se había deteriorado como consecuencia de la participación turca en la guerra de Siria y Libia, y como resultado del apoyo del Kremlin al golpe de Estado del año 2016 en contra del actual gobierno. No obstante, en este año de agresión Turquía ha incrementado sus relaciones comerciales con Rusia llegando a subir un 45% sus exportaciones a este país.
Es posible ver cómo Turquía tiene una dependencia de ambos países, buenas relaciones con ambos gobiernos sin una posición clara sobre unos y otros, lo que le ha hecho presentarse como el actor ideal para poder llevar a cabo las negociaciones. Especialmente frente a otras potencias que se presentaron inicialmente como fue el caso de Bielorrusia, claro aliado de Rusia en el conflicto, o Serbia quién también se encuentra más alineado con la posición rusa por motivos histórico-sociales y económicos.
¿QUÉ GANA TURQUÍA COMO NEGOCIADOR ENTRE UCRANIA Y RUSIA?
Es evidente que en estos trece meses desde el estallido del conflicto Turquía ha ocupado un papel fundamental en las negociaciones. Pero no cabe entender este papel como un rol benevolente, sino que son muchos los intereses que el antiguo país otomano tiene puestos en las negociaciones. En materia de política exterior está claro el interés existente por incrementar la influencia en la región, sobre sus vecinos, continuando así la política exterior neootomana que comenzó hace varios años.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan está jugando un papel clave en la mediación turca en la guerra ruso-ucraniana (Infobae)
Igualmente, gracias a este rol está consiguiendo también un acercamiento con otras organizaciones, especialmente con la Unión Europea, cuyas negociaciones de ampliación están congeladas desde el golpe de Estado de 2016 y que, aunque no se han descongelado, sí ha habido una cierta templanza en las mismas. La Unión Europea ha visto a Turquía como un aliado con el que negociar para tratar de poner fin cuanto antes a esta agresión rusa, y un socio en las votaciones en Naciones Unidas que puede ser crucial en el posicionamiento de terceros países, los cuales pueden cambiar su posición si Turquía también lo hace. Igualmente, el rol de Turquía en la dimensión internacional y multilateral también se ha incrementado al tener la llave para el acceso de Finlandia y Suecia en la OTAN, donde los aliados han debido negociar con Turquía para conceder su voto favorable para esta adhesión.
En el plano interno Turquía también tiene grandes intereses en juego, ya que por un lado es enormemente dependiente de las exportaciones ucranianas en materia agrícola, por lo que la adopción de un acuerdo sobre el grano fue uno de los grandes hitos para su política interna. Igualmente cabe destacar que ambos países, Ucrania y Rusia, son frontera marítima de Turquía por lo que un alejamiento de las ofensivas de estas fronteras juega a favor de Turquía.
CONCLUSIONES
Como hemos podido comprobar, Turquía está jugando un papel fundamental en la negociación entre Ucrania y Rusia no solo en el ámbito de un posible alto al fuego o cese de las hostilidades, sino en otros elementos relevantes para los países del Sur Global, que son en su mayoría los países de su vecindad y sobre los que está ejerciendo o aspira a extender su política neootomana, como son los acuerdos de exportación del grano. Turquía, por lo tanto, está actuando como un puente entre Rusia y Ucrania sobre el que se están apoyando las organizaciones internacionales, como Naciones Unidas o la UE.
No obstante, esta situación se encuentra ahora pendiente de un futuro inescrutable, y es que el próximo mes de mayo se celebran comicios nacionales en el país donde según las primeras encuestas parece que la oposición socialdemócrata y laica vencería al gobierno de Erdogan con facilidad y sin necesidad de una segunda vuelta. Esto nos lleva a plantearnos si Turquía dará un nuevo viraje en su política internacional, abandonando el neootomanismo propuesto por el actual gobierno, y mirando de nuevo hacia la Unión Europea.
Este cambio de política, de producirse también tendría efectos en su rol como negociador entre Ucrania y Rusia, ya que el descongelamiento y avance de las negociaciones de adhesión a la UE lleva aparejado un alineamiento en materia de Política Exterior y de Seguridad Común y, por ende, la adopción de sanciones a Rusia.
NOTA: Los planteamientos e ideas contenidas en los artículos de análisis y opinión son responsabilidad exclusiva, en cada caso, del analista, sin que necesariamente representen las ideas de GEOPOL 21.
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